Un estudio alerta de la sobreprescripción de psicofármacos a personas con discapacidad intelectual

27 Ene 2017

La salud de las personas se relaciona directamente con los hábitos que tenemos establecidos en nuestra vida diaria. De igual modo, se da una relación directa con las actividades de prevención y promoción de la salud en las que nos involucramos. No obstante, a pesar de la proliferación de estudios llevados a cabo en este ámbito, en la actualidad es poca la información existente en relación con la salud de las personas con Discapacidad Intelectual (DI).

Por este motivo y con el propósito de conocer los indicadores de salud de las personas que conforman este colectivo, se ha iniciado el Proyecto POMONA-ESP, un estudio financiado por el Fondo de Investigación Sanitaria del Instituto de Salud Carlos III -que depende del Ministerio de Economía y Competitividad-, y coordinado por Fundación Villablanca, con la participación del Parc Sanitari Sant Joan de Déu, Plena Inclusión y CIBERSAM.

Según manifiestan los autores del estudio, la falta de conocimiento científico en torno a este ámbito, tiene un gran impacto en la formación que reciben los profesionales y en la fiabilidad de los diagnósticos y tratamientos. Ante esto, señalan la importancia de contar con información relativa a la salud de las personas con discapacidad intelectual, de cara a ampliar el conocimiento y planificar acciones que mejoren la atención sanitaria que reciben.

Para tal fin, se ha contado con una muestra de 900 personas de ambos sexos, mayores de 18 años, con diagnóstico de discapacidad intelectual (Ligera, Moderada o Profunda y Severa), y los datos proporcionados por un informante clave -previo consentimiento otorgado por cada participante-, que conoce bien su estado de salud.

A continuación recogemos algunos de los primeros resultados obtenidos por los investigadores:

  • A pesar de haber contado con datos procedentes de diversas fuentes (familiares, profesionales y otras personas cercanas participantes en el estudio), sorprende la falta de información sobre aspectos básicos de la persona con discapacidad intelectual, como su cociente intelectual, estatura o peso.

  • Los datos revelan que, en un 34.6% de las ocasiones, el diagnóstico de la discapacidad intelectual se realiza únicamente en base a una impresión clínica (frente a un 19 y 20% que se basan respectivamente en pruebas estandarizadas y certificado de minusvalía). Asimismo, muestran que la etiología de la discapacidad intelectual y clínica asociada, es desconocida en el 61% de los casos.

  • Con respecto a los antecedentes familiares, se observan antecedentes de discapacidad intelectual y Trastorno del Espectro del Autismo en un 20% de los casos, y de trastorno mental en un 17%; a este respecto, los investigadores resaltan la conveniencia de realizar una evaluación cuidadosa de cara al diagnóstico.

  • En lo que se refiere a los hábitos de salud, los autores del estudio destacan un amplio índice de sobrepeso (un 35% frente al 39% de la población general) y obesidad (un 30% frente al 22%) en los participantes. De hecho, los datos revelan que un 50% realiza actividades sedentarias.

  • Entre los problemas más prevalentes hallados en la población investigada, se encuentran los problemas bucodentales (47%), las alteraciones del lenguaje (38%) y el estreñimiento (31%).

  • Tanto en el ámbito de centros de atención general como en los especializados en salud mental, un importante número de personas (29% y 75% respectivamente) presentan trastorno mental asociado a la discapacidad intelectual. De ellos más de un 20% son trastornos de conducta y otro 20% psicosis.

  • Los autores advierten de una sobremedicación en general, ya que el 84% de las personas investigadas toma fármacos a diario (en torno a 7 o más medicamentos al día en el 19% de los casos).

    Los síntomas somáticos que requieren un mayor consumo de fármacos son el estreñimiento (por un 16%), los problemas gástricos (por un 14,5%), la hipertensión (por un 12%) y los problemas cardiovasculares (por un 9.5%). Sin embargo, a razón de los datos preliminares obtenidos, el uso más preocupante es el de la medicación psiquiátrica, ya que supone el 65% de toda la medicación prescrita. Los investigadores afirman que se emplea un alto número de fármacos anticonvulsivos y neurolépticos como medida de control conductual, por lo que consideran preciso revisar la medicación en personas con discapacidad intelectual y establecer unas “pautas claras basadas en la evidencia”.

    En relación con los resultados anteriores, se muestran tajantes al concluir que “toman medicación psiquiátrica sin un diagnóstico claro y la elevada cifra de fármacos que consumen, los exponen a riesgos graves de interacciones medicamentosas y efectos secundarios. Una parte importante de la muestra no cuenta con un seguimiento regular de esta medicación”.

Pese a que los datos obtenidos hasta la fecha son preliminares, en opinión de los autores del proyecto, su éxito “puede tener un gran impacto para las personas con discapacidad intelectual y para la sociedad en general”, al ser el primer estudio en reflejar datos epidemiológicos representativos a nivel geográfico en una muestra tan amplia. A su juicio, esta información puede ser muy relevante de cara a la planificación sanitaria, siendo también de gran ayuda para la elaboración de manuales y guías de práctica clínica y la producción de materiales que ayuden a la formación de los profesionales.

Fuente: Proyecto Pomona

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