El miedo al estigma de los y las menores con problemas de salud mental en el entorno escolar

28 Oct 2019

Las construcciones más clínicas y biomédicas de la salud mental, son percibidas como más estigmatizantes por niños y niñas y adolescentes, de modo que, un cambio de enfoque alternativo, puede ayudarles a normalizar la experiencia de recibir apoyo psicológico.

Esta es una de las conclusiones de un estudio publicado en la revista Journal of Affective Disorders, bajo el título Stigma related to targeted school-based mental health interventions: a systematic review of qualitative evidence (Estigma relacionado con intervenciones específicas de salud mental basadas en la escuela: una revisión sistemática de evidencia cualitativa).

Tal y como señalan los autores del estudio, a pesar de la prevalencia y el impacto negativo de los problemas de salud mental infanto-juvenil, la mayoría de niños y niñas y adolescentes no reciben tratamiento. Esta necesidad de insatisfecha de atención a la salud mental en la infancia y la adolescencia, manifiestan, “se reconoce como un problema de salud pública mundial“.

En este contexto, cada vez más profesionales ponen de relieve la necesidad de implementar servicios de salud mental basados en la escuela, subrayando la relevancia de incrementar el acceso al apoyo psicológico infanto-juvenil, contando, para ello, con la figura del psicólogo educativo en los mismos, una iniciativa que también en los últimos años, ha venido planteando el Consejo General de la Psicología.

A este respecto, los investigadores de este estudio recuerdan que el entorno escolar presenta sus propias características y desafíos distintos del entorno clínico. Concretamente, destacan los posibles problemas de estigma que pueden sufrir niños y niñas y adolescentes, por el mero hecho de estar en contacto con estos servicios dentro del centro educativo, y que impedirían que la intervención sea socialmente aceptable para los destinatarios de la misma.

Dado lo anterior, consideran fundamental comprender de qué modo las preocupaciones relacionadas con el estigma pueden comprometer la implementación eficaz de los servicios psicológicos en los centros educativos y cómo se pueden superar estos desafíos. Por ello, han llevado a cabo una revisión de estudios cualitativos, con el objetivo de identificar los posibles efectos estigmatizantes de la participación en intervenciones de salud mental basadas en la escuela, en aquellos y aquellas estudiantes de educación primaria y secundaria y qué acciones emprender para evitarlo.

Del análisis de los datos, se desprenden los siguientes resultados:

Existe evidencia de estigma anticipado y experimentado en relación con el apoyo a la salud mental. Los y las estudiantes manifiestan las siguientes preocupaciones:

  • Etiquetado negativo: una de las inquietudes señaladas por niños y niñas y adolescentes es que, al contactar con estos servicios, se conozca el estado de su salud mental y pueda provocar un etiquetado negativo por parte de sus iguales (etiquetas que enfatizan la diferencia y la desviación de la norma, como por ejemplo, «extraño», «anormal», y/o etiquetas que reflejan actitudes estereotipadas hacia las personas con problemas de salud mental, del tipo, «psicópata» o «loco».

    Si bien este etiquetado negativo generalmente se describe en relación con las opiniones de los demás, para algunos y algunas estudiantes hay un sentido interno de incompetencia personal y sentimientos asociados con la culpa y la vergüenza, que reflejan procesos de autoestigmatización.

  • Reacciones discriminatorias: miedo a las reacciones hostiles anticipadas y experimentadas de los compañeros, incluido el acoso y las burlas manifiestas, y el sentimiento de rechazo y de ser juzgados. Los docentes y orientadores también son percibidos como una fuente de discriminación (algunos estudiantes revelan haberse sentido «odiados» y tratados de manera desigual debido al contacto con los servicios de salud mental).

  • Confidencialidad comprometida: a los estudiantes les preocupa que los orientadores puedan divulgar detalles de su salud mental a otros, y que sus amigos puedan romper esa confidencialidad.

Las preocupaciones relacionadas con el estigma se traducen en una serie de consecuencias:

  • Ansiedad anticipatoria: los estudiantes revelan sentir miedo a las reacciones negativas y presentan un elevado nivel de incertidumbre al anticipar e iniciar el contacto con los servicios de salud mental.

