“LA MENTIRA ES UN ELEMENTO BÁSICO, ENGRASADOR, DE LAS MODERNAS RELACIONES SOCIALES”

11 Ene 2006

Manuel Porcel Medina es licenciado en Psicología por la Universidad de Granada. A través de la aplicación de nuevas psicoterapias basadas en el lenguaje como son la Psicoterapia Analítico-Funcional y la Terapia de Aceptación y Compromiso ejerce como psicólogo clínico y orientador profesional y vocacional. Actualmente es codirector de la página de Ayuda Psicológica on-line metapsicoterapia.com.

   

     

                

 

Rubén González Fernández es licenciado en Psicología por la Universidad de Oviedo y desde hace años ejerce como psicoterapeuta con una orientación conductual basada en la Terapia de Aceptación y Compromiso. Asimismo, es colaborador del grupo Sanitas en el que presta sus servicios de atención psicológica además de codirector de la página de Ayuda Psicológica on-line metapsicoterapia.com.

En el último número de Papeles del Psicólogo ambos han publicado un artículo titulado EL ENGAÑO Y LA MENTIRA EN LOS TRASTORNOS PSICOLÓGICOS Y SUS TRATAMIENTOS a partir del cual han preparado el siguiente resumen para Infocop on-line.

Una aproximación psicológica a la mentira y sus derivados podría interesarse por la evaluación de ésta en terapia para su eventual detección y eliminación. La mentira puede esconder el problema psicológico y no dejar así paso libre para una posible solución del mismo. Herramientas que posibiliten la discriminación de la mentira se convierten así en elementos de vital importancia para el terapeuta.

Nuestro enfoque, sin embargo, es más radical, no por ser más comprometedor, que puede que lo sea, sino por atacar directamente a la raíz de la mentira. Nuestra aproximación a la mentira no es psicológica sino «ontológica». Es ontológica porque no nos interesa la mentira como epifenómeno para valorar fenómenos más trascendentales en Psicología, sino que nos interesa la mentira por ella misma. Y sostenemos esta mirada crítica a la mentira porque consideramos que la mentira no es un accesorio o un adjetivo de los procesos psicológicos, sean estos sus problemas o sus soluciones –trastornos y tratamientos- sino que es la propia textura de los problemas psicológicos y sus tratamientos. La mentira está tan enraizada en los problemas psicológicos y sus arreglos que se identifica con ellos, que forma parte sustancial de ellos, que es la modulación de ellos.

Las sociedades modernas son complejos entramados normativos en donde las quiebras y fallas sociales son evidentes. La Psicología, en una de sus modulaciones más conocidas se encarga de «arreglar» estas quiebras sociales. La psicoterapia se encarga así de intentar arreglar aquello que deviene des-arreglado de la sociedad. Y aquello que deviene des-arreglado suele ser la persona que vive y sufre en esa sociedad. Dice Eduardo Punset en su último libro titulado » El viaje a la felicidad» que el ser humano busca, ahora más que nunca, la Felicidad porque tiene una esperanza de vida muy superior a la de sus ancestros. Hace doscientos años la felicidad no era un problema científico o social porque no se llegaba tan lejos en la vida, no se vivía tanto. Nosotros añadiríamos además que ahora se busca la Felicidad no sólo por el exceso de tiempo al final de la vida, que antes no existía por la menor longevidad, sino también, y principalmente, por el exceso de tiempo en toda la vida, de tiempo diario, semanal, anual que sobra y que hay que re-colocar. Y aprovechamos este momento del camino para advertir que uno de los principales motores que alimentan los problemas psicológicos son los vacíos temporales que existen entre tareas, lo que se viene llamando el tiempo de ocio –en contraposición al tiempo de neg-ocio.

Además las sociedades modernas civilizadas son muy complejas en su funcionamiento y los papeles que cada cual tiene que adoptar en cada momento, antes que bien definidos y estructurados –como pongamos por caso, en el siglo pasado- están muy desarticulados y entrecruzados, de manera que cada individuo tiene que arreglárselas para «ir tirando», para adecuarse lo más posible a las conflictivas y abundantes funciones sociales. Es en este contexto donde la mentira hace su aparición y no lo hace como un fenómeno peyorativo o disfuncional sino que, muy al contrario, aparece como un elemento básico con funciones resimetrizadoras –de re-equilibrio-. Entendemos que la mentira es un elemento básico, engrasador diríamos, de las modernas relaciones sociales. A pocos se nos ocurre decir a una amiga: «que zapatos tan feos te compraste«, ante la evidencia real de que son horrorosos. A pocos se nos ocurre decir: » no te llamé ayer para salir porque realmente no me caes bien«. Aquí vienen muy bien las mentiras piadosas que aseguran el buen funcionamiento de las relaciones sociales.

