El EMDR se perfila como una alternativa prometedora para el trauma reciente
09 Dic 2025

Las intervenciones tempranas basadas en la terapia de Desensibilización y Reprocesamiento por Movimientos Oculares (EMDR) aplicadas a personas adultas dentro de los tres meses posteriores a la exposición a un evento potencialmente traumático logran una reducción significativa de los síntomas del Trastorno de Estrés Postraumático y del malestar psicológico general. Así lo concluye un estudio publicado en la revista Revista de Psicoterapia, realizado por un equipo de investigación compuesto por Yolanda Ballesteros, Hannah Antonia Fiebach, Almudena Trucharte, Alba Contreras y Carmen Valiente. Este trabajo sugiere que, a pesar de las dificultades metodológicas inherentes a la investigación en contextos de emergencia, los protocolos adaptados para el estrés agudo podrían ser una opción clínica válida para prevenir la cronificación de las secuelas psicológicas.

Foto: Freepik. Autor: shurkin_son. Descarga: 3/12/25.

El desafío del estrés agudo y la prevención de patologías futuras.

Tras experimentar un suceso traumático, es común que las personas sufran una reacción clínica intensa conocida como Trastorno de Estrés Agudo. Según explican las autoras del documento, basándose en el manual diagnóstico de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría, este cuadro aparece entre tres días y un mes después del evento e incluye síntomas como recuerdos intrusivos, estado de ánimo negativo, disociación y una alerta fisiológica marcada.

La relevancia de abordar este estado reside en que el Trastorno de Estrés Agudo es un predictor clave para el desarrollo posterior del Trastorno de Estrés Postraumático. Tal como señalan Ballesteros y sus colaboradoras, una proporción sustancial de individuos que no reciben intervención temprana acaban desarrollando la patología crónica. El objetivo principal de las intervenciones en esta fase aguda es interrumpir la consolidación de memorias que podrían volverse disfuncionales y promover una integración más adaptativa de la experiencia vivida, puesto que actuar a tiempo puede marcar la diferencia en la recuperación a largo plazo.

Discrepancias en las guías internacionales sobre el tratamiento.

El estudio pone de manifiesto que, aunque organismos como el Instituto Nacional para la Excelencia en la Salud y la Atención (NICE) o la Organización Mundial de la Salud reconocen la eficacia de la terapia de movimientos oculares para el Trastorno de Estrés Postraumático ya establecido, existe una falta de consenso sobre su uso en la fase aguda.

Las investigadoras destacan que guías recientes, como la del Departamento de Asuntos de los Veteranos de Estados Unidos, recomiendan principalmente la terapia cognitivo-conductual centrada en el trauma para el manejo del estrés agudo, argumentando que no existe suficiente evidencia de alta calidad para respaldar otras intervenciones en esta etapa temprana. Por otro lado, directrices como las de Phoenix Australia muestran una postura más matizada, ofreciendo una recomendación condicional a favor de la terapia de Desensibilización y Reprocesamiento por Movimientos Oculares breve para aquellas personas que ya presentan síntomas. Esta revisión sistemática nace precisamente con el objetivo de arrojar luz sobre esta controversia y analizar la evidencia empírica disponible hasta la fecha.

Metodología.

En cuanto a la metodología empleada para esta revisión, las investigadoras realizaron una búsqueda exhaustiva en bases de datos científicas especializadas, seleccionando artículos publicados entre los años 2000 y 2025. Se aplicaron criterios estrictos para incluir únicamente aquellos trabajos que evaluaran intervenciones realizadas dentro de los tres meses posteriores al trauma y que reportaran datos cuantitativos. A pesar de la heterogeneidad de los diseños, que incluían desde ensayos controlados aleatorizados hasta estudios de caso, el equipo llevó a cabo una evaluación rigurosa del riesgo de sesgo para ponderar la calidad de la evidencia.

Análisis de la eficacia en diversos escenarios traumáticos.

