Reseña de B.F. Skinner Revisitado

27 Ene 2023

Manuel Porcel Medina y Marino Pérez Álvarez (editores)

Co-presencias Editorial, 2022

En esta obra, prolija y fecunda, se ha pasado revista al pasado, presente y futuro del conductismo radical, del análisis conductual, del condicionamiento operante, de las psicologías de tercera generación y del generador del campo –gracias al patrimonio «negro sobre blanco»–, que ha dejado por escrito: Burrhus Frederic Skinner.

Se han analizado diferentes y variados tópicos, entre ellos: vida y obra de Skinner, aproximación historiográfica y conceptual a Skinner, la importancia de su obra a día de hoy, la dualidad del Skinner psicólogo/filósofo, una mirada a la obra de Skinner desde nuestro siglo –lo que demuestra su actualidad–, el problema de la estadística en el condicionamiento operante, unas reflexiones sobre psicología, sociedad y cultura, la paradoja del sujeto operante en el conductismo, la controversia Chomsky vs. Skinner, la ciencia del comportamiento contextual como una manera propia de entender la psicología, las aportaciones de Skinner al método científico, las terapias contextuales, la ideología del conductismo radical –¿izquierda o derecha?–, las emociones en la obra de Skinner –para aquellos que dudábamos de si la psicología era la ciencia de la conducta o la ciencia de la conducta y los procesos mentales, tenemos que vérnoslas ahora con la interesante composición de una psicología como la ciencia de la conducta y las emociones–, una cristalización cinematográfica de los postulados básicos del condicionamiento operante ejercitados en la película: La naranja mecánica, y, por último, unas palabras de Julie –la hija mayor de Skinner–, que comparte con nosotros una mirada a Fred desde su experiencia como hija de su padre.

 

El primer trabajo de este volumen es el escrito por Rubén Ardila, que lleva como título: B.F. Skinner (1904-1990). Vida, obra y relevancia contemporánea. Ardila nos narra los inicios de Skinner, la época en la que quiso ser escritor de ficción y que tuvo que abandonar porque «no se le ocurría nada que contar». El trabajo de Ardila cuenta con imágenes de archivo de Skinner y de su hija Julie, con la intención de que una imagen valga más que mil palabras. Así mismo, hace un repaso por los principales libros y artículos del padre del conductismo radical y nos invita a recorrer las principales aportaciones que Skinner hizo en los campos de la teoría psicológica, la filosofía, la conducta verbal –libro que el mismo Ardila tradujo al castellano–, la tecnología del comportamiento y las aplicaciones de sus descubrimientos. En un apartado posterior, Ardila nos habla de los mitos y falacias acerca de B.F. Skinner y relata su relación personal con Skinner, su visita a Harvard para conocerlo y la relación que, desde entonces, se estableció entre Ardila y la familia de Skinner, relación que sigue gozando de buena salud.

El segundo trabajo de la presente obra se titula: Una aproximación historiográfica conceptual como anagnórisis de B.F. Skinner. Está firmado por cinco autores que forman parte de las nuevas generaciones de conductistas latinoamericanos. El artículo repasa diferentes asuntos de corte tan interesante como los siguientes: el conductismo radical y el pasado en perspectiva, la construcción de una teoría de la conducta operante, las relaciones del conductismo radical con la sociedad, la tecnología de la conducta en la crianza, Skinner y el sistema educativo tradicional, conductismo y consumo y, finalmente, la teoría de la conducta operante y la vejez. Es otra prueba clara y distinta de que el conductismo de Skinner sigue teniendo mucho que decir, dentro y fuera de la disciplina psicológica.

La tercera contribución al presente libro titulada: ¿Qué nos importa Skinner, treinta años después? Marino Pérez Álvarez nos agracia con un artículo tan contundente como preciso, tan erudito como corrosivo, del que solo cabe tirar del hilo rojo de la exhaustiva bibliografía a la que nos tiene acostumbrados, para entender, siquiera mínimamente, lo tratado allí, con la consiguiente constatación práctica de que cuanto más se sabe más se desconoce, como metáfora del que va ensanchando el mundo a través del conocimiento de este, con la contrapartida de que el ensanchamiento se va horadando en la concavidad del mismo, expandiendo por tanto su convexidad, que siempre permanecerá ignota. Como bien dice Pérez Álvarez, en la psicología actual, la que más vende, por tanto, la que menos aporta verdadero conocimiento, se encuentran temas skinnerianos sin referencia a Skinner. Según Pérez Álvarez, el mayor descubrimiento de Skinner sea el «moldeamiento de la conducta.» Este descubrimiento lo hace el propio Skinner mientras moldea la conducta de un pichón jugando al squash, allá por 1943. Técnicamente este descubrimiento se desenvuelve en la contingencia de tres términos: estímulo discriminativo, conducta y reforzador, como la triada o mejor aún, como la santísima trinidad –padre, hijo y espíritu santo– que permite hallar las claves del comportamiento, la piedra Rosetta de la psicología.

