INCIDENCIA DE LOS HÁBITOS DE CONDUCTA EN LA PREVENCIÓN DE LA ENFERMEDAD CARDIOVASCULAR

12 Mar 2007

Amparo Carpia, Rosario Zurriagab, Pilar Gonzálezb, Juan C. Marzoc y Abraham P. Buunkd

aUniversitat Jaume I, bUniversidad de Valencia, cUniversidad Miguel Hernández, dUniversidad de Gröningen (Holanda)

La enfermedad cardiovascular está integrada por un conjunto de patologías del sistema circulatorio que, a través de diversos procesos patológicos, pueden afectar al corazón y al cerebro. El alto grado de incidencia de estos trastornos en las sociedades industrializadas la convierte en una de las principales causas de morbilidad y mortalidad, con las consiguientes repercusiones sociales y económicas para la población y el sistema sanitario.

 

Existen diversos factores de riesgo de la enfermedad cardiovascular que pueden ser tanto hereditarios y personales, como factores relacionados con los estilos de vida propios de la sociedad industrializada. Entre estos últimos cabe mencionar: comer en exceso, ingerir alimentos ricos en grasas animales, consumo de tabaco y alcohol, escaso ejercicio físico, afrontamiento inadecuado de las situaciones de estrés, etc. Estos factores contribuyen a la formación de la placa de ateroma y a la consiguiente obstrucción de los vasos sanguíneos, sumando sus efectos y aumentando el riesgo de sufrir un infarto o agravar el estado de salud en las personas que previamente ya hayan sufrido un episodio de la enfermedad. Así pues, los esfuerzos preventivos dirigidos a disminuir la incidencia y consecuencias de la enfermedad cardiovascular deben orientarse también a la modificación de los hábitos que sustentan estas conductas perjudiciales para la salud y, por tanto, se consideran factores de riesgo para la enfermedad.

Desde la Psicología, una de las teorías que ayuda a explicar los factores que mantienen o dificultan el cambio conductual necesario para mejorar la calidad de vida de las personas es la teoría de la acción planeada (Ajzen, 1985). Las variables que integran la teoría de la acción planeada (actitud, norma subjetiva, percepción de control e intención) han mostrado su utilidad en la comprensión y predicción de conductas de salud, no obstante, diversos estudios han señalado que la conducta realizada habitualmente también es un buen predictor de la conducta futura, por lo que el hábito ha sido incorporado a la teoría de la acción planeada con el propósito de conocer en qué medida la acción llevada a cabo anteriormente influye directamente o indirectamente (a través de otras variables) en la realización de la conducta.

Un total de 152 personas respondieron a un cuestionario en el que se recogía información sobre variables relacionadas con la actitud, norma subjetiva, percepción de control, intención de conducta y hábito de conducta relacionadas con el desarrollo de la enfermedad cardiovascular, tales como: reducción del consumo de grasas, consumo de tabaco, control de estrés y realización de ejercicio físico.

Los resultados del análisis de los datos obtenidos en los cuestionarios mostraron la importancia de los hábitos de conducta en la formación de los antecedentes de la intención, en la intención misma y, sobre todo, en la ejecución de la conducta actual. Así pues, la inclusión del hábito en la teoría de la acción planeada puede facilitar la comprensión de los factores que influyen en los comportamientos.

La influencia del hábito en la realización de conductas preventivas en salud coronaria sugiere la necesidad de facilitar la realización de acciones dirigidas en este sentido, ya que en la medida que éstas se lleven a cabo será más fácil que se sigan realizando en el futuro. De hecho, los resultados obtenidos tienen implicaciones prácticas relevantes para la promoción de cambios conductuales favorecedores de la salud coronaria.

 

Así, por ejemplo, en las campañas preventivas en materia sanitaria, el objetivo suele ser promover el cambio de creencias y valores, etc., sobre determinadas conductas perjudiciales, subrayando las repercusiones negativas de no llevar a cabo ciertas conductas y haciendo hincapié en los aspectos positivos del comportamiento que se promueve. Sin embargo, los resultados obtenidos en este y otros estudios sugieren que, incluso aunque se produzca el cambio de las actitudes e intenciones, no es probable que cambie la conducta si existen viejos hábitos conductuales perjudiciales para la salud.

