EDUCACIÓN PARA LA PAZ- ENTREVISTA A MAITE GARAIGORDOBIL

30 Ene 2008

Coincidiendo con el  Día Escolar de la No Violencia y la Paz (DENIP), Infocop Online ha querido entrevistar para sus lectores a Maite Garaigordobil Landazabal, prestigiosa investigadora de programas de intervención psicológica en la conducta agresiva y para el desarrollo de la cooperación, la conducta prosocial y la educación en derechos en contextos educativos. Así mismo, ha escrito numerosos artículos y libros en torno a este tema, que le han hecho merecedora de importantes galardones a nivel nacional.  

ENTREVISTA

 

En primer lugar le queremos preguntar, ¿cuáles son las necesidades detectadas en las aulas que le han impulsado al desarrollo de una línea de investigación, de ya muy prolongada trayectoria, centrada en el desarrollo de programas de intervención para el desarrollo de conductas sociales positivas en los centros escolares?

Teniendo en cuenta algunas situaciones sociales actuales tanto en nuestros contextos más cercanos como en el mundo en general (violencia en los centros educativos, violencia familiar, racismo, conflictos armados que no cesan, situaciones de pobreza extrema en algunos países, pena de muerte en otros…), educar para la paz, educar en la no-violencia, se ha convertido en un objetivo educativo de primordial relevancia, siendo la escuela un escenario privilegiado para ello.

En los últimos años se ha producido un cambio significativo en la concepción de la educación. A lo largo de la historia la escuela ha sido considerada una institución centrada en el desarrollo intelectual y el logro académico. Sin embargo, hoy en día se está intentando superar esta concepción de la escuela como mero agente transmisor de conocimiento; se pretende ampliar los procesos educativos para que incluyan una educación en valores y actitudes que favorezcan una convivencia pacífica, con el objetivo de formar personas solidarias, tolerantes y pacíficas.

Con esta perspectiva, en los últimos 20 años un grupo de profesionales de la Psicología y la Educación en el País Vasco hemos diseñado, aplicado y evaluado cinco programas de intervención psicológica, que han sido validados experimentalmente a través de cinco estudios y, que tienen como finalidad fomentar el desarrollo de la personalidad durante la infancia y la adolescencia, promover la conducta prosocial, el desarrollo emocional y educar en el respeto a los derechos humanos.

En concreto, con estos programas de intervención se estimula el desarrollo de factores socio-emocionales relacionados con el respeto a los derechos humanos, como son: la comunicación, las relaciones de ayuda y confianza, la capacidad de cooperación, la empatía, la expresión emocional, el respeto por las diferencias, las estrategias de resolución de conflictos… Este trabajo se encuadra, por un lado, en una línea de intervención para el desarrollo de valores ético-morales y, por otro lado, en una línea de investigación de los efectos del juego cooperativo y de la dinámica de grupos en el desarrollo humano. Los resultados obtenidos al evaluar estos programas han sido muy positivos desde el punto de vista del desarrollo socio-emocional, por lo que esperamos que estas experiencias, estructuradas con actividades cooperativas y con debates sobre las creencias personales y sobre los conflictos que se dan en las relaciones interpersonales, puedan ser un estímulo para que los profesionales de la Psicología y la Educación se animen a implementarlas con grupos de niños y adolescentes.

Como señalábamos, su línea de investigación se remonta a los años 90. Como buena conocedora del clima que se respira en el aulas desde hace ya casi dos décadas, le queremos preguntar, cuáles son desde su punto de vista los cambios más importantes que en este sentido han experimentado los centros escolares de nuestro país.

En los últimos 20 años la sociedad ha cambiado rápidamente en muchos aspectos, y en los países más desarrollados ha ido creciendo la preocupación y el interés social por la violencia escolar y por la violencia en general (de género, familiar, racista, entre países…). Este interés se evidencia también en el amplio protagonismo informativo que los medios de comunicación están prestando al tema de la violencia (TV, prensa, radio…) y, como consecuencia de todo ello, las investigaciones en torno a este fenómeno se han incrementado.