La cuarta parada de nuestro viaje la constituye un trabajo rotulado: B.F. Skinner psicólogo / B.F. Skinner filósofo. La afiladísima dialéctica del filósofo materialista Ongay nos pone en la pista del desdoblamiento que la obra de Skinner tomó en los años cuarenta del siglo pasado en las dos direcciones: la psicológica y la filosófica. La filosofía, entendida desde el materialismo filosófico de Gustavo Bueno Martínez, es un saber de segundo orden, un saber que se nutre de los saberes categoriales de primer grado –las ciencias, pero también de otros saberes como las artes, las técnicas, las religiones– y que los reconstruye dialécticamente en torno a las ideas filosóficas. No es, por tanto, la filosofía un saber que se acumula, de la manera en que lo hacen las diferentes ciencias, sino un saber sistemático, uno que entrama y vertebra a aquellos saberes de los que se alimenta. No es la psicología una ciencia que, emancipada de su pretérita filosofía –recordemos aquello de «la ciencia que estudia el alma–», pueda habitar su propio nicho al margen de otros saberes y de la propia filosofía. Es este saber de segundo grado el único que permite articular, siempre de manera precaria, las relaciones, cortes e interconexiones entre categorías tan importantes para la psicología como lo son: la biología, la antropología, la lingüística, la cibernética y un largo etcétera.

El quinto hito, titulado: Skinner desde el siglo XXI, rubricado por Froxán Parga es un alegato, un desiderátum en favor de una ciencia de la conducta que permita la construcción de un mejor mundo. Lo que pretende, y consigue, transmitir Froxán es la constatación de que el modelo conductual no es uno que establezca los límites o líneas rojas del campo de estudio con la metáfora espacial dentro-fuera, externo-interno, objetivo-subjetivo, yo-circunstancias, &c, sino aquel que desdibuja estas divisiones como falsas fronteras y que reclama un acercamiento conjugado de las mismas, lejos de postulados mentalistas, dualistas, idealistas o de cualquier otra índole que emborronan el sentido y el significado de entender a la conducta por derecho propio, de raíz, desconsiderando tanto a los genes como a los memes en el estudio de la misma, por cuanto que haciéndolo dejamos de hacer psicología.

El sexto trabajo, incorporado en el presente volumen: Problemas conceptuales derivados de la formulación clásica del condicionamiento operante en términos estadísticos, refrendado por Quiroga Romero nos plantea cuestiones filosóficas de primera magnitud. Una de ellas, por ir entrando en materia, sería aquella pretensión skinneriana de equiparar la selección natural a la selección por las consecuencias. Lo que diferencia a una de la otra es que la selección natural es ciega y cerrada por las relaciones de la morfología de los cuerpos con el medio natural –relaciones, en última instancia de contigüidad físico química– que permiten adaptaciones variables al mismo, al contrario que la selección por las consecuencias que es abierta y co-determinada por las señales que la triple relación de contingencia supone, en donde los discriminativos –las señales– están co-presentes con los reforzadores –lo que señalan–, de tal manera que las conductas serían aquellas aproximaciones –placer– y alejamientos –dolor– del individuo –animal o humano– que relacionan espacio-temporalmente a estímulos discriminativos y reforzadores o bien a estímulos discriminativos y debilitadores. De ahí que la conducta, aunque sujeta o, dicho de otro modo, parcialmente determinada por los discriminativos y los reforzadores, pueda, eventualmente, incorporar novedades no previstas por el antecedente discriminativo, de tal manera que nos permita aventurar que el organismo –animal o humano– opera libremente entre unas y otras instancias.

