LAS DROGAS: AFRODISÍACOS DE LAS DISFUNCIONES SEXUALES

6 Abr 2009

Juan Carlos Sierra, Pablo Vallejo Medina y Miguel Pérez García
Universidad de Granada

El uso de drogas como afrodisíaco nos acompaña desde los inicios de la historia. En los imperios egipcio, griego o romano, a menudo se empleaba el alcohol como aderezante del sexo. En la actualidad, aún cuando se emplean nuevas drogas, estos hábitos parecen mantenerse.

Cuando se ha preguntado por la experiencia personal de los usuarios, en contextos asociados al consumo de drogas, las personas asumen que prácticamente todas las drogas son capaces de mejorar algún aspecto de las relaciones sexuales. Cannabis, cocaína, heroína, alcohol, metanfetaminas… son, según la creencia popular, potenciadores de la sexualidad y se consumen en muchos casos con este fin. No obstante, las publicaciones científicas vienen señalando, de un tiempo a esta parte, la peligrosidad que tiene el consumo de drogas para la salud sexual de sus usuarios.

 

¿Pueden entonces las drogas mejorar el rendimiento sexual o se trata más bien de un mito?

Previamente, debería aclararse que una droga que ha permitido una mejora sexual en un consumidor, puede tener efectos contrarios en otro; de hecho, existen diferencias individuales en lo psicológico, interpersonal, ambiental y fisiológico que condicionan el efecto de la droga sobre la sexualidad. En un ejemplo análogo, Masters y Johnson indicaron que niveles elevados de ansiedad perjudicarían el funcionamiento sexual. Años más tarde se hipotetizó que esto sería así sólo en el caso de los hombres, ya que en las mujeres una activación alta implicaría una mejora de su rendimiento sexual. En la actualidad, parece existir cierto consenso respecto a la idea de que el arousal elevado mejora el funcionamiento sexual en unas personas, mientras que lo empeora en otras. Si esto es así, y atendiendo al amplio abanico de efectos que nos ofrecen las diversas drogas (excitantes, depresoras, alucinógenas, etc.), cada persona podría recurrir a una u otra droga para mejorar su rendimiento sexual. Por tanto, es posible que el funcionamiento sexual pueda mejorar en algún momento gracias al efecto de las drogas. Sin embargo, sucede que sólo «alguna» droga podría mejorar el funcionamiento sexual de una persona, pero en ningún caso «cualquier» droga, resultando además que el efecto potenciador de una droga es siempre efímero y muy perjudicial, habiéndose observado casos de deseo sexual hipoactivo, disfunción eréctil, priapismo, eyaculación precoz o disfunción orgásmica, entre otros. Esa droga podría ser «beneficiosa» para el funcionamiento sexual sólo a bajas dosis y a corto plazo. A una persona puede que al principio le resulte sexualmente útil la cocaína, por ejemplo, pero, más pronto que tarde, se dará un proceso de habituación que hará necesario consumir mayor cantidad de dicha sustancia. De esta forma, el efecto beneficioso inicial desaparece y, además, al aumentar la cantidad de droga, la persona se desliza del uso al abuso e incluso a la dependencia, alejándose todavía más del efecto deseado e inicialmente logrado.

En un estudio reciente que llevamos a cabo en la Universidad de Granada, los datos hallados muestran que el consumo de drogas con fines sexuales es elevado, pese a que un gran número de consumidores ha confesado haber sufrido efectos adversos. En este estudio participaron 104 hombres, de los cuales el 50% reconocían haber utilizado alcohol o cocaína para conseguir un acercamiento sexual (iniciar una conversación, sentirse más seguros, crear un ambiente más propicio para obtener la relación sexual, etc.); por su parte, el 43% de las mujeres (n=16) había empleado sobre todo el alcohol con este fin. También hemos observado un elevado uso de la sustancia para conseguir la capacidad de mantener una relación sexual. De hecho, un 72% de los varones ha empleado drogas para alcanzar esta finalidad. De ellos, el 58% empleó la cocaína como coadyuvante sexual. Además, como ya adelantábamos anteriormente, el uso de drogas como afrodisíaco, es decir, para aumentar el disfrute o mejorar las relaciones sexuales, también hace acopio de un nutrido número de seguidores. El 65% de los hombres y el 50% de las mujeres han empleado la cocaína, seguida de lejos por el alcohol, con este objetivo. Resulta paradójico que la cocaína, la droga más empleada para mejorar en las relaciones sexuales, sea también la más incapacitante para la sexualidad.

Estos resultados muestran la elevada tasa de consumo de drogas, sobre todo cocaína y alcohol, que existe en contextos sexuales. Al igual que en otros estudios, hemos podido apreciar como, a pesar de que los propios consumidores reconocen que el consumo de drogas conlleva problemas sexuales, continúan consumiéndolas con la intención de potenciar su sexualidad.

Desde un punto de vista clínico, el deterioro del funcionamiento sexual provocado por el consumo de drogas debería facilitar la transición a la contemplación del problema, en la que sería muy importante el abordaje terapéutico conjunto, enfocado tanto sobre el problema del consumo, como sobre el sexual. De esta manera, el sujeto en tratamiento percibiría de forma más clara que abandonar el consumo de drogas supone mejorar el rendimiento sexual, aumentando consecuentemente el grado de adherencia al tratamiento.

Sobre los autores:

 

Miguel Pérez García es Profesor Titular del Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico en la Universidad de Granada. Entre sus líneas de investigación se encuentra el estudio del efecto de las drogas en el cerebro.

Pablo Vallejo Medina es Doctorando del Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico en la Universidad de Granada.

Juan Carlos Sierra es Profesor Titular del Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológicos en la Universidad de Granada. Entre sus líneas de investigación se encuentra el estudio de la sexualidad humana (deseo sexual, fantasías sexuales, asertividad sexual, etc.). Es autor de numerosas publicaciones científicas en esta temática.

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