La sociedad cada vez se ha hecho más sensible y menos tolerante ante la violencia, por lo que la violencia escolar en particular y la conducta violenta en general no pasan desapercibidas y se exigen soluciones. En la actualidad si se produce un suceso violento en un colegio de cualquier ciudad española, al día siguiente todos conocemos la noticia a través de los medios de comunicación. Esto ha generado que en todas las comunidades se hayan desarrollado dispositivos de identificación y atención a situaciones de violencia escolar, y en algunos centros se estén desarrollando programas de prevención e intervención. Sin embargo, aún es necesaria la generalización de programas que ayuden a las víctimas y traten a los agresores, ya que si estos últimos no reciben tratamiento, muchos de ellos se convertirán en adultos agresores complicando la existencia a sus parejas, a sus hijos, a sus compañeros de trabajo…

La violencia humana ha existido desde siempre, existe actualmente, y aún nos queda mucho camino por recorrer hasta erradicar en el mundo las relaciones violentas entre los seres humanos. La violencia en los centros escolares es un hecho indiscutible; recientemente acabamos de concluir una investigación epidemiológica en el País Vasco en la que hemos encuestado a casi 6.000 escolares de 10 a 16 años. Algunos datos resultan significativos, por ejemplo, que el índice de víctimas de bullying en primaria es del 5,8% y en secundaria del 3,8%, resultados muy similares a los encontrados en otras comunidades y en otros países europeos. Además, la violencia en los centros escolares también afecta a los profesores; cuando preguntamos a los/las estudiantes «si han observado que alumnos o grupos de alumnos se meten o acosan a los profesores», los resultados muestran que el 12,2 % de los alumnos de secundaria señala que un compañero o un grupo de ellos se mete con un profesor muchas veces, mientras que en primaria el porcentaje es menor, el 5,3 %. Por tanto, la conducta de «acoso a los profesores» se incrementa a medida que aumenta la edad.

La violencia en las aulas es un reflejo de la cultura de violencia general en la que los niños y adolescentes están inmersos, y también está relacionada con algunos cambios sociales. En un intento de identificar algunas situaciones que actualmente pueden estar influyendo en la conducta violenta de los niños y adolescentes, se podrían enunciar algunos factores como:

  1. La desaparición de la familia tradicional. Hoy en día es normal que ambos padres trabajen y pasen menos tiempo con los hijos. Por tanto, la transmisión de valores dentro de la familia disminuye y cada vez más se delega la educación de los hijos.

  2. El incremento de las separaciones familiares ha promovido nuevos tipos de familias en las que se gestan nuevos conflictos y tensiones. No siempre resulta fácil llegar a acuerdos con la ex pareja en relación a las normas que el hijo debe cumplir (horario de estudio, hora de llegar a casa…).

  3. La propia democratización de la sociedad que ha afectado a todas las relaciones (padres-hijos, profesores-alumnos), ha dificultado el papel normativo anterior del adulto, dando lugar a una tendencia en la educación que marca pocos límites a los jóvenes, lo que potencia una baja tolerancia a la frustración y la consiguiente conducta violenta cuando se les frustra en la realización de sus deseos.

  4. Los veloces avances tecnológicos que han estimulado un incremento del número de horas que los niños y adolescentes visionan situaciones de violencia, bien sea en la TV, en los vídeo juegos, en internet…

  5. Un incremento de la ingesta de alcohol y drogas durante la adolescencia que mediatiza la conducta violenta.

  6. El incremento de la inmigración, ya que los grupos educativos son cada vez mas multiculturales y esto a veces generan tensiones que resuelven de forma violenta.

