Es primordial responder a las necesidades de salud mental infantil en zonas de conflicto, según Save the Children

13 Nov 2019

“El impacto de los conflictos en la salud (física y mental) de los niños y las niñas es devastador”. Así de tajante se muestra la organización Save the Children en su último informe, a través del cual pone de relieve los problemas de salud mental que presentan los menores que viven en zonas de conflicto y recoge una serie de recomendaciones para abordarlas, tanto a nivel legislativo como de intervención.

Ya en junio de 2019, la Organización Mundial de la Salud alertaba en un informe que el 17% de los adultos que viven en zonas de conflicto presentan trastornos de salud mental leves a moderados, que requieren apoyo no especializado, y señalaba la probabilidad de que otro 5% de los adultos pudiera estar experimentando algún trastorno de salud mental grave.

A este respecto, suponiendo que dichas tasas sean similares en el caso de niños, niñas y adolescentes, Save the Children estima que, alrededor de 24 millones de menores que actualmente viven este tipo de situaciones, podrían estar experimentando altos niveles de estrés y tener trastornos de salud mental leves a moderados que requieren un nivel de apoyo adecuado.

Asimismo, calcula que otros 7 millones de niños y niñas se encuentran en riesgo de desarrollar trastornos de salud mental graves.

Tal y como manifiesta la organización en su informe, la experiencia de vivir en áreas bombardeadas, ocupadas y asediadas “aniquila la sensación de seguridad de niños y niñas, así como el control de lo que ocurre en su entorno”. Igualmente, la pérdida o la separación de alguno de sus padres o de la persona que los/as cuida, puede conllevar profunda aflicción y ansiedad.

En este contexto, los niños y las niñas afectados de manera directa por la violencia y/o la explotación pueden, no solo sufrir lesiones físicas, sino, además, experimentar un intenso temor. Tales situaciones pueden tener un efecto profundamente negativo en su autoestima, causarles altos niveles de angustia y menoscabar su desarrollo social y emocional, afectando gravemente a su salud mental y su bienestar.

No obstante, Save The Children considera que, incluso en las circunstancias más extremas, los niños y las niñas pueden demostrar resiliencia, “sobre todo, si se los ayuda a recuperarse”. En esta línea, los aspectos fundamentales de esa atención son garantizar que los y las menores estén a salvo, que sus necesidades básicas estén cubiertas, que las familias se mantengan unidas y/o se logre su reunificación -o que se consiga a otra persona que se encargue del cuidado del niño o la niña-, y que los pequeños y las pequeñas tengan apoyo de la comunidad, por ejemplo, a través de las escuelas.

A pesar de lo expuesto, la Organización lamenta la insuficiente asistencia existente para abordar las necesidades de salud mental infantil en situaciones de conflicto y pone de relieve la urgente necesidad de incrementar la financiación y adoptar mayores medidas en general.

Afirmando que el problema sistémico que representa el daño a la salud mental infantil requiere de soluciones sistémicas, subraya la relevancia de implementar acciones con impacto, en el marco de una respuesta multisectorial que abarque todo el sistema. Un aspecto fundamental es la financiación general de la atención de la salud mental y el apoyo psicológico y social, que exige un planteamiento coordinado. Para abordar eficazmente esta cuestión, el informe propone aumentar la intervención en salud mental y apoyo psicológico y social mediante la educación.

En esta línea, hace referencia a la pirámide de intervenciones aplicada por el Comité Permanente entre Organismos sobre Salud Mental y Apoyo Psicológico y Social, para explicar los distintos niveles de apoyo que se necesitan para brindar servicios de salud mental y apoyo psicológico y social de calidad en contextos de emergencia.

Según este esquema, en un nivel inferior se incluirían los servicios básicos (todo aquello que es absolutamente esencial para que se pueda sobrevivir de manera segura y socialmente apropiada, como albergue, alimentos, higiene y otros servicios básicos). El segundo nivel consistiría en ofrecer apoyo comunitario y familiar, lo que comprende las redes de apoyo y de seguridad tradicionales en la comunidad a las que pueden acceder las personas necesitadas. Esto puede incluir establecer entornos de contención para niños, niñas y sus familias, como por ejemplo, espacios especialmente preparados para niños y niñas, centros juveniles o escuelas.

El tercer nivel consistiría en el apoyo emocional focalizado, de tipo no especializado. Suele abarcar atención de la salud proporcionada por médicos de Atención Primaria, asesoramiento básico que no es de carácter médico ni clínico, y ayuda de trabajadores de asistencia comunitarios capacitados.

El cuarto nivel haría referencia a servicios especializados que brindan profesionales de salud mental, como psicólogos clínicos, psiquiatras o personal de enfermería psiquiátrica.

De acuerdo con el informe de Save the Children, partiendo de la evidencia de que el acceso a la educación contribuye a mejorar los resultados en materia de salud mental, es esencial que en cada uno de los niveles de la pirámide del Comité Permanente entre Organismos, se proporcionen distintos tipos de apoyo psicológico y social mediante la educación.

En este sentido, las escuelas y los espacios especialmente preparados para niños y niñas pueden brindarles una sensación de normalidad y de rutina, protegerles de abusos, descuido, explotación y violencia, facilitarles vínculos de contención con iguales, docentes y miembros de la comunidad, así como ofrecerles un sentido de cohesión y de pertenencia con respecto a la sociedad en general, garantizando un entorno seguro y enriquecedor para ellos.

Teniendo en cuenta la relación entre el bienestar psicológico y el aprendizaje, la organización considera fundamental integrar los enfoques psicológicos y sociales, la promoción de la salud mental y las intervenciones preventivas en los servicios de educación, a fin de paliar los efectos perniciosos de la exposición a situaciones de conflicto. Así, el apoyo para la salud mental infantil contribuye a que niños y niñas con trastornos leves o moderados permanezcan en la escuela y puedan mejorar sus resultados académicos y de aprendizaje social y emocional. Una educación integradora de la promoción de la salud mental y el bienestar también puede favorecer la recuperación de los niños y las niñas en un sentido más amplio.

Para poder implementar de manera eficiente las cuestiones de salud mental y el apoyo psicológico y social en las escuelas y en los espacios especialmente preparados para niños y niñas, Save the Children considera esencial que se capacite a los adultos pertinentes, para ayudar a los niños y las niñas a recuperarse (y, a su vez, apoyar a esos mismos adultos para que puedan recuperarse de sus propias experiencias en situaciones de conflicto). De hecho, afirma, “los espacios de aprendizaje ofrecen un ámbito propicio para formar al profesorado en habilidades básicas de apoyo, como primeros auxilios psicológicos”. También se puede hacer partícipe a la familia y a las comunidades en el aprendizaje del niño o la niña, y servir de ámbito para llevar adelante intervenciones estandarizadas y basadas en programas, como aprendizajes sociales y emocionales. De este modo, “los maestros y demás personal capacitado pueden promover entornos emocionalmente seguros y contenedores, definir planes personalizados para niños y niñas, y derivarles a otros servicios cuando sea necesario”.

Se puede acceder al informe desde la página Web de Save the Children, o bien directamente a través del siguiente enlace:

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