Un nuevo estudio cuestiona la “hipótesis del espejo roto” en el autismo

24 Oct 2016

Los Trastornos del Espectro del Autismo (TEA) hacen referencia a un conjunto de condiciones caracterizadas “por algún grado de alteración del comportamiento social, la comunicación y el lenguaje, y por un repertorio de intereses y actividades, restringido, estereotipado y repetitivo”. Así define la Organización Mundial de la Salud este término genérico, cuya prevalencia estima en 1 de cada 160 niños.

Si bien ha aumentado la proliferación de estudios orientados a comprender la etiología de los Trastornos del Espectro del Autismo, a día de hoy, no es posible determinar una causa única que explique su aparición.

De forma específica, los problemas con las destrezas sociales han sido el centro de varias teorías que tratan de explicar exactamente el por qué se producen estos déficits. Uno de los ejemplos más prominentes, es la “hipótesis del espejo roto», que sugiere una alteración en el sistema de neuronas espejo (MNS). Este sistema de neuronas se activa cuando se observa una acción determinada y cuando se reproduce la misma -por ejemplo, al sonreír o ver a otra persona hacerlo-. Entre las funciones de las neuronas espejo se encuentra la de ayudar a interpretar las acciones de los demás, por lo que son consideradas el fundamento de la imitación humana y de gran parte de nuestra conducta social.

Algunos estudios respaldan la hipótesis del espejo roto, señalando que las personas con TEA no pueden imitar de forma espontánea las expresiones faciales de los demás, lo que podría explicar el por qué a menudo muestran dificultades para «leer» las emociones de las personas y/o para interactuar socialmente.

Sin embargo, algunos investigadores consideran que esta teoría resulta controvertida. A este respecto, un estudio reciente publicado en Autism Reserch ha puesto en duda “la hipótesis del espejo roto” para explicar el autismo.

Según indican los autores del estudio, titulado Intact Mirror Mechanisms for Automatic Facial Emotions in Children and Adolescents with Autism Spectrum Disorder (Los mecanismos para las emociones faciales automáticas en niños y adolescentes están intactos en los Trastornos del Espectro del Autismo), la realización de ciertos movimientos (levantar el dedo derecho) es más difícil cuando vemos a otra persona realizar una acción similar -pero no la misma- (levantar el dedo corazón). Esto podría explicarse, señalan, porque “reproducimos automáticamente los movimientos de la otra persona que, a su vez, interfiere con nuestra propia acción”. Algo similar sucede con las expresiones faciales: si vemos a alguien sonriendo, nos es más difícil fruncir el ceño. Estas acciones se fundamentan en un sistema de neuronas espejo intacto, de modo que, si existe alguna alteración en el autismo, las personas con TEA no experimentarán interferencias por las expresiones faciales de los demás.

Para llevar a cabo el estudio, los investigadores contaron con un grupo de 18 niños y adolescentes con autismo (edad media de 16 años) y un grupo control neurotípico de 18 niños de la misma edad. A ambos grupos se les pidió que reprodujeran expresiones faciales (sonreír o fruncir el ceño), dependiendo del color de un punto que aparecía sobreimpuesto a la imagen de un rostro sonriente, con el ceño fruncido o neutro. A todos los participantes se les indicó que se centraran en el color del punto en lugar de hacerlo en las caras, si bien la ubicación de los puntos hacía que resultara imposible ignorar los rostros de la imagen.

Los participantes completaron también una tarea similar con puntos superpuestos a estímulos no faciales, carentes de emoción (por ej., la imagen de un diamante).

Para evaluar el desempeño de las tareas, los investigadores registraron la actividad muscular mediante la técnica de la electromiografía.

Los datos mostraron que ambos grupos actuaron más rápido y con menos errores cuando la acción requerida era congruente con la expresión emocional del rostro presentado. Asimismo, se observó que aquellos participantes del grupo control con mayor empatía autopercibida sonrieron diligentemente en condiciones congruentes, mientras que en los participantes con TEA no se apreció correlación alguna entre la mímica facial automática y la empatía.

Este patrón de resultados sugiere que el mimetismo motor básico está intacto en los TEA, pero no está asociado con las habilidades cognitivas y sociales complejas, como la emoción, la comprensión y la empatía.

El estudio concluye afirmando que los resultados no apoyan la hipótesis de espejo roto, dado que la mímica facial espontánea -“que supuestamente depende del sistema de neuronas espejo”– está intacta en las personas con TEA. En cambio, los déficits relacionados con el autismo en las interacciones sociales podrían ser consecuencia de una reducida motivación social. Por ejemplo, tal vez las personas con autismo imitan menos la expresión facial de los otros, no porque carecen de la capacidad para hacerlo, “sino porque son están menos motivados para vincularse socialmente o porque los estímulos sociales no son tan llamativos o gratificantes para ellos”.

A juicio de los autores, este es un resultado interesante porque contrasta con investigaciones anteriores e indica que, si bien las personas con autismo “luchan para comprender a los otros, esto no es atribuible a ‘espejos rotos’”. Asimismo, señalan, partiendo de la base de que el sistema de neuronas espejo parece estar intacto en el autismo, los estudios futuros podrían centrarse en el desarrollo de posibles terapias.

Fuente: Schulte-Rüther, M., Otte, E., Adigüzel, K., Firk, C., Herpertz-Dahlmann, B., Koch, I., & Konrad, K. (2016). Intact mirror mechanisms for automatic facial emotions in children and adolescents with autism spectrum disorder Autism Research

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