ALZHEIMER: ENTREVISTA A SARA FERNÁNDEZ GUINEA

13 Sep 2006

La presidenta de la Asociación Madrileña de Neuropsicología y profesora del Departamento de Psicología Básica II (Procesos Cognitivos) de la Universidad Complutense de Madrid, Sara Fernández Guinea, ha destacado recientemente en prensa, en el transcurso del curso sobre «Envejecimiento cognitivo y enfermedad de Alzheimer» celebrado en la Universidad Internacional Antonio Machado de Baeza, la importancia de que se enseñe a los pacientes de Alzheimer a potenciar aquellas capacidades que no se deterioran con el avance de la enfermedad y que se conservan hasta la etapa final, pues esta medida puede mejorar la calidad de vida del afectado y sus familiares.

ENTREVISTA

¿A qué capacidades estaríamos haciendo referencia?

 

En la enfermedad de Alzheimer se produce un deterioro progresivo de las capacidades cognitivas, además de mostrar cambios de carácter y alteraciones emocionales y de comportamiento. Sin embargo, en las etapas más avanzadas de la enfermedad los pacientes conservan algunas habilidades como el aprendizaje procedimental e implícito, la comprensión de mensajes cortos y simples, especialmente si se emplean gestos, y algunos componentes básicos del sistema atencional.

¿Qué tipo de actividades y ejercicios se pueden proponer y qué beneficios obtiene el paciente de ponerlos en práctica?

Uno de los principios básicos de la rehabilitación neuropsicológica es basarse en aquellas capacidades que están relativamente bien preservadas para intervenir en aquellos aspectos cognitivos que están afectados. Los objetivos fundamentales que se plantean son favorecer la comunicación del paciente y de sus familiares, y prevenir el declive para maximizar la autonomía e independencia funcional del individuo en cada una de las etapas de la enfermedad.

Los programas de rehabilitación neuropsicológica que se aplican en las primeras etapas, tratan de entrenar a los pacientes en destrezas y hábitos que les puedan ser útiles a lo largo de la evolución de la enfermedad. Existen diferentes estrategias y técnicas que se han mostrado útiles como el aprendizaje sin error, el recuerdo demorado, el desvanecimiento de pistas, etc. Se han aplicado principalmente para mejorar la orientación, la atención, la memoria y las capacidades comunicativas.

Los beneficios que se obtienen repercuten no sólo en el propio sujeto, sino también en sus familiares y cuidadores, de modo que el retrasar el deterioro cognitivo favorece la independencia de la persona con Alzheimer y mejora su calidad de vida y la de sus allegados.

¿Cómo se pueden diferenciar los síntomas lógicos del envejecimiento cognitivo propio de la edad, de otros síntomas vinculados a la enfermedad de Alzheimer?

En el envejecimiento se observa un enlentecimiento en la velocidad de procesamiento de la información, olvidos cotidianos, más dificultad para realizar varias tareas a la vez (atención dividida o reducción de los recursos atencionales), más ocasiones en las que se da el «fenómeno de la punta de la lengua», una afectación de la memoria de trabajo, etc.

Cuando se produce un deterioro objetivo de la memoria, corroborado por un informante y por las pruebas neuropsicológicas, podríamos hablar de un deterioro cognitivo leve. La enfermedad de Alzheimer se caracteriza, además de por una mayor afectación de los proceso de aprendizaje y memoria, por la presencia de desorientación temporal y espacial (especialmente en ambientes no familiares); reducción de la habilidad para alternar y dividir la atención en más de una tarea y para resistir la interferencia; dificultades para encontrar palabras, comprender información compleja, disminución de la fluidez verbal, y aumento del uso de circunloquios; la apraxia del vestir; disminución de la flexibilidad mental y dificultades para solucionar problemas; falta de iniciativa, perseveración, dificultades para autocorregirse.

A estos déficits cognitivos habría que añadir alteraciones emocionales y conductuales como depresión y ansiedad, ideas delirantes y alucinaciones, desinhibición, agitación, trastornos del sueño, deambulación errática, reacciones catastróficas, etc. Estos síntomas van agravándose a medida que evoluciona la enfermedad e interfieren de manera significativa en las actividades cotidianas, sociales y laborales del afectado.

 

¿Qué posibilidades existen de detectar precozmente la aparición de la enfermedad y cuál es la importancia de esta detección precoz?

