LA PSICOLOGÍA EN LOS ACCIDENTES DE TRÁFICO- ENTREVISTA A FRANCISCO DUQUE

5 Sep 2008

Grandes atentados, como el 11-M, y catástrofes naturales, como las inundaciones del camping de Biescas, marcaron un antes y un después en la Psicología de Emergencias en nuestro país.

Hoy en día, la opinión pública reconoce la importancia de la atención de los aspectos psicológicos asociados a las personas afectadas por grandes catástrofes. Pero, ¿qué ocurre con las emergencias «menores» como los accidentes de tráfico? Sin duda, también suponen un antes y un después para las personas que han sufrido el accidente, sobre todo, si han supuesto la pérdida de familiares o amigos cercanos.

Precisamente en estas fechas, se produce un aumento de los accidentes en nuestras carreteras, y desde diversos foros, como las asociaciones de víctimas, se enfatiza la importancia de dar una adecuada respuesta a la necesidad de información, reconocimiento y equilibrio emocional que presentan tanto los afectados como los familiares tras la experimentación de un suceso de estas características.

La comunicación de malas noticias, la gestión de la información, la empatía, los primeros auxilios psicológicos, el manejo de reacciones como la agresividad, la negación, etc., son todavía temas pendientes a trabajar con los intervinientes de primera línea que actúan en situaciones de crisis, y más en concreto, en el campo de los accidentes de tráfico. Con el objetivo de profundizar en este tema, Infocop ha querido entrevistar para sus lectores a Francisco Duque, psicólogo clínico de la sección de interconsulta para el tratamiento de situaciones traumáticas del Hospital General Universitario Gregorio Marañón.


     Francisco Duque Colino

ENTREVISTA

Para encuadrar el tema, ¿en qué consisten los Primeros Auxilios Psicológicos?

Son intervenciones que tienen como característica fundamental la relación de ayuda desde la inmediatez y la proximidad a las personas que se han visto afectadas por una situación desbordante que rompe el discurrir de su trayectoria personal. Por lo general, se llevan a cabo en el momento en que la víctima de cualquier situación traumática está accesible.

Es el primer acercamiento de apoyo y se ha de manifestar de forma activa, ayudando a reorientar a los afectados que se han visto inmersos en una situación que está fuera de las normas y parámetros habituales. Una persona que había perdido un hijo en un brutal accidente refería: «nada podía aliviar la dureza de la situación, ni siquiera era capaz de engañarme, pero su presencia suponía que había algo fuera del caos que me envolvía».

Por otra parte, hay que considerar la necesidad de hacer una valoración de la utilización de recursos y su adecuación a la situación que se está viviendo para prevenir futuras complicaciones psicológicas como ocurre en muchas situaciones de duelos patológicos.

¿Qué función desempeña el psicólogo en la atención en emergencias?

En buena medida, el psicólogo se constituye como referente para las personas afectadas, canalizando o disminuyendo los componentes de presión psicológica. Por ello es muy importante el manejo adecuado de los componentes de la comunicación, con la idea clara de ayudar a las víctimas a dejar de serlo y potenciar su protagonismo, perdido en la desestructuración del mundo interno y externo que viene apareciendo en el trauma. Una persona muy dañada tras un atentado relata su experiencia desde su despertar a lo sucedido en una UCI: «en medio del caos aparece alguien, no sé quién es pero me habla, su voz es suave, amable. No puedo responder y necesito saber qué ocurre… me acaricia en el brazo y me dice que estoy en una situación de cierta complicación, pero me dice que voy a ir recuperando mi salud, luego mi energía y posteriormente mi mundo… A partir de ese momento, empecé a esperar su visita, era mi conexión con el mundo. Me hacía creer en algo, sobre todo, para orientarme en esa especie de hecatombe en la que se había convertido mi vida».

Es obvio que, si estamos hablando de trauma psicológico, sean los psicólogos los que intervengan en el conocimiento, valoración y ayuda en situaciones de emergencias. Y para ello es necesaria una formación específica, más allá del voluntarismo.

El psicólogo debe conocer las respuestas que tiene una persona normal ante una situación anormal (fuera de los parámetros de lo que supone una enfermedad mental), y esto ha de llevarlo a cabo desde la necesaria experiencia en este tipo de eventos.

