IN MEMORIAM: MICHAEL J. MAHONEY (1946-2006) – ENTREVISTA AL PROFESOR V. PELECHANO

8 Jun 2006

El 31 de mayo de 2006, falleció en su casa en Portsmouth Rhode Island, Michael J. Mahoney, una de las grandes figuras de la Psicología y uno de los máximos representantes de la «revolución cognitiva» en la Psicología Clínica.

El profesor Vicente Pelechano ofrece en esta entrevista, de una manera cercana, su visión sobre Michael. J. Mahoney, a quien conocía personalmente desde hace ya muchos años.

Pelechano, nació el 17 de junio de 1943 en Algemesí, Valencia. Ha sido profesor de Psicología desde 1968 (Complutense y Autónoma de Madrid) y catedrático desde 1974 (La Laguna, Valencia). Es autor de más de 40 libros especializados en psicología y más de 200 artículos fundamentalmente en Personalidad y Psicología Clínica. Es director de las revistas Análisis y Modificación de Conducta (desde 1975) y Psicologemas (desde 1987). Su biografía forma parte, entre otros, del Who´s Who in the World, Who´s Who in Medicine and Health Care, Who´s Who in Science and Engineering.

 

Michael J. Mahoyney, 1946-2006

Usted conocía a Mahoney personalmente. ¿Cómo entraron en contacto?

De entrada habría que decir que creo que Michael J. Mahoney no era un «genio» en el sentido psicológico de la expresión, sino una persona muy inteligente, de respuestas rápidas y con un sentido del humor un tanto especial.

Mi relación con él comenzó siendo estrictamente «académica», en el sentido convencional de la expresión: allá por 1979 puse como texto de discusión en doctorado, en la Universidad de Valencia, su libro «Cognition and Behavior Modification», porque me pareció una obra pensada, provocativa y que hacía reflexionar. Posteriormente, entré en contacto con sus datos biográficos y lo elegí como representante de la «generación joven» de clínicos en Estados Unidos para que asistiera al primer congreso internacional de psicología que se celebró en España (en Alicante, febrero de 1981, coincidiendo con el intento de golpe de estado). Allí reunimos a «gestadores» como Wolpe, Eysenck y Brengelmann, a neurobiólogos como Rodríguez-Delgado y representantes del pensamiento español como Pinillos (yo mismo tuve que intervenir como «relleno»), y en una segunda generación a Cautela y Meichenbaum. Como elementos de la «tercera generación» estaba Mahoney.

Respecto a su talante personal, aunque fue contratado para hablar en inglés, he de decir que a su llegada anunció que su intervención sería en «español», que, además, él mismo se ocupó en buscar la combinación de vuelos más adecuada y económica y que pidió una sesión fuera de programa para tener contacto directo con los psicólogos españoles asistentes que lo desearan. La verdad es que por entonces su español era muy mejorable (fruto, según contó, de un período de permanencia en México siendo más joven y en un ambiente no universitario).

Michael era más bien bajito y joven, claro. Y cuando se lo presenté a Pinillos, éste le preguntó si era el hijo o el padre de Mahoney. La respuesta de Michael fue muy desenfadada y clara: «Yo soy mi padre». Con lo que con esta expresión se quedó a lo largo del congreso (estuvo hasta el final). Y fruto de estos contactos fue la concesión de una beca para una persona que estaba terminando entonces en Valencia los estudios (la actual profesora titular en este Departamento de La Laguna, María Teresa Miró Borrachina, los contactos con Guillem Feixas y con Gualberto Buela, fueron posteriores). Por entonces se le planteó la posibilidad de formar parte del Consejo Editorial de Análisis y Modificación de Conducta y aceptó encantado. De hecho, como fruto de ese congreso, todas las conferencias plenarias se publicaron como un número especial. Y sé que alguna repercusión tuvo porque fui invitado poco después a participar en un volumen de los Annals in Theoretical Psychology.

Este fue el origen de mi conocimiento personal de Michael. Posteriormente nos vimos en alguna ocasión en la que visitó España y, la última, en La Laguna estuvimos un par de días dedicados a hablar de muchas cosas respecto a la profesionalización del psicólogo clínico, de sus intervenciones en comisiones, de la polémica respecto a la posibilidad de que los psicólogos prescribiesen benzodiacepinas y otros fármacos… Y, en un segundo momento, respecto al sentido de la profesión y de los objetivos a perseguir en la vida. Por segunda vez decliné la invitación a trasladarme a su universidad (estaba en la Texas State University), porque le comenté el proyecto general de trabajos que estaba desarrollando. Y la idea matriz de que se debía trabajar cómo y en las condiciones en que a cada psicólogo le pareciera lo más adecuado y realista posible (por aquel entonces los dos estábamos intentando reconstruir nuestra vida personal y reorientándonos en ciencia).

Lo que he de decir es que nunca discutimos sobre ciencia psicológica, sino sobre profesionalización. Y cuando entrábamos en las últimas derivaciones de sus aportaciones… callaba, miraba a lo lejos y decía que aquí en España se vivía muy bien (probó por primera vez el jamón de Jabugo y le gustó, pese a ser carne de cerdo cruda).