En relación a estos factores es importante que: 1) La familia retome su papel de trasmisor de valores socio-morales positivos y que los padres sean modelos de empatía y de conducta prosocial; 2) Seamos conscientes de que las normas educativas claras y razonadas, así como la supervisión de su cumplimiento tanto en la familia como en la escuela, son pautas educativas relevantes para un adecuado desarrollo de la personalidad; por el contrario, las actitudes educativas de «dejar hacer», de «decir sí» a todas las exigencias de los niños y adolescentes no serán útiles para su adaptación personal y social; 3) La familia y la sociedad vuelvan a investir a los profesores de su rol de figuras de autoridad actualmente perdido; 5) Los adultos conozcan y controlen la exposición de los niños y adolescentes a modelos de conductas violentos tanto en la realidad como a través de diversos medios (TV, video-juegos, etc.); 6) Estemos alerta frente a la ingesta de alcohol y drogas que los jóvenes consumen cada vez con mayor frecuencia y en edades más tempranas; y 7) Llevemos a cabo acciones educativas dirigidas al respeto por las diferencias culturales y a la integración, a la interculturalidad, etc.

Aunque estos son factores que pueden influir en la situación actual, no obstante, comparto una visión de futuro optimista sobre la conducta violenta, ya que creo que nuestra sociedad tiene cada vez más «alarmas» frente a ésta, lo que, sin duda, a medio plazo hará que disminuya. Hombres que agreden a sus mujeres, niños y adolescentes que acosan a sus compañeros… no pasan hoy desapercibidos en nuestra sociedad; los violentos tienen ahora más presión social que nunca. Afortunadamente, la tendencia al rechazo de la violencia es cada vez más fuerte en nuestra sociedad.

Siguiendo con la pregunta, ¿son más y más graves los conflictos de convivencia en los centros escolares hoy en día que hace unos años?

Como comentaba previamente, creo que los conflictos de convivencia en los centros escolares han existido siempre; no creo que hoy en día sean más graves, pero provocan más alarma social, lo que sin duda es positivo de cara a erradicar estos fenómenos. No obstante, en el mundo hay muchas situaciones de violencia que son graves y en las que deberíamos implicarnos más activamente, tanto individual como colectivamente. Esto, sin ninguna duda, repercutiría positivamente en la violencia que se da en los centros escolares y que es un reflejo de la violencia a un nivel más global.

Para aquellos lectores que no conozcan sus trabajos, ¿qué valores son fundamentales promover desde las aulas para el logro de una convivencia pacífica?

Los valores que considero más relevantes para fomentar una educación para la paz y la convivencia son el diálogo, la tolerancia, la libertad, la solidaridad, la igualdad, la justicia, el respeto por la naturaleza y la paz.

Paz significa justicia social, igualdad, bienestar, cooperación, tranquilidad interior… Es un concepto que conduce al crecimiento y a afrontar-resolver conflictos de una manera no violenta. Por el contrario, violencia es una conducta agresiva-destructiva, causada por unas personas concretas contra otras; pero también se debe considerar la violencia estructural que se origina en los intereses económicos de un grupo, y que provoca que algunas personas tengan una vida muy difícil, sin poder cubrir las necesidades básicas de alimentación, medicina, educación… La paz supone además de ausencia de guerras y violencia directa, ausencia de violencia estructural, entendida ésta como el reconocimiento práctico de la libertad, la tolerancia y el establecimiento de la justicia en las relaciones personales y sociales. De este modo, construir la paz implicaría construir sociedades en donde además de ausencia de conflictos bélicos, existiera el compromiso de respetar los derechos fundamentales de la persona.

¿Qué es educar para la paz? La educación para la paz se puede definir como un proceso dirigido tanto a los individuos como a la sociedad para que actúen, conforme a los principios incluidos en la Declaración Universal de Derechos Humanos, en favor del desarrollo sostenido de los pueblos, la protección y conservación del medio ambiente, la aspiración y acción en pro del desarme, el fortalecimiento de la convivencia social y la solución no violenta de los conflictos. Esta definición está sostenida por una concepción positiva de la paz: situación caracterizada por un nivel reducido de violencia y un nivel elevado de justicia, entendida esta última como la satisfacción de las necesidades humanas básicas a través de un desarrollo ambientalmente sostenido.