En este sentido, parece necesario desarrollar programas específicos de formación en los que se combine el soporte teórico imprescindible con el conocimiento de casos reales, así como intervenciones, en un primer momento tutorizadas, e investigación sobre eventos conocidos.

Con demasiada frecuencia conocemos casos en los que las heridas físicas son atendidas con gran eficacia sin que ocurra lo mismo con las heridas psíquicas. Sólo con conocer algún caso de los que se diluyen en las estadísticas semanales de accidentes de tráfico se puede observar que, en no pocas ocasiones, no se tiene en cuenta el sufrimiento psicológico, con lo que supone de aproximación a una especie de crueldad innecesaria sobreañadida.

Una persona que perdió a toda su familia en un accidente de tráfico reflexionaba: «La desorientación es grande, pero lo más grave es que la persona accidentada sigue funcionando con las mismas pautas y esquemas de pensamiento, aunque en esta nueva situación están desajustados. Eso no significa que dejes de pensar, o que dejes de tener sentido común, sino todo lo contrario, recibes la poca información que te llega y le das vueltas, la gastas de tanto pensarla, intentas encontrarle su significado, más allá de las palabras. Esto es importante porque las palabras que pudieran tener un ánimo de tranquilizar a la persona, pueden no hacerlo, especialmente cuando los mensajes que te envían unos y otros son contradictorios entre sí».

¿Cuáles son las principales herramientas psicológicas que se deben manejar para realizar intervenciones de este tipo?

El principal instrumento de trabajo en tareas de ayuda es el propio personal asistencial. Además de una utilización minuciosa y eficaz de las técnicas de comunicación y la aplicación específica de éstas en situación de crisis (contacto, receptividad, escucha, empatía, respeto, comprensión, etc.), aparece el ser humano (personal asistencial) ante otra persona, generalmente desarbolada y desorientada en el trauma. En ocasiones, como si apareciera ante sí misma como una desconocida. Así lo refería una paciente víctima de un atentado masivo: «nada era normal, ni los espacios, ni los colores, ni el transcurrir del tiempo; todo era tan extraño que no podía conocer ni mis propias sensaciones. ¿Era yo? ¿Era mi mundo?».

Por este motivo, aparece como prioritaria la cobertura externa de las víctimas desde un rol activo del terapeuta que permita, por una parte, la canalización adecuada de los recursos de quien sufre y, por otra, que no distraiga sus energías en otras actividades, ya que son necesarias para recomponerse y aproximarse a cualquier modo de poder y decisión sobre su propia vida.

Cada vez se demanda más la presencia de psicólogos de emergencias en nuevos contextos como los accidentes de tráfico. ¿Qué peculiaridades presenta la intervención en emergencias psicológicas en el contexto de accidentes de tráfico frente a otro tipo de emergencias? ¿Qué aspectos distintivos se deben tener en cuenta?

Entiendo que los psicólogos debemos llevar a cabo nuestra tarea ante cualquier situación traumática, aunque sólo sea para valorar la necesidad o no de una intervención. Hay que tener presente que muchas personas son capaces por sí mismas de superar situaciones en apariencia insuperables.

Respecto a la intervención en accidentes de tráfico, hay que señalar que cumplen todos los criterios de trauma, especialmente el de suponer un cambio drástico en la percepción del mundo por parte de quien lo padece. Las víctimas perciben un mundo cambiado, extraño, confuso, etc. Y todo en un instante, como señala una persona que lo perdió casi todo: «en lo que dura un parpadeo». Pero, claro, estamos muy familiarizados con unas cifras que a fuerza de repetirse parecen palabras gastadas: me refiero a las estadísticas de cada fin de semana sobre los fallecidos en carretera. Sólo son números, hasta que ponemos nombre y apellidos a uno de ellos. Entonces todo cambia y se torna en tragedia, a pesar de que sistemáticamente nos recuerden con palabras bienintencionadas que son cifras menores que el año anterior. Nos alegramos de que sea así, pero cuando una persona ha perdido a su familia no ha perdido menos, ha perdido todo.

