SEXUALIDAD Y JUVENTUD ASTURIANA

3 Oct 2006

El pasado mes de agosto, diversos medios de comunicación se hacían eco de los resultados obtenidos en una investigación realizada con jóvenes asturianos con respecto al conocimiento, las actitudes y las prácticas en materia sexual.

Los datos del Estudio sobre la sexualidad de la juventud asturiana, realizado conjuntamente por investigadores de la Universidad de Oviedo, del Consejo de la Juventud del Principado de Asturias y de la Consejería de Salud, eran presentados dentro del marco de los cursos de verano de dicha universidad.

En este artículo, los autores de este estudio hacen un resumen de la investigación, mostrando los datos más relevantes al respecto y ofreciendo algunas propuestas de intervención para trabajar en el ámbito de la educación sexual con jóvenes.

Amaia Bravo Arteaga(1), Jorge Fernández del Valle(1), Mercedes García Ruiz(2) y Marián Uría Urraza(3)

(1) Universidad de Oviedo, (2) Consejo de la Juventud del Principado de Asturias y (3) Consejería de Salud y Servicios Sanitarios del Principado de Asturias

Este trabajo de investigación se enmarca en un proyecto de mayor alcance, cuyo objetivo fundamental era dar respuesta a las necesidades de formación de la juventud asturiana en materia de sexualidad. El estudio se desarrolló a petición de la Dirección General de Salud Pública de la Consejería de Salud y Servicios Sanitarios del Principado de Asturias, y mediante un acuerdo con la Universidad de Oviedo, concretamente con el Departamento de Psicología. El grupo de investigación se formó incorporando investigadores de este Departamento, a los que se unieron profesionales de la propia Dirección General de Salud Pública y del Consejo de la Juventud del Principado de Asturias.

Al igual que se ha hecho en otras comunidades autónomas, se ha entendido que era prioritario realizar un estudio sobre comportamientos, actitudes y conocimientos sobre la sexualidad en este colectivo de jóvenes (definiendo este sector de población, en nuestro caso, como el que recorre el rango de 15 a 21 años). Es importante destacar que, al seleccionar la muestra, se evitó la frecuente tendencia de describir la sexualidad de los jóvenes mediante muestras de instituto y universitarias, incorporando a jóvenes que se encuentran desarrollando otras actividades formativas.

 

Este trabajo de evaluación permitiría averiguar el estado actual de este tema entre los jóvenes asturianos, pudiendo así diseñar una respuesta formativa específica y «a medida», plasmada finalmente en el programa de educación afectivo-sexual, editado recientemente por el Principado de Asturias con la colaboración de la Universidad del País Vasco, y cuyo autor es Javier Gómez Zapiaín.

Establecido, como se ha dicho, el principal objetivo de una evaluación de necesidades para un posterior diseño de una intervención formativa en sexualidad, destinada a los jóvenes asturianos, los objetivos concretos de este trabajo son los siguientes:

    1. Obtener información sobre los conocimientos, actitudes y prácticas de los y las jóvenes en aspectos relacionados con la sexualidad.

    2. Conocer qué aspectos están relacionados con el uso eficaz de anticonceptivos por parte de los y las jóvenes.

    3. Detectar las necesidades y demandas que tienen los y las jóvenes en aspectos relacionados con la sexualidad.

    4. Concretar las características que deberían reunir los centros de asesoramiento en temas de sexualidad.

El estudio se llevó a cabo con una muestra de 1.048 jóvenes, conservando la proporcionalidad que existe en la población joven asturiana en variables como el sexo, la edad, la zona geográfica y el tipo de estudios o formación que siguen. Para ello, se tomaron muestras de las ocho áreas sanitarias de la región y se aplicaron los cuestionarios en 45 centros formativos y de otro tipo.

Resultados

Conocimientos

El estudio ha puesto de manifiesto que los conocimientos básicos en materia de sexualidad, acerca del embarazo y de los métodos anticonceptivos, están adquiridos por la mayoría de los y las jóvenes, si bien existe un desconocimiento relativo al uso de determinados métodos que están en claro desuso, como el diafragma o los espermicidas, o bien son de uso muy restringido como el DIU.

Aunque los riesgos del uso de la llamada «marcha atrás» son conocidos por la mayoría, queda un grupo de más del 10% de chicos y chicas que creen que es cuestión de «saber controlarse».