La educación para la paz es una propuesta que se plantea tras analizar la cultura actual, y concluir que es una cultura de violencia. Para educar en la paz es necesario crear nuevas experiencias educativas que generen procesos de comunicación y vivenciales a través de los cuales los niños y adolescentes lleguen a tratarse unos a otros con respeto. Una educación para la paz tendría como finalidad impulsar un cambio social que sustituya la actual cultura de desigualdad y violencia por una cultura de respeto por las diferencias y de paz.

La educación para la paz encuentra en el entorno escolar un espacio idóneo para su realización. Educar en la paz implica desterrar todo tipo de violencia tanto física como psicológica. Este aprendizaje requiere el entrenamiento de niños y adolescentes en tareas que potencien: la responsabilidad, el diálogo, la participación, la empatía, la defensa de la libertad, la tolerancia, la capacidad de cooperación, la confianza en uno mismo y en los demás, el respeto a la diversidad, la autoestima, el entrenamiento en formas constructivas y creativas de resolver los conflictos… En la educación para la paz resultan adecuadas metodologías educativas que estimulen la acción y participación de todos los miembros del grupo a través de juegos cooperativos, de simulación, de dramatización, a través del análisis de situaciones conflictivas, a través de debates donde emergen distintas creencias y puntos de vista sobre la realidad, etc.

Las relaciones que los niños y adolescentes tienen en el marco escolar les deben servir de aprendizaje para la convivencia en sociedad. A medida que los cambios sociales y culturales han ido afectando a la vida escolar, se ha visto la necesidad de realizar en las aulas un trabajo más sistematizado para promover una convivencia positiva. La demanda social a la institución escolar se ha ampliado para que contribuya a la construcción de una sociedad en paz, abordando otras dimensiones de la Educación para la Convivencia y la Paz, como la educación en valores, los derechos humanos y la interculturalidad.

Uno de sus trabajos más recientes se centra en el diseño y evaluación de un programa de intervención socioemocional para promover la conducta prosocial y prevenir la violencia durante la adolescencia. ¿Nos podría concretar en qué consiste el programa y cuáles son los resultados más relevantes alcanzados?

El programa para adolescentes forma parte de una línea de intervención psicológica que hemos venido desarrollando desde finales de los ochenta. Desde esta línea se han diseñado y aplicado 5 programas de intervención que tienen como finalidad estimular el desarrollo socio-emocional, y dentro de éste, especialmente, el desarrollo de la conducta prosocial. En concreto, se han sistematizado 4 programas de intervención, los Programas JUEGO, basados en juegos amistosos, de ayuda y cooperación dirigidos a niños de educación infantil y primaria (4-12 años) con los que se estimulan diversas variables relacionadas con los derechos humanos, como son la comunicación, las relaciones de ayuda y confianza, la capacidad de cooperación grupal, la expresión emocional, la empatía, el respeto por las diferencias, la aceptación del otro, etc.

El programa de intervención psicológica con adolescentes es un programa dirigido a desarrollar la personalidad y a educar la sensibilidad en el respeto por los derechos humanos. Las 60 actividades que lo configuran tienen 3 grandes objetivos: crear y promover el desarrollo del grupo, identificar y analizar percepciones, estereotipos, prejuicios, así como analizar la discriminación, disminuir el etnocentrismo y comprender la interdependencia entre individuos, grupos y naciones. El programa ha sido aplicado a grupos de adolescentes de 12 a 14 años, aunque muchas de sus actividades se pueden realizar en edades superiores. Las actividades del programa están distribuidas en 7 módulos o ejes de intervención: autoconocimiento-autoconcepto, comunicación intragrupo, expresión-comprensión de emociones, relaciones de ayuda-cooperación, percepciones-estereotipos, discriminación-etnocentrismo y resolución de conflictos.