Lo cierto es que tras pasar una semana (el tiempo de vigencia de su tragedia) son sustituidos por nuevas víctimas, pero no podemos olvidar que una tragedia no desaparece con el advenimiento de otra. Esta situación a todas luces es injusta (nos estamos refiriendo a miles de tragedias entrelazadas o aisladas, con víctimas primarias y secundarias).

Estos silencios nos gritan con elocuencia las necesidades psicológicas de estos números que son seres humanos que se encuentran posiblemente en la peor situación de su trayectoria vital. Una mujer tras un accidente colectivo de tráfico (un autocar en el que viajaban miembros de la misma familia que iban a una boda) reflexionaba: «entiendo que la gente no haga caso a los tráficos, yo tampoco los consideraba antes, pero nuestra vida cambió drásticamente, igual que si hubiera sido un atentado o cualquier tragedia a la que sí se presta atención. La diferencia es que nosotros parecía que no necesitábamos ayuda alguna. A veces me sentía como si no fuera un ser humano, como si no tuviera derechos, como si… no sé, todo es muy raro, que no entendía nada salvo que me encontraba muy mal… y abandonada».

Uno de los objetivos de la intervención en crisis es la prevención, es decir, evitar el desarrollo de otras complicaciones psicológicas que pueden aparecer tras la vivencia de una situación crítica, como el duelo complicado, la depresión o el trastorno por estrés postraumático. Desde este punto de vista, ¿qué ventajas tiene implementar este tipo de estrategias en lo que respecta a accidentes de tráfico? ¿Qué puede aportar la Psicología?

Anteriormente comentaba las líneas a seguir en este tipo de situaciones, ya que se trata de personas dañadas que necesitan recomponerse para retomar su trayectoria personal. Esto lo consiguen elaborando la situación vivida sin fragmentaciones, sin puntos ciegos y sufriendo las pérdidas, pero no más.

No podemos evitar su situación traumática, ya sucedida, pero sí podemos trabajar para que comiencen la tarea de rehacerse, retomando su protagonismo personal, llevando a cabo el duelo que supone adaptarse a las pérdidas y sin quedar varados en la tragedia que un día se cruzó en su trayectoria.

Desde estas consideraciones, las ventajas son obvias, como por ejemplo conseguir que el trauma no invada los territorios sanos de la persona y que puedan incorporar el episodio vivido a su bagaje personal. Como ocurre en los procesos de duelo elaborados: no se puede eliminar la pérdida, pero la vida no queda hipotecada por el trauma sufrido.

 Llegados a este punto se pueden desarrollar incluso los elementos de aprendizaje propios de cualquier evento. Todo ello conlleva el desarrollo de los recursos y mecanismos adaptativos sin más costes que los estrictamente necesarios, de tal manera que, una vez superado el trauma, la persona afectada renueve la tarea de desarrollar el sentido de su propia existencia… y que lo haga con alegría.

La persona que hizo un relato anterior sobre su estancia en la UCI finaliza diciendo:«Hoy, recordando todo aquello, sé que no olvidaré jamás la importancia de alguien que enciende luces en los túneles, alivia tu sed en el desierto o te orienta en el caos

¿Desea añadir alguna cuestión más?

Lo traumático rompe la secuencia de cualquier trayectoria vital donde los recursos de las personas afectadas pueden quedar inoperantes e incluso generar un daño mayor por la inadaptación a la nueva situación. En esta tarea, resulta determinante la ayuda de un profesional que conozca la dialéctica del trauma, así como las técnicas de afrontamiento del mismo, necesarias para afrontarlo: el profesional de la Psicología debe reorientar a quien padece dicho trauma; primero en la situación vivida, para posteriormente, desarrollar sus aspectos sanos hasta conseguir una orientación de futuro, con un horizonte motivacional lleno posibilidades y sentido; hasta la etapa en la que, superado lo traumático, retoma su trayectoria, y lo que llamamos «continuar», retomando en su propia vida.

Concienciarnos sobre la entidad de este problema implica la formación de profesionales que puedan desarrollar estas tareas de ayuda y, por este motivo, deseo agradecer la oportunidad de dar a conocer las posibilidades de desarrollo dentro de que me envolvía este área de la Psicología Clínica.

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