LA CREATIVIDAD ES UNA PRIORIDAD SOCIAL

20 Oct 2006

Alfredo Muñoz Adánez

Universidad Complutense de Madrid

La creatividad entre la moda y el miedo

Es muy corriente en la actualidad oír declaraciones acerca de la importancia y necesidad de la creatividad para afrontar los muchos problemas que se nos presentan, sin que quede claro, fuera de la expresión genérica de tal necesidad, en qué consiste la ayuda que la creatividad puede ofrecer. Parece como si se tratara de una herramienta muy valiosa sólo para llevar, aunque luego no sepamos cómo y cuándo usarla.

Ya se trate de la vida personal, de la vida social o de las empresas y organizaciones de todo tipo (escuelas, cárceles, hospitales, centros de servicios sociales, etc.), la creatividad tiende a encontrarse en la lista de las exigencias más obvias. Sin embargo, si observamos qué ocurre después, en el terreno de la práctica, la realidad dista mucho de tales declaraciones, pues el comportamiento humano en las situaciones sociales en las que la creatividad parece tan necesaria, no se caracteriza precisamente por ser creativo; más bien, lo que se da es la existencia de normas y pautas de conducta que hacen pensar que no se busca la creatividad o que incluso se limita o anula su presencia.

Deben de existir poderosas razones para que se dé tal contradicción entre predicar la creatividad de palabra y coartarla en la práctica. Se nos ocurren cinco posibles respuestas: a) se trata de una moda, b) es el fruto de la escasa confianza en lo que se predica, c) se desconoce lo que la creatividad encierra, d) es difícil ponerla en práctica, y e) se le tiene miedo.

Que tiene algo de moda parece indudable. Queda bien hablar de creatividad y nadie quiere quedarse sin hacer la referencia obligada a la importancia que reviste en nuestra sociedad ser creativos.

Pero, en contraste con lo anterior, las instancias sociales encargadas de su instauración –principalmente empresas y organizaciones- no parecen confiar en la creatividad como solucionadora de problemas, por lo que no se deciden a tomar las medidas para su puesta en práctica. Deben de pensar algo así como que no tiene mucho sentido gastar tiempo y recursos en llevar a cabo acciones, cuyas consecuencias no van a reportar ningún beneficio.

 

Complementaria de las anteriores, es la razón del escaso grado de conocimiento sobre las posibilidades de la creatividad. No es posible abordar el conocimiento de la creatividad y de sus posibilidades para la transformación social de manera simple. Su complejidad es tal, que se requiere un auténtico cambio de mentalidad para vislumbrar al menos lo que la creatividad encierra. Se trata, ni más ni menos, que de cambiar nuestra visión de la sociedad y de la naturaleza en general, y empezar a ver que los cambios son posibles y que esta posibilidad pasa por descubrir y poner en juego nuestro oculto potencial creativo individual y social.

Suponiendo que no se trate de una moda, que se tenga confianza en ella y que se conozcan sus posibilidades, podría ocurrir que resulte francamente difícil su puesta en práctica, dificultad que justificaría el retraimiento de muchos de los responsables de su implantación. Es, qué duda cabe, una razón de peso y probablemente ajustada a la realidad, porque es verdad que no es fácil propiciar el cambio hacia la creatividad. Resulta evidente que no es fácil crear ambientes creativos, en los que las personas y los grupos puedan desarrollar plenamente todo su potencial.  

Por último, podemos aducir como razón el miedo a las posibles consecuencias que se derivan del hecho de crear una sociedad creativa; la creatividad implica necesariamente apertura al cambio y el cambio da miedo, sobre todo a aquellos que se encuentran bien asentados en la sociedad.

Cabe también la posibilidad de que se trate de una combinación de varias de estas razones, pero ello no justifica que dejemos pasar el tiempo sin aportar ideas que permitan trabajar en la dirección adecuada y que se haga realidad lo que con tanta frecuencia se predica, de manera que la moda verbal se transforme en moda en los comportamientos.

La creatividad en la práctica

Que necesitamos de la creatividad parece fuera de toda duda; basta con echar una ojeada a los muchos y graves problemas que se acumulan en nuestra sociedad -algunos de nuevo cuño- y cuya solución no se ve clara.