La contribución número siete que el autor Herrera Melo ha titulado: La filosofía adjetiva de B.F. Skinner: reflexiones sobre psicología, sociedad y cultura, nos introduce, a mi juicio, en una de las piedras angulares de la interpretación del conductismo radical de Skinner. En efecto, se suele decir que el conductismo radical es la filosofía de la ciencia de la conducta. También Ongay –véase el trabajo número siete–, profundiza en el dualismo de Skinner como psicólogo y filósofo. Skinner, en Más allá de la libertad y la dignidad, articula la idea fundamental de utilizar la ciencia y la tecnología de la conducta para diseñar una mejor sociedad –corrigiendo las anomalías que ésta presenta y que dicha ciencia y tecnología han sabido interpretar–. Lo dicho, por otro lado, es compatible con la efectiva constatación de que, al mismo tiempo que su visión del mundo –totalizada desde la ciencia de la conducta–, pecó de ingenuidad, permitió la trituración de ideas como democracia, libertad, dignidad, felicidad, &c. que, antes de su crítica, mostraban una pátina de idealismo cercano a la «causa sui». Como bien ha sabido entrever Herrera Melo, Skinner tuvo una posición no meramente autológica, sino sumamente combativa respecto de otras posiciones de su presente en marcha: psicología cognitiva y psicofisiología.

El octavo trabajo, redactado por Castro Merino y que lleva como título: Una cuestión de consecuencias: la paradoja del sujeto operante desde el conductismo recorre las potentes ideas y conceptos que el padre del conductismo planteó en sus trabajos y escritos, haciendo hincapié en el enorme potencial que tuvieron y siguen teniendo, treinta y tantos años después de su muerte, para una comprensión veraz y crítica del comportamiento humano. Al mismo tiempo, señala el finísimo trabajo que llevó a cabo Skinner tratando de confrontar el cuño idealista y subjetivista que moldeaba ideas tales como: libertad, dignidad, cultura, democracia, felicidad, ideología, &c. con uno de tipo materialista y objetivo. Castro Merino hace un sugerente recorrido por las ideas de Dios y Psicología, tan entreveradas desde su origen.

La novena aportación a B.F. Skinner revisitado, obra de Martínez Suárez, lleva por nombre: Controversia Chomsky vs. Skinner: observaciones ad hoc. Esta controversia, lejos de parecer una mera anécdota en la que un lingüista: Chomsky hace una revisión del libro de un psicólogo: Skinner, sin haber, siquiera, leído el libro. Y se sabe que no lo leyó –al menos de manera horizontal–, porque las críticas que vertía sobre el mismo tenían más que ver con la crítica de la gramática generativa chomskiana al estructuralismo que con el propio contenido de Conducta Verbal. Y, paradojas de la vida, Quine, profesor de Chomsky, del que tomó elementos para su gramática, había sido declaradamente conductista y una de las inspiraciones de Skinner. Ardila, prologuista y traductor de Verbal Behavior al castellano, lamenta la controversia de Chomsky con Skinner por lo que tuvo de injusta y desatinada. Una controversia justa hubiera sido aquella en la que el lingüista, habiendo leído el libro, hubiese arrojado las objeciones pertinentes al mismo, para incorporarlas, para mejorarlo en futuras ediciones, porque, ¿no es así como procede el conocimiento? Lo más destacable de esta controversia es, a mi juicio, que habiendo chomskianos entre los activistas actuales, no ocurre lo propio ente los lingüistas activos.