Por otro lado, a nivel personal tampoco hace nada mal la mentira cuando lejos de pensar que nosotros fuimos los responsables de tan horrenda situación pensamos: «no fue mi culpa si no la de aquel amargado que no sabía bien lo que decía«. Muchas terapéuticas psicológicas recomiendan hacer atribuciones positivas internas y atribuciones negativas externas. Dicho de otro modo, todo lo bueno que me ocurra es por mí y todo lo malo que me suceda es debido al otro, aunque ese otro sea yo mismo. Sin embargo, la mentira puede llegar a afianzarse como un estilo personal o modo irresponsable de guiar nuestra vida y de manera que finalmente acabe por encasquillar el más mínimo paso hacia adelante, dado que cada uno de nuestros actos necesita de nuestra actitud responsable, aunque sea hacerse cargo de las mentiras que uno va sembrando. Así, la mentira podría acabar generando más trastornos que los que primeramente pretendía arreglar o evitar.

El engaño (con los otros) y el autoengaño (con uno mismo), son elementos reequilibradores que aseguran el buen funcionamiento –por lo menos a lo largo del tiempo, en su eutaxia- de las relaciones sociales y las propias. Pero es un exceso en la utilización de este engaño y autoengaño lo que precipita los problemas sociales y personales. Es justo en este momento cuando aparece la figura que llamaremos «el engañador engañado«. Se daría cuando uno se cree sus propias mentiras y las de los demás y entra en un círculo vicioso en donde los problemas de la vida, las dificultades obvias del vivir, se convierten en insoportables problemas personales, íntimos, con una textura que nunca antes habían tenido, una textura tan infranqueable como irreal: «la textura psicológica».

De lo que en otro tiempo se encargaban las instituciones de la Iglesia, la escuela y otros poderes fácticos, ahora debe hacerlo la Psicología.

Como decíamos arriba, la principal característica de las sociedades civilizadas modernas es el desajuste que se produce entre sus diversas capas tanto intensamente como extensamente. De aquí que se generase una institución intermedia –la institución psicológica- que vela por el reequilibrio entre estas capas y estructuras sociales. Sigmund Freud fue muy prudente al enfocar los problemas entre estructuras en el interior de cada uno –ello, yo y superyo– en lugar de hacerlo en la estructura social de su tiempo. No corrían buenos tiempos para una auténtica crítica social.

De esta manera tan pintoresca los problemas psicológicos se generan, porque existe toda una cobertura psicológica que los produce y alimenta. El trabajo psicológico debe consistir, y lo decimos ya, en la despsicologización, que en su versión más descafeinada supone eliminar la cobertura o capa psicológica que los problemas personales o «de la vida» tienen. Una de las terapias que más se aproxima a esta forma de proceder es la Terapia de Aceptación y Compromiso que viene fundamentándose desde los años 80. Esta terapia expone que uno de los problemas fundamentales que están en la base de la mayoría de los trastornos psicológicos es la «evitación experiencial«. Vendría a ser algo así como sugerir que para eliminar un problema psicológico basta con quitarle el adjetivo de psicológico y situarlo en donde ese problema realmente está: en la vida. Es entonces un problema de la vida. Y es que la vida no es más que un transitar problemas que se derivan de ella, siendo el último problema que se transita, quedando insoluble, el de la muerte.

