PERSONALIDAD DEL NIÑO Y DISLALIA

23 Ene 2006

Juan Manuel Moreno Manso es Profesor del Departamento de Psicología y Sociología de la Educación de la Universidad de Extremadura. Miembro del Grupo de Investigación en Audición y Lenguaje (G.I.A.L.) y autor de varias publicaciones sobre diferentes trastornos de la audición y el lenguaje.

María Rosa Mateos García es Licenciada en Psicopedagogía y Maestra en el Colegio Público Nuestra Señora de Fátima, Carcaboso (Cáceres). Actualmente realiza la Tesis Doctoral sobre los rasgos de la personalidad asociados a alteraciones del lenguaje de mayor incidencia en la población escolar.

El último número de la revista Papeles del Psicólogo recoge su estudio sobre la interrelación entre la dislalia y la personalidad del niño. Estos autores han escrito para Infocop On-Line el siguiente artículo donde recogen algunos de los aspectos y conclusiones más relevantes del estudio.

 

Juan Manuel Moreno Manso

María Rosa Mateos García

La investigación que hemos llevado a cabo destaca la necesidad de un mayor conocimiento y profundización sobre el papel que desempeña la personalidad en uno de los trastornos del lenguaje de mayor incidencia en Educación Infantil y Primaria. Diferentes autores señalan que determinados rasgos de la personalidad pueden actuar en unas ocasiones como desencadenantes y/o favorecedores de dichas alteraciones y en otros casos como mantenedores y/o agravantes de la dificultad lingüística del niño.

El estudio analiza la dislalia infantil, una de las patologías del lenguaje oral más comunes y conocidas. En esta línea de investigación, y tras comprobar la escasez de estudios previos sobre los rasgos de la personalidad de los niños con dislalia, evaluamos estas características en niños de edades comprendidas entre los 6 y 8 años diagnosticados de dislalia, tratando de de identificar los rasgos comunes de personalidad en los niños que presentan dislalia.

Al igual que las disfonías, las dislalias son muy frecuentes en etapas escolares tempranas y la casuística es muy variada, pudiendo intervenir numerosos factores en su aparición.

Desde un punto de vista rehabilitador, el tratamiento de la dislalia debe comenzar precozmente, puesto que la dificultad articulatoria puede repercutir sobre la personalidad del niño. Pueden ser muy diversas las actitudes y reacciones de un niño, consecuentes al entorno familiar, social y escolar al que debe enfrentarse. Puede que el niño se sienta objetivamente marginado como consecuencia de su dificultad articulatoria, o puede que sea él mismo el que se margine aislándose de los demás como consecuencia de su desvalorización. Así el niño, evitando el contacto con cualquier persona de su entorno más o menos cercano, consigue reducir el malestar que le genera la interacción comunicativa.

Una de las características comunes en los niños con dislalia, que puede condicionar en cierto modo su personalidad, es la toma de conciencia del problema. No es fácil relacionarse con los demás cuando uno tiene conciencia de sus limitaciones. Es normal que el niño en cada situación comunicativa, tenga dudas acerca de su eficacia. Esto provoca en él una fuerte inseguridad, que merma aún más su patrón de habla. La toma de conciencia del problema puede repercutir en su rendimiento académico, ya que algunos de estos niños presentan serias dificultades a la hora de concentrarse en tareas escolares, tendiendo a mostrarse con mucha frecuencia distraídos y ausentes.

Algunos niños al ser conscientes de sus dificultades articulatorias, tienden a cohibirse a la hora de hablar en el aula escolar y en sus interacciones con compañeros y adultos, todo ello por temor a ser objeto de burlas, risas y críticas o a la incomprensión de lo que pretende comuncar por parte de los demás. Esto, a su vez, puede elevar la tensión en los músculos implicados en la articulación, agravando aún más la dificultad que presentan.

En la dislalia, al igual que en otras patologías, es importante explorar características personales del niño tales como: los signos de desvalorización, las conductas agresivas hacia el entorno y hacia sí mismo, los comportamientos regresivos, el grado de satisfacción personal, familiar y social, la actitud y el ajuste emocional, el grado de conflictividad parental y fraternal, los sentimientos de culpa, el grado de afectividad que reciben a nivel familiar, la actitud interpersonal, etc.

Diferentes autores (Sussman, 1975; Waller, Sollod, Sander y Kunkicki, 1983; Perelló, 1990; Aguilar, 1991; Ajuriaguerra y Marcelli, 1982; Serón y Aguilar, 1992; Ramos y Manga, 1996; Massana y Artal, 1997; Busto, 1998; García-Valdecasas, 2000;…), señalan que son numerosos los acontecimientos que pueden repercutir en el habla infantil, destacando la dificultad para interaccionar con otros niños, un ambiente familiar autoritario o poco estimulante, baja autoestima, celos fraternales, dificultades escolares, rechazo por parte de los compañeros, falta de aceptación personal, falta de afecto paterno, sobreprotección, conflictividad escolar, ausencia de padres, tensiones en el núcleo familiar, actitudes ansiosas parentales, etc., pueden perturbar la personalidad de un niño. Estos sucesos pueden provocar en el niño: inhibición, conductas de evitación, aislamiento, agresividad, ansiedad, frustración, timidez, reducción de contacto con otras personas, sentimientos de inferioridad, mutismo, inseguridad, pérdida de confianza en sí mismo y desajustes emocionales, abocándolo hacia la aparición de una patología del habla.

Los resultados del estudio indican que los niños con dislalia tienen dificultades para relacionarse con los demás, se muestran tímidos, inhibidos, precavidos y reservados en las interacciones sociales (no les gusta actuar en grupo), alejándose del contacto con compañeros. Mediante el alejamiento intentan evitar la amenaza del entorno y la excesiva estimulación social. Los niños se muestran muy sensibles, sensibilidad que puede estar fomentada por la sobreprotección parental.

Constatamos que los niños evaluados se amedrentan fácilmente y muestran inestabilidad emocional. Muestran una gran dependencia hacia el adulto (padres y maestros). Tienen menos tolerancia a la frustración y son más propensos a perder el control emocional, manifestando inseguridad, irritabilidad, preocupación y elevados niveles de ansiedad, lo que a su vez hace difícil la sociabilidad. Asimismo, puntúan alto en sobriedad y aprensión, dato que según Coan y Cattell (2002) indica una falta de aprobación respecto a sí mismo (autorreproches y sentimientos de culpa).

Asimismo, constatamos la dificultad existente a la hora de delimitar si los rasgos de personalidad de estos niños causan el desorden lingüístico, o en cambio son un efecto del mismo. En el estudio hemos podido comprobar que determinadas características de la personalidad del niño (inmadurez, inestabilidad emocional, etc.) y determinadas circunstancias familiares, sociales y escolares pueden favorecer la aparición de la dislalia. De igual manera, se constató que muchos de los rasgos de personalidad que manifiestan estos niños son más una consecuencia del trastorno del habla que un factor predisponente al mismo.

Insistimos en que la valoración de las características de la personalidad del niño debe formar parte, de una manera indispensable, del proceso de exploración ante la detección de este desorden del habla (Cano y Navarro, 2003; Moreno, 2004), puesto que nos permitirá adaptarnos a su realidad durante el proceso de intervención. Debemos tener muy presentes los aspectos personales, relacionales, sociales y emocionales del niño, dado que el conocimiento de los mismos, puede facilitar la superación más rápida de las dificultades que presenta.

El estudio completo puede encontrarse en la Revista de Investigación Psicoeducativa (Vol.3, nº 3, Diciembre 2005).

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