Mahoney era, dicen sus conocidos, un amante de nuestro país. No sólo lo visitaba con regularidad, sino que, además, hablaba castellano. ¿Qué es lo que hizo de él una persona tan destacada en el mundo de la Psicología española?

Acabo de mencionar algún aspecto que Michael expresó, respecto a la bondad de España. No era una persona que buscara prioritariamente la buena mesa pero sabía disfrutar de ella (en este sentido, era una persona bastante culta). Creo que dos han sido las características que le han hecho acreedor de un prestigio reconocido (y, hasta polémico) en España. Por una parte, que hablaba español (su conocimiento y práctica mejoró con el tiempo, aunque he de decir que yo hablé con él siempre en inglés) y por ello, le permitía ser accesible y tener un contacto directo con psicólogos que no necesariamente debían hablar inglés (el español es muy agradecido con las personas que se le acercan en su idioma). Por otra parte su afabilidad, claridad y sentido del humor: posiblemente por tener que expresarse en un idioma distinto del suyo tenía que seleccionar lo que decía y con el objetivo de que llegase de manera comprensible y simple a sus oyentes. Y junto a ello, naturalmente que se trataba de una conversación, siempre inteligente y sobre problemas centrales en la vida y en la psicología clínica. Creo que entró más por la clínica que por la psicología del deporte (una afición y acción clara de Michael, más en Estados Unidos que aquí en España).

Finalmente, su orientación teórica abierta a nuevas incorporaciones y como gran propulsor de la aplicación clínica de la psicología cognitiva, contactó en tiempo y lugar con la nueva ola de cambio de la psicología clínica en España (y pienso que no solamente en España). Frente al distanciamiento personal de un Bandura, Mahoney se ofrecía siempre cerca y de forma cálida y desprejuiciada. Y esa sintonía personal creo que fue muy importante para que se difundiera su manera de hacer en un campo amplio de la psicología académica española, desde Santiago y Barcelona a Granada.

Mahoney gozaba de la simpatía de muchos de los psicólogos e investigadores más relevantes de nuestro país. ¿Qué considera que le hizo ganarse la simpatía de tantos colegas en España?

Creo que Michael se ganó amigos y enemigos en España y fuera de ella. Era de las personas que a los que les caía bien y les resultaba interesante lo que decía, les caía muy bien. Pero también había orientaciones clínicas en España que no le consideraban una persona amiga y fue criticado, tanto por sus actuaciones «oficiales» como por sus escritos (los skinnerianos no le veían con muy buenos ojos). Sin embargo su «versión cognitiva» era fácil de entender y con mensajes a veces insultantemente claros (su crítica del encubiertalismo llegó a ser sangrante). Su apariencia era de una persona frágil (lo que no era verdad del todo) y cordial y esas características personales son muy apreciadas en este país. Su vocación como escritor de compilación ayudaba a entender parte de lo que estaba pasando y su apoyo incondicional hacia la novedad conceptual le hacía merecedor de aceptación y de prestigio como científico comprensivo, que tendía más a huir de los datos experimentales que a permanecer en una ciencia experimental dura. Y eso, siempre se agradece.

¿Cuáles son las aportaciones más relevantes que de manera más general, y bajo su punto de vista, realizó al mundo de la Psicología?

Creo que fundamentalmente intentó ampliar el modelo conceptual de la terapia incardinándola en modelos de cambio más ambiciosos y genéricos que los procedimientos de aprendizaje y de modificación cognitiva. Así, el intento de inclusión de los «cambios evolutivos» como estudios del cambio, los cambios históricos y los determinantes de líneas históricas de pensamiento y de epistemología de la psicología posee un mérito indudable. Creo que su labor fue más de sistematizador y formulador de sugerencias que de creador sistemático de escuela en el sentido convencional de esta expresión. Era más clínico-sugeridor que académico-creador. Y propuso y fue uno de los activos claros de la aplicación de la psicología cognitiva de corte teórico, epistemológico y social, al mundo de la psicología clínica, ampliando los horizontes de «escuela» que caracterizaban a las terapias «psicológicas» en los setenta.

¿Con la muerte de Mahoney se pierde un genio?

Ya lo dije al comienzo: con la muerte de Mahoney no se pierde un genio (sus aportaciones no son geniales, sino sistematizadoras-parciales de una parte de la clínica), lo que se pierde es una persona muy valiosa para la compilación y primera sistematización comprensible de cosas que sucedían en la psicología estadounidense. Y España pierde un pensador comprensible, un amigo y una persona que intentaba ayudar tanto a los jóvenes como a los iniciados, ampliando el horizonte de la ciencia desde al laboratorio controlado, a ese otro laboratorio sin techo y sin controles bien conocidos, que es el mundo de las relaciones personales y de su psicopatología. Se ocupó fundamentalmente de la «clínica» psicológica convencional, para darle dignidad de ciencia y de conocimiento útil e integrador; otra gran parte de la clínica, la de la «psicología clínica de la salud», estuvo ausente de sus principales preocupaciones. Ojalá en España tuviéramos solamente media docena de personas dedicadas a la clínica de ese nivel (eliminando, por supuesto, la forma de terminar con su vida académica y personal). Personalmente he sentido mucho la desaparición de Michael J. Mahoney. Y creo que es una pérdida real y relevante para la psicología internacional.

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