Necesitamos nuevas ideas para afrontar los problemas nuevos y muchos de los tradicionales que no hemos sabido resolver hasta el momento presente. Pero para generar la confianza en la creatividad como una vía para enfrentarse a los problemas, es preciso que se la estudie desde un punto de vista científico, dejando de lado la mucha palabrería que envuelve cuanto se refiere a tal concepto.

Existen interesantes aportaciones que pueden aprovecharse para buscar soluciones a nuestros problemas; pero es mucho lo que queda por hacer, empezando por poner en práctica los métodos creados a lo largo del pasado siglo y cuya efectividad dista mucho de estar clara. No me refiero tanto a si son o no eficaces para afrontar y resolver problemas, sino al mejor modo de usarlos. Es indudable que muchos de ellos son buenas herramientas, pero no sabemos realmente usarlas para obtener de ellas todo su rendimiento.

A los métodos y técnicas propuestos por Crawford (1954), Osborn (1957), Gordon (1961), Zwicky (1969), Moles y Caude (1970), Prince (1970) y DeBono (1970) hemos de sacarles todo su jugo; sin dejar de revisar las aportaciones de autores como Amabile (1983, 1998), Csikszentmihalyi (1996), Sternberg y Lubart (1995), Paulus y Nijstad (2003) y tantos otros.

 

Hemos de pasar de comentar genéricamente la relevancia de la creatividad y la necesidad de ser creativos, a concretar con toda la precisión posible cómo obtener en la práctica las ventajas contenidas en los métodos que nos permiten poner en juego nuestra creatividad potencial. Tenemos que dar el paso de las atractivas intuiciones a las prácticas eficaces. Y estas prácticas no pueden consistir más que en pequeñas contribuciones que hagan evolucionar todo cuanto se refiere a la creatividad, hasta el punto de hacer irreversible cada progreso.

¿La cantidad genera la calidad?

En esta línea de aportar un granito de arena a la ingente labor que constituye la instauración de la creatividad en nuestra sociedad, se sitúa una reciente investigación (Muñoz Adánez, 2005), que se plantea el reto de someter a estudio la verdad que encierra el principio fundamental del brainstorming.

Este principio fue formulado por Osborn en 1957 bajo la expresión «la cantidad genera calidad». Csikszentmihalyi, en 1996, lo expresó de otro modo («produce tantas ideas como puedas»), pero el sentido es el mismo. Según este método, la mejor manera de afrontar un problema consiste en producir el mayor número posible de ideas alternativas, con la confianza puesta en que cuantas más ideas se produzcan, más probabilidad tendremos de dar con la solución del problema. Aparte de este principio, el brainstorming propone dos condiciones básicas para la producción masiva de ideas: el aplazamiento del juicio y el trabajo en grupo (Muñoz Adánez, 1994).

La aparente simplicidad del brainstorming –simplicidad que en realidad es sólo aparente- explica su mal uso, hasta el punto de que lo que generalmente se conoce como tal, no es sino la negación del método. Al declarar que la calidad depende de la cantidad, estamos asumiendo que cualquier idea, incluso la más descabellada, es en principio válida.

Esto es lo que justifica la puesta en práctica del aplazamiento del juicio o suspensión de la crítica durante la etapa de producción de ideas (Osborn, 1957), con vistas a que todas las energías del grupo se canalicen hacia la propuesta de ideas sin ningún tipo de limitación ni cortapisa. En consecuencia, la única limitación impuesta en el método es que no se puede criticar las ideas de los demás ni autocensurar las que pueden pasar por nuestra mente: hay que dejar que las ideas fluyan y que, como consecuencia de asociaciones espontáneas, actúen como estimuladoras de otras ideas posteriores.

 

No cabe la menor duda de que la aceptación de que la calidad se supedita a la cantidad desafía al sentido común y al sistema educativo imperante, en el cual, por principio, sólo se admiten las ideas correctas -con la consecuente condena de las respuestas equivocadas o incorrectas- y en el que el error es castigado -con las inevitables repercusiones en términos de inhibición, protección de la autoestima y miedo a cometer errores-.

