¿CÓMO ENVEJECER CON ÉXITO? – COMENTARIO SOBRE EL LIBRO “ENVEJECIMIENTO ACTIVO. CONTRIBUCIONES DE LA PSICOLOGÍA”

31 Mar 2009

Mariagiovanna Caprara – Universidad La Sapienza (Roma)

¿Cuál es la época más importante de la vida de una persona? Resulta agobiante la variedad de respuestas a una pregunta en apariencia tan sencilla, pero en realidad complicada. Las contestaciones más habituales recurren a estereotipos: «la infancia siempre se añora por la inocencia que transmite», o «en la juventud maravillosa parece que todo es posible», «durante la madurez se recogen los frutos más importantes de la vida». De la última parte de la vida se dice poco; en nuestro tiempo no parece ser ya una época de sabiduría, sino de decadencia y de despedida. Pero ni la infancia rezuma inocencia, ni la juventud ofrece un escenario donde toda la vida está por escribir, ni mucho menos la madurez nos hace recoger cosechas de nuestro trabajo de las etapas anteriores, así como con demasiada frecuencia parece que no florecen los talentos que supuestamente nos otorgaron. Tampoco la vejez tiene que ser necesariamente una etapa de adioses. La pregunta que encabeza esta reflexión da lugar a respuestas banales cuando se considera que el único capital de una persona es el tiempo estadístico que le queda de vida. Por ello, la respuesta más razonable sería: la época más importante en la vida de una persona es aquella que está viviendo en cada momento y su responsabilidad es vivirla bien. Válida también para la vejez, o especialmente pera la vejez. Así, de la misma forma que hay estrategias cognitivas, afectivas y sociales para abordar los problemas que pueden surgir en las diferentes etapas de la vida, también puede haberlas para afrontar los problemas del envejecimiento. Dicho de otra forma, también se puede desear y alcanzar un envejecimiento con éxito.

Esta es la hipótesis de trabajo de la que parte la profesora Rocío Fernández Ballesteros en su libro Envejecimiento activo. Contribuciones de la psicología. La autora se opone a que el envejecimiento se represente únicamente como aquella parte de la vida donde sólo existe enfermedad. Primero, porque enfermedades se dan en todos los momentos de la vida y segundo porque en la vejez puede haber mucho más que el cuidado de las enfermedades. La defensa de esta posibilidad ha sido uno de los temas de investigación de la autora desde hace muchos años y en el libro publicado ahora ofrece sus resultados, tanto de la parte más personal, como de todos los esfuerzos de otros investigadores realizados en el mismo sentido.

En términos estadísticos, todas las sociedades europeas son colectividades que envejecen; cada vez hay más personas que superan los setenta, ochenta y noventa años de vida. En el libro, reclama la atención a este hecho y defiende varias tesis muy interesantes para enfrentarse con él. En primer lugar, la autora argumenta que en el envejecimiento las personas pueden asumir un papel activo para buscar un «buen envejecer». Es muy habitual que el «buen envejecer» se relacione exclusivamente con la buena salud física, y que ésta se vea como una lotería genética. Frente a esta visión determinista, la Dra. Fernández-Ballesteros considera que cada uno puede intervenir para tener una buena vejez, por mucho que su herencia genética, su educación y la actividad realizada hasta esa parte de su vida tenga un peso evidente. En segundo lugar, en el libro se ofrece un modelo que recoge todos los niveles de actuación a tener en cuenta. No es un diseño simple y lineal, ni mecánico, sino un modelo multidimensional y lleno de matices que puede aplicarse a todos los niveles del desarrollo vital de la persona, que necesita la retroalimentación de la sociedad donde viven las personas que envejecen y que siguen teniendo activas las dimensiones de cognitivas, afectivas y sociales.

Por lo demás, todas las personas envejecen, y esta afirmación puede parecer una obviedad, pero si lo es, habitualmente se olvida. Existe una cierta tendencia a descartar a todo un colectivo por el hecho de haber dejado de ser profesionalmente activo, bien porque se haya producido la jubilación, bien porque las personas se hayan quedado solas y sin familia de su misma edad. Para que esas personas lleguen a tener un envejecimiento con éxito es necesario que no se las margine, que reciban del resto de la sociedad el reconocimiento de su experiencia vital y de su sabiduría, que se las permita ser activas, seguir formándose, continuar teniendo ilusiones y proyectos.

La doctora Fernández-Ballesteros supone que todas las personas pueden envejecer de una forma positiva y que un deber de nuestra sociedad es promover iniciativas que lo hagan posible. De hecho, a lo largo del libro se analizan algunas de estas iniciativas ya en marcha, aunque el lector llegue a la conclusión de que no hay suficiente implicación social, académica y política en el abordaje de este problema. Sin embargo, el libro mismo es una ventana a la esperanza: tiene el mérito de ofrecer un modelo que puede aplicarse a todo el proceso de afrontar con éxito el envejecimiento.

Para finalizar, convendría mencionar que se ha recorrido un largo camino desde que Cicerón escribiera su De senectute, tan influyente durante tantos siglos, citado siempre para inducir la idea de que la vejez es buena porque calma las pasiones que producen los deseos y los placeres de otras edades. La doctora Fernández-Ballesteros considera que esta visión clásica y pesimista ya ha periclitado, al reclamar para las personas mayores el derecho a cultivar sus pasiones y la legitimidad de su satisfacción para un buen envejecer. Muchos se lo agradecerán.

El libro original sobre el que se realiza esta reseña es:
Fernández-Ballesteros, R. (2009). Envejecimiento activo. Contribuciones de la psicología. Madrid: Pirámide.

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