GUÍA DE PRÁCTICA CLÍNICA DE PREVENCIÓN Y TRATAMIENTO DE LA CONDUCTA SUICIDA – ENTREVISTA A TERESA PACHECO, PSICÓLOGA DEL SAMUR

14 Nov 2011

Tal y como anunciamos hace unas semanas en Infocop Online, el Ministerio de Sanidad y Consumo ha publicado la Guía de Práctica Clínica de Prevención y Tratamiento de la Conducta Suicida. Con esta herramienta, enmarcada dentro del Proyecto GuíaSalud, se pretende ofrecer recomendaciones clínicas, basadas en la evidencia científica, a los profesionales de los servicios de salud para la evaluación e intervención con adolescentes y adultos que presenten ideación y conducta suicida.


Teresa Pacheco Tabuenca

Para profundizar en el tema y ofrecernos una valoración de este manual, Infocop Online ha entrevistado a Teresa Pacheco Tabuenca, psicóloga especialista en el ámbito de la salud mental en catástrofes y emergencias. Teresa Pacheco actualmente ejerce como psicóloga de emergencias en el Servicio de Asistencia Municipal de Urgencia y Rescate de Madrid (SAMUR – Protección Civil) y ha participado en la elaboración de diferentes guías prácticas sobre la conducta suicida, contando con numerosas publicaciones nacionales e internacionales en el área de la psicología de emergencias y suicidio.

ENTREVISTA

¿Qué opinión le merece este primer volumen de la Guía de Práctica Clínica (GPC) de Prevención y tratamiento de la conducta suicida?

Mi opinión es que la evaluación general que se puede dar de esta GPC es muy positiva. Realiza una exposición completísima de la conducta suicida (evaluación e intervención desde la ideación hasta la ejecución en diferentes ámbitos) y debe destacarse la amplia y actualizada revisión bibliográfica realizada por los autores, así como el rigor metodológico basado en la evidencia científica, para en última instancia, ayudar en el proceso de toma de decisiones clínicas.

Otro aspecto a destacar de esta Guía es la exposición práctica de cómo ha de ser una adecuada entrevista y/o intervención (que hacer/no hacer; qué preguntar, cómo y cuándo), ya que creo que, en numerosas ocasiones, los profesionales «pecamos» de preguntar poco, o bien pasar por alto ciertos comentarios que no son otra cosa que una petición de ayuda de aquellas personas que lo están pasando mal, no tienen estrategias o capacidad de afrontamiento ante los problemas y comienzan a ver como última alternativa posible el quitarse la vida.

Como experta en el tema, ¿qué importancia le parece que tiene la elaboración de una guía dirigida al abordaje específico de este problema?

Creo que toda iniciativa realizada para propiciar una óptima práctica en el ámbito de la conducta suicida es buena y necesaria. Todos sabemos que el suicidio es un grave problema de salud pública al cual nos enfrentamos a nivel mundial y, en concreto, en la actualidad en España, las cifras de muertes por suicidio superan la de los accidentes de tráfico y, sin embargo, son muy pocas las medidas preventivas y los recursos de los que disponemos para atender a personas con riesgo suicida. Por tanto, considero que la elaboración de esta Guía supone una herramienta que todo profesional del ámbito sanitario debería conocer y utilizar cuando fuera necesario, ya que establece una línea de intervención clara y sencilla.

¿Cuáles son los temas principales que se abordan en la GPC? ¿Ha echado en falta algún otro aspecto de interés?

Existe numerosa bibliografía sobre ciertos aspectos tratados en esta Guía, sin embargo, creo que este documento es un buen compendio sobre la conducta suicida y nos permite hacer una fotografía general sobre las actuaciones específicas a poner en marcha. Sin embargo, creo que hay que destacar ciertos contenidos tratados como la revisión de los aspectos legales del suicidio en España, ya que considero que es una asignatura pendiente de la mayoría de los profesionales sanitarios y debemos conocer que implicaciones legales tiene la intervención con nuestros pacientes.

