TRANSMISIÓN DE VALORES DESDE LA EDUCACIÓN EMOCIONAL

24 Oct 2006

Recientemente, se recogía en diversos medios de comunicación electrónicos la presentación del libro La transmisión de valores desde la educación emocional, de la psicóloga Ester Martínez.

Hoy en día, el denominado bullying o acoso escolar supone un problema social y un reto para los psicólogos y psicólogas en el ámbito de la educación. En este sentido, la educación emocional y en valores se revela como una herramienta educativa y socializadora de gran envergadura.

Ester Martínez Vera, escribe para los lectores de Infocop Online acerca de la importancia que para ella tiene la educación emocional y el papel que los psicólogos y psicólogas podemos desempeñar en la educación de los más jóvenes en el ámbito familiar y educativo.

Ester Martínez Vera

Como psicóloga, trabajando en clínica y en el campo educativo, me ha resultado paradójico que, desde hace años, en nuestro momento histórico, cuando contamos con más libertad y comodidades que nunca, el ser humano se sienta tan perdido a la hora de educar a su prole.

 

Cuando empiezo a escribir el libro Transmisión de Valores desde la Educación Emocional, aunque lo hago basándome en mis conocimientos de Psicología evolutiva y educativa, no pretendo que sea un tratado de ninguna de las dos cosas, lo que me impulsa a escribir es acercarme al sistema familiar y analizar lo que ocurre en su seno, encontrar las necesidades básicas y aportar pautas de actuación para que los hijos que nacen en los hogares del siglo XXI, lo hagan con dignidad y equilibrio.

En las consultas, en las AMPAS, en la calle, nos encontramos cada día con más padres que dudan y se angustian ante temas como su propia escala de valores, cómo deben transmitirla a sus hijos, la autoridad que deben ejercer, los límites que han de establecer, etc.

Hemos de reconocer que la generación de padres y madres de nuestros días está compuesta por personas que han vivido un modelo parental, ahora ya en declive, pero a la que se le demanda múltiples y renovadas expectativas como educadores y modelos. Es desde esa situación que abordamos y damos propuestas para la difícil tarea de educar.

Nuestros hijos e hijas, y las vidas que les ha tocado vivir, en este momento histórico tan complejo, necesitan un acercamiento muy especial. Durante toda la obra insisto en la necesidad de que se tenga en cuenta que el proceso de identidad de cada hijo es único e irrepetible y que la educación requiere mucho amor, mucho tiempo (que es un bien muy escaso en nuestros días), gran dedicación y esfuerzo.

Necesitamos, más que nunca, padres que se amen y amen a sus hijos, que estén disponibles y sean sensibles a las demandas, a la vez que firmes y constantes en la imposición de límites. Este tipo de progenitores podrán dotar a los hijos de un bagaje para la vida que difícilmente se podría adquirir de cualquier otra manera.

Pero para realizar esa tarea se necesita estar presente, no abdicar de los deberes que como padres tenemos y priorizar como elección vital la educación de los hijos; aunque tengamos que hacer renuncias a muchas de nuestras «autorrealizaciones». Sólo seremos capaces de tanto sacrificio cuando entendamos que educar es una tarea noble y valiosa, que requiere nuestro esfuerzo, quizás porque será la huella más notable que podamos dejar de nuestra propia existencia.

 

La maternidad y la paternidad nos convocan a una dimensión como sujetos que se proyecta para toda la vida y que conecta con nuestra propia historia vivida como hijos. Es quizás la tarea vital que más nos trasciende, que más nos implica y que más nos cuestiona en lo profundo de nuestro ser.

Mi ruego, el grito que se desprende de las casi trescientas páginas del texto es que como familias, como profesionales, hagamos un alto en el camino para reflexionar sobre lo que estamos haciendo y los resultados que nuestras intervenciones educativas están aportando a la sociedad. Creo que es momento de levantarnos y construir entre todos una nueva forma de educar desde la afectividad y los límites que hagan que los niños de hoy puedan gozar de su derecho de tener una vida sana y feliz sin malos tratos, sin abusos y sin sobreprotecciones.

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