¿DE QUIÉN ES LA CULPA?: PARANOIA, DEPRESIÓN Y ATRIBUCIONES CAUSALES

3 Ago 2006

Carmelo Vázquez1, Cristina Díez-Alegría1-2, Marta Nieto1, Filiberto Fuentenebro1, Carmen Valiente1

Universidad Complutense de Madrid1, Hospital Clínico San Carlos de Madrid2

Durante décadas, la Psicología ha dado la espalda al estudio de los síntomas psicóticos, pero este panorama ha empezado a cambiar. El estudio de procesos cognitivos y emocionales implicados en la formación y mantenimiento de ideas delirantes es, actualmente, uno de los temas centrales de investigación en el ámbito de la Psicopatología y Psicología Clínica experimental. 

La elección de un síntoma (en este caso, el delirio) como objeto de estudio, responde a la necesidad de adoptar nuevas estrategias de investigación que solventen las limitaciones conceptuales y metodológicas de los sistemas de clasificación de la conducta «patológica», centrados en satisfacer criterios que conducen a etiquetas diagnósticas de cuestionable validez (por ejemplo, DSM de la APA y la CIE de la OMS).

Además, la vuelta al síntoma, o a unidades de análisis más cercanas a la conducta, como objeto de estudio en la Psicología clínica, permite el análisis de fenómenos habitualmente ignorados y de enorme interés (como ha sido el caso de los delirios), mejorar la comprensión de la fenomenología de síntomas particulares, facilitar desarrollos teóricos, permitir la identificación de fenómenos clínicos relacionados con el comportamiento normal, mejorar la capacidad discriminativa de los sistemas de clasificación derivada de una mejor comprensión de síntomas individuales y facilitar la identificación de síntomas específicos, como objetivos de las intervenciones terapéuticas (Persons, 1986).

Pero, ¿qué tienen de especial los delirios desde el punto de vista del funcionamiento humano? Modernamente, desde la Psicología experimental cognitiva y la Psicopatología, se asume que los delirios tienen un proceso de formación y mantenimiento similar al de las creencias «normales»; si bien, estarían implicados diferentes sesgos perceptivos y de razonamiento en el procesamiento de información emocionalmente relevante.

De este modo, la investigación experimental ha aplicado conceptos y metodologías similares al estudio de procesos implicados en otros trastornos como la depresión o la ansiedad, mostrando la presencia de sesgos en diferentes etapas del procesamiento de la información (sesgos preatencionales y atencionales hacia información amenazante, sesgos de memoria en el recuerdo de información amenazante, precipitación en la formación de conclusiones, etc.) – ver revisión en Bentall, 2003. Así pues, la Psicología ha empezado a aproximarse a la explicación de fenómenos que se creían alejados de cualquier explicación psicológica científica.

 

Una vía especialmente fructífera para el análisis de los delirios es entender los procesos de razonamiento causal subyacentes. En cierto sentido, el delirio es una «explicación» de la realidad y, desde esta perspectiva, la Teoría de la Atribución Social de Kelly (1967) ha propiciado un marco útil de trabajo, no sólo para el estudio de cuadros clínicos como la depresión, sino también para el estudio de los delirios; ya que dicha teoría da cuenta de cómo tratamos de explicar cuanto nos acontece, qué tipo de explicaciones causales damos a nuestra propia conducta y a la conducta de los demás (ver una revisión en Díez-Alegría y Vázquez, 2006).

¿Cómo se estudia el razonamiento causal? Un modo habitual es solicitar a los participantes que piensen sobre la posible causa de varios sucesos hipotéticos (positivos y negativos), y de este modo, se evalúa el estilo atribucional del participante. Cuando se hace esto, los datos suelen indicar que los individuos con delirios paranoides tienden a atribuir a causas externas los sucesos negativos (en la misma dirección, pero de mayor magnitud que el sesgo típico hallado en población normal), culpando a los demás de los eventos adversos (sesgo atribucional personalizante). Este estilo atribucional constituye un patrón opuesto al típicamente hallado en pacientes con depresión, quienes tienden a atribuir a causas internas, globales y estables los sucesos negativos.

