IMPACTO EMOCIONAL DEL CYBERBULLYING: ¿PERCIBEN VÍCTIMAS Y AGRESORES ESTE IMPACTO DE LA MISMA FORMA?

11 Jun 2010

Rosario Ortega1, Paz Elipe2 y Juan Calmaestra1
(1) Universidad de Córdoba y (2) Universidad de Jaén

La intimidación, el acoso y en general el abuso de poder entre escolares (bullying en su expresión inglesa) han sido algunos de los problemas más estudiados en el ámbito de la psicología educativa en las últimas décadas. La agresión injustificada y mantenida que un escolar o un grupo realizan contra otro, acompañada de la escasa sensibilidad de los que conociendo el asunto callan, establece una estructura de dominio-sumisión en la red de iguales que resulta a la par que injusta enormemente perturbadora y desequilibrante para todos los que se ven afectados, pero también para la convivencia escolar.

Por otra parte, la generalización del uso de las tecnologías de la información y la comunicación, TIC, ha supuesto un importante cambio en las formas tradicionales de relación interpersonal que se establecían dentro y fuera del contexto escolar. Las TIC son en sí mismas herramientas de comunicación con potenciales efectos beneficiosos. No obstante, si se usan con la intención de dañar, sus efectos pueden tornarse perniciosos y, dado que cada vez es mayor el número de usuarios jóvenes, debemos suponer que pueden ser un factor de riesgo. El cyberbullying es uno de dichos riesgos.

Entendemos por cyberbullying el acoso entre iguales que se desarrolla utilizando las TIC. Aunque este fenómeno comparte gran parte de sus rasgos esenciales con el bullying tradicional, las propias características del medio hacen que, simultáneamente, posea elementos diferenciales con respecto a éste. Por ejemplo, en el caso del cyberbullying no hay, generalmente, contacto cara a cara; la presencia del mensaje agresivo se puede mantener en el tiempo más allá del propio control del agresor y, por tanto, la victimización adquirir dimensiones temporales permanentes e incontrolables para la víctima, con los consiguientes efectos de humillación e indignidad; además, una no deseada audiencia puede aumentar los sentimientos de vulnerabilidad de la víctima y de impunidad del agresor. Pero algunos de estos rasgos están ya, en alguna medida, en formas de bullying indirectas, como la expansión de rumores y otras formas relacionales. En definitiva, ¿estamos ante el mismo fenómeno con rasgos específicos o ante un fenómeno nuevo quizás más peligroso?

Nuestro trabajo investigador se ha dirigido a intentar dar respuesta a esta y otras preguntas. En esta breve reseña analizaremos algunas de las características del impacto emocional del cyberbullying sobre los implicados.

La investigación clásica sobre bullying ha señalado las emociones de indefensión, aislamiento e inseguridad y miedo como efectos que la víctima padece. Sin embargo, suponíamos que la percepción de la agresión en un formato tan distinto, como es el que brinda el uso de TIC, podría estimular emociones distintas y ansiedades de otro orden. Así pues pareció interesante analizar la percepción de emociones vinculadas a hechos agresivos que no se producen cara a cara, con lo que ello significa de diversificación de los estímulos y posiblemente de matiz en la reacción emocional de la víctima y quizás del agresor.

El objetivo de este trabajo fue explorar la percepción emocional de los alumnos y alumnas implicados en cyberbullying a través de Internet: víctimas y víctimas-agresivas (escolares que simultáneamente son agresores y víctimas o bully-victims). Especialmente nos interesaba analizar si existirían diferencias en dicha percepción en función del rol desempeñado en el grupo de los bully-victim, es decir, si nominaban unos sentimientos cuando se tomaban a sí mismos como víctimas de la cyberagresión y otros distintos cuando se tomaban como cyberagresores.

