LA RESPONSABILIDAD ES DE TODOS: ¿QUÉ QUEREMOS HACER?

20 Feb 2006

José L. Zaccagnini
Universidad de Málaga

Resumir el panorama del comportamiento de nuestra infancia y nuestra juventud en un espacio tan limitado es una labor ingente y prácticamente inabarcable, dada la enorme cantidad de investigación, datos, artículos e incluso libros sobre el tema (véase INJUVE, INE, CSIS, FAD, OEDT, Defensor del Menor de Madrid, Protégeles, etc.).

Ante la amplitud del tema se hace necesario algún tipo de acotación que lo haga manejable. Voy a intentar enfocar aquí el tema desde una perspectiva sintética que se centrará en: 1) la juventud «típica», es decir, la que supone la mayoría sociológica del país; 2) dentro de ese conjunto, nos ocuparemos de la descripción estadística de una selección de los comportamientos que mas preocupan a la sociedad; 3) finalmente trataremos de ir mas allá de las descripciones, buscando una explicación psicosocial y algunas propuestas de futuro.

¿Qué es la juventud «típica»?

 

La población española (año 2005) se cifra en 44 millones de habitantes, de los cuáles la franja que abarca de los 10 y 29 años supone un 26% (11,5 millones). Del orden de un 30% de esa franja se aleja, en mayor o menor medida, de la media de juventud típica debido a condiciones particulares (familias desestructuradas, pobreza y marginalidad, graves minusvalías físicas o psíquicas, graves conductas delictivas, condiciones de vida excepcionales…). El resto, un 70% (8 millones aproximadamente), representaría a los jóvenes típicos, a los que podemos caracterizar de la siguiente manera:

  • Viven en familias «normalizadas» de nivel económico suficiente para atender a sus necesidades.

  • Tienen pocos o ningún hermano/a.

  • Están escolarizados.

  • No poseen enfermedades discapacitantes graves.

  • Tienen una adolescencia extendida (de 11 a 24).

  • Viven con sus padres.

  • Tienen poca independencia económica.

Es este colectivo el que nos interesa en el artículo, no porque el resto no merezca nuestra atención, sino porque las limitaciones del formato y el contexto aconsejan elegir en esta dirección.

¿Qué indican verdaderamente los datos sobre los comportamientos de la juventud?

Desde una perspectiva general, cabe decir que el comportamiento de la «infancia» no constituye una fuente de preocupación social. El amor, el cuidado material y la escolarización parecen considerarse como aspectos suficientes para el desarrollo «normal» del niño. Esto queda aparentemente confirmado por el hecho de que el niño tiende a ser feliz, puesto que su conducta está orientada a sus necesidades inmediatas («efecto cebra», Sapolsky,1994), que es lo que sus padres y su entrono le garantizan. Sin embargo, la educación que se inicia en la infancia se valida realmente en la adolescencia, donde sí aparecen comportamientos que preocupan a los adultos.

 

Entre las conductas de la «juventud» que sociológicamente preocupan cabe señalar, entre otras: la falta de valores y apatía; el abuso de nuevas tecnologías (móviles, videojuegos); la sexualidad irresponsable; la indisciplina y violencia; el uso y abuso de «drogas»… Si revisamos las investigaciones respecto a estas conductas, encontramos los siguientes datos:

Falta de valores y apatía

Según diversas encuestas, sus valores más importantes se relacionan con aspectos tales como la salud, la amistad, la pareja, la familia, el trabajo/estudio y la sexualidad. Valoran así mismoo, aunque en menor medida, el consumo, la música, los deportes, la solidaridad y las ONGs. Sin embargo, no valoran en demasía aspectos como la participación política o religiosa. Cabe concluir que los valores «declarados» son aceptables, una cuestión distinta tiene que ver con que en la práctica no los lleven hasta sus últimas consecuencias.

Abuso de nuevas tecnologías (móviles, videojuegos)

Las investigaciones al respecto coinciden en señalar que los móviles, no sólo no son perjudiciales, sino que son instrumentos básicos de socialización entre iguales. En contra del tópico periodístico, ni hay abuso significativo de videojuegos, ni tampoco hay «enganche» significativo a Internet. Más aún, el conocimiento, la actitud positiva y el uso de informática correlaciona con desarrollo académico. De manera que, en conclusión puede decirse que apenas existe abuso, y, por el contrario, sí existe un uso constructivo.