En el estudio aludido participaron 325 personas (266 mujeres y 59 hombres), de 21 a 27 años de edad, con una media de 22. Todas ellas participaban en cursos sobre la técnica del brainstorming, y se integraron en 69 grupos, de entre 3 y 8 miembros cada uno.  

En la tabla 1 y el gráfico 1 aparecen reflejados los resultados. Los datos están ordenados por cantidad de ideas producidas, y resulta suficientemente expresivo acerca del aumento general de las ideas de calidad a medida que aumenta la cantidad de ideas por grupo, aunque no deja de llamar la atención la presencia de algunas importantes excepciones.

Se procedió también al agrupamiento de los grupos en función de determinados criterios. En primer lugar, dicotomizando la muestra a partir de la media de la cantidad de ideas producidas (38,14). En segundo lugar, y para comprobar de manera gráfica el cumplimiento del principio que estudiamos, se constituyeron seis agrupamientos (hasta 20 ideas producidas, 21-30, 31-40, 41-50, 51-60, y más de 60).

Al comparar los grupos que producen menos y más de la media de cantidad de ideas, encontramos resultados muy interesantes. Los primeros grupos, 45 en total (que han producido hasta un total de 38 ideas), ofrecen una media de 3,89 ideas de calidad. Los segundos, 24 grupos (que han producido 39 o más ideas), aportan 13,13 ideas de calidad de media. La diferencia entre las medias de ambos grupos lo dice todo: los grupos que producen más ideas también generan un número significativamente mayor de ideas de calidad.

La tabla 2 y el gráfico 2 reflejan la relación cantidad-calidad entre los seis agrupamientos realizados en función de la cantidad de ideas producidas. La comparación de las medias de las ideas de calidad aportadas por cada grupo arroja unas diferencias claramente significativas, hasta el punto de que a contemplación del gráfico 2, parece la pura expresión del principio fundamental del brainstorming. Por otra parte, como puede verse en la tabla 2, los porcentajes de ideas de calidad aumentan a medida que lo hace la cantidad de ideas.

Conclusiones que se desprenden de estos resultados

La primera y principal conclusión que se desprende de los datos obtenidos es que, en efecto, la cantidad genera calidad: a medida que aumenta la producción de ideas, mayor es la probabilidad de que aparezcan más ideas de calidad. Los grupos que aportan más soluciones al problema son los que mayor número de soluciones de calidad ofrecen. Se confirma así nuestra hipótesis, en apoyo de la tesis de Osborn (1957). Es aconsejable, por consiguiente, fomentar la producción del mayor número posible de ideas frente a los problemas.

La segunda conclusión es un complemento de la anterior: no sólo aumenta la calidad con la cantidad de manera global, sino gradualmente. Caben varias explicaciones de este fenómeno. La primera es que las ideas más comunes se van agotando en las primeras aproximaciones al problema, y así las que aparecen más tarde, una vez agotadas las más corrientes, son más originales. De esta manera, los grupos que producen menos ideas sobre el problema aportan proporcionalmente más ideas comunes que los que persisten en la producción de más ideas.

La segunda es que el ambiente de confianza, libertad y cooperación que se ha creado favorece el afloramiento de la creatividad de los participantes a medida que se van produciendo ideas. 

 

Una tercera posible explicación es que los sujetos van aprendiendo a ser más creativos como consecuencia de la práctica.

Por último, también podríamos aducir que la misma producción de ideas anima a los participantes a seguir produciendo, con el consiguiente premio en términos de calidad. En cualquier caso, el hecho de que la calidad aumente con el paso del tiempo, no hace sino corroborar la idea de que es necesario dar tiempo al tiempo para que la productividad creativa brille con todo su esplendor en la resolución de problemas.

Implicaciones de los resultados para la vida individual, social, profesional y comunitaria

Los resultados obtenidos invitan a confiar en el principio del brainstorming y en la instauración de las dos condiciones que el método propone (aplazar el juicio y trabajar en grupo). En consecuencia, convendría aplicar tal principio y tales condiciones para afrontar los múltiples problemas que nuestra sociedad tiene planteados.

Pero la puesta en práctica de este método exige tomar una serie de medidas sin las cuales es muy probable que no se consigan los resultados esperados. A modo de sugerencias, expongo a continuación algunas de estas medidas.