Nuestros resultados pusieron en evidencia que la proporción de víctimas que enunciaba emociones negativas como sentirse mal, tristes e indefensas era significativamente superior a la proporción de bully-victims que lo hacía. Por el contrario, el porcentaje de bully-victims que afirmaron que la agresión no les afectaba fue casi el doble (46.4% vs. 20.0%). Por su parte, la proporción de agresores y bully-victims que reconocían que sus víctimas mostraban diversas emociones negativas fue similar. Así pues, tanto agresores como bully-victims reconocen que su agresión puede generar diversas emociones negativas en las víctimas, si bien, el porcentaje es, en general, más bajo que el de las víctimas que afirman sentir dichas emociones. Hay que señalar, además, que el porcentaje de bully-victims que afirman que su víctima sentiría diversas emociones negativas es mayor que el que afirma sentir dichas emociones cuando se toma a sí mismo como víctima. De hecho, una buena parte de los bully-victims afirman, como se ha dicho, no sentirse afectados por la agresión.

En breve síntesis, nuestros resultados parecen apuntar a que mientras que una gran parte de víctimas perciben y definen con claridad una diversidad de emociones negativas efecto de la cyberagresión, este reconocimiento no ocurre en igual medida ni con los agresores ni con las víctimas agresivas (bully-victims). Cuando el agresor es simultáneamente víctima reconoce los sentimientos negativos en ambos roles -víctima y agresor- aunque en proporción diferente: reconoce más los efectos de su ataque a otro que los que él/ella mismo padece. Una suerte de frialdad emocional parece acompañar al agresor-victimizado que refuerza el perfil paradójico de este rol, tal y como acontece en el bullying tradicional (Ortega y Mora-Merchán, 2008). ¿Poseen los bully-victim dificultades en la percepción de las emociones propias y ajenas en mayor medida que otros implicados?, ¿podría relacionarse esto con el complejo patrón emocional observado en otros estudios en este tipo de alumnos? Más investigación en esta línea es necesaria. Para ello un campo fructífero es, posiblemente, el análisis de la inteligencia emocional de estos escolares, proyecto en el que estamos inmersos los autores de este trabajo.

El estudio original en el que se basa este artículo puede encontrarse en la revista Ansiedad y Estrés:

Ortega, R., Elipe, P. y Calmaestra, J. (2009). Emociones de agresores y víctimas de ciyberbullying: un estudio preliminar en estudiantes de secundaria. Ansiedad y Estrés, 15, 151-165.

Referencias y publicaciones relacionadas:

Ortega, R. y Mora-Merchán, J.A. (2008). Las redes de iguales y el fenómeno del acoso escolar: explorando el esquema dominio-sumisión. Infancia y Aprendizaje, 31, 515-528.

Ortega, R.; Elipe, P. y Calmaestra, J. (2009). Emociones de agresores y víctimas de cyberbullying. Un estudio preliminar en estudiantes de Secundaria. Ansiedad y Estrés, 15, 151-165.

Ortega, R.; Elipe, P., Mora-Merchán, J., Calmaestra, J. y Vega, E. (2009). The emotional impact on victims of traditional bullying and cyberbullying. A study of Spanish adolescents. Zeitschrift fur Psychologie/Journal of Psychology, 217, 197-204.

Sobre los autores:

Rosario Ortega Ruiz es catedrática de Psicología y actualmente directora del Departamento de Psicología en la Universidad de Córdoba. Dirige el Máster Universitario en Intervención e Investigación Psicológica en Justicia, Salud y Bienestar Social y coordina el programa de doctorado Psicología Aplicada. Asimismo, dirige el grupo de investigación «Laboratorio de Estudios sobre Convivencia y Prevención de la Violencia» (LAECOVI), grupo al que pertenecen el resto de autores. Tiene una amplia trayectoria investigadora sobre convivencia y prevención de la violencia en el ámbito escolar como evidencian sus diversas publicaciones y proyectos de investigación nacionales e internacionales sobre el tema.

Paz Elipe Muñoz. Actualmente es profesor colaborador en el Departamento de Psicología en la Universidad de Jaén. Su investigación está centrada en el ámbito emocional en relación con el acoso y la agresión en contextos escolares.

Juan Calmaestra Villén es beneficiario del Programa de Formación del Profesorado Universitario (FPU) del Ministerio de Educación y desarrolla su labor en el Departamento de Psicología de la Universidad de Córdoba. Su línea principal de investigación es el cyberbullying.

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