Actitudes

La evaluación sobre aspectos actitudinales revela las importantes diferencias que existen ante la sexualidad entre chicos y chicas. En primer lugar, aparece un motivo importante para la reflexión cuando se constata que las jóvenes tienen una autoestima más baja con respecto a su propio cuerpo y su imagen física con respecto a los varones. Este dato está claramente en relación, como se ha visto en otros estudios, con la influencia de las representaciones sociales de lo que es el estereotipo de la belleza femenina, el impacto de la publicidad y las modas, y en definitiva, de una cultura de sobre-exigencia para la imagen física de las chicas.

En segundo lugar, parece claro que la actitud de atracción hacia la sexualidad, hacia su disfrute en variadas formas, es más elevada en los varones, quienes manifiestan disfrutar en mayor grado de escenas eróticas, la contemplación del cuerpo, etc. No obstante, las diferencias (con la salvedad de las escenas citadas) no son grandes, y con respecto a la representación social de la sexualidad femenina como pasiva, hay una ruptura clara del estereotipo.

Las actitudes en cuanto al uso de anticonceptivos, muestran que la disposición para el uso de los condones es muy elevada. Tienen clara su necesidad, tanto chicos como chicas, y únicamente cabe señalar que, si bien los chicos cuando saben que pueden llegar a tener una relación los llevan consigo, las chicas lo hacen en menor grado.

Es muy importante constatar que no existe mucha confianza para hablar de anticonceptivos con los padres, y también se detectan reticencias para comentar el tema con profesores e incluso profesionales. Acudir a la farmacia a comprar condones sigue siendo, aunque no en grado alto, motivo de vergüenza, especialmente para las chicas. En este sentido, las máquinas expendedoras, son muy acepadas y parecen estar cumpliendo un papel muy importante.

 

En cualquier caso, la educación afectiva sexual debe ampliar su perspectiva para plantearse de qué modo se puede hacer llegar a los padres la necesidad de una actitud de mayor acompañamiento en el desarrollo sexual de los hijos.

Prácticas y comportamientos sexuales

Al preguntar por la relación de afectividad como requisito para las relaciones sexuales, emerge una importante diferencia entre chicos y chicas, ya que estas lo consideran imprescindible en un 66% de los casos, mientras que para los varones es necesario en un 32,2% de las respuestas (es decir, casi la mitad). También los más jóvenes lo consideran más importante que los mayores de 18 años.

En cuanto a haber tenido relaciones sexuales (con penetración), el resultado fue que el 57,6% la había experimentado, sin diferencia entre chicos y chicas. Como sería de esperar, los mayores de 18 años triplican (76,8%) a los de 15-17 (26,2%). También es más frecuente entre los que no realizan estudios universitarios (86%) que entre los que están en la universidad (67%).

La edad de la primera experiencia es anterior en los varones, con más de un 10% antes de los 15 años (en chicas un 4,7%); aunque la mayoría (80%) tiene su primera experiencia entre 15-18 años. La persona con quien se tuvo esa primera experiencia es muy distinta según se trate de chicas o chicos. Para ellas, el 83,2% era su pareja, mientras que esto ocurrió en un 53% de los varones. Para ellos, la iniciación con amistades (21,2%), conocidas/os (13,2%) o incluso desconocidas/os (7,3%) se presenta con cierta frecuencia.

En esa primera relación, el 78,5% utilizó condón y un 6,6% la «marcha atrás», con escasísimos casos de píldora (2,8%) y cerca de un 8,3% no utilizó ningún método. Podríamos decir que se suma un 15% de prácticas con riesgo de embarazo y transmisión de enfermedades en la primera relación, sumando la «marcha atrás» y la categoría ninguno. La llamada «marcha atrás» es mucho más utilizada en el grupo de no universitarios que el de universitarios (8,4% frente a 2,7%).

Por lo que respecta al uso de anticonceptivos en las relaciones sexuales actuales, el condón es el más usado, con un 58% de casos en que se utiliza siempre y un 26% casi siempre. La píldora se usa por parte de un 19% como método anticonceptivo. La «marcha atrás» es el método permanente para un 4% y casi siempre para otro 12%. El «método ogino» se usa en un 7% siempre y un 6% casi siempre. El 30% de la muestra ha utilizado la píldora del día después al menos en alguna ocasión. El resto de los métodos: diafragma, DIU, espermicidas, etc., no se usan nunca en cifras superiores al 97% de los casos.

 

Cuando se les pregunta si en alguna ocasión no han utilizado métodos anticonceptivos en una relación con penetración vaginal, se muestra que un 28,3% de los varones y un 38,5% de las mujeres han asumido este riesgo al menos en alguna ocasión. Las razones son fundamentalmente porque no los usan si no están a mano (algo muy importante para apoyar el fácil acceso a los preservativos) en un 11,2%, o que se pierde sensibilidad con los condones (9,7%).

