OBESIDAD INFANTIL Y PSICOLOGÍA

6 Feb 2009

Raquel Remesal Cobreros
Universidad de Huelva y Hospital Juan Ramón Jiménez (Huelva)

Según los últimos estudios realizados en España sobre la prevalencia de la obesidad infanto-juvenil (Estudio Enkid o Encuesta Nacional de Salud) durante las dos últimas décadas se ha producido una tendencia ascendente significativa, situándose en torno al 16% entre los 6 y 12 años de edad.

No existen muchos estudios nacionales que se hayan dedicado a analizar el impacto psicológico de la obesidad en el menor, por lo que la mayoría de datos de los que se dispone sobre el tema proceden de publicaciones realizadas fuera de nuestro país. Se aprecian amplias y variadas conclusiones en torno a los correlatos psicológicos de la obesidad infantil, sin embargo, parece haber consenso en admitir la actitud negativa que existe hacia esta enfermedad incluso en edades bastante tempranas, convirtiéndose los problemas psicológicos en causas importantes de morbilidad.

 

En la Conferencia de Consenso sobre Obesidad desarrollada por los Institutos Nacionales de Salud en 1985, se ponía de manifiesto las devastadoras consecuencias psicológicas de la obesidad en nuestra sociedad: «La obesidad supone una enorme carga psicológica… en términos de sufrimiento, la carga puede ser el mayor efecto adverso de la obesidad». Pero estas negativas consecuencias psicológicas, a diferencia de sus efectos físicos, no son resultado inevitable de la obesidad, sino que derivan de la discriminación social desarrollada hacia las personas obesas, tendente a etiquetar a tales individuos como glotones y enfermos. El niño obeso se convierte con frecuencia entre sus iguales en motivo de insultos, rechazo y discriminación. Es bastante probable que tales vivencias dejen huella en la personalidad de éste (en unos más que en otros dependiendo de múltiples circunstancias, tales como características personales, sociales, familiares, etc.) y dificulten en mayor medida su adaptación personal, social y escolar respecto a sus iguales no obesos.

En torno a estas reflexiones se ha profundizado con un trabajo de investigación cuyo objetivo fue determinar si existían aspectos propios, específicos y característicos de los niños obesos, en las siguientes áreas: desarrollo evolutivo, rasgos de personalidad y nivel de adaptación personal, escolar y social. Para ello se comparó a un grupo de menores obesos con otros dos grupos: sanos de peso normal y diabéticos. En este último grupo, se intentaron controlar los efectos derivados de padecer una enfermedad crónica y la necesidad de asumir ciertas limitaciones dietéticas, aspectos ambos compartidos por los dos grupos. Se realizó una evaluación de todos los participantes mediante un inventario sociobiográfico, con el que se valoraron algunos aspectos del desarrollo evolutivo del menor, el Cuestionario de Personalidad para niños (CPQ) y el Test Autoevaluativo de Adaptación Infantil (TAMAI).

Desde la Psicología, ha sido el psicoanálisis una de las corrientes encargadas de basar los orígenes de la obesidad en las primeras relaciones madre-hijo, centralizadas especialmente en torno a la alimentación y viéndose afectado el posterior desarrollo evolutivo del niño y consecuentemente su personalidad. Los datos obtenidos a partir del presente estudio se alejan de estos postulados ya que, por un lado, no se observa en el niño obeso un desarrollo evolutivo diferente del de sus iguales diabéticos y sanos de peso normal, ni siquiera en los aspectos que giran en torno a la alimentación de los primeros tiempos y, por otro, tampoco se aprecian unos rasgos de personalidad propios del obeso, tal y como durante algún tiempo se ha defendido. Sí se advierten una serie de características de personalidad que los hacen diferentes de la población de niños sanos de peso normal, pero que comparten con el grupo de diabéticos. Ambos grupos manifiestan un carácter más dependiente, impresionable, sobreprotegido, poco expresivo, sumiso y prudente que los niños sanos de peso normal, quienes reflejan un temple más independiente, entusiasta, obstinado, vivo o perspicaz. La convivencia con la enfermedad los sitúa en situación de desventaja con respecto a sus compañeros sanos, puesto que les obliga a someterse a una serie de exigencias que contribuyen a aumentar la probabilidad de que su adaptación a la cotidianidad sea más difícil y problemática.

A pesar de las mayores exigencias y limitaciones que sufre el niño diabético para con el control de su enfermedad, fueron los obesos los que presentaron los mayores índices de inadaptación y malestar personal, y más concretamente las niñas, siendo con mucha probabilidad el factor visibilidad de la enfermedad el que favorece la peor adaptación. Acorde con la bibliografía, se reconoce el sexo femenino como factor de riesgo psicopatológico entre los obesos y es que la presión social para que la fémina esté delgada, especialmente en países desarrollados, acarrea un mayor estigma en ésta y la sitúa en una posición más vulnerable y propensa a experimentar distorsión de la imagen corporal, bajo autoconcepto y atribuciones pesimistas.

En la actualidad «estar gordo», y más concretamente «gorda», no está permitido en una sociedad en la que imperan otros modelos que se acercan a lo esbelto, delgado y, si se apura, a lo anoréxico y desnutrido. Esta moda impregna nuestra cultura hasta el punto de que los pequeños lo aprenden prácticamente desde que nacen ya que, casi de forma innata, no dudan en discriminar atacando cruelmente mediante insultos, a todo aquel compañero que exceda las medidas establecidas por la moda. El estigma social de la obesidad tiene un efecto negativo sobre el autoconcepto del sujeto siendo su componente visible el causante de este malestar.

Queda reflejado en este estudio el nocivo papel que juega la actual sociedad de la imagen sobre la población obesa infantil, carente de uno de los bienes más preciados: la delgadez; expuesta a las más duras críticas al portar sobre sí ciertos excesos que con frecuencia se atribuyen, de forma libre y gratuita, a la simple dejadez y falta de voluntad, sin conceder el más mínimo valor a la posibilidad de que en ello tengan peso otros factores predisponentes que se escapan del control del propio sujeto.

El estudio original en el que se basa este artículo puede encontrarse en:
Remesal, R. (2008). Desarrollo evolutivo, personalidad y nivel de adaptación de un grupo de menores obesos. Apuntes de Psicología, 26, 3, 411-426.

Referencias:

Massa Hortigüela, C. (1999). La imagen propia en la obesidad infantil. Secretariado de publicaciones e intercambio editorial. Universidad de Valladolid.

Remesal Cobreros, R. (2008). Desarrollo evolutivo, personalidad y nivel de adaptación de un grupo de menores obesos. Apuntes de psicología, 26 (3), 411-426.

Remesal Cobreros, R. (2002). Aspectos Psicológicos de la Obesidad Infantil. Tesis Doctoral. Se puede consultar en la siguiente página web:
http://fondosdigitales.us.es/thesis/thesis_view?oid=782

Serra Majem, L y Aranceta Batrina, J.(2001). Obesidad infantil y juvenil: estudio enKid. Masson. Barcelona.

Sobre la autora:

 

Raquel Remesal Cobreros. Doctora en Psicología. Realizó su tesis doctoral sobre los aspectos psicológicos de la obesidad infantil. Trabaja como psicóloga clínica en el Hospital «Juan Ramón Jiménez» de Huelva y como profesora asociada en el Departamento de Psicología Clínica, Experimental y Social de la Universidad de Huelva. Trabaja en diferentes líneas de investigación relacionadas con la Psicología Clínica y de la Salud, especialmente en el ámbito del impacto psicológico de la enfermedad crónica.

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