Sexualidad irresponsable

Al revisar los datos se encuentra que una parte importante de los jóvenes se resiste a hablar del tema (un 20%). Una proporción aún mayor se queja de no poder hablarlo con sus padres o educadores (un 40%). El resultado es que, de forma muy generalizada, tienen información errónea o distorsionada (65%). Además, los más jóvenes realizan conductas de riesgo (15%). Esto nos lleva a concluir que, pese a todas las medidas e iniciativas al respecto, en cierta medida siguen careciendo de conocimientos y hábitos sexuales saludables.

Indisciplina y violencia

No existen datos sobre un aumento significativo de la violencia entre ese 70% de la juventud que calificamos de «típica». En cambio, sí hay un aumento significativo de las noticias sobre violencia juvenil, probablemente por sensibilización social hacia el tema. Así mismo, hay un aumento de las quejas por problemas de indisciplina y violencia escolar. Por tanto, no cabe hablar de un problema grave de violencia, aunque sí de un cierto aumento preocupante de la indisciplina y de las conductas antisociales.

Uso y abuso de «drogas»

Al igual que los adultos, los jóvenes pueden acceder fácilmente a las «drogas legales». En cambio tienen un acceso mucho más fácil que los adultos a las «ilegales». Casi el 100% asegura que están en su entorno, y un porcentaje alto las ha probado alguna vez, un porcentaje medio las consume «con moderación», y un porcentaje bajo está enganchado a una o varias de ellas. La conclusión es qeu es un hecho que la práctica totalidad de los jóvenes se haya en contacto con muchos tipos de «drogas», sin embargo sólo un porcentaje no muy elevado presenta un consumo peligroso. El resto consume drogas de manera «social», es decir, con pautas muy similares a como lo hacen los adultos.

Las paradojas del análisis y la comprensión de la situación psicosociológica de la juventud

El análisis que habitualmente se hace de la situación psicosociológica de la juventud actual, tiende a formularse en términos que podemos sintetizar en forma de paradojas. En concreto mencionaremos las siguientes:

Han recibido la mejor educación académica de todos los tiempos, pero son mas conflictivos que antes:

Los datos estadísticos no confirman este tópico. Hemos pasado de la educación «elitista», en la que se expulsaba del sistema a todos los que no se ajustaban al modelo ideal, a una educación «democrática», en la que tienen espacio todos los jóvenes. No es de extrañar que ahora haya en la escuela niños mucho mas alejados del «ideal» previo. Además, la sociedad cada vez colabora menos en la educación de los jóvenes. Por ejemplo, mientras que públicamente nos hemos vuelto mas sensibles ante la información sobre violencia, en la práctica privada nos hemos vuelto mas permisivos con los comportamientos instrumentales violentos (p.e. aceptamos e incluso justificamos la violencia en el deporte o la política, como instrumento para conseguir ganar al contrario).

Tienen más medios, pero no son más felices:

La realidad tampoco se ajusta a esta manida idea. Para empezar, sólo un 24% son económicamente independientes, y más de la mitad son totalmente dependientes, alargándose la «adolescencia» material hasta edades avanzadas. Esto es así, entre otras cosas, porque el paro en la juventud duplica al paro en los adultos. Pero es que, además, los «medios» no dan la felicidad como han demostrado todas las investigaciones al respecto (vid Seligman, 2003). De manera que esta paradoja tampoco tiene fundamento.

Tienen más libertad, pero no son mas libres:

Es cierto que se ha debilitado bastante la «autoridad de los mayores», pero paralelamente ha aumentado el control ejercido por los «medios» y por los «iguales». De manera que, como ha ocurrido siempre, el comportamiento de la juventud está sometido a una fuerte influencia ambiental. Ahora bien, actualmente esa influencia parece orientar a la juventud hacia una «liberación» de todo tipo de ataduras. Ocurre que «estar suelto» no es lo mismo que «ser libre» porque, como acertadamente señala J.A. Marina (2000): «Hacer lo que me da la gana no es ser libre, es obligarme a hacer lo que la gana decide hacer» (p.202)

Creen en valores positivos, pero son pasivos:

Se ha pasado de una educación «autoritaria» a un cierto «abandono» de la responsabilidad educativa. De manera que en sus casas los niños y los jóvenes no tienen tanta «represión» comportamental, pero tampoco cuentan frecuentemente con un modelo de auto-control alternativo, y en la escuela la se les enseña a «multiplicar» pero no se enseña «autocontrol». Adicionalmente cabe señalar que el desarrollo del capitalismo democrático como «única opción social», hace que cada vez tengan menos espacio cultural para desarrollar valores propios y nuevos.

