DEBERES PARA CASA, SÍ O NO: UNA CUESTIÓN A DEBATE

17 Nov 2006

Pedro Rosário *, Rosa Mourao *, José Carlos Núñez+, Julio Antonio González-Pienda+ y    Paula Solano+

* Universidad de Minho (Portugal), + Universidad de Oviedo (España)

Los resultados de los numerosos estudios realizados sobre el proceso de enseñanza y aprendizaje han mostrado que existe una relación significativa entre la implicación familiar y el éxito académico de los estudiantes (González-Pienda & Núñez, 2005). Así, se sabe que la implicación familiar positiva influye en las condiciones de los estudiantes para un óptimo aprendizaje, independientemente del curso en que se encuentren y hace disminuir la probabilidad de que el estudiante abandone la Enseñanza Secundaria.

Uno de los elementos que hoy en día está recibiendo más atención como vínculo entre familia y escuela son las tareas que los profesores asignan a sus alumnos para realizar en casa (Rosário, Mourão, Núñez, González-Pienda & Solano, 2006). Concretamente, y a pesar de la controversia existente sobre la necesidad de las «Tareas para Casa» (TPC), la investigación ha encontrado que cuando los padres dedican un tiempo al apoyo de las tareas escolares de sus hijos, éstos mejoran su rendimiento y sus competencias académicas (p.e., Fehrmann, Keith, & Reimers, 1987; Rosário, et al, 2005; Symeou, 2006; Useem, 1992). 

Las tareas para casa (TPC), definidas por Cooper (2001) como las tareas que los profesores prescriben a los alumnos para realizar fuera del horario lectivo, tienen una larga y arraigada tradición escolar, siendo una práctica habitual en la mayoría de las escuelas de todo el mundo. En este sentido, estudios realizados a nivel internacional, como el de PISA 2000, 2003 ó 2006, constatan que los países y escuelas que prescriben más TPC son aquellos que presentan mejores niveles de rendimiento académico. Las TPC son, de hecho, consideradas por muchos profesores como una de las herramientas más útiles, e indispensables, para la promoción de la calidad del aprendizaje de sus alumnos y la consiguiente mejora de la calidad de su proceso educativo (Mourao, 2004).

Prescribir TPC se sostiene en la presunción de que cuanto más tiempo dediquen los alumnos al estudio de los contenidos trabajados en la escuela, más aprenderán. Sin embargo, esta idea, mantenida por algunos autores, es muy discutida por otros. Entre los primeros, se defiende la idea de que si hay algo universalmente aceptado es que la cantidad de tiempo invertida en la tarea predice la cantidad de material que se aprende. En este sentido, las TPC serían una forma de extender el día de escuela. Según datos de diversos estudios, las TPC prescritas de una forma diaria y regular, evaluadas con un feedback adecuado respecto a la realización que proporcione formas de mejorarlo, son algunas de las prácticas más ligadas con los efectos ventajosos de las TPC como herramienta de refuerzo del aprendizaje de los alumnos (Trautwein, Kolle, Schmitz & Baumert, 2002).

Según los datos aportados por algunos estudios longitudinales, los alumnos que, de pequeños, han adquirido hábitos de trabajo mediante la implicación significativa en TPC, han mostrado, en las etapas siguientes, un estudio más profundo y más auto-regulado, obteniendo mejores notas. Utilizando una metáfora agrícola, diríamos que las primeras TPC son como el arado que hace un surco y prepara el terreno, donde más tarde las semillas tendrán oportunidad de crecer. La construcción de hábitos de estudio sólidos, la organización y gestión del tiempo, la responsabilidad personal, la promoción de la autonomía y el control de la autorregulación del aprendizaje, son los primeros grandes objetivos a alcanzar con las TPC, y a mantener posteriormente (Corno & Xu, 2004). En este camino, como en todo el quehacer educativo, es indispensable una estrecha colaboración y proximidad entre profesores, alumnos y padres.

Para ello, es urgente emprender iniciativas serias y consensuadas entre las tres partes. Por ejemplo, serían deseables sesiones informativas de esclarecimiento en las escuelas, orientadas por docentes implicados, tutores expertos en la interacción con padres. Estas sesiones podrían llevar como objetivo promover en los padres la toma de conciencia de su primordial papel como educadores y modeladores de «comportamientos y actitudes positivas hacia la escuela, en general, y hacia las TPC en particular».

 

En estas sesiones, como ejemplo, podrían discutirse aspectos como la importancia del control de los ambientes de estudio en casa, en sus aspectos físicos y emocionales, combatiendo y eliminando distractores externos e internos, muchas veces presentes a la hora de realizar las TPC prescritas. Será imprescindible que cada escuela, cada equipo directivo, cada grupo disciplinar, cada profesor, todos y cada uno a su nivel, asuman su parte en el fomento y adopción de políticas de TPC serias, viables, teóricamente respaldadas y lo más concertadas posible.

Y, sobre todo, sería deseable que esto ocurriese no por imposición superior, sino por la convicción de que ello redundará en una enseñanza de mayor calidad, donde las TPC puedan: (a) informar a los profesores del nivel actual de competencia de cada uno de sus alumnos y de sus necesidades a cubrir; (b) incrementar las competencias de autorregulación del proceso de aprendizaje y el éxito de los estudiantes, trabajando dentro de la zona de desarrollo próximo de cada uno y; (c) con la colaboración de los padres, crear las condiciones óptimas para el fomento en el alumno de actitudes positivas hacia el aprendizaje, en particular, y hacia la escuela, en general. David Ausubel, eminente psicólogo de la educación, a mediados del pasado siglo escribió que una de las tres condiciones para que un estudiante realice verdaderos aprendizajes, es que éste se encuentre motivado para ello.

Finalmente, otra de las tres condiciones a las que aludía Ausubel es que para ayudar a los estudiantes a realizar aprendizajes significativos, el profesor deberá tener un buen conocimiento acerca de lo que el estudiante ya sabe (el nivel del desarrollo real, en términos de Vygotsky), para así poder situarse en la zona de desarrollo próximo del estudiante y facilitarle su progreso. Las TPC deberían diseñarse para que aporten al profesor tal conocimiento y, a la vez, como consecuencia de la implicación necesaria por parte de los estudiantes, en éstos se fortalezcan las competencias y actitudes necesarias para un aprendizaje autorregulado progresivamente más eficaz.

Estamos convencidos que las TPC pueden, y deben, ser un inmejorable instrumento que profesores y padres tenemos para promover una enseñanza de calidad.

Ver referencias bibliográficas

El artículo en el que se basa este trabajo puede encontrarse en la Revista Papeles del Psicólogo: Rosário, P., Mourao, R., Núñez, J.C., González-Pienda, J.A. y Solano, P. (2006). Escuela-Familia: ¿es posible una relación recíproca y positiva? Papeles del Psicólogo, 27, 3, 171-179.

 

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