HABILIDADES CLÍNICAS EN LA TERAPIA CONDUCTUAL DE TERCERA GENERACIÓN

15 Oct 2009

Jorge Barraca – Universidad Camilo José Cela

La terapia más eficaz, el análisis más certero y la técnica más poderosa pueden resultar inútiles si el terapeuta no ha desarrollado un repertorio de actuación que le permita ser comprendido, motivar al paciente, enfrentarse a los problemas que surgen a lo largo de la terapia y resolver dudas específicas relacionadas con la aplicación de los tratamientos. Aunque las terapias de conducta de tercera generación, como la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), la Psicoterapia Analítico Funcional (FAP), la Activación Conductual, la Terapia Conductual Dialéctica (DBT), etc., han despertado un notable interés y muchos psicólogos clínicos desean integrarlas en su actividad profesional, plantean problemas prácticos, pues es posible que las habilidades que requieren no sean semejantes a las que adquieren los terapeutas de conducta y, por tanto, que su mero conocimiento teórico no permita una puesta en acción competente.

Las habilidades terapéuticas tradicionales

Las habilidades terapéuticas conocidas tradicionalmente incluyen destrezas básicas referidas a la relación terapéutica (empatía, aceptación, autenticidad, cordialidad, etc.), habilidades de escucha (clarificación, paráfrasis, reflejo, síntesis), habilidades de acción verbal (saber preguntar, confrontar, ofrecer información o aportar análisis o interpretaciones), habilidades del conocimiento sobre el modelo específico desde el que se trabaja, competencias sobre las técnicas concretas (por ejemplo, sobre la desensibilización sistemática, la exposición, el entrenamiento en habilidades sociales, la reestructuración cognitiva, etc.), y otras habilidades más generales y difíciles de clasificar (fluidez, flexibilidad, etc.). Por supuesto, algunas de estas habilidades no son exclusivas de la terapia de conducta, pero su ejercicio competente no es en absoluto ajeno a ellas.

Las habilidades del terapeuta en la práctica de ACT, FAP y DBT

Si se observa la forma de trabajo de los terapeutas que practican la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), la Psicoterapia Analítica Funcional (FAP) o la Terapia Dialéctica Comportamental (DBT), pueden deducirse cuáles son las habilidades que —a partir de sus distintas fases— deben desplegar. Integrar esta información no resulta tarea sencilla. Entre estos modelos existen claros solapamientos pero también se observan evidentes discrepancias. Un resumen de estas habilidades puede consultarse en la Tabla 1.

Habilidades del terapeuta cognitivo-conductual tradicional vs. habilidades del terapeuta conductual de tercera generación

A partir de la clasificación anterior resulta posible establecer una comparación entre las habilidades que requiere un terapeuta conductual tradicional y las que debe desarrollar uno que practique los modelos de tercera generación. En la Tabla 2 se ofrece una síntesis de esta comparación. Al observar esta tabla se comprende que la actividad clínica de ambos se basa en principio en habilidades próximas, pero no idénticas. Además, debe mencionarse que, aunque se incluyan en la misma categoría, en las terapias de tercera generación varias de estas habilidades se despliegan de una manera mucho más notable y adquieren formas decididamente más elaboradas.

Conclusión: la mejora en la formación de las habilidades del terapeuta conductual

Después del análisis expuesto, resulta evidente que se impone una actualización en la formación del terapeuta conductual para su ejercicio clínico en las terapias de tercera generación. Sin embargo, es evidente que la propagación de la teoría de las nuevas formas que ha adoptado la terapia de conducta no ha corrido aún pareja al aprendizaje procedimental, de forma que, aunque muchos psicólogos podrían explicar cuál es la teoría esencial de ACT, FAP o DBT, pocos son capaces en la consulta de practicarlas de forma adecuada.

De cara a solventar en la medida de lo posible este problema, se proponen una serie de medidas que, sin duda, favorecerán la competencia de los profesionales de la terapia de conducta:

1. Incorporar en las asignaturas universitarias de la licenciatura o el grado aspectos prácticos de la terapia conductual de tercera generación (o ampliar la asignatura de «Habilidades Terapéuticas» con el entrenamiento en técnicas de estos modelos).

2. Organizar (o seguir promoviendo en los casos en que ya existan) postgrados (másteres y doctorados) en que junto con el trabajo investigador —o justamente a través de éste— se perfeccione la labor clínica en estos nuevos modelos.

3. Realizar talleres y seminarios específicos en los que se pongan en práctica las habilidades de estas terapias. Al respecto, es importante resaltar que, para el trabajo en DBT, Linehan (1993) considera imprescindibles los talleres con formación práctica y supervisada. En el mismo sentido, en FAP se promueven talleres en las reuniones anuales de la ABA (Association of Behavior Analysis); y en ACT, desde hace cinco años, se realiza una formación práctica en los Summer Institute.

4. Difundir de forma más decidida material audio-visual que permita la contemplación de la labor real de terapeutas de tercera generación.

5. Buscar la supervisión de casos por expertos en las nuevas terapias (con especial atención a la parte práctica).

Si la renovación profesional es un deber del psicólogo (tal y como se recoge en el código deontológico), la autoexigencia no puede quedarse en una mera ampliación de lecturas y textos científicos, sino que se impone una actuación más práctica, implicada y vivencial. La mejora en la formación del colectivo de psicólogos —que redunda, por lógica, en el bienestar de los pacientes— supone inevitablemente el ensayo y la práctica de las nuevas destrezas que aquí se han presentado.

El artículo original puede encontrarse en la revista Clínica y Salud:
Barraca, J. (2009). Habilidades clínicas en la terapia conductual de tercera generación. Clínica y Salud, vol. 2, 2, 109- 117.

Sobre el autor:

Jorge Barraca Mairal (Col. M-10939) es Doctor en Psicología, Psicólogo Especialista en Psicología Clínica y Psicólogo Especialista en Psicoterapia (EFPA). Compagina su actividad profesional en la clínica privada con la docencia universitaria. Es profesor de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Camilo José Cela de Madrid, y dirige el Máster de Psicología Clínica y de la Salud de la misma Universidad. 

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