La Covid-19 implica riesgos vitales más altos en los mayores de 60, pero más riesgo psicológico en los jóvenes

1 Mar 2021

Ana García-Dantas 1, Ania Justo Alonso 2 Anabel González 3Milagrosa Sánchez-Martín4 y Lucía del Río Casanova5

1Dantas Psicología Clínica. Universidad Loyola Andalucía (Sevilla)

2Imaya Medical Institute (Vigo)

3A Coruña University Hospital (A Coruña)

4Universidad Loyola Andalucía (Sevilla)

5Universidad Santiago de Compostela

Desde marzo de 2020 en que la OMS declaró la pandemia por coronavirus, la propagación mundial del virus ha causado y sigue causando numerosas muertes y efectos socioeconómicos devastadores. Las medidas iniciales para reducir la propagación del virus fueron drásticas en nuestro país, donde se declaró un confinamiento para toda la población durante más de 6 semanas. Diversos estudios han resaltado el impacto negativo de esta situación estresante en el estado psicológico de la ciudadanía que no solo se enfrentaba a la incertidumbre de un virus peligroso, sino que también tenía que adaptarse a unas circunstancias vitales sin precedentes. Sin embargo, no todas las personas lo afrontaron igual, y entender qué factores han influido en la respuesta emocional tiene importantes implicaciones para comprender el impacto de estos fenómenos y para planificar una efectiva intervención.

¿Cómo afectó el confinamiento inicial según los grupos de edad?

Autor: Pixabay Fuente: 
Edmond Dantès Fecha descarga: 18/02/2021

Las personas más mayores han sido las grandes afectadas a nivel físico por el virus en términos de gravedad y mortalidad. Para los jóvenes supuso una interrupción repentina y drástica de sus planes formativos (selectividad, estudios universitarios, oposiciones, etc.). Los adultos vivieron una gran incertidumbre laboral. Los padres debían quedarse con sus hijos en casa mientras trabajaban de modo presencial o a distancia, o veían peligrar sus empleos.

Nos interesaba, pues, conocer las diferentes preocupaciones según los grupos de edad con el objetivo de poder anticipar las posibles secuelas psicológicas que este período podría tener, explorando no solo los condicionantes objetivos, sino también la percepción subjetiva.

¿Cómo lo estudiamos y qué aprendimos?

Más de 4000 personas participaron en una encuesta online desde el 23 al 28 de marzo de 2020, cuando España llevaba de 9 a 14 días confinada.  Dividimos a los participantes en 5 grupos de edad, de 18 a 25 (Gr. 1), de 26 a 33 años (Gr. 2), de 34 a 45 (Gr. 3), de 46 a 60 (Gr. 4) y más de 60 (Gr. 5).

El primer dato destacable es que los más jóvenes (Gr. 1 y 2) puntuaron más alto que los más mayores en las escalas de depresión, ansiedad y estrés reciente. Los jóvenes percibían su estado emocional de forma más negativa que los mayores de 60. Concretamente refirieron tener más problemas para dormir, más somatizaciones y más claustrofobia que antes del confinamiento.

El virus y las medidas adoptadas dejaron en esta etapa dos tipos de secuelas: físicas y emocionales. Mientras que el riesgo de las primeras es entre los de mayor edad, las consecuencias emocionales fueron peores en los más jóvenes.

Ese dato es ciertamente llamativo. Las personas de más edad tenían más riesgo ante la enfermedad y sufrían el aislamiento de sus familiares para evitar contagios. Sin embargo, su resiliencia psicológica durante el confinamiento fue mayor que la de los otros grupos. Alguna de las hipótesis que podrían explicar estas diferencias son, por un lado, que el estilo de vida les cambió menos que a los demás, pues ya de antes era más hogareño y menos social que el de los jóvenes. Por otro, que el apoyo en la religión ha podido funcionar como factor protector para muchos; también que la jubilación ha proporcionado una seguridad económica con la que no contaban los otros sectores. Por último, el hecho de que los mayores de 60 en España han vivido situaciones como la Guerra Civil y la dictadura les ha podido dar unas experiencias vitales que les han ayudado a relativizar la situación.

Por otra parte, según nuestros datos, los jóvenes de 18 a 25 años fueron los que pasaron más tiempo dentro del hogar pues en su mayoría vivían en casa de sus padres y los que estudiaban fuera, regresaron al domicilio familiar durante este período. Por tanto, a diferencia de los otros grupos (Gr. 3 y 4), ellos no salían a las actividades consideradas esenciales pues la mayoría no se hacía cargo de la compra ni tampoco trabajaba, por lo que su encierro fue mayor. La incertidumbre respecto a su futuro era también mayor; interrumpieron sus planes de ocio y reuniones sociales, elementos que en esta edad pueden vivirse como más esenciales. Muchos dejaron de ver a sus parejas durante semanas y todas las actividades agradables tan necesarias para afrontar situaciones del día a día desaparecieron viéndose sin recursos personales para cuidarse. La mitad de los jóvenes perdieron sus rutinas diarias (horarios de sueño, de comida, etc.) mientras que en general, los mayores trataron de mantener su vida organizada igual o mejor de lo habitual para contrarrestar los efectos estresantes del confinamiento.

