PSICOPATOLOGÍA Y PSICOTERAPIA DEL DESARROLLO MORAL

15 Mar 2007

 

Entre los próximos 16 y 18 de marzo de 2007 se celebrará en la capital hispalense el II Congreso Nacional de Psicoterapias Cognitivas, organizado por la Asociación Española de Psicoterapias Cognitivas (ASEPCO) y la Universidad de Sevilla.

Entre los diversos temas que se abordarán en este encuentro, se prestará especial atención al desarrollo moral de la persona y su relación con la psicopatología, desde un punto de vista cognitivo. Infocop Online recoge aquí el trabajo de Manuel Villegas i Besora, quien participará en este congreso con la conferencia Psicopatología, y psicoterapia del desarrollo moral.

Manuel Villegas Besora

Universidad de Barcelona

El proceso de socialización de los humanos conlleva la interiorización de las normas sociales y la construcción de estructuras de autorregulación. Este proceso se lleva a cabo de forma evolutiva, en paralelo a la construcción de estructuras de mayor complejidad cognitiva, dando origen a la aparición de la conciencia moral. Tomando como criterio la consecución de la autonomía psicológica (capacidad de elección, decisión y regulación responsables), se pueden distinguir sucesivas fases en su proceso de adquisición. Partiendo del concepto de nomos (convención, norma o criterio en griego), hemos denominado a cada una de las sucesivas fases en función de su progresiva aproximación a la autonomía, haciendo uso de los prefijos «pre-, a-, hetero-, socio- y auto-«nomía.

La fase prenómica se rige por las necesidades básicas del bebé, a las que no puede atender por sí mismo, lo que le coloca en una posición absolutamente dependiente. Si bien es característica de la primera infancia, en la que se halla ausente todavía cualquier responsabilidad, puede ser asumida por el adulto como posición moral dominante en momentos regresivos, más o menos estables, como en las reacciones depresivas.

La fase anómica corresponde al momento evolutivo en el que se constituye el núcleo volitivo de la persona, dando origen a la constitución de la conciencia del yo, cuando el niño ya dispone de sistema de autorregulación propia y de recursos de acción. Sus criterios de acción se configuran, sin embargo, en base a un fuerte egocentrismo. Aquí, la persona no es capaz todavía de asumir una perspectiva ajena, por lo que puede considerársele todavía fuera de las convenciones sociales, razón por la cual hablamos de a-nomia.

Los criterios propios de esta etapa, que evolutivamente se pueden encuadrar en el periodo de la infancia, comprendido entre los 2 y 6 años, resultan inapropiados y, con frecuencia, patológicos cuando rigen el comportamiento o las formas de regulación de personas (niños, adolescentes o adultos), caracterizado por la impulsividad, falta de empatía, búsqueda de satisfacción inmediatos. Esto puede provocar la aparición de rasgos o conductas sociopáticas.

La fase heteronómica, característica del periodo de la niñez anterior a la pubertad, plantea la tarea de interiorizar las normas sociales dictadas y reconocidas como externas o ajenas. La introyección de las normas o convenciones sociales, características de cada grupo o sociedad humana, se produce en relación dialéctica con la satisfacción de los deseos, que se han convertido en el criterio dominante de la etapa anómica. De esta relación dialéctica surge generalmente una estructura integrada que llamamos conciencia moral, por la que la satisfacción de necesidades y deseos se hace posible sin entrar en conflicto con las normas o criterios impersonales de la ley.

 

El posible fracaso o conflicto en llevar a cabo una síntesis favorable en este proceso dialéctico puede dar origen a distintos trastornos emocionales o comportamentales, otorgando un papel dominante a los criterios heteronómicos frente a las propias necesidades y deseos. Esto puede fomentar la aparición de miedos o fobias sociales, de rumiaciones obsesivas sobre improbables responsabilidades alimentadas por los sentimientos de culpa, o bien generando una intensa sensación de incomodidad ante situaciones restrictivas de la espontaneidad, como en la claustrofobia.

La fase socionómica se regula por criterios interpersonales y es característica del momento evolutivo de la adolescencia. En el intento de superar la dependencia heteronómica, los adolescentes tratan de regularse por los criterios del grupo. En un primer momento, siguen al grupo y se adaptan a sus reglas y exigencias, tratando de ser aceptados por los coetáneos. Con el inicio de las relaciones más íntimas, esta tendencia se orienta hacia características más específicas de complacencia sexual. El culto actual al cuerpo, sobre todo, aunque no exclusivamente, por parte de las mujeres, como objeto de intercambio inmediato y prueba de aceptación o rechazo, constituye el epifenómeno por antonomasia de las patologías de la socionomía complaciente, entre ellas los trastornos alimentarios o las dependencias emocionales.

La necesidad de complacer a los otros puede instaurarse como un obstáculo que superar en el camino hacia la autonomía. A veces, esta actitud realiza un giro hacia una posición más sacrificial, llamada por nosotros oblativa, sustitutiva del amor. Las personas que se ofrecen a los demás a fin de que estos puedan realizarse, encuentran frecuentemente refugio en la obesidad. Otras personas desaparecen en la fusión de las relaciones íntimas; en la confusión del amor; mueren literalmente desde el punto de vista social, desarrollando una agorafobia, miedo a su expansión en el espacio público (etimológicamente a la plaza): no hay espacio para ellas en el mundo social, el mundo privado sustituye al publico.

La autonomía se puede entender desde un punto de vista funcional, social, político o económico. Pero desde el punto de vista psicológico, se convierte en un constructo mucho más complejo: se refiere esencialmente a la capacidad de autodeterminación. De esta manera, se alude no sólo a la capacidad de actuar o de regirse por sí mismo como un autómata, sino también de decidir según una voluntad intencional; es decir, en base a la elección de objetivos prefigurados de los que es responsable. No existe una edad o etapa de la vida prescriptiva para su alcance, sino que constituye más bien tanto una aspiración de la vida cotidiana como un objetivo de la psicoterapia.

Sobre el autor:

Manuel Villegas Besora es Doctor en Psicología y Profesor Titular de la Facultad de Psicología de la Universidad de Barcelona. El profesor Villegas es además Director de la Revista de Psicoterapia, y de los postgrados: Máster en Terapia Cognitivosocial y Máster en Terapia Sexual y de Pareja.

 

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