La décima aportación al volumen homenaje al padre del conductismo es obra de Hayes et al. y lleva por título: La ciencia del comportamiento contextual como una manera propia de teoría, práctica e investigación del comportamiento. Steven C. Hayes y sus colaboradores entienden que la filosofía del conductismo radical ha sido perfeccionada y mejorada por la del contextualismo funcional. De igual modo, entienden que el desarrollo de la Teoría de los marcos relacionales –RFT– como enfoque del lenguaje y la cognición viene a desarrollar y optimizar el programa de «Conducta verbal» de Skinner. Así también, toman en cuenta y consideración los términos topográficamente mentalistas filtrados por el análisis contextual funcional, si estos orientan y explican el trabajo teórico y aplicado. Los autores hacen un recorrido por la teoría del marco relacional como una que permitió el perfeccionamiento del conductismo radical y argumentan que, aunque Skinner abrió la puerta al análisis de los pensamientos y sentimientos –más conocidos ahora como emociones–, nada de lo teorizado por él llevó a considerar que tales eran cruciales para el estudio del comportamiento humano. De igual manera, los autores, comandados por Hayes, hacen hincapié en la importancia de las nuevas teorías en el campo de la evolución multidimensional y multinivel –la primera en tanto que la variación selectiva ocurre en múltiples niveles: genéticos, epigenéticos, conductuales y simbólicos; la segunda en tanto que dicha variación y selección ocurre en diferentes niveles de organización tanto entre grupos como inter grupos–, como marcos que permiten una mejor comprensión y explicación del comportamiento. El peligro que esconde la Teoría de los marcos relacionales, desconectada por entero del «entorno» –como lo llamara el propio Skinner– es incurrir en un dualismo mejorado, en tanto que, el sujeto construye unos marcos relacionales que, aunque construidos en el entorno –en el contexto para decir mejor, en términos de la tercera ola–, tienen su génesis y desarrollo en la cognición humana, que siendo necesaria para establecer dichas relaciones en el lenguaje, desvían la atención de lo genuino de los marcos relacionales.

El undécimo aporte, presentado por Gutiérrez Domínguez, rotulado: Aportaciones de Skinner al método científico es una apuesta por el método científico en psicología, por una disciplina seria y rigurosa, alejada de las modas posmodernas que venden la felicidad en píldoras semánticas sin sentido. Nos relata la manera en que Skinner supo atenerse al método científico para establecer un campo de estudio propio y fecundo, alumbrando a la conducta como objeto de estudio hasta entonces arrinconado en la psicología y oscureciendo a aquellos que habían formado parte de su campo temático hasta entonces pero que no habían demostrado su fertilidad, como los estados mentales en sus diferentes acepciones –corriente de conciencia sería una de ellas–.

Llegamos al trabajo duodécimo, presentado por Valdivia-Salas y que lleva por título: Terapias contextuales: si Skinner levantara la cabeza. Esta propuesta hace un recorrido, en forma de glosario, por los conceptos fundamentales del condicionamiento operante de Skinner, a saber: conducta operante vs. respondiente, contingencia de tres términos, operante, operante discriminada, estímulo discriminativo, generalización estimular, abstracción, reforzadores primarios, condicionados y generalizados, reforzadores intrínsecos y extrínsecos, operación de establecimiento motivacional, contingencias de reforzamiento positivo, contingencias de reforzamiento negativo, contingencias de castigo positivo, contingencias de castigo negativo, extinción operante, reforzamiento diferencial, reforzamiento continuo, reforzamiento intermitente y operante de orden superior. Como ven, se trata de un capítulo tan básico como necesario, a sabiendas de que muchos analistas de conducta actuales adolecen de la formación básica en análisis de conducta. Valdivia-Salas acomete la tarea de mostrarnos el alcance y las limitaciones de la aplicación terapéutica de los principios del análisis de conducta. Entre las limitaciones que subraya la autora están aquellas que tienen que ver con la eficacia de las intervenciones terapéuticas en contextos ambulatorios. Se recuperan los trabajos de Skinner de 1957 y se amplían y perfeccionan con la Teoría del Marco Relacional hasta llegar a una de las formulaciones terapéuticas más en forma de la psicología actual: la Terapia de Aceptación y Compromiso. Valdivia-Salas hunde sus pesquisas en los precursores de la teoría citada, como la diferenciación que hace Skinner entre comportamiento moldeado por las contingencias vs. gobernado por reglas y los trabajos de equivalencia estimular de Sidman. Que duda cabe que tanto las mencionadas teoría y terapia –integradas en la corriente del contextualismo funcional–, están con-formadas por los principios básicos del conductismo operante –unos que Valdivia-Salas ha glosado en su capítulo–, y que, en lo fundamental, no añaden términos psicológicos nuevos, sino re-cauchutados –hacemos nuestra la célebre cita: poner vino viejo en odres nuevos– pero que han tenido la gran virtud de re-vitalizar el análisis experimental y aplicado del comportamiento que agonizaba en cueros viejos.

