SUBTIPOS DE DROGODEPENDIENTES EN TRATAMIENTO: APOYO EMPÍRICO PARA UNA DISTINCIÓN ENTRE TIPO A Y TIPO B

9 Mar 2006

En el último número de la revista Psicothema, se ha publicado una investigación relacionada con los subtipos de drogodependientes en tratamiento. Los autores de esta investigación ofrecen en el siguiente artículo una descripción general de esta investigación.

Juan Jesús Muñoz García es doctor en Psicología, Master en Psicología Clínica, Legal y Forense y Especialista en Psicología Clínica (Hospital General Yagüe de Burgos). Encarnación Navas Collado es doctora en Psicología y Master en Psicología Clínica, Legal y Forense. José Luis Graña Gómez es doctor en Psicología, Especialista en Psicología Clínica y Profesor Titular de Psicopatología del Departamento de Personalidad, Evaluación y Psicología Clínica de la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid. Es, así mismo, Director del Master en Psicología Clínica, Legal y Forense y del curso de Experto en Drogodependencias de la Universidad Complutense de Madrid, así como autor del libro Conductas Adictivas. Teoría, Evaluación y Tratamiento. Rosario Martínez Arias es catedrática de Psicología y Ex – jefe del Departamento de Metodología de las Ciencias del Comportamiento en la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid.

Juan Jesús Muñoz García, Encarnación Navas Collado, José Luis Graña Gómez  y Rosario Martínez Arias

Las drogodependencias constituyen un problema de indudable interés en la sociedad actual, situándose como un problema con importantes repercusiones políticas, legales, sociosanitarias, criminalísticas y de otros órdenes.

En concreto, las drogas de abuso se encuentran en el centro de múltiples polémicas, tanto a nivel científico como divulgativo. Aunque el consumo de diversos tipos de drogas ha sido una constante observada desde la antigüedad en numerosos pueblos y culturas, en las últimas décadas la drogadicción ha alcanzado una extraordinaria importancia, por su difusión y consecuencias psicosociales. 

 

Algunos estudiosos del tema han intentado la categorización o tipificación de las unidades de estudio en agrupaciones lo suficientemente homogéneas como para generar hipótesis de trabajo o extraer conclusiones que permitan caracterizar tipologías de drogodependientes, con el objetivo de predecir su comportamiento futuro. En el caso de las drogodependencias, la elaboración de tipologías podría ser considerada un paso previo a un mejor conocimiento de cuáles son los aspectos diagnósticos y terapéuticos, por un lado, y la elaboración de inferencias acerca del pronóstico, por otro.

Revisando la literatura existente sobre tipologías de drogodependientes destacan, entre otras, las de Babor, Hoffman, Del Boca, Hesselbrock, Meyer, Dolinsky et al. (1992) y Cloninger (1987). Tanto una como otra tipología presentan subtipos de consumidores caracterizados por su edad de inicio al consumo de alcohol, la heredabilidad de la adicción, factores de riesgo en la infancia, grado de severidad de la dependencia a sustancias, así como nivel de desajuste psicosocial. Respecto a la tipología de Cloninger (1987), se distinguían dos grupos denominados Tipo I y Tipo II. El primero se caracterizaba por una edad de comienzo tardío de sus problemas con el alcohol, pérdida de control al beber y pocas conductas agresivas, mientras que el segundo tenía un comienzo anterior en sus problemas con la droga, graves dificultades para mantenerse abstinente y presencia de abundantes complicaciones sociales. En cuanto a la segunda de las tipologías comentadas, Babor et al. (1992) constataron la existencia de dos tipos de consumidores de alcohol, siendo la edad de inicio al consumo una variable con importante peso clasificatorio. Los Tipo A recibieron su nombre en honor al rey griego Apolo y se caracterizaban por haber comenzado tardíamente sus problemas con las drogas (mayores de 30 años), presencia de pocos problemas familiares-escolares durante la adolescencia y escasa comorbilidad psiquiátrica, presentando una dependencia a sustancias psicoactivas menos grave. Los Tipo B venían a homenajear al dios Baco y se caracterizaban por comenzar antes con el abuso de drogas (menos de 30 años), solían presentar trastorno antisocial de la personalidad, junto con más problemas familiares y laborales por lo que, naturalmente, su grado de dependencia era mayor y a más sustancias. Ambas tipologías vienen a describir prácticamente los mismos grupos de consumidores, aunque bien es cierto que proceden de tradiciones de investigación distintas, basándose la de Cloninger en estudios epidemiológicos de adopción y la de Babor en el análisis de conglomerados.