¿Qué le preocupaba a cada grupo?

Mientras que las personas de entre 18 a 35 años señalaron los problemas económicos, los mayores de 60 refirieron el hecho de contagiarse o morir. Los sentimientos de soledad y aislamiento por el confinamiento eran compartidos por los extremos: los más jóvenes y los más mayores. Los más jóvenes echaban mucho de menos sus relaciones sociales, el contacto con amistades e incluso parejas mientras que los mayores, añoraban a sus hijos, nietos y demás familiares. Dos preocupaciones fueron compartidas por todas las personas independientemente del grupo de edad: el colapso por el sistema de salud y el miedo a que sus familiares y amigos pudieran contagiarse y morir.

Aplicaciones prácticas

En conclusión, debemos considerar a las personas de 18 a 25 años como un grupo vulnerable de esta crisis, pues han estado expuestos a altos niveles de estrés y preocupación, una importante interferencia en su estilo de vida, y una marcada afectación de su estado emocional. Sería importante diseñar programas y protocolos de prevención secundaria para ayudarles a procesar esta etapa de sus vidas con el fin de reducir la probabilidad de futuros problemas de salud mental. De especial interés sería el trabajo en formatos grupales -que favorecerían la conexión que han vivido, tan necesaria- dentro de las instituciones académicas para identificar a las personas más afectadas e intervenir para dotarles de herramientas adaptativas.

En el estudio “ISAMEC19” estamos analizando de forma longitudinal el efecto psicológico del confinamiento en el 2020, para ver la evolución de estas diferencias asociadas a la edad. Estos datos saldrán a la luz próximamente.

El artículo completo puede encontrarse en Psicothema:

Justo-Alonso, A., García-Dantas, A., González-Vázquez, A. I., Sánchez-Martín, M., & del Rio-Casanova, L. (2020). How did different generations cope with the COVID-19 pandemic? Early stages of the pandemic in SpainPsicothema32(4), 490-500. 

Ana García-Dantas: Psicóloga Clínica Especialista vía PIR (Hospital Universitario Reina Sofía), Doctora cum laude en Psicología por la Universidad de Sevilla y Psicóloga General Sanitaria. Cuenta con formación avanzada en EMDR, Terapia Motivaciónal (Hospital de Maudsley). Directora de Centro Sanitario Dantas Psicológica Clínica.

Ania Justo Alonso: Psiquiatra, Psicóloga y Doctora cum laude. Se ha formado en España, Argentina y Estados Unidos en diversas orientaciones dentro del campo de la psicoterapia como la Terapia Psicoanalítica Breve, Terapia Familiar Sistémica, Comunidad Terapéutica de Estructura Multifamiliar y EMDR. Es Vicepresidenta de la Sociedad Española de Bio y Neurofeedback (SEBINE). Directora de Imaya.

Anabel González: doctora en Medicina y cirugía y graduada en Criminología por la Universidad de Santiago de Compostela (USC). Especialista en psiquiatra, en el tratamiento de los cuadros postraumaìticos graves, como los trastornos disociativos y en en el aìrea de la regulacioìn de las emociones. Presenta una extensa experiencia como psiquiatra y formadora, destacando la publicación de diversos libros divulgativosón giran en torno a la construcción y evaluación de instrumentos psicométricos.

Milagrosa Sánchez-Martín: doctora con mención internacional por la Universidad de Sevilla y Premio Jóvenes Investigadores por la Asociación de Metodología de las Ciencias del Comportamiento en 2011. Profesora e investigadora cuya experiencia se centra en desarrollar análisis estadísticos y psicométricos aplicados en ciencias sociales y de la salud. Actualmente es Vicedecana de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas (Psicología) en la Universidad Loyola Andalucía.

Lucía del Río Casanova: licenciada en Medicina por la Universidad de Santiago de Compostela (USC). Especialista en Psiquiatría y Doctora en Neurociencias y Psicología Clínica por la USC (estudio centrado en la regulación emocional, el trauma y la disociación, ámbito en el que desarrolló su principal actividad investigadora).  Psicoterapeuta Gestalt por la AETG (Asociación Española de Terapia Gestalt) y terapeuta EMDR. Actualmente trabaja como Psiquiatra en el Área Sanitaria GUIBOR y es profesora interina en el departamento de Psiquiatría de la USC.

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