INFANCIA Y ADOLESCENCIA: ¿ESTAMOS JUGANDO EL PAPEL QUE DEBEMOS? – ENTREVISTA A Mª ASUNCIÓN ORTEGO

6 Sep 2006

María Asunción Ortego, Psicóloga y Terapeuta, desarrolla su labor en la Unidad de Salud Mental Infanto-Juvenil del Hospital Virgen de la Victoria del Servicio Andaluz de Salud. Ha participado recientemente en uno de los cursos de verano ofrecidos por la Universidad del País Vasco, dedicado a la ‘Impulsividad y violencia en niños y adolescentes’. Habla para Infocop Online sobre algunos de los aspectos vinculados a este tema.

ENTREVISTA

Es posible encontrar en prensa y diversos medios de comunicación, noticias relacionadas con la violencia en las aulas, el acoso escolar… ¿En qué medida considera que este aumento de los comportamientos violentos en las escuelas está relacionado con el cambio de valores en la sociedad actual?

En la sociedad actual prima el hedonismo, el placer inmediato y los «valores» más relevantes son tener derecho a todo sin obligaciones. En los procesos educativos de los niños estamos viendo, demasiado a menudo, pautas de crianza que no ayudan a la tolerancia de la frustración y la adecuada canalización de los sentimientos negativos.

En la crianza, las funciones de contención parental normativa y emocional tienen como fin ayudar a los hijos a organizarse mentalmente. Con la contención normativa se trata de plasmar los valores, normas y reglas que se consideran válidos. Las funciones contenedoras de los padres deben ser llevadas a cabo de modo coherente y consistente en función de la edad y la fase evolutiva de los hijos. Está implicada directamente en el desarrollo de la conciencia moral.

Respecto a la contención emocional, el elemento clave es la empatía y la respuesta sensible a las necesidades del hijo para darle lo que necesita emocionalmente. Esta supone «ponerse en el lugar del otro», «entender que el otro existe y tiene el mismo derecho que yo». Entender y aceptar estos valores supone limitar las expresiones violentas porque harían daño a otros.

Hay pequeños que pasan mucho tiempo solos por diferentes motivos, entre los que se cuentan madres solas que deben hacerse cargo de los niños, progenitores que no asumen sus responsabilidades, las largas jornadas laborales de los padres… ¿Qué consecuencias pueden derivarse de esta situación?

Lógicamente tenemos que trabajar para vivir y más hoy en día que las necesidades son tantas, pero deberíamos reflexionar acerca de ello ya que el precio que estamos pagando es demasiado alto. Los niños necesitan a sus padres o a personas adultas que se ocupen de ellos de un modo adecuado. La falta de red social de apoyo ha llevado a que las familias se encuentren muy solas en los procesos de crianza y los niños pasen demasiado tiempo sin nadie que les supervise y controle cómo llegan del colegio, cómo comen, qué ven en la TV, qué deberes tienen, etc.

 

Esto dificulta el desarrollo psicosocal y favorece la aparición de problemas de descontrol y desorganización. La frase «la calidad es más importante que la cantidad» se ha repetido muchas veces y estoy de acuerdo con ella, pero hace falta un nivel de cantidad para que la calidad sea buena y más en la educación, que es un proceso largo, intenso y al que afectan muchos factores que no siempre podremos controlar.

En su opinión, ¿qué tipo de respuesta puede darse frente a este problema?

Frente a los problemas de violencia de los niños hace falta una respuesta integral en el ecosistema, incluyendo al niño, la familia, la escuela, el barrio, etc. Para ello es necesario que estén implicadas diferentes instituciones: educación, servicios sociales, sanidad, fiscalía de menores.

En la intervención macrosocial hacen falta políticas de protección del menor frente a los mensajes de violencia y cosificación del otro tan frecuentes en los juegos de videoconsolas y ordenadores, y series de TV, especialmente algunos dibujos animados. Así mismo programaciones de diverso género que presentan al agresivo como el exitoso, y muestran como una cualidad la humillación y el desprecio de los demás.

La sociedad actual es tremendamente exigente a nivel social. Se espera de cada uno de nosotros que seamos capaces de llegar a todo tipo de actividades y además que lo hagamos bien. ¿Cómo puede estar afectando este nivel de exigencia social al desarrollo de los niños y adolescentes?  

Tal y como hemos dicho estamos sometidos al «control del nivel» o lo damos o no estamos en él. Tenemos unos años para alcanzar un nivel que nos permita vivir como mejor podamos y para ello hay que dedicar un gran esfuerzo y pagar un alto precio. La crianza de los hijos es uno de los que estamos pagando, ellos también lo están pagando, lo estamos pagando todos.

 

Igualmente, nuestra sociedad fomenta y anima comportamientos permisivos e impone pocos límites a niños y jóvenes, en ocasiones parece que los adultos nos hubiéramos olvidado de que el compromiso moral es una parte imprescindible del desarrollo ¿cabe decir, bajo su punto de vista, que los jóvenes han perdido el desarrollo del «compromiso moral» y del «sentimiento de culpa», que se está dando una pérdida de los valores de compromiso, esfuerzo, autosuperación…?

El compromiso moral se aprende cuando alguien te lo enseña, uno de los problemas actuales es que no se enseña y menos a través del ejemplo. La moralidad se aprende a través de los valores mencionados anteriormente. Estos se trasmiten por medio de las pautas de crianza y a través de las funciones de contención parental. La coherencia y consistencia moral están demasiado ausentes en todos los niveles de la sociedad actual y los jóvenes lo reprochan con razón cuando se les exige.

Los valores que pedimos a los niños y a los jóvenes no son tan fácilmente alcanzables sin un compromiso de todos. No hay que olvidar que esta sociedad consumista, hedonista y carente de valores morales la formamos todos, y tenemos el deber de comprometernos y exigir que cambien las cosas, pero primero hagamos una labor de autocensura.

En un sentido más amplio, ¿cómo pueden, desde la Psicología, fomentarse relaciones más sanas entre padres e hijos?

Los psicólogos tenemos diferentes ámbitos de intervención en función de nuestra especialidad y nuestra labor está dirigida a que los individuos estén sanos en el sentido del bienestar físico, psicológico y social. Eso nos convierte en un colectivo ubicado en el centro de operaciones para detectar, diagnosticar e intervenir para alcanzar ese objetivo. Desde la psicología escolar y clínica se puede realizar una gran labor en ese sentido. Las escuelas de padres y las intervenciones de orientación y terapia familiar son claves para fomentar unas relaciones más sanas entre padres e hijos, ayudando a los primeros a cuidar y educar en valores humanistas y a los segundos a colaborar en ese desafío que es el desarrollo basado en el respeto y el cariño.

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