RELACIONES ENTRE ESTILOS EDUCATIVOS, TEMPERAMENTO Y AJUSTE SOCIAL EN LA INFANCIA: UNA REVISIÓN

18 Jul 2007

Ester Ato Lozano (1), María Dolores Galián Conesa (2) y Elisa Huéscar Hernández (2)

(1) Universidad de Murcia y (2) Universidad Miguel Hernández de Elche

 

El ajuste social de los niños a su entorno familiar y escolar es una cuestión que preocupa hoy día a padres, maestros, instituciones educativas; así como a la opinión pública en general. Los recientes casos de violencia en la escuela y el malestar generado entre los profesionales de la educación por la aparente falta de motivación y de disciplina en los alumnos, están despertando de nuevo el interés por averiguar qué procesos llevan a un determinado niño a desarrollar conductas de inadaptación en su entorno social.

En el ajuste social de los individuos a su entorno participan tanto variables de origen organísmico como ambiental. Dentro de las influencias ambientales, se ha propuesto que el cambio en las pautas educativas puede estar relacionado con la aparente crisis de autoridad de padres y maestros.

De entre los cambios acontecidos a la familia en las últimas generaciones, hemos observado cómo muchos padres que fueron educados de una forma eminentemente autoritaria, han pasado a adoptar estilos educativos más permisivos, atribuyendo además a sus hijos un papel central en la familia (Rice, 2000). Esta disciplina permisiva habría dado lugar a niños consentidos, con problemas para respetar las normas establecidas.

Por otro lado, los problemas de adaptación social podrían ser debidos a las características del propio individuo más que a fuentes ambientales. En este sentido, aunque las diferencias individuales en temperamento se han considerado como normales, incluso en aquellas personas que puntúan en los extremos de determinadas dimensiones temperamentales (Rothbart y Bates, 1998), existe un cuerpo de investigación coherente que constata que determinadas características de temperamento, en especial una alta emocionalidad negativa y una baja autorregulación, se han asociado a una peor competencia social en niños de diferentes edades (v.g. Bermejo, González y Ruiz, 2000; Eisenberg, Fabes, Guthrie y Reiser, 2000; Rothbart y Jones, 1998).

Sin embargo, ¿un niño con una alta emocionalidad negativa desarrollará necesariamente inadaptación social?; y por otro lado, ¿un estilo permisivo llevará siempre a problemas de control en los niños? Estas cuestiones abren la posibilidad de que una determinada influencia negativa no provoque necesariamente efectos perniciosos en todos los niños.

Planteado de esta manera, ni el temperamento ni los estilos educativos de los padres se consideran la causa de un determinado patrón de comportamiento en los hijos, sino más bien un factor de riesgo (o de protección) de determinadas consecuencias evolutivas. Los riesgos no siempre producen resultados negativos. Así por ejemplo, algunas familias donde los padres ejercen un bajo grado de supervisión, tienen hijos que no presentan conductas antisociales. En un análisis causal, este hallazgo llevaría a rechazar la hipótesis de que la conducta de los padres está directamente vinculada con la conducta de los hijos. Por el contrario, en los modelos de riesgo, las «excepciones» nos informan de vías fructíferas para la futura investigación porque revelan potenciales factores protectores que reducen las consecuencias negativas a pesar de la presencia de riesgo (Cowan, Powel y Cowan, 1998).

Siguiendo en esta línea, al investigar la influencia de las pautas educativas y el temperamento sobre la adaptación social en los niños, no sólo se habrán de tener en cuenta los efectos principales de ambas variables por separado, sino también los efectos de interacción. Así por ejemplo, se ha podido constatar que los niños con una alta resistencia a cumplir las normas tienen tendencia a presentar problemas de conducta.