La implementación del programa consiste en la realización de una sesión de intervención semanal de 2 horas de duración, que se lleva a cabo siempre con la misma estructura. Habitualmente se comienza con los miembros del grupo sentados en el suelo en posición circula y se plantean los objetivos y las instrucciones de la actividad. En un segundo momento, el grupo desarrolla la acción, normalmente en pequeños equipos. Al finalizar la ejecución de la actividad, los miembros del grupo se sitúan de nuevo en posición circular, los equipos exponen sus conclusiones, y se abre una fase de discusión o debate en torno a la actividad realizada. Esta fase de debate es un tiempo para la reflexión y el diálogo (guiado por el profesor o la profesora), en el que se analizan los procesos y los resultados de la actividad llevada a cabo por los miembros del grupo. Sucesivamente, y siguiendo este esquema, se realizan 2 actividades en cada sesión.

 

En cuanto a las técnicas, este programa utiliza diversas técnicas de dinámica de grupos para el desarrollo de la acción (juegos de comunicación, cooperación, dramatización, dibujo, pequeños grupos de discusión, torbellino de ideas, frases incompletas, estudio de casos, rol-playing…) y de estimulación y regulación de la discusión o debate (discusión guiada…).

El programa ha sido aplicado y evaluado de forma experimental, realizando una evaluación pretest-postest (antes y después del programa) para medir sus efectos en diversas variables del desarrollo. Con una muestra de 174 adolescentes, 125 experimentales (4 grupos) y 49 de control (2 grupos), se administraron sesiones semanales de 2 horas de duración, durante un curso escolar. Los resultados de los análisis de varianza confirmaron un fuerte impacto del programa en diversos factores del desarrollo socio-emocional. Se evidenció que los adolescentes que realizaron el programa habían tenido una mejora significativa respecto a los adolescentes que no tuvieron la oportunidad de realizar esta experiencia durante ese curso académico. En concreto, los experimentales mostraron un aumento significativo de: 1) las relaciones amistosas y prosociales dentro del grupo; 2) las conductas asertivas, las conductas de consideración con los demás y las conductas de liderazgo; 3) la capacidad de empatía; 4) el autoconcepto-autoestima; 5) la imagen de los compañeros del grupo; 6) las estrategias cognitivas asertivas de afrontamiento de situaciones sociales conflictivas; y 7) la capacidad para analizar cognitivamente sentimientos negativos como la ira, el miedo…. Así mismo se constató que los adolescentes que realizaron el programa tuvieron una disminución significativa de: 8) las cogniciones prejuiciosas hacia otros grupos socio-culturales; 9) la ansiedad estado-rasgo; 10) las conductas sociales de ansiedad-timidez, los problemas conductuales de timidez-retraimiento; y 11) de las conductas antisociales.

Además, las opiniones subjetivas de los adolescentes que participaron en esta intervención son coherentes con estos resultados, ya que un porcentaje importante de ellos informaron en el cuestionario de evaluación del programa, aplicado al finalizar la experiencia, haber cambiado «algo, bastante o mucho» en ítems del cuestionario tales como: 1) He conocido otras formas de pensar diferentes, otros puntos de vista diferentes al mío en el transcurso de los debates; 2) He aprendido a debatir sobre problemas o conflictos que se dan entre seres humanos, entre personas; 3) Ayudo y coopero más; 4) He aprendido a reflexionar sobre las causas o situaciones que crean sentimientos (tristeza, rabia, miedo, envidia…); 5) Reflexiono más sobre las ideas u opiniones que tengo sobre las personas y sobre la realidad que me rodea en general; 6) Escucho más atentamente cuando mis compañeros/as están hablando y expreso más mis opiniones a los demás, me comunico más abiertamente; 7) Estoy más atento a los sentimientos de los demás; 8) Respeto más las opiniones de otros compañeros/as; 9) He aprendido a reconocer actitudes racistas hacia otros seres humanos; 10) Tengo en cuenta otras cosas de las personas, a parte de su apariencia física o su imagen externa… Además, entre otras cuestiones, dicen haber incrementado su interés por diversos temas tales como: la pobreza, el tercer mundo, la guerra y la paz, la inmigración, la solidaridad, la discriminación, el racismo, etc.

