Recomendaciones para mejorar la atención al bienestar emocional y a la salud mental de las personas adultas con TEA

19 Jul 2022

La salud mental es una de las áreas de mayor interés y preocupación para las personas en el espectro del autismo y sus familias, por lo que debería ser prioritario para todos el reconocimiento de las condiciones o problemas de salud mental que pueden estar afectando a su bienestar, también para los equipos profesionales que les acompañan y apoyan: profesionales vinculados a servicios especializados en autismo o de atención a personas con discapacidades del desarrollo, servicios médicos de atención primaria y, de manera más específica, servicios de salud mental.

Así lo afirma un documento publicado por la AETAPI (Asociación Española de Profesionales del Autismo), a través del cual se realiza una radiografía de la realidad actual de las personas adultas en el espectro del autismo, mostrar las carencias en los servicios y analizar las prioridades y necesidades reales, “que pocas veces encajan en los prototipos de servicios y en las percepciones de las personas adultas autodenominadas neurotípicas”, con el objetivo de facilitar orientaciones que contribuyan a mejorar la atención a la salud mental de las personas adultas en el espectro del autismo.

Foto: kourosh qaffari Fuente: pexels Fecha descarga: 14/07/2022

Tal y como indica la guía, si bien las personas con TEA “pueden disfrutar perfectamente de una vida saludable y feliz”, se encuentran en situación de desventaja en múltiples aspectos de su vida, por lo que tienen que hacer frente a importantes desafíos que pueden impactar en su salud mental, presentando así un mayor riesgo que en la población general de desarrollar problemas de salud mental, especialmente trastornos de ansiedad y trastornos depresivos.

Ante esto, los autores del documento consideran clave la detección de los problemas de salud mental que pueden estar afectando al bienestar de las personas en el espectro del autismo. A este respecto, es fundamental que los servicios de salud mental para las personas adultas “cuenten con conocimientos sobre buenas prácticas en evaluación clínica del espectro del autismo y de las posibles condiciones de salud mental que puedan asociarse al mismo”, integrando este elemento en la práctica clínica.

El documento pone de relieve la importancia de que la salud mental en este colectivo se atienda durante todo el ciclo vital, siendo la adolescencia una etapa especialmente vulnerable “en la cual debutan o incrementan su incidencia” distintos problemas en este ámbito de la salud. En este sentido, la transición de los servicios infanto-juveniles a los servicios para personas adultas constituye “un momento de especial vulnerabilidad” para estos/as jóvenes, “que tienen más probabilidad de presentar, al menos, un diagnóstico psiquiátrico, acudir a una consulta de salud mental o hacer un mayor uso de los recursos de emergencia o recursos pediátricos, en comparación con la población general de su edad”.

En este contexto, se detectan una serie de carencias -tales como la falta de equidad entre los distintos recursos a los que tienen acceso a unas edades u otras es evidente, con una importante escasez de estructuras inclusivas en la vida adulta y redes de apoyo más limitadas y menos estandarizadas o reguladas, así como la falta de una adecuada transición entre servicios-, que pueden derivar situaciones no deseables, como las hospitalizaciones en recursos no adaptados.

La guía, centrada en el proceso de evaluación, recuerda que en la evaluación de la salud mental de las personas adultas con TEA debe tenerse en cuenta las diferencias individuales “debidas, entre otros factores, a la edad, el funcionamiento intelectual y el género, que influirán en la presentación clínica de los síntomas de un problema de salud mental”.

De acuerdo con sus autores, a pesar de que la salud mental es uno de los principales temas que interesa a las personas adultas con TEA, “en ocasiones, no se consultan las situaciones de malestar emocional”, debido a una serie de razones, entre ellas, el desconocimiento, las malas experiencias, los miedos, la falta de recursos, la carencia de formación por parte de los equipos profesionales y las dificultades de acceso a los servicios que necesitan.

A este respecto, uno de los miedos que puede demorar la consulta en un servicio de salud mental es “que el tratamiento indicado sea exclusivamente farmacológico”. En este sentido, es frecuente que el abordaje farmacológico prime sobre el apoyo psicológico y social y, basándose en su experiencia, “puede existir un temor fundado o la creencia anticipada de que las medicaciones que se pauten no resulten útiles, tengan efectos secundarios no deseados, no sean revisadas y perduren excesivamente en el tiempo”.

Según señalan varios estudios, las personas con TEA presentan más probabilidades de recibir medicación psicotrópica prescrita (medicación para dormir, estimulantes, antidepresivos y antipsicóticos), siendo especialmente preocupante el uso de la medicación psiquiátrica en el caso de las personas con discapacidad intelectual. Una vez prescrita, aumenta la probabilidad de permanecer con la medicación, y se incrementa el impacto de los efectos secundarios a largo plazo y de los problemas de salud, para los que se prescriba más medicación.

El texto resalta la falta de concienciación, conocimientos y habilidades por parte de los equipos profesionales para llevar a cabo una evaluación adecuada y reconocer una condición asociada de salud mental, como una de las causas de la ausencia de consulta y de diagnósticos, siendo frecuente “que las dificultades vinculadas con la salud mental sean tratadas por profesionales de atención primaria o en servicios generales, sin contar con una evaluación y seguimiento especializado”. La falta de formación y experiencia con personas con TEA puede derivar también en dos errores frecuentes en la práctica clínica: el infradiagnóstico y el sobrediagnóstico de los problemas de salud mental.

Dado lo anterior, el documento subraya la importancia de conocer los indicadores y sintomatología que pueden suponer “señales de alarma” de un problema de salud mental, haciendo que se preste una mayor atención en el caso de que aparezcan y, si fuera preciso, se solicite una consulta en el ámbito sanitario para iniciar la evaluación.

Asimismo, considera primordial que las evaluaciones se basen en el modelo bio-psico-social, siendo elementos clave la realización de una revisión médica exhaustiva y pormenorizada, una evaluación psicológica-psiquiátrica y una amplia recogida de información sobre el entorno y el día a día de la persona, prestando atención a todos los aspectos de su vida y contando con la participación de diferentes profesionales y personas referentes.

El documento incluye a lo largo de sus páginas una serie de recomendaciones para la evaluación, ilustradas a través de ejemplos y experiencias reales, y basadas en la literatura científica, en las guías de buenas prácticas del National Institute for Health and Care Excellence (NICE) y la Scottish Intercollegiate Guidelines Network (SIGN), y también en la experiencia profesional y las demandas de las propias personas en el espectro del autismo.

Los autores de la guía esperan que la misma pueda resultar de utilidad tanto para las personas en el espectro del autismo y sus familias (de manera que conozcan el proceso de evaluación en salud mental y las adaptaciones a las que tienen derecho), como para los y las profesionales que apoyan a las personas con TEA (para saber qué información se debe recopilar antes de una consulta en salud mental) y los equipos profesionales del área sanitaria (de modo que obtengan una mejor comprensión de las necesidades de las personas a las que atienden y puedan mejorar también su práctica clínica).

Se puede acceder al documento completo aquí:

El proceso de evaluación en salud mental. La atención al bienestar emocional y a la salud mental en la vida adulta de las personas en el espectro del autismo 

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