Por todo ello, una forma alternativa y altamente eficaz para la promoción de la salud consiste en el desarrollo de estrategias pro-salud o hábitos saludables a través del refuerzo sistemático de la conducta que facilite el aumento de su ejecución y, además, en este proceso de formación de hábitos las actitudes también pueden cambiar.

Los resultados de este trabajo corroboran que el hábito influye en el desarrollo de los procesos volitivos que contribuyen a tomar la decisión de ejecutar una conducta; sin embargo, también facilita e influye en la ejecución de la acción de modo directo y notorio, es decir, sin que medie la voluntad de la persona. Ambos procesos, conscientes y automáticos, no tienen por qué ser excluyentes ya que el comportamiento humano es dinámico. Es por ello que las campañas de promoción de la salud deberían orientarse no sólo a la formación de actitudes, normas y valores para promocionar la conducta sana, sino también y, con especial hincapié, al desarrollo de hábitos saludables que potencien dichas conductas y/o dificulten la aparición de comportamientos perjudiciales para la salud coronaria.

El artículo original sobre el que se basa este resumen puede encontrarse en la revista International Journal of Clinical and Health Psychology: Carpi, A., Zurriaga, R., González, P., Marzo, J.C. y Buunk, A.P. (2007). Incidencia de los hábitos de conducta en la prevención de la enfermedad cardiovascular. International Journal of Clinical and Health Psychology, 7, 59-70.

Referencias bibliográficas:

Ajzen I. (1985). From intentions to actions: A Theory of Planned Behaviour. En Khul J, Beckmann J, (Eds.). Action control from cognition to behavior, (pp.10-39). Germany: Springer-Verlag.

Sobre los autores y autoras:

Amparo Carpi Ballester es Doctora en Psicología por la Universidad de Valencia. Profesora de la Universidad Jaume I de Castellón y de la Escuela Diplomados Universitarios de Enfermería (DUE) de Castellón. Miembro del Equipo de Investigación de Psicofisiología de la Motivación y Emoción de la Universidad Jaume I. Autora de diversos trabajos relacionados con la Psicología de la Salud y de la Motivación y Emoción.

 

 

Rosario Zurriaga Lloréns es Doctora en Psicología y Catedrática de Escuela Universitaria de Psicología Social en la Universidad de Valencia. Miembro de la UIPOT (Unidad de Investigación de Psicología de las Organizaciones y del Trabajo) de la Universidad de Valencia. Es autora de diversas publicaciones nacionales e internacionales sobre Psicología Social de la Salud y Psicología de las Organizaciones.

 

 

Pilar González Navarro es Doctora en Psicología y Profesora Titular de Psicología Social de la Universidad de Valencia. Miembro de la UIPOT (Unidad de Investigación de Psicología de las Organizaciones y del Trabajo) de la Universidad de Valencia. (www.uv.es/uipot). Autora de diferentes trabajos en el área de Psicología del Trabajo y de las Organizaciones y en Psicología Social de la Salud.

 

 

Abraham Pieter Buunk es Catedrático de Psicología Social y Académico de la Academia Real Holandesa de las Artes y Ciencias. Sus investigaciones tratan sobre la comparación social y el intercambio social, especialmente respecto de problemas de la salud. Actualmente su ámbito de interés es la Psicología Evolucionista. Es miembro de diversos consejos asesores de organizaciones científicas y sociales.

 

 

Juan Carlos Marzo Campos es Doctor en Psicología Social y Profesor Titular de Escuela Universitaria en la Universidad Miguel Hernández de Elche. Su docencia se centra principalmente en el área de Psicología del Trabajo y las Organizaciones. Además es autor de diferentes trabajos de investigación en la misma área.

 

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