1. Instaurar una mentalidad creativa. La primera medida es de carácter general –demasiado general-, pero incuestionablemente necesaria para que todo lo demás tenga sentido. Consiste en la instauración en nuestra sociedad de una mentalidad creativa, tanto desde el punto individual como social.

Esta mentalidad asume como algo obvio que los problemas tienen solución y que entre todos podemos encontrarla. Se parte del principio de que todo es mejorable: que siempre existe una solución mejor, que no debemos conformarnos con la solución adoptada y que siempre se puede dar un paso más. Todo ello pasa por tomarse en serio el concepto de creatividad y cuanto tal concepto encierra.

Es corriente el hecho de que todo lo que suena a creatividad sea tomado a la ligera, identificando creatividad con ausencia de normas, irresponsabilidad y ausencia de seriedad y rigor. Aunque la realidad objetiva diste mucho de esa percepción, algo ha debido de ocurrir para que en la generalidad de las mentes anide tal idea. La tarea actual consiste en invertir esta percepción.

2. Trabajar sin prisa. La segunda medida tiene que ver con esa mentalidad creativa y responde a la sugerencia de dar tiempo al tiempo, de no tener prisa por adoptar una solución. La precipitación es mala consejera y es contraria a la creatividad, que requiere pararse a pensar, seguir pensando y dejar reposar las ideas, con el fin de que se produzcan asociaciones que necesitan tiempo para su incubación. En este trabajar sin prisa encaja también la necesidad de contemplar los problemas desde todas las perspectivas posibles, lo que obliga a ajearse de ellos y a tomar la debida distancia, con el fin de enfocarlos de una manera más objetiva, evitando así que su inmediata cercanía anule la necesaria amplitud de miras desde la que es necesario percibirlos.

3. Aplazar el juicio. El aplazamiento del juicio ha de ser puesto en práctica en cualquier situación social si lo que de verdad se pretende es que todos los actores de tal situación actúen con libertad, confianza y espontaneidad. Esto resulta especialmente necesario en el trabajo en equipo si se busca la eficacia.

Existen datos que permiten afirmar que los buenos resultados en el braisntorming son fruto del aplazamiento del juicio (Muñoz Adánez, 1993), pues a través de él se crean unas condiciones sociales –podríamos decir también mentales- que permiten al individuo explorar todas las posibilidades de su mente, jugar con las ideas, confiar en el grupo como productor de ideas, incubar ideas durante un tiempo, entusiasmarse con las ideas y con el hecho de crear, y disfrutar creando.

4. No castigar el error. Está muy relacionado con el punto anterior, pero exige un tratamiento aparte, debido a la importancia que nuestro sistema educativo concede a los conceptos de acierto y error. El miedo que supone dar una respuesta errónea inhibe a las personas y les impide aportar ideas que podrían resultar sugerentes para el problema, pero que además tendrían la ventaja de proporcionar la sensación de participación, clave para una mentalidad creativa generalizada.

Hay que empezar a premiar el simple hecho de participar, de ensayar ideas y de aportar algo, aunque ese algo no sea aprovechable de manera inmediata. En una buena concepción de la creatividad, las ideas descabelladas deben tener, en principio, la misma consideración que cualquier idea ajustada al problema. No debemos menospreciar el interés que poseen las ideas descabelladas como generadoras de posibles mejores soluciones a los problemas.

5. Crear un clima creativo. Un clima creativo es aquél en el que la persona piensa y actúa con libertad, pudiendo expresar de manera espontánea su propio yo sin parar mientes en la posible, y casi inevitable, presión del grupo. En la instauración de un clima creativo juega un papel primordial el aplazamiento del juicio, pero también entran en juego factores tales como el talante personal de los individuos, la seguridad personal, la motivación positiva, el buen humor, el espíritu tolerante y tantos otros, sin olvidarnos del papel primordial que juega la persona que desempeña la función de líder.

 

6. Fomentar la motivación intrínseca. No hay sociedad creativa sin personas motivadas y no hay mejor motivación que la motivación intrínseca. Consiste fundamentalmente en que la persona disfrute realizando las tareas que tiene encomendadas, pues es la única manera de que ponga en juego todo su potencial y fundamentalmente su potencial creativo.