El acercamiento científico a este problema comienza con la evaluación del mismo a través de los instrumentos adecuados y después el análisis de datos pertinente. En el presente estudio, se intentan replicar y, a la vez, generalizar los resultados de tipologías a muestras de drogodependientes policonsumidores a partir de los estudios de Babor (Babor et al., 1992). Los resultados obtenidos supondrían una validación inicial de la tipología en una muestra de población española y, sobre todo, la confirmación de la generalización de la tipología a consumidores de otras drogas que no sea simplemente el alcohol.

La investigación ha contado con la participación de un total de 320 sujetos drogodependientes españoles de ambos sexos en tratamiento y con edades comprendidas entre los 18 y los 60 años. Todos los participantes cumplían criterios para la dependencia a diferentes sustancias psicoactivas según el DSM-IV-TR (APA, 2002). El total de los participantes fue extraído de 28 centros diferentes de la Comunidad de Madrid (representando todos los niveles socioeconómicos y culturales): Centros de Atención a Drogodependientes (CAD), Unidades de Desintoxicación Hospitalarias (UDH) y Centros Penitenciarios (CP), si bien la mayoría provenían de los CAD.

Para la comprobación de hipótesis, respecto a la existencia de dos conglomerados de drogodependientes se emplearon diferentes variables procedentes del EuropAsi agrupables en tres categorías: sociodemográficas, de consumo y de gravedad de la adicción. Posteriormente se analizaron exhaustivamente las diferencias entre tipologías en las 7 áreas evaluadas por el cuestionario: problemas médicos, de empleo/soportes, relacionados con el alcohol y drogas, legales, familiares/sociales y psíquicos. Respecto al procedimiento estadístico utilizado, se realizó una clasificación de los sujetos mediante un análisis de conglomerados (cluster) en dos fases. Esta técnica estadística es una herramienta de exploración diseñada para descubrir las agrupaciones naturales de un conjunto de datos que, de otra manera, no sería posible detectar.

Los resultados obtenidos al realizar el análisis de conglomerados sobre los tres grupos de variables (sociodemográficas, de consumo y de gravedad de la adicción) mostraron la existencia de dos grupos/tipologías de drogodependientes, confirmando los resultados de otros estudios que han sugerido diferentes tipologías construidas a partir de la agrupación de diversas variables y que hablaban de un Tipo 1 o A y un Tipo 2 o B respectivamente (Cloninger, 1987; Cloninger, Bohman y Sigvardsson, 1981; Cloninger, Sigvardsson, von Knorring y Bohman, 1988) y Babor (Babor et al., 1992; Ball, Carroll y Rounsaville, 1994). Así, las conclusiones obtenidas en la muestra evaluada sólo registrarían diferencias con las tipologías comentadas previamente (sobre todo con la del grupo de Babor) en las variables utilizadas para su formación. En nuestro caso, la elección de los factores integrantes de los grupos estuvo determinada por la necesidad de dotar a los resultados de utilidad práctica, de ahí que se considerase imprescindible introducir aspectos como la sustancia principal de consumo, el tipo de tratamiento que se estaba realizando y la gravedad de la problemática adictiva en diversas esferas. También se decidió trabajar con años de consumo a lo largo de la vida con el fin de buscar un indicador real del posible grado de dependencia, lo que tendría claras implicaciones terapéuticas.

Por otra parte, resultó interesante comprobar como el Tipo A utilizaba preferentemente como modalidad terapéutica los programas libres de drogas, cuyo objetivo final sería la abstinencia. Estos programas consideran como básica la eliminación de la adicción, abuso o consumo de aquellas drogas que utiliza el paciente, la prevención del consumo de drogas en el medio social en que se desarrolla, la resolución de problemas personales-familiares-sociales y la consecución de un nivel de salud adecuado, mostrándose las terapias cognitivo-conductuales (p. e. prevención de recaídas) como procedimientos claramente eficaces para lograr un gran número de estos objetivos (Graña, 1994).

En cuanto al Tipo B, la modalidad terapéutica de elección es la reducción de riesgos y, más concretamente, los programas de mantenimiento con Metadona, que supondrían una gran ayuda para los adictos a opiáceos al reducirse en ellos parcial o totalmente el consumo de heroína, disminuyendo así sus problemas (Becoña y Vázquez, 2001).