Este dato es muy destacable porque, a pesar de que se utilizan ampliamente los métodos anticonceptivos, no es menos cierto que casi más de una tercera parte de la muestra, ha corrido o corre riesgo de embarazo en algunas ocasiones. Es curioso observar que los más jóvenes (menores de 18) son menos propensos a asumir este tipo de riesgos y se quejan menos (casi nadie) de la pérdida de sensibilidad por usar condón.

Por último, el estudio indagó acerca del uso de los condones como mecanismo de prevención de transmisión de enfermedades. Cuando se practican penetraciones no vaginales, el 61,1% de las chicas no usa nunca condón, ni tampoco el 47,9% de chicos. Los casos en que se ha diagnosticado una infección de transmisión sexual alcanzan al 3% de la muestra.

Propuestas de intervención

Dada la situación recogida en el presente estudio, se plantearon una serie de propuestas para trabajar desde la educación sexual en cuanto a los conocimientos, actitudes y prácticas relacionadas con la sexualidad:

1. La educación sexual ha de tener en cuenta las realidades y particularidades personales, adaptarse a los diferentes niveles de conocimientos, teniendo en cuenta los valores, las diversas orientaciones del deseo y las vivencias de la sexualidad en cada momento evolutivo, y según las biografías personales.

2. Respecto a los conocimientos, es importante partir de lo que conocen, aclarar creencias erróneas y tener en cuenta las diferencias que existen entre los conocimientos que existen entre chicos y chicas. Habrá que incidir en los siguientes temas: infecciones de transmisión sexual (ITS), prácticas de riesgo, reproducción y métodos anticonceptivos.

3. En cuanto a las actitudes hacia la sexualidad, habrá que tener en cuenta las diferentes variables relacionadas con la prevención:

– La autoestima como variable que influye en la aceptación del propio cuerpo y la forma de afrontar la presión que existe sobre determinados patrones estéticos y valoración de algunas prácticas. Es importante trabajar esta variable, especialmente con las chicas.

– Las habilidades para la comunicación de los propios deseos y la asertividad, especialmente en la relación con la pareja.

4. Respecto al uso del preservativo en las relaciones sexuales con penetración, habrá que incidir en los siguientes aspectos:

– Reforzar a las chicas para que se sientan capaces de proponer el uso del preservativo a su pareja, a través del trabajo sobre la autoestima, la asertividad y las habilidades de comunicación.

– Reforzar el uso del preservativo como una práctica relacionada con valores positivos en las relaciones interpersonales, como son: el cuidar al otro/a, el cuidarse a uno/a mismo/a, la responsabilidad, la salud, el respeto.

5. Establecer y cultivar climas de confianza entre las familias, con los agentes educativos, con los grupos de iguales, para poder escuchar las inquietudes de los y las jóvenes, sus dudas y sus propuestas en aspectos relacionados con la sexualidad.

6. Los programas de educación sexual han de ponerse en marcha desde la Educación Infantil, a lo largo de la Educación Primaria y la Educación Secundaria, adaptados a las diferentes fases evolutivas y contando con la participación de la comunidad educativa.

7. Trabajar la percepción de riesgo y de vulnerabilidad frente a la transmisión de infecciones de transmisión sexual, para incidir en la reducción de prácticas de riesgo, y el que se mantengan las prácticas seguras con el paso del tiempo.

8. Plantear la educación sexual con y desde el grupo de iguales, lo que permite trabajar desde su realidad, sus inquietudes, sus dudas y sus conocimientos, a partir de la reflexión sobre las propias actitudes, la influencia del grupo y el respeto a la diversidad.

Acercar y reforzar los recursos para la Información y Asesoramiento sobre sexualidad a los jóvenes, con especial atención al medio rural. Estos recursos de información han de ser cercanos pero con cierta independencia que garantice la confidencialidad y atendidos por expertos en el tema.

Sobre las autoras y el autor:

Amaia Bravo Arteaga es Profesora Ayudante de Psicología Social del Departamento de Psicología de la Universidad de Oviedo. Miembro del Grupo de Investigación en Familia e Infancia de la Universidad de Oviedo.

Jorge Fernández del Valle es Profesor Titular de Psicología Social del Departamento de Psicología de la Universidad de Oviedo. Director del Grupo de Investigación en Familia e Infancia de la Universidad de Oviedo.

Mercedes García Ruiz es Sexóloga e integrante del Consejo de la Juventud del Principado de Asturias.

Marián Uría Urraza es miembro del equipo de la Consejería de Salud y Servicios Sanitarios del Principado de Asturias.

 

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