 

Sin embargo, cuando se ha estudiado el estilo atribucional de un modo encubierto, el patrón que emerge en los delirantes paranoides parece ser semejante al de los depresivos, es decir, efectúan atribuciones internas para sucesos negativos. Aunque estos resultados no son siempre consistentes (Diez-Alegría, Vázquez, Nieto-Moreno, Valiente y Fuentenebro, 2006), otros estudios que han empleado diferentes paradigmas experimentales (como tareas de memoria), ofrecen algún apoyo a esta similitud entre procesos delirantes y depresivos.

Esto ha llevado a proponer que los esquemas cognitivos implícitos de las personas con delirios paranoides podrían ser semejantes a los de las personas deprimidas. En definitiva, esta hipótesis plantea que la paranoia puede ser un mecanismo protector de una baja autoestima o de un concepto negativo de uno mismo.

En este contexto, se llevó a cabo un estudio con dos finalidades: en primer lugar, determinar si el sesgo atribucional personalizante (o tendencia a inculpar a otros por sucesos negativos), hallado en estudios previos era una característica específica de los delirios paranoides. En segundo lugar, explorar la posible existencia, en individuos con delirios paranoides, de un estilo de razonamiento causal implícito similar al hallado en los estudios de depresión (esto es, interno ante sucesos negativos y externo ante los positivos).

Para la consecución de los objetivos planteados, participaron 40 pacientes con delirios activos (19 con delirios paranoides y 21 con delirios no-paranoides), quienes completaron una tarea de razonamiento causal, en la que se les pedía explícitamente que infiriesen las causas de 32 situaciones hipotéticas (16 positivas y 16 negativas) – el Internal, Personal and Situational Attributions Questionnaire (IPSAQ; Kinderman y Bentall, 1996). Completaron también el Pragmatic Inferencial Test (PIT; Winters y Neale, 1985), tarea que se presenta como una prueba de memoria, pero que, en realidad, permite explorar el patrón de razonamiento causal implícito.

Los resultados obtenidos indicaron la presencia de un sesgo atribucional personalizante en el grupo de delirantes paranoides y en el grupo de delirantes no paranoides. Ambos grupos de participantes tendieron a culpar a los demás de los sucesos hipotéticos negativos planteados de forma explícita en el IPSAQ, y se atribuyeron a causas internas los sucesos positivos (lo que se denomina sesgo auto-sirviente).

El resultado más interesante emergió de la tarea implícita de razonamiento causal. A diferencia del hallado con la tarea explícita, el grupo de pacientes paranoides mostró un estilo atribucional encubierto similar al hallado en pacientes con depresión, tendiendo culparse de los sucesos negativos, mientras que los delirantes no paranoides mantenían un patrón atribucional autosirviente. El empleo de una tarea evaluadora del estilo atribucional, como el IPSAQ, permite un análisis más detallado y clínicamente relevante del patrón de razonamiento causal.

El hallazgo del sesgo personalizante en el ámbito clínico es de gran relevancia. La inculpación a otros puede tener muchas repercusiones clínicas en estos pacientes (por ejemplo, sentimientos de ira y de agravio, juicios erróneos sobre la intencionalidad, conductas de evitación pero también de agresión, o incapacidad para perdonar), siendo la dificultad para encontrar u ofrecer explicaciones situacionales o circunstanciales ante sucesos negativos de relevancia en la configuración de un modelo de delirio paranoide (Bentall, 2003).

 

En cualquier caso, la investigación sobre estos sesgos atribucionales es aún muy escasa, a pesar de su gran relevancia, debido a la predominancia de un modelo conceptual atribucional que, siendo quizás un tanto simplista (v.g. locus externo vs. interno), ha dominado el panorama de la investigación en Psicología Clínica.

Siguiendo en la línea de los resultados antes mencionados, para algunos autores (Bentall, 2003), la existencia de un patrón implícito de estilo depresivo en los pacientes paranoides confirmaría la presencia de autoesquemas negativos implícitos –de hecho, similares a los hallados en la depresión-, así como la posible función autoprotectora del delirio paranoide.