Existen un conjunto de síntomas que hacen sospechar de manera precoz de una posible demencia como por ejemplo, problemas de orientación temporal y espacial, olvidos de eventos recientes, falta de persistencia en la realización de tareas, dificultades para seleccionar la información relevante y novedosa y relacionarla con la ya conocida, «perder el hilo» y olvidar el tema de las conversaciones, disminución de la capacidad para comprender refranes, la ironía o el sarcasmo, oscilaciones del estado de ánimo y reacciones como agitación o movimientos errantes en entornos familiares, etc.

Cuando se observan estos síntomas se debería acudir al especialista (neurólogo, geriatra, médico de familia, neuropsicólogo…) para realizar los exámenes y pruebas necesarias para el diagnóstico. De esta manera se puede detectar precozmente esta enfermedad y esto es fundamental para poder aplicar tratamientos y programas de intervención neuropsicológica eficaces, planificar la posible evolución que va a seguir y realizar una mejor adaptación a los cambios que se van a producir, entrenar a los familiares en estrategias de afrontamiento eficaces, tomar las oportunas medidas legales, etc.

En algunos casos el tratamiento farmacológico no puede aplicarse por la cantidad de efectos secundarios que conlleva. En estos casos, y de forma más general y complementaria en todos los tratamientos, ¿qué tipo de intervención se recomienda? ¿Cuál es el papel del psicólogo en estas intervenciones?

En los últimos años se ha producido un gran avance en el desarrollo de fármacos relacionados con la acetilcolina que tratan de aminorar los déficits cognitivos de la enfermedad de Alzheimer en sus primeras fases (especialmente los problemas de atención y concentración). Los nuevos fármacos han reducido sus efectos secundarios (por ejemplo, la toxicidad hepática), pero en algunos casos no es recomendable prescribir este tratamiento.

En cualquier caso, y de manera complementaria con este tratamiento farmacológico, se pueden llevar a cabo diferentes tipos de intervención como los programas de estimulación cognitiva (orientación a la realidad, reminiscencia, el programa «Activemos la mente», tareas de ordenador, etc.) y física (psicomotricidad, gimnasia, etc.); el entrenamiento en capacidades cognitivas específicas (por ejemplo, entrenamiento en estrategias de memoria y de atención); la reestructuración ambiental; aplicación de técnicas de modificación de conducta; incorporar nuevas orientaciones como los programas interactivos de ordenador o los intergeneracionales (participación en tareas diseñadas para compartir conocimientos entre los abuelos con enfermedad de Alzheimer y sus nietos), etc.

 

En la intervención de los pacientes con enfermedad de Alzheimer no se puede obviar a los familiares, a los que, además de informar y formar sobre las características de este tipo de demencia y de hacerles partícipes del tratamiento de su ser querido, es necesario asesorarles sobre estrategias de afrontamiento, realizar terapia familiar, favorecer su participación en asociaciones en las que se llevan a cabo grupos de apoyo y les proporcionan diferentes sistemas de apoyo y respiro, etc.

De manera más general, ¿qué papel está jugando la Psicología, y de manera especial la Neuropsicología, en el área de envejecimiento?

Es una de las áreas más importantes en la actualidad para el desarrollo científico y profesional de la Psicología y de la Neuropsicología. Su papel es fundamental porque está permitiendo conocer mejor las características y las necesidades específicas que va a tener esta población, cada día más numerosa (los últimos datos del censo publicados recientemente señalaban que en la actualidad las personas mayores de 65 años representan en España el 17% del total de la población, pero en el 2050, la población española será la más anciana de la UE, representando un 35,6% del total).

Algunas de sus aportaciones son el conocimiento del proceso de envejecimiento cognitivo, la determinación de posibles marcadores neuropsicológicos del inicio de un proceso neurodegenerativo, el desarrollo de programas para mayores (por ejemplo de estimulación, psicológicos, etc.) y de intervención neuropsicológica para personas con demencia, etc. Cada vez es mayor la presencia de psicólogos y neuropsicólogos en servicios hospitalarios, residencias, centros de mayores, unidades de rehabilitación…

¿Cree que debería haber una formación reglada especializada en el campo de la Neuropsicología? De ser así, ¿cuál sería la mejor vía para conseguirla?

Creo que es necesaria una formación de postgrado específica y especializada en este ámbito de la Neuropsicología, reconocida por organismos competentes, como los Ministerios de Educación y Sanidad. La vía para conseguirla podría tener en cuenta las propuestas y modelos existentes en Estados Unidos y especialmente en Europa.

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