Del mismo modo, considero de relevancia que se hayan revisado las medidas preventivas que los profesionales podemos poner en marcha para reducir el riesgo de tentativa o suicidio consumado, los instrumentos de que disponemos para la valoración del riesgo suicida, los factores de riesgo y protectores (cuyo conocimiento es indispensable para una adecuada evaluación clínica de estos pacientes), así como las áreas de mejora en la atención prestada a las personas con conducta suicida (mejor comunicación y empatía, mejor cualificación de los profesionales, mejor acceso a la asistencia especializada y mayor información sobre la conducta suicida a profesionales y población general).

En cuanto a la información para pacientes y familiares, creo que es adecuado que los profesionales conozcan cuáles son las pautas básicas que debemos dar a éstos para detectar señales de alerta y/o manejar ideas o conductas suicidas. No obstante, considero que es necesario diseñar guías especificas para familiares y pacientes y, sobre todo, que se realice una adecuada divulgación de éstas.

Por otro lado, he echado en falta cuatro aspectos que desde mi punto de vista se podrían haber ampliado o tratado:

  • La conducta suicida en poblaciones específicas:

      • Suicidio en ancianos: la tasa de suicidio aumenta con la edad y es una población donde las cifras nos indican que existe un elevado riesgo de suicidio consumado y, sin embargo, no existen medidas preventivas y específicas que se hayan expuesto. Creo que sería conveniente hacer mención de aquellos aspectos relacionados con los ancianos como, por ejemplo, romper la creencia de que la desesperanza y los sentimientos suicidas son siempre parte del envejecimiento normal, especificar ciertos factores de riesgo relacionados con esta población (ser varón, diagnóstico de depresión mayor, abuso de alcohol, discapacidad física, bajo soporte social y pérdida reciente de algún familiar), así como alertar de que esta población, frecuentemente, realiza «avisos presuicidas», en muchos casos en forma de despedida o agradecimiento, por ejemplo, al médico de cabecera.

      • Suicidio en adolescentes: el suicidio está entre las primeras causas de muerte entre jóvenes y adolescentes. Nos encontramos con otra población donde se deberían tomar medidas preventivas específicas con grupos de riesgo, limitar el acceso a los métodos autolíticos y favorecer una continuidad asistencial. Para ello, los profesionales deberíamos estar cualificados y ser conocedores de los factores de riesgo de estas edades, que, en muchos casos, se pasan por alto como «cosas de la edad».

  • Ámbito extrahospitalario: como se expone en la GPC, en la mayoría de las ocasiones son los recursos de ayuda a los que acceden los pacientes en un primer momento (por ejemplo, llamada al 112 donde una persona verbaliza su deseo de morir y su plan de suicidio). Las intervenciones en este ámbito tienen características especiales por el entorno donde se llevan a cabo (por ejemplo, vía pública), por ser situaciones en muchos casos inseguras (por ejemplo, en una cornisa de una ventana), por ser situaciones límite (por ejemplo, un suicidio en curso donde la persona amenaza con tirarse al vacío), por ser necesaria la coordinación con profesionales no sanitarios (por ejemplo, policía y bomberos) y donde la resolución ha de ser inmediata. En este caso, es necesario que, al igual que en otros ámbitos, los profesionales sepan detectar el riesgo suicida, siendo conocedores de cómo hacer una adecuada entrevista en estas condiciones y dispongan de herramientas para objetivar el riesgo y así facilitar la decisión clínica. Habiendo detectado esta necesidad, dentro del Servicio SAMUR – Protección Civil se ha diseñado una herramienta para poder dar un dato numérico objetivo de riesgo suicida en la transferencia del paciente al hospital y cuya administración es previa al triaje hospitalario.

  • Formación de profesionales: en la GPC se hace mención de la importancia de la capacitación de los profesionales y de la necesidad de actividades formativas en el ámbito sanitario, sin embargo, creo que habría que recalcar la importancia de eliminar mitos sobre el suicidio que numerosos profesionales poseen y que ejercen una barrera, imposibilitando la adecuada intervención con los pacientes.

