POR QUÉ EL TIEMPO VUELA CUANDO NOS HACEMOS MAYORES – ENTREVISTA D. DRAAISMA

25 Abr 2006

ENTREVISTA

Douwe Draaisma, de origen holandés, es psicólogo y profesor de Teoría e Historia de la Psicología en la Universidad de Groningen (Países Bajos), presentó el día 26 de abril su libro «Por qué el tiempo vuela cuando nos hacemos mayores», en la Fundación Carlos Amberes, en Madrid.

 

La presentación de este libro viene precedida por un éxito rotundo en Holanda, donde, además de haber vendido 80.000 ejemplares, ha obtenido los premios J. Greshoff Prize (ensayo), el Eureka! Prize2003 (mejor libro de no ficción en el campo de las ciencias y el conocimiento), el Jan Hanlo Literary Essay Prize y el Heymans Prize, otorgado por el Instituto Nacional de Psicólogos de Holanda. El libro ha sido propuesto, así mismo, por la Academia Nacional de Ciencia del Reino Unido (Royal Society) para el Aventis Prize, uno de los premios más prestigiosos en libros de ciencia divulgativa. El libro ha sido publicado en inglés en numerosos países y llega ahora a España en una versión traducida al castellano. Draaisma ofrece a los lectores de Infocop Online la siguiente entrevista.

Constantemente hacemos referencia a los recuerdos y la memoria, a experiencias que evocamos del pasado. Cuando hablamos de memoria autobiográfica, ¿a qué nos referimos exactamente?

Todo lo que recordamos del pasado es, de alguna manera, una «memoria»; incluso los movimientos que almacenamos cuando aprendemos a tocar un instrumento son, en este sentido, memoria.

La memoria autobiográfica (MA), sin embargo, hace referencia al almacenaje de las cosas que nos ocurren en nuestra vida personal. Si me cuentas tu primer recuerdo o tu primer día en un nuevo trabajo, estás reproduciendo estos recuerdos desde tu MA. Es el significado de memoria más próximo a la idea ordinaria de memoria que tienen las personas.

No conservamos prácticamente ningún recuerdo previo a los 2-3 años, ¿por qué ocurre esto?

Existen varias explicaciones. Algunos psicólogos lo atribuyen a que el cerebro se halla en constante cambio. Sin embargo, es difícil que esta explicación sea completa, ya que en el momento en sí, los niños sí PUEDEN recordar lo que les ha ocurrido. Es posible, por tanto, que este fenómeno tenga que ver con el hecho de que para poder generar memorias personales, es necesario tener un sentido del self (del yo), y parece que éste se desarrolla a partir del momento en que los niños aprenden a hablar. A partir del momento en que el niño puede decirse a sí mismo que es lo que le ha ocurrido en el transcurso de ese día, se está desarrollando la MA.

Los «primeros recuerdos» típicamente son recuerdos no verbales, que se producen antes de que se dé el desarrollo del lenguaje, y con frecuencia son puramente visuales. Una vez aprendemos a usar el lenguaje, se vuelve difícil recuperar estas memorias prelingüísticas, da la impresión de que se hubieran almacenado en una habitación que ya no puede volver a abrirse porque se hubiera cambiado el cerrojo.

¿A dónde van esos primeros recuerdos?

Es difícil de decir, quizás siguen ahí, pero se han vuelto inaccesibles.

¿En qué lenguaje nos hablan?

Con frecuencia los primeros recuerdos son imágenes visuales. Casi nunca son «historias completas», porque su almacenaje requiere previamente que se haya adquirido el lenguaje.

Aparentemente, al menos, somos capaces de retener mejor los recuerdos de situaciones en las que nos sentimos humillados o situaciones en las que nosotros agraviamos a alguien y luego nos sentimos avergonzados, ¿cómo se explica esta superioridad en el recuerdo?

Un psicólogo evolucionista diría que tenemos un mejor recuerdo de eventos dolorosos porque nuestra memoria quiere prevenirnos de repetir experiencias dolorosas. Ésta es, sin duda, parte de la explicación. Otra razón puede residir en que, por ser doloroso, con frecuencia rememoras ese episodio, de manera que se va fortaleciendo las rutas que dan acceso a ese recuerdo. Una tercera razón puede tener que ver con que las humillaciones provocan una serie de reacciones fisiológicas, producen activación, como sonrojarse o sentir ira, y estas reacciones ayudan a crear conexiones neurológicas más fuertes y difíciles de borrar.

En muchas ocasiones hemos oído a personas decir «esto yo ya lo he vivido». Hablamos del «déjà vu«, un fenómeno que hace que la persona sienta que una situación o lugar desconocidos le resulten familiares. ¿Cómo se explica este fenómeno?

Se han propuesto varias explicaciones. Personalmente no creo en las explicaciones que se basan en haber experimentado «vidas pasadas», puesto que podemos tener una experiencia de déjà vu mientras hablamos por un móvil y no me cabe duda de que hace años no existían los teléfonos móviles. La explicación por la que me inclino es que podemos experimentar un lapso de concentración, que nos cause un retardo a la hora de procesar lo que estamos viendo, escuchando, sintiendo, etc. Unos momentos después, cuando realmente vuelves a concentrarte en tus pensamientos, la sensación que se produce es la de estar procesando algo que, en realidad, fue procesando sin mucha conciencia unos milisegundos antes. Cuando eso ocurre, toda la situación parece una repetición, relativamente fiable, de algo que ocurrió en el pasado, excepto que no era un pasado distante sino que ocurrió milisegundos antes. 

En la medida en que vamos haciéndonos mayores, la sensación del paso del tiempo comienza a acelerarse, de forma que a partir de los 40 sentimos que la vida va muy deprisa, ¿por qué el tiempo vuela cuando nos hacemos mayores?

La experiencia del espacio y la velocidad del tiempo están íntimamente ligadas a los recuerdos. Cuando tienes muchos recuerdos de un periodo en particular, por ejemplo una semana de vacaciones, esta semana parece más larga que cuando has permanecido en casa. Cuando se hace difícil almacenar recuerdos, por ejemplo, si has estado bebiendo, puede parecer que ese periodo literalmente ha volado. Esta es la razón por la cual las primeras horas de una fiesta parecen más lentas y las últimas parecen ganar velocidad.

A medida que vamos madurando y envejeciendo, comienza a darse mucha repetición en la vida, almacenar la «repetición» en la memoria es difícil. Tenemos buena memoria para las «primeras experiencias», experiencias que ocurren por primera vez en nuestras vidas; todos recordamos el primer beso, no el quinto o el decimosexto. Por esta razón, contamos con numerosos recuerdos que se refieren a nuestra juventud y relativamente pocos que se refieren a la madurez. Esta es, en parte, la razón por la que un año a la edad de 10 ó 15 años parece más largo que un año a la edad de los 60. Otra razón puede tener que ver con el enlentecimiento que se produce en los relojes biológicos. Hay muchos procesos fisiológicos que son más lentos en un cuerpo viejo, y este enlentecimiento interno puede causar la impresión de que el mundo externo se acelera. Es algo parecido lo que ocurre cuando algunas personas mayores se vuelven más lentas en sus movimientos y reacciones, y tienen la impresión de que el tráfico se ha vuelto mucho más caótico. No son el espacio y el tiempo exteriores los que se aceleran, sino el mundo interno el que se hace más lento.

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