El uso problemático de Internet entre adolescentes, ¿qué dicen los datos actuales y por dónde empezar a prevenir?

5 May 2014

Antonio Rial Boubeta y Patricia Gómez Salgado

Universidad de Santiago de Compostela

Internet se ha convertido en el intermediario habitual mediante el cual los adolescentes aprenden, se informan, se comunican, se relacionan, se expresan y se divierten. Según el Instituto Nacional de Estadística (2013), en España el 91,8% de los menores de 10 a 15 años son usuarios de la Red. Sin dudar de los beneficios que reporta, el uso que los adolescentes hacen de la Red preocupa tanto a las familias y a las administraciones, como a profesionales e investigadores. A la pérdida de privacidad, contacto con desconocidos, aislamiento, etc. hay que añadir nuevos problemas como el ciberbullying, el grooming o el sexting, que han terminado por instalarse en nuestro lenguaje habitual.

Desde hace dos décadas, el uso problemático, adictivo o patológico de Internet ha sido objeto de estudio en la literatura científica. Aunque el posible uso patológico suele cifrarse entre el 1% y el 5%, a día de hoy sigue sin existir consenso al respecto, fundamentalmente, por la falta de unanimidad a la hora de determinar cuál es realmente el constructo o problema a evaluar.

Pero vayamos por partes. Dos son los grandes retos a acometer en este ámbito: uno a nivel de evaluación y otro a nivel de prevención.

Por lo que se refiere a la evaluación, no es fácil contar con datos de prevalencia válidos y fiables acerca del uso que los adolescentes hacen de Internet, fundamentalmente por tres cuestiones. La primera conceptual, ¿qué queremos evaluar? Es necesario clarificar de qué estamos realmente hablando: de ¿adicción a Internet?, ¿uso patológico?, ¿uso problemático?, ¿dependencia? La heterogeneidad terminológica hace que resulte verdaderamente difícil comparar los resultados de los diferentes estudios y hacerse una composición de lugar certera de la magnitud del problema, básicamente porque cada estudio evalúa “realidades diferentes”. La primera tarea, por tanto, es alcanzar un consenso tanto en lo relativo a su denominación, como a sus criterios definitorios. El hecho de que el propio DSM-5 no recoja la adicción a Internet como tal (sino referida exclusivamente al juego online), ni se hayan podido consensuar todavía criterios diagnósticos, hace que prudentemente buena parte de los investigadores prefiramos hablar de “Uso Problemático”.

Un segundo obstáculo tiene que ver con la operativización del constructo, con los instrumentos de evaluación, ¿con qué evaluar? A pesar de la existencia de numerosas escalas y cuestionarios, algunas no proporcionan más que datos descriptivos acerca de los hábitos de uso, actitudes, percepciones o prácticas de riesgo. Otras, a pesar de ser concebidas con la intención de “estimar” el nivel de riesgo subyacente, no siempre cuentan con el aval científico necesario, o no están adaptadas a la población adolescente, no se dispone de una versión en castellano o han sido desarrolladas en culturas muy diferentes a la española. Es fundamental que se utilicen únicamente aquellos instrumentos que cuenten con propiedades psicométricas contrastadas y debidamente adaptadas al segmento poblacional, país y cultura objetos de estudio.

Una tercera cuestión tiene que ver con el diseño muestral y el procedimiento de recogida de datos utilizado. Muestras pequeñas, no representativas o extraídas de segmentos definidos vagamente (menores, adolescentes, estudiantes, jóvenes…) dificultan la comparación y la generalización. Además, el procedimiento de recogida de datos varía de un estudio a otro: una entrevista personal a domicilio, un cuestionario autoadministrado o un formulario online.

Con relación a este primer reto que supone disponer de una buena evaluación, nuestra contribución ha sido el desarrollo de una escala de screening del uso problemático de Internet entre adolescentes (Gómez, Rial, Braña, Varela y Barreiro, 2014), avalada desde un punto de vista teórico por la literatura precedente y por un grupo de expertos multidisciplinar (compuesto por psicólogos, psiquiatras y educadores) y, empíricamente, por un estudio psicométrico con una muestra de 2400 adolescentes. Dicha escala, junto con una serie de ítems complementarios, ha sido recientemente implementada en una plataforma online, a través de la cual se pretende llegar a toda la población de estudiantes de secundaria de Galicia (en torno a 90.000 individuos). Su estructura, redacción, formato y presentación está adaptada a los adolescentes y será cumplimentada en los propios centros, de manera anónima y confidencial. Sus características técnicas permiten además velar por la calidad de los datos, a través del control del tiempo de cumplimentación, la detección de patrones de respuesta uniformes, datos missing o respuestas incongruentes.

El segundo gran reto está relacionado con la prevención. ¿Qué podemos hacer? Las acciones a este nivel constituyen una responsabilidad compartida: institucional, escolar y familiar.

Por una parte, la Administración y las diferentes instituciones han de involucrarse tanto desde el punto  de la promoción de programas preventivos, como desde el punto de vista legal. Es necesario también que los centros escolares se conviertan en moduladores activos de las actitudes, percepciones y hábitos de uso de Internet, desterrando definitivamente las viejas clases de informática. Por otra parte, el acrónimo OCLA (Observar, Controlar, Limitar y Ayudar) resume el papel que se espera de los padres, caracterizado por una observación atenta de los hábitos de sus hijos, un control activo de aquellos usos potencialmente peligrosos, el establecimiento de límites y normas y la búsqueda de ayuda (tanto para sus hijos, como para sí mismos) en caso de que el problema llegue a interferir seriamente en el día a día. Por último, como bien señalan los expertos de la Comisión Europea, la educación constituye la mejor herramienta para alcanzar un uso saludable de la Red y las Nuevas Tecnologías. Lejos de la prohibición y la censura (eficaces únicamente a corto plazo), la educación en valores y habilidades de vida, así como trabajar la asertividad y la autoestima del adolescente son las mejores armas para el futuro.

El artículo completo puede encontrarse en la Revista Psicothema:

Gómez, P., Rial, A., Braña, T., Varela, J. y Barreiro, C. (2014). Evaluation and early detection of problematic Internet use in adolescents. Psicothema (2014), 26, 21-26.

Antonio Rial Boubeta es profesor titular del Dpto. de Psicología Organizacional, Jurídico-Forense y Metodología de las Ciencias del Comportamiento, de la Universidad de Santiago de Compostela. Autor de más de 80 artículos en revistas científicas nacionales e internacionales. Responsable de numerosos proyectos de investigación, contratos y convenios y director técnico de la Unidad de Psicología del Consumidor y Usuario (USC-PSICOM). Coordinador del Observatorio Gallego dos Adolescentes y las Nuevas Tecnologías.

Patricia Gómez Salgado es investigadora predoctoral de la Universidad de Santiago de Compostela. Máster en Psicología del Trabajo y las Organizaciones, Jurídico-Forense e Intervención Social, Máster en Dependencia y Gestión de Servicios Sociales. Miembro de la Unidad de Psicología del Consumidor y Usuario (USC-PSICOM). Autora de diferentes artículos sobre el uso problemático de Internet y las Nuevas Tecnologías entre los adolescentes.

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