  • Intervención con los sobrevivientes (posvención con familiares y entorno del suicida): desde mi perspectiva, las intervenciones en este punto son escasas y prácticamente no se citan en ningún documento o Guía. Creo que deberían existir actuaciones protocolizadas tras un suicidio consumado, en primer lugar con los familiares o allegados para trabajar, principalmente, el afrontamiento de una pérdida inesperada, reducir sentimientos de culpa, ansiedad y confusión e identificar sujetos en riesgo y, en segundo lugar, con aquellos profesionales que de forma indirecta se ven afectados por el suicidio de un paciente con el objetivo de trabajar la reacción inmediata de shock (negación y búsqueda de confirmación), sentimientos de culpa y responsabilidad, sentimientos de fracaso y evitar riesgos de actividad (por ejemplo, ingresos precoces o innecesarios).

¿Qué papel juegan los profesionales de la psicología y los tratamientos psicológicos en este campo de intervención? ¿Considera que su importancia ha quedado reflejada en esta GPC?

Creo que la intervención integral es necesaria, siendo indudable que, en los casos con pacientes con riesgo suicida y con sus familiares, los tratamientos psicológicos son necesarios. Sin embargo, por desgracia, en la actualidad esta necesidad, desde mi punto de vista, no se cubre.

La GPC plantea la importancia de poner en marcha un modelo multidisciplinar, en aquellos recursos donde sea posible (pág. 77), sin embargo, da un peso mayor a la evaluación clínica (psiquiátrica) y al tratamiento farmacológico. Pienso que sería más adecuado equilibrar la importancia de todas las intervenciones para dar realmente esa atención multidisciplinar e integral (farmacológica, psicoterapéutica y psicosocial).

A pesar de esto, creo que es positivo que para la elaboración de esta GPC se haya contado con autores y colaboradores de diferentes profesiones y ámbitos.

Tal y como se detalla en esta GPC «se recomienda abordar la conducta suicida desde una perspectiva amplia, en la que se valoren de forma integral las intervenciones farmacológicas, psicoterapéuticas y psicosociales», y , de hecho, «se recomiendan los tratamientos psicoterapéuticos de corte cognitivo-conductual con una frecuencia semanal, al menos al inicio del tratamiento».

A su modo de ver, ¿piensa que el abordaje de este problema cuenta con un soporte asistencial suficiente en nuestro país? ¿Qué mejoras serían necesarias?

A la primera pregunta, rotundamente no. Creo que en nuestro país hay muchas carencias en este aspecto y creo deben tomarse medidas urgentes para hacer frente a este problema de salud pública que estamos viviendo.

Mi opinión es que debemos partir de la premisa de que el suicidio se puede prevenir y por tanto está en nuestras manos (autoridades, profesionales y población general) que estas medidas se pongan en marcha.

Respecto a las medidas o acciones que son necesarias podemos citar:

    • Conocer las cifras y perfiles reales de todo el espectro suicida.

    • Establecer protocolos de actuación inter e intra servicios y recursos (screening e intervención específica).

    • Dar una atención multidisciplinar completa con adecuado seguimiento de los pacientes.

    • Realizar acciones psicoeducativas sobre la conducta suicida y poner en marcha acciones formativas específicas, periódicas y obligatorias para profesionales.

    • Poner en marcha acciones preventivas de restricción de métodos letales (control de medicación, restricción de armas, pesticidas o recetas de ciertos fármacos y colocación de barreras).

    • Crear unidades especializadas de atención al paciente suicida y su familia.

Para finalizar, ¿le gustaría realizar algún otro comentario?

Simplemente felicitar a todas las personas que han hecho posible la Guía, así como animar a todos los profesionales a mejorar día a día el trabajo realizado y poner en marcha todas a aquellas acciones que mejoren la asistencia prestada a los pacientes con riesgo suicida, sus familiares y/o entorno.

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