Para llevar a cabo su análisis, el equipo revisó catorce estudios que engloban a un total de 1090 participantes adultos. Las autoras subrayan la diversidad de los contextos analizados, lo que aporta una validez ecológica importante a los hallazgos. Entre las situaciones traumáticas abordadas en las investigaciones incluidas se encuentran la violencia sexual, los atentados terroristas, los desastres naturales, los conflictos bélicos, la hospitalización médica y la violencia en el lugar de trabajo.

Los resultados obtenidos indican, en general, una disminución significativa de los síntomas asociados al trauma. En concreto, once de los estudios evaluaron los cambios en la sintomatología del Trastorno de Estrés Postraumático, observándose reducciones notables tras la intervención. Asimismo, al analizar los indicadores de angustia emocional, como la ansiedad y la depresión, la mayoría de los estudios reportaron un descenso significativo del malestar.

Un hallazgo particularmente interesante señalado por el equipo investigador se refiere a los síntomas disociativos, como la despersonalización o la desrealización. Aunque solo un estudio de los revisados abordó específicamente esta variable, los resultados mostraron una reducción significativa de la disociación tras la terapia, superando en eficacia al grupo de control. Las autoras enfatizan la importancia clínica de este dato, puesto que el subtipo disociativo del estrés postraumático suele asociarse a una mayor gravedad y a peores resultados en los tratamientos convencionales.

Adaptación de los protocolos a la emergencia.

Uno de los aspectos centrales que destacan las autoras es que las intervenciones tempranas no suelen aplicar el protocolo estándar de la terapia, sino versiones modificadas diseñadas específicamente para situaciones de crisis reciente.

En el análisis se identificaron diversas modalidades, como el Protocolo de Episodios Traumáticos Recientes, diseñado para proporcionar una mayor contención estructural al paciente, o el protocolo para incidentes críticos recientes, orientado a intervenciones inmediatas. Estas adaptaciones permiten aplicar la terapia en formatos intensivos, que pueden ir desde una única sesión hasta un máximo de cinco, con duraciones variables según la necesidad del contexto. Según explican las autoras, estas modificaciones buscan ajustarse a la realidad de los primeros días o semanas tras el suceso, donde la prioridad es la estabilización y el procesamiento rápido del impacto emocional.

Limitaciones y calidad de la evidencia.

Las autoras son transparentes al señalar que la calidad metodológica de la mayoría de los estudios revisados fue calificada como baja. No obstante, explican que esto no debe interpretarse necesariamente como una falta de validez de la intervención, sino como una consecuencia de las dificultades extremas que implica investigar en contextos de emergencia.

Realizar estudios con asignación aleatoria y grupos de control rigurosos es sumamente complejo cuando se está operando en medio de una crisis humanitaria, un desastre natural o una zona de guerra. En estas situaciones, la prioridad ética y asistencial es ofrecer apoyo psicológico inmediato, lo que a menudo limita la posibilidad de implementar diseños experimentales estrictos. A pesar de estas limitaciones, las autoras defienden que los estudios analizados poseen un gran valor al demostrar la viabilidad y los beneficios potenciales de la terapia en el mundo real.

Conclusiones y mirada al futuro.

El artículo concluye que la aplicación temprana de protocolos adaptados de Desensibilización y Reprocesamiento por Movimientos Oculares constituye una alternativa clínica eficaz para reducir el sufrimiento agudo. Si bien las investigadoras recomiendan cautela debido a la variabilidad metodológica detectada, afirman que los hallazgos justifican la inclusión condicional de esta terapia en las futuras revisiones de las guías clínicas internacionales.

Finalmente, el estudio subraya la necesidad urgente de llevar a cabo nuevas investigaciones con mayor rigor metodológico, muestras más amplias y seguimientos a largo plazo. Solo así se podrá consolidar definitivamente esta herramienta como una estrategia preventiva de primera línea en los sistemas de salud pública y atención comunitaria frente al trauma.

Fuente.

Ballesteros, Y., Fiebach, H. A., Trucharte, A., Contreras, A., & Valiente, C. (2025). EMDR Interventions for acute stress: A systematic review. Revista de Psicoterapia, 36(132), 13-21. https://doi.org/10.5944/rdp.v36i132.45968

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