Cabe reseñar que, pese a que las tipologías contaron para su formación con la variable tipo de tratamiento recibido, resulta obvio que el objetivo en un drogodependiente menos grave, como es el que representa el Tipo A, ha de pasar necesariamente por la completa abstinencia, mientras que en el Tipo B, tras probablemente haber pasado por muchos tratamientos anteriormente, se deben intentar reducir los inconvenientes del grave consumo de sustancias.

Una vez que se delimitaron las topologías, se procedió a realizar una caracterización más específica. Para ello, se emplearon variables procedentes de las siete áreas problema del EuropAsi. En cuanto a las variables médicas, se ha observado como el Tipo A es un grupo de consumidores con un porcentaje inferior de sujetos con problemas médicos crónicos, mientras que el Tipo B requiere un mayor número de hospitalizaciones por infecciones como hepatitis y VIH. Obviamente, debido a que el Tipo B está compuesto por heroinómanos y politoxicómanos, es normal que aparezca superioridad respecto al Tipo A en estas afecciones (Cabrera y Torrecilla, 2002).

Analizando la situación psicosocial de las tipologías, se ha encontrado un mayor deterioro en el Tipo B frente al Tipo A en aspectos como la situación laboral, donde presentarían mayor porcentaje de desempleo o de ocupaciones que no requieren formación previa.

 

La situación de mayor empleo en el Tipo A es un aspecto de gran importancia por su alta incidencia en los resultados terapéuticos al ser un predictor de éxito (Graña, 1994).

Analizando la situación psicosocial de las tipologías, se ha encontrado un mayor deterioro en el Tipo B frente al Tipo A en aspectos como la situación laboral, donde presentarían mayor porcentaje de desempleo o de ocupaciones que no requieren formación previa. La situación de mayor empleo en el Tipo A es un aspecto de gran importancia por su alta incidencia en los resultados terapéuticos al ser un predictor de éxito (Graña, 1994).

Considerando las relaciones familiares/sociales, el Tipo A es un grupo formado por sujetos preferentemente casados, con parejas estables, mayor número de amigos íntimos, menores periodos de problemas serios con su entorno sociofamiliar y menor porcentaje de sujetos que han sido objeto de abuso sexual a lo largo de su vida. Sin embargo, los consumidores del Tipo B refieren relaciones de pareja extinguidas (divorciados o viudos), problemas graves en el padre con el alcohol y relaciones problemáticas con su entorno. El grave deterioro psicosocial producido por los opiáceos en comparación con otras drogas como, por ejemplo, la cocaína, está en la base de estos resultados.

En cuanto a los problemas con la ley, el Tipo A es un grupo con un porcentaje menor de sujetos con condena y estancia en la cárcel, siendo sus principales delitos la posesión y tráfico de drogas, es decir, contra la salud pública. Sin embargo, hay un porcentaje mayor de participantes del Tipo B que han estado en la cárcel, siendo sus delitos principales violentos o contra la propiedad. Esta distribución de los tipos de delitos puede ser entendida mejor si se considera la distinción de la delincuencia en las drogas establecida por Elzo, Lidón y Urquijo (1992).

Analizando la presencia de psicopatología, el Tipo B vuelve a presentar un deterioro superior, ejemplificado en su mayor presencia de ideación e intentos suicidas y experimentación de sintomatología depresiva o ansiosa frente al Tipo A.

Para finalizar con los indicadores de gravedad de la adicción, en los problemas relacionados con alcohol y drogas se registran diferencias en variables como la vía de administración o la edad de inicio en el consumo de drogas. Así, por ejemplo, el Tipo A utilizaría como vía de administración preferente para la cocaína la nasal, mientras que el Tipo B la fumada. Además, el porcentaje de participantes del Tipo B que se han inyectado en alguna ocasión es notablemente superior al Tipo A, existiendo un mayor número de sobredosis. Estos datos resultan lógicos debido a la sustancia principal de consumo que caracteriza a cada tipología.

A modo de conclusión general, cabe señalar que la delimitación de estos dos conglomerados tiene un claro valor heurístico para el desarrollo de intervenciones más eficaces. Las diferencias encontradas entre los tipos de drogodependientes a nivel sociodemográfico, de consumo de drogas y de gravedad de la adicción aconsejan el empleo de programas terapéuticos centrados en la abstinencia para el Tipo A (funcional) y la reducción de daños para el Tipo B (crónico).

El artículo completo puede consultarse en la revista Psicothema: Muñoz García, J.J.; Navas Collado, E.; Graña Gómez, J.L.; y Martínez Arias, R. (2006): Subtipos de drogodependientes en tratamiento: apoyo empírico para una distinción entre Tipo A y Tipo B. Psicothema 18 (1), 43-51. 

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