– El lugar de residencia, más rural o más urbano y metropolitano, con menor o mayor número de habitantes, con unas u otras tradiciones locales, con mayores o menores posibilidades de empleo
., es uno de los factores que más influyen en la educación de los hijos, en las relaciones entre padres y madres e hijos e hijas, en el tiempo que se les puede dedicar, en las posibilidades de control sobre los comportamientos juveniles y en las propias actividades que estos últimos pueden desarrollar (acceso a bares, acceso fácil a alcohol y otras drogas, etc.).
– El tipo de trabajo, los tiempos del trabajo y sus repercusiones en la vida familiar: se ha producido una intensificación de los ritmos y de los tiempos de trabajo de madres y padres, que llegan más tarde y más cansados a sus casas y tienen menos tiempo de dedicación a sus hijos. Esto deriva en genera una mala conciencia en los padres, y conlleva un gran impacto en la educación (a veces, en la desatención) de los hijos e hijas y en la vida familiar más en general.
Es esencial que las madres y los padres eviten la mala conciencia que les lleva a ceder ante cualquier demanda de los hijos e hijas y a inscribir a éstos en múltiples actividades que ocupen el tiempo en el que no están con los padres. Deberían conseguir que el tiempo en que están con la familia sea un tiempo de calidad, dedicado en exclusiva a estar con los hijos e hijas, a escucharles, a dialogar y a realizar actividades conjuntas con ellos.
– Las formas de organización de la vida familiar: en los últimos años se ha producido la incorporación de una nueva oleada de equipamientos, con el común denominador de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación: ordenadores, teléfonos móviles, video consolas, MP3, Ipod, auriculares y un largo etcétera de equipamientos, consumidos principalmente entre los y las adolescentes y jóvenes. Dichos equipamientos han transformado y redecorado las viviendas al punto que cada miembro del hogar, y especialmente si es joven, tiene en su cuarto todo un conjunto de aparatos que le permiten vivir encerrado en su mundo, fomentando su aislamiento del resto de la casa, del resto de la familia. Sin embargo, el resultado del exceso en el número de equipamientos y el uso individualizado que se hace de los mismos, especialmente por la juventud, está teniendo crecientemente un efecto negativo en la vida familiar y en la riqueza de la comunicación en su seno de forma que la vida en común, que la comunicación de muchas familias españolas se ve seriamente perjudicada.
– Los diferentes estilos educativos: hay un tipo de familias más permisivas, que ceden más a las exigencias de los hijos e hijas (compras, gastos
), les exigen menos responsabilidades dentro de la vida familiar y de la organización de la vivienda, tratan de que los hijos estén más tiempo en las casas con el objetivo de que estén el menos tiempo posible fuera de ellas. Dichas familias suelen ser más proteccionistas, tienen más miedo de lo que les pueda ocurrir fuera de las paredes y de la protección del hogar. Otro tipo de familias son más normativas en el sentido de exigir más responsabilidades a los hijos, de ceder menos a sus demandas, de utilizar más el no a las exigencias juveniles. Dichas familias apuestan más por la autonomía de los hijos e hijas que por el control paterno y materno sobre sus vidas, confían más en los jóvenes y tienen menos miedo de lo que les pueda a ocurrir a éstos en el exterior, en la calle. Estas familias suelen desarrollar una educación más abierta y menos proteccionista.
Uno y otro estilo educativo tienen repercusiones muy diferentes en la vida y en el desarrollo educativo de la juventud.
– La participación de los hijos e hijas en las tareas de la casa es una de las formas principales y cotidianas que utilizan las familias para reforzar los vínculos familiares y para educar en la responsabilidad. En muchas familias todavía se sigue exigiendo más participación en las tareas de la casa a las hijas que a los hijos. Esta exigencia reproduce la desigualdad entre ambos sexos, fomentando la creencia de que las tareas del hogar es más cosa de chicas que de chicos, y que ha sido fuertemente criticada por las chicas que han participado en los grupos de trabajo del estudio. Las familias que expresan una vida familiar más individualizada y atomizada, piden a los hijos responsabilizarse más exclusivamente de la habitación personal, el recoger su plato en la mesa y el ordenar sus cosas. Aquellas familias con una vida familiar más intensa piden a los hijos el participar en tareas de toda la casa (hacer la limpieza, poner o recoger la mesa, lavar los platos
), no sólo de lo que afecta más directamente al adolescente.
– Los horarios de vuelta a casa los fines de semana: este es uno de los temas que más tensiones genera entre padres, madres e hijos/as. Es una de las actuaciones familiares más extendidas para limitar y reducir el consumo de drogas, pero puede tener el efecto indeseado de provocar unos consumos más intensos en el tiempo en el que los y las adolescentes se encuentran fuera del hogar familiar.
– Los gastos de consumo: la educación familiar que se tenga en el control sobre el consumo es uno de sus pilares clave para conseguir varios objetivos esenciales en la vida de adolescentes y jóvenes y puede cumplir una finalidad preventiva en el ámbito del consumo de drogas. El desarrollo de una educación para un consumo más austero y más responsable por parte de la juventud y las familias, fomentaría diversos tipos de actitudes y motivaciones básicas que pueden ser muy positivas para abordar la prevención inespecífica del consumo de drogas.
– La educación familiar en el ámbito del consumo de drogas: en función de la edad, las familias cambian sus argumentos educativos en relación con el uso y consumo de drogas. Así, hasta los 11 años, tratan de desarrollar una imagen negativa de las drogas y una condena moral (las drogas son malas). A partir de los 12, la educación familiar tiende a centrase en las informaciones sobre las sustancias y sobre sus efectos.