¿Cuál es el papel de la Psicología en la mejora de la convivencia en el contexto educativo?

Los psicólogos podemos contribuir a la erradicación de la violencia en muchas direcciones y siempre en colaboración interdisciplinar con otros profesionales (pedagogos, abogados, criminólogos, trabajadores sociales…). Los psicólogos tenemos la responsabilidad de: 1) diseñar y aplicar programas preventivos de intervención escolar en la infancia y la adolescencia; 2) diseñar dispositivos para identificar situaciones de acoso, así como propuestas de tratamiento con los agresores y de apoyo a las víctimas; 3) potenciar las escuelas de padres para estimular el desarrollo de valores socio-morales pacifistas y modelos de conducta prosociales desde la familia; 4) diseñar dispositivos sociales de apoyo a las víctimas de la violencia, por ejemplo, programas en los medios de comunicación de sensibilización y denuncia de la violencia…, creación de asociaciones, etc.; 5) colaborar con abogados y jueces para la aprobación de leyes que sancionen las conductas violentas; 6) desarrollar programas terapéuticos para tratar a las personas violentas (acosadores escolares, agresores de sus parejas e hijos, agresores de motivación racista, agresores que legitiman la violencia en base a ideas religiosas, políticas…).

No obstante, y en relación a la violencia en la escuela, considero una necesidad de primer orden la incorporación dentro del curriculum escolar de programas que fomenten el desarrollo socio-emocional y la educación en derechos humanos. Esta incorporación puede plantearse desde distintas alternativas o procedimientos metodológicos. En nuestro caso, tanto el programa de intervención dirigido a adolescentes, como los programas de juego cooperativo para niños de educación infantil y primaria, se plantean asignando para su aplicación un tiempo y un espacio semanal en cada curso escolar, durante el que se realizan diversas actividades con un enfoque lúdico, que giran en torno al diálogo, la cooperación con los demás, la solidaridad y el respeto por las diferencias, la resolución pacifista de los conflictos… Así durante un tiempo fijo semanal se estructuran situaciones para fomentar las relaciones interpersonales cooperativas, la expresión de emociones y la reflexión sobre los derechos humanos.

Otra opción es la inclusión de temas y ejercicios vinculados a estos contenidos dentro de las asignaturas que habitualmente se imparten. En mi opinión todas las opciones son válidas, siempre que la escuela incluya propuestas dirigidas al desarrollo socio-emocional y la educación en derechos humanos.

Bibliografía de consulta

Garaigordobil, M. (2000). Intervención psicológica con adolescentes. Un programa para el desarrollo de la personalidad y la educación en derechos humanos. Madrid: Pirámide.

Garaigordobil, M. (2003). Intervención psicológica para desarrollar la personalidad infantil: Juego, conducta prosocial y creatividad. Madrid: Pirámide.

Garaigordobil, M. (2003). Programa Juego 8-10 años. Juegos cooperativos y creativos para grupos de niños de 8 a 10 años. Madrid: Pirámide.

Garaigordobil, M. (2004). Programa Juego 10-12 años. Juegos cooperativos y creativos para grupos de niños de 10 a 12 años. Madrid: Pirámide.

Garaigordobil, M. (2005). Programa Juego 6-8 años. Juegos cooperativos y creativos para grupos de niños de 6 a 8 años. Madrid: Pirámide.

Garaigordobil, M. (2007). Programa Juego 4-6 años. Juegos cooperativos y creativos para grupos de niños de 4 a 6 años. Madrid: Pirámide.

 

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