PSICOLOGÍA POSITIVA: UNA MODA POLÉMICA

11 May 2007

María Prieto Ursúa

Universidad P. Comillas de Madrid

El objetivo de este artículo es revisar las líneas principales del debate abierto en la Psicología norteamericana sobre la Psicología Positiva.

La primera cuestión que se puede abordar es la pretensión de la Psicología Positiva de ser un nuevo enfoque o paradigma. La Psicología Positiva parte de un gran supuesto: hasta ahora, la Psicología ha estado exclusivamente centrada en el sufrimiento y los aspectos negativos o patológicos del ser humano. Sin embargo, esta presuposición es, cuando menos, exagerada.

 

Muchos de los contenidos ahora subsumidos en el movimiento de la Psicología Positiva han sido desarrollados durante décadas, aunque la Psicología Positiva no lo haya querido reconocer. Quizás esta falta de reconocimiento al trabajo anterior y esta pretensión de novedad hayan sido necesarias para conseguir la rápida expansión de la Psicología Positiva en el mercado de la Psicología.

La segunda cuestión sobre la Psicología Positiva se centra en su calidad científica. En principio, lo que distinguiría a la Psicología Positiva de otros métodos de autoayuda o filosofías espirituales es que aquella dice adoptar el método de la Psicología científica. Sin embargo, se plantean varias críticas a su calidad científica: la inadecuación de sus planteamientos metodológicos, la poca calidad de las definiciones que emplean y la escasa calidad de las medidas utilizadas para cuantificar las variables. Por ello, como señalan algunos autores, en ocasiones es difícil distinguir la Psicología Positiva de un movimiento espiritual.

En tercer lugar, podemos mencionar las críticas hacia uno de los campos fundamentales de la Psicología Positiva: el estudio de las llamadas «emociones positivas». ¿Sobre qué base clasificamos una emoción como positiva o negativa? Lazarus (2003) señala que sacar a la emoción de su contexto y denominarla a priori «positiva», considerando que es por sí mismas buena, lleva a perder información esencial sobre el distinto papel que cada emoción juega en la adaptación de la persona a las distintas situaciones de la vida, ignorando la diferente importancia adaptativa de cada emoción.

 

Por otra parte, considerar que las emociones positivas son siempre el objetivo y deben estar siempre presentes, también es cuestionable. Puede llevar a trivializarlas facilitando lo que algunos autores han llamado «la tiranía de la actitud positiva» (Held, 2002). Señala Held que muchos seguidores entusiastas del movimiento de la Psicología Positiva podrían haber llevado al extremo su mensaje: la necesidad de una actitud positiva o de optimismo en todas las circunstancias, considerándola siempre como la actitud adecuada.

Held (2002) plantea la posibilidad de que la presión hacia la actitud positiva esté contribuyendo a cierta forma de infelicidad. Parece que somos cada vez menos capaces de aceptar que a veces es saludable sentirnos mal como respuesta a las circunstancias de la vida, y tendemos a interpretar el sentirse mal como patológico bajo cualquier circunstancia.

La creciente presión para ser felices y risueños, para sonreír y mirar siempre el lado positivo de la vida, puede hacernos sentir incluso peor. No sólo te sientes mal por lo que te está afectando en primer lugar, sino además te sentirás culpable cuando no puedas sentirte bien. Si no puedes «to have a nice day», no importa cuánto lo intentes, es tu propio fracaso personal, es tu propio fallo moral (Held, 2002).

En cuarto lugar, se puede mencionar el carácter cultura de la «auténtica felicidad». El bienestar y la felicidad son los objetivos de la Psicología Positiva. Sin embargo, lo que constituye lo bueno y lo valioso varía sustancialmente de una a otra cultura. Por ejemplo, en culturas europeas y norteamericanas la felicidad se concibe como un logro personal, mientras que en las culturas del este de Asia, la felicidad se considera un producto de la armonía social. Recordar estas diferencias culturales me ayuda a preguntarme: ¿cuál es, entonces, la «auténtica felicidad»? ¿Por qué asumimos un determinado modelo de felicidad como si fuera el único? ¿Podemos importar directamente a España el concepto de felicidad norteamericano? ¿Debemos hacerlo?

Por último, la Psicología Positiva critica una fuerte tendencia actual en el campo psicológico: psiquiatrizar o psicologizar el sufrimiento que genera la propia dificultad de vivir. Derivado de esta tendencia a la patologización, podemos encontrar un mensaje que cuestiono: necesitas un psicólogo prácticamente para cualquier momento difícil o delicado de la vida, para cualquier momento en que sufras. Pero, paradójicamente, la Psicología Positiva puede llegar al mismo punto recorriendo el camino contrario. Puede acabar ofreciendo el mensaje: necesitas un psicólogo (positivo) para ser feliz. Es decir, puede acabar fomentando, incluso más que el mensaje anterior, la dependencia y la percepción de necesidad en el sujeto, funcionando como una nueva religión natural.

Conclusiones

Como señala Csikszentmihalyi (2003), las nuevas ideas pueden morir tanto por la oposición como por la aceptación no-crítica. Las críticas recogidas en el artículo son sólo una parte de todas las que hasta ahora se han formulado, pero son suficientes como para, desde mi punto de vista, frenar el entusiasmo por este falso «nuevo paradigma» e introducir un razonamiento crítico en cada aportación que surja de él, antes de aceptarla sin más.

Referencias

Csikszentmihalyi, M. (2003). Legs or Wings? A Replay to R.S. Lazarus. Psychological Inquiry, 14(2), 113-115.

Held, B.S. (2002). The Tyranny of the Positive Attitude in America: Observation and Speculation. Journal of Clinical Psychology, 58 (9), 965-992.

Lazarus, R.S. (2003). Does the Positive Psychology Movement Have Legs? Psychological Inquiry, 14(2), 93-109.

El artículo original en el que se basa este trabajo puede encontrarse en la revista Clínica y Salud: Prieto-Ursúa, M. (2006). Psicología Positiva: una moda polémica. Clínica y Salud, Vol. 17 (3), pp. 319-338.

Sobre la autora:

María Prieto Ursúa es Doctora en Psicología, Profesora Titular del Departamento de Psicología de la Universidad P. Comillas de Madrid y terapeuta cognitivo-conductual en la Unidad de Intervención Psicosocial (UNINPSI) de dicha universidad. Las principales líneas de investigación en las que trabaja son: salud mental infanto-juvenil, adicción al juego y estrés docente.

 

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