En el peldaño decimotercero Montgomery Urday nos ofrece el sugerente título: Conductismo radical e ideología política: ¿izquierda o derecha? O ¿ni izquierda ni derecha? Nuestro colaborador hace un exhaustivo recorrido por las diferentes ideologías: liberalismo, conservadurismo, socialismo, anarquismo, nacionalismo, fascismo, feminismo, ideología verde, &c. para establecer una especie de taxonomía en la que queden clasificados diferentes tópicos sobre los que Skinner reflexionó –naturaleza humana, libertad, igualdad y democracia, por un lado y perspectivas de sociedad, idea de autoridad y economía, por otro, con el fin de establecer el «supuesto» color político del conductismo radical skinneriano. Las conclusiones de la clasificación de nuestro autor aparecen en el apartado de discusión y prospectiva y no será el prologuista quien reste intriga a los posibles resultados de su análisis, haciendo comentarios al respecto.

El decimocuarto trabajo de B.F. Skinner revisitado, firmado por Carrasco Giménez, nos reclama con el rotundo título: Las emociones en la obra de Skinner. Para todos aquellos que, conmocionados aún por la «leyenda negra skinneriana», siguen admitiendo que Skinner obvió las emociones, castrando a la psicología del posible entendimiento derivado de los estados internos –dentro de la piel–, negando el estudio de todo aquello que no fuera observable a nivel fisicalista, segando la correcta interpretación de la conducta humana y, al fin, inventando una «caja negra» –convertida por muchos intérpretes de la obra de Skinner, que naturalmente no habían leído su obra, en una auténtica «caja de pandora»–, la lectura del capítulo de Carrasco Giménez puede ser extraordinariamente reveladora. Repasa el autor la presencia del término emoción, en las dos obras canónicas de Skinner, que son inicio de su conductismo radical e inicio de la psicología comparativa animal/humano: La conducta de los organismos y Ciencia y conducta humana. Más adelante, repasa el tratamiento, ligeramente diferente, que construye Skinner respecto de las emociones en su obra posterior a aquellos textos canónicos.

Llegamos al hito decimoquinto, una propuesta de García Fernández titulada: Los destellos de la naranja. Una aproximación a la película «La naranja mecánica»: el mundo como caja de Skinner. En un tono más distendido –porque nos vamos acercando al final del volumen–, nuestro colaborador nos regala una crítica literaria y cinematográfica, al hilo del condicionamiento operante, al hilo de los programas de reforzamiento y su uso en humanos, al hilo de los descubrimientos del padre del conductismo, y al hilo, por último, de la tecnología derivada del análisis de conducta. Así mismo, nos hace viajar por los recovecos tanto de Roman Polanski, director de La naranja mecánica, como de Anthony Burgess, escritor de la novela en la que se inspira la película. Ambos autores, hermanados por la fatalidad, imprimen en sus respectivas obras una especie de «halo» de distopía pesimista que, suponemos, refleja la malla angustiosa y existencial con la que tienen que lidiar en sus propias vidas –sin la ficción del papel y la cámara.

Y llegamos al final de una obra –decimosexto escalón del presente volumen–, que sólo ha pretendido homenajear a una de las figuras más eminentes de la psicología de todos los tiempos, un hombre que supo ver en la conducta aquello que permitiría la construcción del campo categorial de la psicología, que, contando con otros términos del campo, tanto dentro como fuera de la piel, intuyó que era aquella, la conducta, la pieza clave en los procesos de cierre de dicho campo. Un autor al que todo psicólogo que se precie debería leer, un escritor que siembra curiosidad y perplejidad tras su lectura, un hombre, al fin, que construyó un enorme sistema psicológico en donde todos los términos, las relaciones y las operaciones con-formaban una totalidad con sentido; una totalidad de cuya fertilidad seguimos disponiendo en la actualidad.

Este capítulo final corre a cargo de la hija mayor del homenajeado, Julie Skinner Vargas, con la aportación titulada: B.F. Skinner, padre. El texto es un regalo para todos aquellos que, de una manera u otra, hemos admirado, no sólo al autor sino también al hombre, a la persona que revolucionó el campo de la psicología, partiendo de lo fundamental de la misma, y que había sido obviado hasta entonces por tradiciones de cuño idealista que no eran –y son– más que secularizaciones de la idea de Dios y que Descartes –y antes Gómez Pereira en español– habían acuñado desde las coordenadas de un dualismo mecanicista, donde la máquina del mundo no bastaba como explicación del mismo, de manera que hubo que precisar de un «fantasma en la máquina» que diese cuenta del mismo, a la manera de un creacionismo ex nihilo de lo más superficial y metafísico.

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