ALGUNOS DATOS SOBRE LA IMPLICACIÓN DE LOS PADRES EN LA ANSIEDAD INFANTIL

13 Abr 2009

Lourdes Espinosa
Universidad de Jaén

Los datos disponibles hasta el momento muestran que los trastornos de ansiedad tienen una frecuencia relativamente alta entre la población infantil; suelen estar asociados con dificultades en el funcionamiento social y académico y además predicen la aparición y desarrollo de trastornos y alteraciones en la edad adulta.

Son varios los factores de riesgo que pueden estar interviniendo en el origen y desarrollo de un trastorno de ansiedad en niños, entre los que se encuentran los siguientes: apego ansioso-resistente, temperamento inhibido, exposición a eventos traumáticos, negativos y estresantes, presencia de trastornos de ansiedad en los padres y manifestación por parte de estos de determinadas pautas educativas.

 

De manera más concreta, las vías de influencia de los padres en la aparición, desarrollo y mantenimiento de un problema o trastorno de ansiedad en su hijo pueden ser diversas: a) a través de la transmisión de información acerca de que el ambiente o determinadas situaciones o estímulos son peligrosos e incontrolables; b) a través del modelado de conductas de miedo y de evitación, al mostrar ellos mismos esas conductas (ambos aspectos suelen ser frecuentes cuando los padres presentan también un trastorno de ansiedad); c) a través del reforzamiento de las conductas de miedo y de evitación mostradas por los niños; d) a través de una sobreprotección o excesivo control sobre el niño, lo que además de limitar el desarrollo de la autonomía de los niños, contribuye a fomentar en éstos percepciones del ambiente como incontrolable y a un limitado sentido de la competencia o dominio personal (autoeficacia).

Otra dimensión del estilo educativo que también se ha asociado con la ansiedad infantil es la que recibe el nombre de aceptación-rechazo. En algunos estudios, se ha señalado que los padres que muestran aceptación de la expresión de sentimientos negativos de sus hijos (en lugar de criticarlos y/o minimizarlos) y ayudan a promover en ellos la regulación emocional al permitir que aprendan por ensayo y error y a tolerar sentimientos negativos, contribuyen a reducir la sensibilidad o vulnerabilidad de los niños a la ansiedad. En el lado opuesto, es probable que aquellos padres que tienden a presentar un patrón de crianza de bajo calor y/o relativamente poco afecto faciliten el desarrollo de un trastorno de ansiedad en sus hijos.

Las diferentes variables o factores de riesgo no actúan de manera aislada, sino más bien lo que ocurre es una interacción entre ambos, y a veces la dirección de los efectos no está clara. De esta manera, la sobreprotección de los padres puede considerarse como causa de la ansiedad, como una respuesta por parte de los padres a la ansiedad de sus hijos (en un intento de reducir el malestar y dificultades presentadas por éstos) o como expresión de la propia ansiedad de los padres.

Por tanto, teniendo en cuenta lo anterior, la implicación de los padres en la intervención o tratamiento de un trastorno de ansiedad en sus hijos parece necesaria. De hecho, se recomienda que la intervención realizada sobre los niños con el objeto de eliminar o reducir sus dificultades, en este caso, ocasionadas por su ansiedad, ha de ponerse en práctica en su ambiente o contexto natural, y por tanto, en su ambiente familiar (Olivares, Rosa y Olivares, 2006). Por otra parte, los padres son los agentes que tienen el principal control de los elementos más significativos del ambiente del niño, por lo que el aprendizaje de las habilidades y estrategias de afrontamiento adecuadas y, sobre todo, la generalización y consolidación del mismo, van a depender de la mayor o menor implicación y/o colaboración de la familia y en concreto de los padres. Esa implicación y colaboración se torna más necesaria cuando los padres presentan pautas educativas inadecuadas y/o padecen ellos mismos algún trastorno de ansiedad, que tal y como se ha visto anteriormente son dos factores de riesgo en el origen y mantenimiento de la ansiedad en los niños.

Si estos aspectos no se trabajan pueden convertirse en obstáculos que interfieran con los intentos de mejora en el niño. Los aspectos que se suelen incluir en la intervención cuando se trabaja con padres son los siguientes: psicoeducación (conceptualización cognitivo-conductual de la ansiedad y su tratamiento), manejo de contingencias (refuerzo de conductas de afrontamiento y extinción de conductas de ansiedad y de evitación), instrucción para modelar conductas de afrontamiento, estrategias para reconocer y reducir los niveles de ansiedad en ellos mismos y específicas habilidades de resolución de problemas y comunicación familiar.

A pesar de que aún falta más investigación al respecto, algunos de los datos disponibles hasta el momento, muestran la utilidad que tiene la implicación de los padres en el mantenimiento y las ganancias terapéuticas. Los datos también nos indican que la ventaja adicional que puede tener la inclusión o no de los padres en el tratamiento de los trastornos de ansiedad infantil puede estar modulada por algunas variables, entre las que se encuentran la edad de los niños, el grado de implicación de los padres en el programa, el tipo de formación o entrenamiento administrado, la participación de uno o los dos padres, la presencia o no de psicopatología en estos, así como el estilo o pautas educativas mostradas. En relación a esto último, recientemente se está investigando el papel de la emoción expresada, que es un constructo que hace referencia al estilo comunicativo de los padres vinculado fundamentalmente con la expresión y utilización de las propias emociones cuando éstas se dirigen hacia sus hijos. Este constructo incluye varias dimensiones: comentarios críticos (evaluación negativa de la conducta del hijo que conlleva desagrado o disgusto), hostilidad (evaluación negativa del hijo como persona) y sobreimplicación emocional, que a su vez incluye sobreprotección, desesperanza, autosacrificio y manifestaciones emocionales intensas. Por ahora los pocos datos existentes muestran la presencia de alta emoción expresada en padres de niños con trastornos de ansiedad, lo que ha llevado a varios investigadores a incluirla como variable a tratar en las intervenciones dirigidas a padres.

En general, tendiendo en cuenta que el estudio sobre los trastornos de ansiedad infantil es relativamente reciente, y a pesar de que ya se disponen de datos relevantes, son necesarias más investigaciones para aclarar y confirmar aspectos importantes que nos ayuden a mejorar no sólo la comprensión del surgimiento y desarrollo de este trastorno en los niños, sino también la planificación de adecuadas intervenciones, tanto desde el punto de vista terapéutico como el de la prevención e intervención temprana.

El estudio original en el que se basa este artículo puede encontrarse en la revista Psicología Conductual:

Espinosa, L. (2009). Ansiedad infantil e implicación de los padres: una revisión. Psicología Conductual, 17, 1.

Referencias:

Olivares, J., Rosa, A. I. y Olivares, P. J. (2006). Ser padres, actuar como padres. Un reto que requiere formación y tiempo. Madrid: Pirámide.

Sobre la autora:

 

Lourdes Espinosa Fernández. Profesora del área de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico del Departamento de Psicología de la Universidad de Jaén. Ponente en numerosas charlas y talleres de escuela de padres. Actualmente centrada en la investigación, financiada por el Ministerio de Investigación y Ciencia, que estudia el papel de la emoción expresada de los padres en la ansiedad infantil y juvenil.

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