COVID persistente: síntomas psicológicos

18 Abr 2023

Al menos el 30% de los supervivientes de COVID-19 desarrollan secuelas a largo plazo. Entre estas secuelas se encuentran el deterioro cognitivo y otros síntomas psicológicos como depresión, ansiedad y trastornos del sueño. Así lo establece la nueva guía de SAMHSA, titulada Panorama de las repercusiones del COVID persistente en la salud conductual.

Según se define en el documento, el COVID persistente es una condición altamente heterogénea que se caracteriza por síntomas nuevos, recurrentes o continuos que duran cuatro o más semanas después del diagnóstico agudo de COVID-19. La enfermedad comprende un conjunto de aproximadamente 200 síntomas diferentes que pueden estar relacionados con múltiples sistemas orgánicos, lo que dificulta la realización de un diagnóstico claro y el establecimiento de una definición consensuada de la enfermedad. Asimismo, pone de manifiesto la gran variabilidad en cuanto a su curso, pronóstico y resultados.

Los estudios revisados en el informe muestran que el COVID persistente puede ser más probable que ocurra en adultos jóvenes y puede tener lugar tanto después de una infección de COVID-19 no grave como grave.

Fuente: Pexels. Autor: cottonbro studio. Fecha: 11/04/2023

En relación con las secuelas, “el deterioro cognitivo posterior a la COVID-19 y la morbilidad psiquiátrica tienen relaciones complejas y probablemente bidireccionales”, indica el documento. Es decir, los trastornos mentales (por ejemplo, la depresión) pueden contribuir al deterioro cognitivo. Asimismo, el deterioro cognitivo puede afectar negativamente al nivel de funcionalidad del paciente, precipitando o exacerbando los problemas de salud mental. A esta relación, ya de por sí compleja, se añade el impacto de otros factores como el aislamiento social, la soledad o la inestabilidad económica y laboral.

El documento recoge una revisión sistemática de estudios sobre este campo. Según los datos, la prevalencia global de depresión, ansiedad y trastornos del sueño entre los supervivientes de COVID-19 es del 45%, 47% y 34%, respectivamente. Unos porcentajes significativamente superiores a los de la población general no afectada por la COVID durante la pandemia.

Más allá, las secuelas cognitivas y psiquiátricas son más pronunciadas si el paciente ha estado hospitalizado o en una unidad de cuidados intensivos. A este respecto, los pacientes con COVID persistente presentan limitaciones físicas y cognitivas que pueden afectar significativamente a su funcionamiento diario y su salud mental.

El documento describe la relación entre la inflamación y el deterioro cognitivo y las enfermedades neurodegenerativas. La COVID-19 se asocia con un mayor riesgo de ictus, disfunción olfativa y otros marcadores inflamatorios elevados en pacientes con COVID persistente. Según los expertos, estos efectos a nivel inflamatorio pueden estar asociados con secuelas a largo plazo, como el deterioro cognitivo, la demencia y los trastornos afectivos, entre otros.

Los autores también establecen paralelismos con otros coronavirus humanos anteriores para comprender las posibles implicaciones a largo plazo de la infección por SARS-CoV-2. Basándose en estos datos, se espera un aumento de las secuelas cognitivas y psiquiátricas de la infección por COVID-19 en los próximos años. Esto podría tener efectos graves en la capacidad de respuesta de los sistemas de asistencia sanitaria y social. Asimismo, el texto advierte sobre el aumento de la COVID en la carga de enfermedad crónica en los próximos años.

El informe de la SAMHSA se centra también en grupos específicos de personas que se han visto especialmente afectados por la pandemia. Estos grupos son los profesionales del sector sanitario, los padres y madres, los adultos mayores y las personas con trastornos preexistentes de salud mental. Así, por ejemplo, los profesionales de la salud han tenido que hacer frente a una gran presión laboral. Por su parte, los padres y madres también han experimentado un mayor estrés y problemas de salud mental durante la pandemia.

En el caso de los adultos mayores, han sufrido un riesgo más alto de infección y mortalidad, y la soledad ha sido un tema de especial preocupación en este grupo, mientras que las personas con trastornos de salud mental o consumo de sustancias, han tenido que hacer frente a la interrupción en la disponibilidad de tratamiento y al acceso limitado a tratamiento, lo que ha incidido negativamente en su estado de salud mental. Teniendo en cuenta estos grupos y su situación de especial vulnerabilidad, la SAMSHA hace un llamamiento para desarrollar estrategias para mejorar su acceso a programas de tratamiento en salud mental.

En conclusión, la guía destaca los efectos negativos de la pandemia de COVID-19 en la salud cognitiva y mental de la población. Los autores insisten en reconocer que sigue siendo un reto mejorar la respuesta sanitaria para satisfacer las necesidades crecientes de estos pacientes. Además, destacan la importancia de asignar mayores recursos para proporcionar una atención interdisciplinar adecuada. Finalmente, los expertos señalan la necesidad de reducir el estigma asociado a la enfermedad y desarrollar enfoques terapéuticos más accesibles, que contemplen las necesidades psicológicas de los pacientes. En nuestro país, algunas de estas solicitudes han sido trasladadas también al Congreso de los Diputados.

Puedes descargar el informe de SAMHSA en su Web o aquí.

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