7. Crear equipos creativos de trabajo. Si es difícil trabajar en equipo, lo es más hacerlo en equipos creativos, ya que exige una serie de condiciones cuya presencia no es de uso corriente en nuestra sociedad, algunas de índole personal, otras de entidad social y algunas otras de carácter estructural. Las personas han de aprender a trabajar en equipo y a disfrutar de dicho trabajo. En otras palabras, han de vivir la experiencia gratificante del trabajo en equipo. Un equipo creativo de trabajo proporciona a los miembros que lo componen una clara sensación de desarrollo personal.

8. La creatividad es cosa de todos. Uno de los capítulos más importantes de la creatividad es la asunción de la idea de que entre todos podemos aportar más y mejores ideas que trabajando aisladamente, lo cual supone la generación de un espíritu solidario, una confianza mutua, una motivación compartida en relación con un objetivo común y la vivencia gratificante de que mis ideas contribuyen a mejorar las de los demás y que las ideas de los demás mejoran las mías. Es la mejor manera de crear un efecto sinérgico en nuestra sociedad, fruto del cual se pueden lograr beneficios individuales, sociales y comunitarios imprevisibles. Una sociedad no progresa si los grupos que la integran tiran de la misma soga en dirección contraria y progresa hasta límites inconcebibles si lo hacen en la misma dirección.

9. La creatividad está en todo. Todo en la naturaleza es terreno abonado a nuestra acción creativa. No existe faceta de nuestra vida en la que no podamos sacar el fruto necesario de nuestra creatividad, desde las actividades cotidianas hasta las más científicas, pasando por las más variadas facetas profesionales, sociales y comunitarias.

10. Todos somos creativos. La creatividad exige el concurso de todos, ya que la primera premisa que hemos de asumir es que todos somos creativos. En la faceta de crear una sociedad más creativa todos estamos invitados y ni siquiera en esta invitación hay diferencias jerárquicas. Una sociedad creativa es contraria a la existencia de grupos de presión que hagan prevalecer sus ideas sobre las de los demás; por el contrario, la idea vale por su propia capacidad para resolver el problema, no por quien la formula.

 

11. Contar con líderes creativos. Como medida complementaria de la anterior, necesitamos líderes expertos en pensamiento creativo, en el empleo de técnicas creativas, en la dirección de equipos de trabajo y en la instauración de un clima de libertad y confianza. Han de distinguirse por su formación y experiencia en tareas y proyectos creativos, así como por su capacidad para extraer de sus colaboradores todo su potencial y de conseguir efectos sinérgicos como consecuencia de la acción conjunta de todo el equipo.

12. Formar en creatividad. La creatividad necesita de un ambiente en el que se respire su presencia, pero también de acciones formativas encaminadas a la instauración de cuantos aspectos la caracterizan.

13. Prevenir. La mejor solución a los problemas es prevenirlos, anticiparse a su aparición. Un problema tiene siempre unos antecedentes que conviene explicitar. Si somos capaces de captar con precisión y a tiempo tales antecedentes, podemos llevar a cabo medidas eficaces para que el problema no se presente. Se trataría de deshacer la bola de nieve en la cima de la montaña, antes de que se llegue a formar la gran bola que nos arroye.

14. ¿Y si los problemas se presentan sin avisar? Entonces está claro que hay que actuar con prontitud, pero aún en estos casos no deberíamos dejar de intentar poner en práctica cuanto antecede en el grado en que las circunstancias lo permitan.

En estos días en que se multiplican los problemas de todo tipo en nuestras vidas, en este tiempo de globalización en el que muchos problemas están adquiriendo dimensión planetaria, necesitamos más que nunca echar mano de nuestro potencial creativo. Resulta de una necesidad imperante trabajar para que algunos de los problemas que nos afectan como individuos, como seres sociales, como profesionales, como ciudadanos y como especie empiecen a plantearse con visos de que su solución es posible.  

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Sobre el autor:

Alfredo Muñoz Adánez es docente e investigador de la Sección Departamental de Psicología Social de la Universidad Complutense de Madrid. Actualmente es el coordinador del programa de Doctorado de Psicología Social de la UCM. Una de sus principales líneas de investigación se centra en el estudio de la creatividad.

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