PERFIL MOTIVACIONAL DEL ALUMNADO QUE EXPLICA EL RENDIMIENTO EN LA UNIVERSIDAD: EL ESTILO DE ACCIÓN-EMOCIÓN

14 Ene 2010

Jesús de la Fuente(1) y María Cardelle-Elawar(2)
(1)
Universidad de Almería y (2) Arizona State University

Con el inicio de cada curso académico, la polémica sobre el rendimiento académico del alumnado está servida. También, la Universidad, no es ajena a esta polémica y, ajusta los procesos de enseñanza para promover un mejor aprendizaje y rendimiento del alumnado. Las familias y, sobre todo, los profesores, se plantean ¿cómo preparar a nuestros hijos y alumnos para conseguir sus metas o competencias académicas y/o profesionales? Sin menospreciar los factores contextuales, es de todos sabido que las características personales del alumnado tienen mucho que ver con el rendimiento académico. Se puede considerar que, desde el punto de vista del alumnado, tal y como se ha comprobado en investigaciones psicoeducativas recientes, el rendimiento o logro académico depende, entre otros, de dos grupos de factores (De la Fuente y Cardelle-Elawar, 2009): 

1) Un perfil personal de logro, definido por la nueva construcción psicoeducativa, denominada el estilo de acción-emoción del alumnado. Esto es, por una parte, ser un alumnado exigente consigo mismo, con metas de mejora personal y plazos de consecución. Una persona que no se conforma con conseguir resultados medios, sino que es luchadora y compite consigo misma por conseguir sus objetivos personales y profesionales, además de ser sujetos bastante responsables o más que los iguales de su edad. En términos coloquiales, un alumnado que desea ser bueno y desatacar, por su nivel de competencia, en las actividades que realiza. De manera complementaria, este perfil personal de logro se caracteriza por ser un alumnado con gran capacidad de trabajo, es decir una persona muy trabajadora, que es capaz de dar respuesta a un alto nivel de carga de trabajo, mantenida en el tiempo. Ello supone, de manera asociada, un alto nivel de autorregulación personal, para mantener el esfuerzo y no abandonar las tareas, aunque a veces salgan mal (un alto nivel de resistencia a la frustración), y sobre todo, de autorregulación emocional y motivacional para seguir trabajando.

2) Un buen nivel de hábitos de estudio. Se refieren a una buena organización y planificación del trabajo y del tiempo de estudio, y sobre todo, un cumplimiento adecuado de la misma. Este grupo de factores garantizan, el aprovechamiento y la buena gestión de los recursos temporales personales, para dar respuesta, a las -cada vez mayores- demandas de estudio, según el nivel educativo, en el que se encuentre. Además, un buen nivel de estrategias de aprendizaje, constituye un muy buen predictor de cómo se aprende y cómo se estudia, durante ese tiempo. El nivel de conocimiento elaborado y el grado de profundidad del mismo están, directamente, asociados a las estrategias de aprendizaje.

Las implicaciones de este trabajo son claras. Esta información, como padres, debe servir para trabajar en dos direcciones, al preparar un buen rendimiento académico. Primero, intentar mejorar estas características personales de logro en nuestros hijos, si más adelante se quiere tener estudiantes y profesionales excelentes. Ayudar a nuestros hijos a ponerse metas de mejora, vivir el aprendizaje como una oportunidad de mejora personal, y a disfrutar con los logros personales, puede ayudarles bastante. Segundo, trabajar, desde el primer día, para que nuestros hijos tengan unos buenos hábitos de estudio en la casa. Sentarnos con ellos a planificar el estudio o ayudarles en las tareas diarias, personalmente, es muy motivador para ellos. En definitiva, supone, de manera inevitable, esfuerzo, supervisión, dedicación y mucho sacrificio -¡hay que decirlo claro!- de la familia (madres y padres).

También desde los contextos de enseñanza/aprendizaje formal, y el sistema educativo, se debe comenzar a hacer cambios. Reforzar y valorar en las calificaciones académicas el esfuerzo, la persistencia en las tareas, y la ejecución excelente de las mismas, como una competencia de tipo actitudinal para el aprendizaje y la autonomía personal, debe constituirse en un objetivo de primer orden. Esta característica personal predecirá el éxito académico y profesional de los sujetos. Es definitiva, volver a valorar lo que nos cuesta como algo que merece la pena y que nos ayuda a mejorar como personas, es una herramienta de motivación intrínseca de primer orden. La cultura de lo fácil no puede producir sujetos excelentes.

No hay alternativa. Las auténticas enemigas del buen rendimiento son las concepciones desajustadas de cómo se produce el éxito personal y el logro, en la familia, en los centros educativos y en los sujetos, de forma conjunta. Comencemos por la familia, por nuestros hijos y por los contextos formales de enseñanza/aprendizaje. El sistema no puede hacerlo todo, ni tampoco puede realizar milagros. Los que trabajamos en I+D+i e innovación sabemos que las competencias complejas que requieren éstas no se pueden improvisar. Comencemos a trabajar para conseguirlo, entre todos.

El artículo original puede encontrarse en la revista Learning & Individual Differences:

De la Fuente, J. y Cardelle-Elawar, M.C. (2009). Research on action-emotion style and study habits: Effects of individual differences on learning and academia performance of undergraduate students. Learning & Individual Differences, vol. 19, 567-576.

Sobre los autores:

Jesús de la Fuente Arias. Es Profesor Titular de Psicología de la Educación de la Universidad de Almería (UAL). Director del Grupo de Investigación HUM-746. Coordinador del Master Universitario en Psicología de la Educación de la UAL. Editor Principal del Electronic Journal of Research in Educational Psychology. Director Científico-Tecnológico de Education & Psychology I+D+i, empresa spin-off de Base Tecnológica de la Universidad de la UAL.

María Cardelle-Elawar. Es Catedrática de Psicología de la Educación, en la Arizona State University. Ha publicado numerosos artículos en revistas nacionales e internacionales y su área de investigación está centrada en la influencia de la metacognición, la emoción y la motivación en los procesos de enseñanza aprendizaje. 

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