En situaciones como las propiciadas por las tareas encubiertas o implícitas, en las que el individuo no percibe la necesidad de poner en marcha mecanismos defensivos, se facilitaría la posibilidad (como probablemente sucede con la tarea del PIT) de la aparición de dichos autoesquemas cognitivos más negativos. No obstante, esta fascinante idea necesita de más estudios en los que se utilicen diferentes medidas de cogniciones implícitas.

Finalmente, nos gustaría destacar las implicaciones que estudios como el aquí descrito, desde el ámbito de la Psicopatología Clínica experimental, pueden tener en la práctica clínica. Los síntomas psicóticos positivos (por ejemplo, delirios y alucinaciones) están mostrando ser susceptibles de intervención psicológica (ej. Valiente, 2002), siendo las intervenciones cognitivo-conductuales eficaces en su tratamiento (ej. Haddock, Tarrier, Spaulding, Yusupoff, Kinney y McCarthy, 1998) y en la mejoría del funcionamiento general de estos pacientes (Cormac, Jones, Campbell y Silveira da Mota Neto, 2004).

Aunque aún no se conocen los mecanismos de cambio implicados, es posible que algunos factores ligados al procesamiento de la información (por ejemplo, procesos atencionales, estilo atribucional, elaboración de conclusiones, etc.) – López-Luengo y Vázquez (2005)- puedan ser elementos mediadores importantes, y de ahí la necesidad del apoyo de estudios básicos de dichos procesos que permitan avanzar en un campo, como el del delirio, relativamente ignorado en la investigación clínica experimental.

Para ver las referencias bibliográficas pincha aquí.

La investigación original en la que se basa este artículo puede encontrarse en la Revista de Psicopatología y Psicología Clínica: Vázquez, C., Díez-Alegría, C., Nieto-Moreno, M., Valiente, C., Fuentenebro, F. (2006): Atribuciones causales explícitas e implícitas en el delirio: estudio de su especificidad en delirios paranoides y no paranoides. Revista de Psicopatología y Psicología Clínica. 11 (1), 21-36.

Sobre los autores y autoras:

Carmelo Vázquez es Catedrático de Psicopatología de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Fue becario Postdoctoral Fulbright en Northwestern University (Evanston, Illinois), desde 1984 a 1986, y ha publicado numerosos artículos en revistas nacionales e internacionales sobre procesos cognitivos en trastornos afectivos y psicóticos.

Cristina Diez-Alegría Gálvez es Doctora en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid, especialista en Psicología Clínica y trabaja como Psicóloga Clínica del Servicio de Psiquiatría del Hospital Clínico San Carlos de Madrid. Es Profesora Asociada a Ciencias de la Salud del Departamento de Psicología Clínica de la UCM.

Marta Nieto Moreno es Licenciada en Psicología y Máster en Psicología Clínica y de la Salud en la UCM. Actualmente investiga en el área de trastornos esquizofrénicos y trastornos afectivos en la Facultad de Psicología de la UCM y en la Facultad de Medicina de la UAM. Obtuvo el Diploma de Estudios Avanzados (DEA) en la UCM con el trabajo: «Estudio de la especificidad de sesgos cognitivos atribucionales en distintos tipos de delirios: delirios paranoides vs no paranoides».

Filiberto Fuentenebro de Diego es Profesor Titular de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la UCM. Ha realizado trabajos postdoctorales en las Universidades de California, Los Angeles (UCLA) y en la de Cambridge (Reino Unido). Está especializado en la investigación sobre psicopatología descriptiva e historia y epistemología de la psiquiatría. Ha realizado un centenar de publicaciones de su especialidad, la más reciente Psicopatología y Fenomenología de la Corporalidad , editada por la Sociedad de Historia y Filosofía de la Psiquiatría.

Carmen Valiente Ots es Licenciada y Doctora en Psicología por la Universidad de Arizona (EE.UU.), es Profesora Asociada de la Facultad de Psicología (Psicología Clínica) de la UCM. Psicóloga Clínica en el Hospital Clínico San Carlos (Servicio de Psiquiatría) y especialista en intervenciones psicológicas en psicosis.

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