En conclusión: Nos parecen muy diferentes a nosotros cuando éramos jóvenes, sin embargo, no lo son tanto… el entorno material y social al que se han de integrar ha cambiado mucho, pero psicológicamente se parecen bastante a lo que fuimos. Sólo desde esta perspectiva podremos realmente «entender» a nuestra juventud.

¿Qué queremos hacer con nuestra juventud?

 

Ante este panorama cabe preguntarse ¿Qué queremos hacer con nuestra juventud? Se supone que buscamos la «felicidad» de la nueva generación, podemos acudir a la nueva Psicología Positiva, que desde hace unos años está dedicándose a la investigación científica de la «felicidad» (Seligman, 2000, 20003). Según esta perspectiva lo que nos hace psicológicamente felices a los seres humanos es: 1) contar con un proyecto de vida ético («amor»); 2) desarrollar una actividad equilibrada («Fluir»);3) desarrollar el autocontrol personal («Inteligencia Emocional»).

Las investigaciones sobre la felicidad coinciden en señalar que orientar el proyecto de vida personal hacia una buena relación con los demás es una primera condición indispensable para desarrollar una vida psicológicamente equilibrada. Fijándonos bien, lo largo de todos los informes se mantiene que, lo que hace más felices a los jóvenes son precisamente las relaciones personales (39%). De manera que éste será un aspecto a apoyar si queremos mejorar la felicidad de nuestra juventud.

Una segunda condición para desarrollar una vida equilibrada y feliz es realizar una actividad formal (tipo trabajo) que nos suponga un reto personal, pero que no nos desborde. Cabe concluir que el paro, el trabajo precario y el exceso de formación, afectan gravemente al desarrollo de la felicidad psicológica de nuestra juventud. Este por tanto es un punto claramente a mejorar. En concreto, la presión para que lo jóvenes se orienten hacia estudios o profesiones no elegidos o deseados, o de escasa probabilidad de empleo, puede afectar gravemente al desarrollo psicológico de nuestra juventud.

Finalmente, todas las investigaciones sobre la felicidad muestran que es imprescindible desarrollar un adecuado grado de autocontrol para poder dirigir nuestro comportamiento hacia los objetivos que favorecen una vida psicológicamente equilibrada. En el paso de una cultura «autoritaria» a una cultura «democrática», el tema del autocontrol no ha sido adecuadamente abordado como ya hemos comentado. (véase también: El misterio de la voluntad perdida. J.A. Marina,1997). En este sentido, es importante subrayar que el autocontrol exige un aprendizaje como cualquier otra habilidad psicológica, lo que indica que ha llegado la hora de tomarnos en serio esta cuestión.

La cuestión ahora es cómo podemos conseguir eso que queremos… y la respuesta es tan obvia como ineludible. Para que los jóvenes alcancen esos logros, será necesaria una adecuada educación.

Ha llegado el momento de que tomarse en serio la cuestión, empezando por integrar, de una vez por todas, que educamos mucho mas con nuestro ejemplo que con las normas o los discursos. Los adultos ejercemos una enorme influencia en el comportamiento de la juventud, lo que ocurre es que no siempre es la influencia que «teóricamente» queremos ejercer. Si los adultos consumimos drogas legales, mostramos un comportamiento agresivo y materialista, presionamos a nuestros hijos para que sean los mejores a cualquier precio y no ejercemos la solidaridad, no podremos esperar que nuestros hijos «crean» nuestras buenas palabras.

No es sólo una cuestión de educar a nuestros hijos. Se trata de asumir la educación como una responsabilidad de todos los ciudadanos. Si aceptamos como normal que los políticos se insulten públicamente, los futbolistas hagan marrullerías para ganar, y los deportistas se dopen, estaremos mal-educando entre todos a nuestra juventud. Y para no caer en ello, se hace necesario alcanzar el compromiso de toda la sociedad con un único Proyecto Educativo ético, equilibrado y eficaz.

En definitiva, la Juventud que tenemos es el producto del proyecto de sociedad que realmente construimos y mantenemos entre todos. De manera que para tener la mejor juventud posible no bastará con tomar «medidas para la juventud», sino que habrá que incidir en todo el proyecto de sociedad. La responsabilidad es de todos.

Ver referencias bibliográficas del artículo.

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