Sin embargo, si los padres ejercen una disciplina con un alto grado de control (no punitivo), la probabilidad de desarrollar conductas disruptivas en estos niños es menor (Bates, Pettit, Dodge y Ridge, 1998). En este caso, el temperamento ha actuado como un factor de riesgo, mientras que la disciplina de los padres ha sido un factor de protección.

Por el contrario, se ha encontrado que un estilo permisivo, con escasas conductas de control y supervisión (no negligente) se ha asociado con un peor ajuste social posterior en los niños, a excepción de niños con una alta tendencia al miedo, que parecen beneficiarse de este estilo educativo más que el resto. En este caso, el estilo educativo habría actuado como factor de riesgo, mientras que el temperamento del niño lo habría protegido de los potenciales efectos perniciosos de éste.

 

El objetivo del presente trabajo es hacer una revisión sobre la literatura que vincula las pautas educativas de los padres y el temperamento de los niños, con su funcionamiento social posterior, teniendo en cuenta tanto los efectos directos de ambas variables por separado, como los de interacción.

Al analizar el efecto directo que sobre el ajuste social del niño tienen las pautas educativas de los padres, se identifican tres estilos básicos (Baumrid, 1967, 1971):

1. El estilo autoritario caracteriza a padres que imponen sus normas sin lugar a la discusión, castigan severamente las conductas inadecuadas, son muy exigentes en cuanto a la madurez de sus hijos y dejan escaso margen para la comunicación y la expresión de afecto.

2. Los padres permisivos, en el otro extremo, exigen poco a sus hijos tanto en cumplimiento de normas como en madurez, y en cambio son muy afectuosos y tienen un gran nivel de comunicación con ellos.

3. Finalmente, los padres democráticos, estimulan la madurez de sus hijos, ponen límites y hacen respetar las normas, pero son comprensivos, afectuosos y fomentan la comunicación con sus hijos.

Los resultados de estudios que vincularon estas pautas educativas y el ajuste social posterior encontraron que los hijos de padres democráticos pronosticaron el mejor ajuste, obteniendo altas puntuaciones en competencia social, madurez y autoestima. Por el contrario, los hijos de padres autoritarios manifestaron tendencia a sentirse culpables y deprimidos, y los hijos de padres permisivos carecían de autocontrol. Por lo tanto, un estilo de crianza alto en afecto y control (democrático), pronosticaba un mejor ajuste en el niño que estilos altos en control y bajos en afecto (autoritario) o altos en afecto y bajos en control (permisivo).

Los primeros datos que vinculan relaciones directas entre temperamento y ajuste social posterior, provienen de los estudios NYLS, donde los niños que fueron diagnosticados como difíciles por su alto nivel de actividad, pobre adaptabilidad y baja regulación emocional, tendieron a exhibir problemas de conducta en la edad preescolar (Thomas y Chess, 1977).

Posteriormente Bates (1987), ahondando en el concepto de temperamento difícil, averiguó que diferentes formas de irritabilidad en la infancia podían conducir a diferentes problemas conductuales en la interacción madre-hijo en los años preescolares y escolares. Los niños con alto miedo tendían a mostrar problemas internalizantes tales como depresión o ansiedad, mientras que los niños con una alta ira tendían a manifestar problemas externalizantes tales como agresión o conductas disruptivas.

Más recientemente, Rothbart y colaboradores (2001) han identificado algunas dimensiones temperamentales como los precursores de algunas patologías en el período de la niñez. Así, una baja autorregulación y una alta emocionalidad negativa se han visto asociadas con la hiperactividad y los problemas atencionales. Las tendencias agresivas se han asociado también con una baja autorregulación y una alta extraversión, y el síndrome depresivo se ha relacionado con una alta tristeza, miedo, malestar, y bajas puntuaciones en placer de alta intensidad (Rothbart, Ahadi, Hershey y Fisher, 2001).