  • Divulgación restringida: otra barrera relacionada con el estigma es el temor a las consecuencias negativas de la divulgación, que provocan la renuencia de algunos y algunas estudiantes a ser completamente abiertos durante las sesiones de orientación.

  • Rechazo del apoyo disponible: minimizando su necesidad de apoyo y los posibles beneficios del mismo.

Estrategias que pueden atenuar esta situación:

  • Aplicación de construcciones alternativas para el apoyo psicológico: la evidencia indica que los estudiantes responden favorablemente cuando el contenido central de las intervenciones enfatiza los aspectos relacionales con los proveedores y el manejo práctico de los problemas cotidianos (por ejemplo, hablar, escuchar y resolver problemas), en lugar de construcciones más clínicas y biomédicas de la salud mental, las enfermedades y la terapia, percibidas por ellos como más estigmatizantes. Por tanto, cambiar el enfoque biomédico por otro alternativo, puede ayudar a normalizar la experiencia de recibir apoyo psicológico.

  • Mayor capacidad de elección y control: las experiencias positivas y no estigmatizantes se debaten en términos de elección y control en la búsqueda de ayuda. Hacer sentir a los y las estudiantes como usuarios y usuarias de servicios proactivos, en lugar de receptores pasivos de atención psicológica, es una acción útil que influye en el rechazo a las actitudes críticas de los compañeros y les alienta a hacer valer su derecho a buscar apoyo.

  • Garantizar la confidencialidad y fomentar la confianza: dada la sensibilidad en torno a la divulgación de los problemas de salud mental y el uso del servicio en las escuelas, la confidencialidad y la confianza son clave para superar las barreras relacionadas con el estigma. Ejemplos para tal fin son la mejora de privacidad en relación con el entorno físico (por ej., evitando habitaciones con ventanas de vidrio transparente, uso de métodos discretos, como citas genéricas, para indicar que un estudiante necesitaba abandonar la clase).

Para el fomento de la confianza, es fundamental garantizar que los y las estudiantes estén claramente informados sobre los procedimientos de intervención, y particularmente, sobre cómo se va a gestionar la privacidad y la elección. Una vez que se establece un sentido de confidencialidad y confianza, los estudiantes se sienten capaces de participar plenamente con el apoyo y debatir sus problemas. A su vez, los proveedores de servicios afirman que su capacidad para brindar un apoyo eficaz, depende de la medida en que los y las estudiantes los perciben como confiables.

Brindar información clara y anticipada también es importante para aclarar las expectativas y resolver las incertidumbres sobre el contenido y la entrega de las intervenciones, que de lo contrario pueden causar ansiedad anticipada y riesgo de desconexión.

Estos hallazgos ilustran la dinámica complicada que enfrentan los y las estudiantes en el entorno escolar, donde los compañeros pueden representar una valiosa fuente, tanto de apoyo, como de preocupación con respecto al etiquetado negativo y otros comportamientos discriminatorios.

De los resultados anteriores, el estudio enfatiza la relevancia ecológica y la terminología accesible (por ejemplo, la resolución de problemas en situaciones cotidianas) sobre “las construcciones biomédicas en el marketing social de las intervenciones de salud mental”, así como la trascendencia de evitar el lenguaje estigmatizado en torno a la «salud mental».

Asimismo, pone el foco en el hecho de que la provisión de salud mental es relativamente más común en las escuelas secundarias en comparación con las escuelas primarias, dado que la muestra de niños y niñas y adolescentes en la mayoría de estudios incluidos en esta revisión, son estudiantes de secundaria de al menos 12 años. En esta línea, atendiendo al hecho de que tanto los problemas de salud mental como el estigma se manifiestan entre los más pequeños, se aconseja que la investigación futura analice las posibles influencias estigmatizantes en relación con el apoyo a la salud mental en muestras más jóvenes.

Los autores concluyen subrayando la utilidad de estas conclusiones para emprender estrategias que puedan mitigar las preocupaciones relacionadas con el estigma, e incrementar el acceso de los estudiantes al apoyo en salud mental.

Fuente: Gronholm, Petra C. and Nye, Elizabeth and Michelson, Daniel (2018) Stigma related to targeted school-based mental health interventions: a systematic review of qualitative evidence. Journal of Affective Disorders, 240:17-26. DOI: 10.1016/j.jad.2018.07.023

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