Nosotros somos más radicales al creer que es justamente esta evitación experiencial lo que está en la base de todos los problemas psicológicos y mucho peor, en la base de muchísimas terapias psicológicas actuales. Y para nosotros la evitación experiencial no es más que el resultado del elemento principal psicopatológico: «la irresponsabilidad«. Esta es para nosotros la piedra angular de la psicopatología actual. La evitación experiencial no es más que el epifenómeno psicológico que hay que atacar, mediante ciertas técnicas psicoterapéuticas, entre ellas la que a nosotros nos encaja mejor en el entramado psicopatológico, «la Intención Paradójica«, porque el verdadero fenómeno de base es la no asunción de responsabilidad ante la vida. Esta carencia hace que no se valore la vida, ni en lo negativo, ni en lo positivo y nos sugiere una búsqueda indefinida e irreal de la llamada Felicidad. Si cometo un error no es culpa mía puesto que yo no tomé las decisiones. Si acierto tampoco es mi responsabilidad porque yo no lo elegí. De manera que estamos rodeados de instituciones que toman las decisiones por nosotros y piensan por nosotros. Esta impotencia operativa, o falta de ejecución vital por uno mismo hace que vivamos los problemas como algo impuesto, como algo íntimo que se ha generado de una manera cuasi mágica y que no podemos afrontar por nosotros mismos. Todo es enfermedad o comportamiento mal moldeado que hay que remoldear. En ello está la psiquiatría y gran parte de la psicología. Pero una gran mayoría de psicólogos críticos, por suerte, van más allá de esta visión miope de los arreglos y desarreglos y ponen el énfasis no en los comportamientos que hay que re-moldear, sino, antes bien, en un cambio de perspectiva de todo el comportamiento de una persona particular. No tiene que cambiar el contenido –las conductas- sino el contexto –la forma en que se ven, se comprenden y sobre todo, la forma en que se asumen esas conductas-.

La Intención Paradójica se hace necesaria para llevar al cliente o paciente a nuestro terreno, que no es otro que colocarlo ante la evidencia. No se trata de que cambie tal o cual comportamiento desadaptado o anómalo, más bien se trata de tomar las riendas de su vida y situarlo ante la posibilidad de decidir responsablemente si transita o no por aquellos caminos que convendría visitar pero que implican ineludiblemente sufrimiento o riesgo. Y también en este punto somos radicales. No entendemos a la intención paradójica como una herramienta o técnica terapéutica más, sino que creemos que es la técnica que habría de estar en la base de todas y cada una de las técnicas terapéuticas. Esta técnica o filosofía de actuación es fundamental para favorecer el transitar del cliente por todos aquellos caminos que le son difíciles de transitar por dolorosos, pero que ha hecho intransitables a través de un «bloqueo psicológico«, de una psicopatología, y sólo la posibilidad de enfrentar los miedos, dotando al paciente de una nueva perspectiva, hará posible la disolución de la densidad psicológica incapacitante. No se trata de elaborar estrategias terapéuticas para eludir o amortiguar el miedo, se trata de elaborar un proyecto que lo incorpore a la propia terapia de tal forma que el miedo o el sufrimiento sea asumido y enfrentado por el cliente, aunque en principio lo asuma o enfrente en favor de la terapia y no a favor de su propia vida. Si alguien tartamudea, se le pide que lo haga cuánto pueda y dejará de tartamudear. En este y otros casos, el obstáculo no es el tartamudeo, el obstáculo es el miedo a tartamudear lo que hace que se tartamudee. Cuando ese miedo desaparece también desaparece el tartamudeo. Y es aquí donde la intención paradójica actúa dejando sin coartada a los parapetos psicopatológicos. Tómese este ejemplo en cualquier otro ámbito psicopatológico y sáquense las conclusiones oportunas –nosotros ya lo hemos hecho y por eso escribimos esto aquí y ahora-.

La mayoría de los clientes que vienen a consulta lo hacen porque están en un momento de atasco vital. Están perdidos, no saben o no quieren seguir caminando. Con la intención paradójica aceleramos su estado de reposo para que más adelante sea la propia inercia de la vida la que continúe el movimiento. No podemos caminar por ellos, no podemos pensar por ellos, no podemos, en definitiva, vivir por ellos. Solo podemos darles ese empujón que necesitan para seguir caminando. Todo lo que exceda de esto será pernicioso, inútil e irrelevante.

El autoengaño del cliente necesita del engaño terapéutico hasta un punto en donde el engañado sea consciente de que se está autoengañando lo que neutralizará el problema psicológico derivándolo en un problema de la vida.

PAPELES DEL PSICÓLOGO. Artículo EL ENGAÑO Y LA MENTIRA EN LOS TRASTORNOS PSICOLÓGICOS Y SUS TRATAMIENTOS

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