 

En definitiva, los estudios revisados hasta ahora explican el ajuste desde modelos de influencia unidireccional, denominados de «efectos principales», donde sólo se incluye la mutua asociación entre estas variables desde asunciones unidireccionales. Sin embargo, y a pesar de la multitud de estudios que han corroborado esta vía de influencia, el modelo de «efectos principales» se considera obsoleto en la actualidad. Se hace necesario, por tanto, el estudio del ajuste desde modelos interactivos que contemplen la mutua influencia y bidireccionalidad entre el estilo educativo o de crianza y el temperamento (Gallagher, 2002). No obstante, existen aún pocos estudios que contemplen las relaciones entre estilo educativo, temperamento y ajuste de esta forma tan compleja.

En base a estos aún escasos estudios, es difícil establecer conclusiones claras sobre la forma en que interactúan estilos educativos y temperamento en relación al desarrollo social del niño. Parece que los niños con características temperamentales negativas son más susceptibles al control parental en relación a los patrones de ajuste. En este sentido, el control parental interactúa con las características negativas del niño para reducir la potencial expresión de la conducta negativa en momentos posteriores de su desarrollo.

Un alto control parental ha pronosticado en la mayoría de los estudios resultados más positivos en el ajuste del niño con características temperamentales «negativas». En cualquier caso, en lo que parecen coincidir todos los estudios es en que los niños temperamentalmente difíciles necesitan una mayor cantidad de tiempo y de recursos para alcanzar un adecuado desarrollo social (Schwebel, Brezausek, Ramey, y Ramey, 2004).

Por el contrario, la dimensión de miedo se asocia a un mejor ajuste en relación con estilos de crianzas menos severos, donde hay menos control y un mayor número de respuestas de tipo afectivo. Según Kochanska (1995), los niños más miedosos necesitan de sus padres conductas suaves con el fin de no exceder sus niveles de ansiedad.

En cualquier caso, lo que si parece probado es que la emocionalidad positiva actúa como factor protector, favoreciendo el ajuste de forma independiente al estilo de crianza desarrollado por los padres.

El artículo original que ha servido de base para la redacción de este trabajo puede encontrarse en la revista Anales de Psicología: Ato Lozano, E., Galián Conesa, M.D. y Huéscar Hernández, E. (2007): Relaciones entre estilos educativos, temperamento y ajuste social en la infancia: Una revisión. Anales de Psicología, Vol. 23 (1), 33-40.

Sobre las autoras:

 

Ester Ato

 

Mª Dolores Galián

 

Elisa Huéscar

Ester Ato Lozano es Doctora en Psicología, con la calificación «cum laude», por la Universidad de Murcia. Ha sido becaria de investigación por la Fundación Séneca entre los años 1999 y 2003, y Profesora Ayudante en el Departamento de Anatomía Humana y Psicobiología de la Universidad de Murcia entre los años 2004 y 2006. Actualmente es Profesora Ayudante en el Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de dicha universidad y participa en dos proyectos de Investigación regionales. Cuenta en su haber con diferentes publicaciones científicas y participaciones en congresos.

María Dolores Galián Conesa es Doctora en Psicología, con la calificación «cum laude». Ha sido igualmente becaria de investigación FPU por el Ministerio de Educación, Ciencia y Cultura entre los años 1999 y 2002. En la actualidad es Profesora Colaboradora de la Universidad Miguel Hernández de Elche y participa en cuatro proyectos de investigación, uno nacional y tres regionales. Cuenta en su haber con diversas publicaciones científicas y participaciones en congresos.

Elisa Huéscar Hernández es Licenciada en Psicología por la Universidad de Murcia y Máster en Audición y Lenguaje por la misma universidad. Ha sido becaria de investigación del Programa de Formación de Profesorado Universitario del Ministerio de Educación y Ciencia entre los años 2002 y 2006. Actualmente es Profesora Ayudante de la Universidad Miguel Hernández de Elche (Alicante). Autora de varias publicaciones, Huéscar participa en dos proyectos de investigación, regional y uno nacional.

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