LA ERA DE LOS MEDIOS: DIVULGAR, NO VULGARIZAR

5 Abr 2006

 

Pilar Varela es psicóloga de RTVE y miembro de la Asociación de Periodistas Científicos. Desde hace más de una década se dedica a la divulgación de la Psicología como autora de programas de televisión, colaboradora de radio, conferenciante y articulista. Ha publicado varios libros, entre ellos La Maquina de Pensar (Temas de Hoy), Ansiosa-Mente y Amor puro y duro (La esfera de los libros).

En esta entrevista ofrece a los lectores de Infocop Online una incisiva visión de la Psicología y los medios de comunicación.

 
Pilar, se te conoce ampliamente, entre otras razones, por tu participación en distintos medios de comunicación, ¿cuál consideras que es, en la actualidad, el papel del psicólogo en este ámbito?

Estamos en la era de los medios; sin ellos se nos haría difícil entender el mundo. Los medios hacen que el entorno, enorme y complejo, sea más manejable. Sin embargo, esta tarea de reducción de la complejidad no es inocente. Hay quien afirma que los medios de comunicación no reflejan la sociedad, sino que la construyen, que deciden incluso cómo la sociedad se ve a sí misma. Aunque estas afirmaciones contienen mucho de verdad, también es una verdad que el conjunto de los medios ofrece independencia de los poderes políticos y económicos.

Los psicólogos en estos momentos tenemos, fundamentalmente, tres papeles en los medios de comunicación:

El primero es el papel de experto requerido para conocer su opinión sobre una cuestión determinada, sea ésta la ley del menor, las consecuencias del 11 de marzo, el transplante de rostro, etc. No todos los psicólogos somos expertos en todo, por tanto, a cada contexto debe acudir aquél que sabe del tema concreto, por ejemplo, si se habla de la violencia o la convivencia en las cárceles, quien debe estar allí es un experto en prisiones. A veces el psicólogo colabora habitualmente, incluso siendo el protagonista del programa, caso del reciente Supernanny de Canal Cuatro. Ese es el primer rol.

El segundo rol es el que hacemos los divulgadores de la Psicología. Trabajamos de manera regular con uno o varios medios de comunicación y hacemos programas o colaboraciones. No hablamos como expertos profundamente de un tema, pero sí como conocedores del amplio espectro de la Psicología, y desde ahí damos a conocer aspectos de la misma.

Existe un tercer papel que tiene que ver con la intervención habitual en cualquier empresa, puesto que los medios de comunicación también somos empresas. Por tanto, hay psicólogos en los gabinetes de Psicología, en las direcciones de personal, o en otros departamentos, generalmente cercanos a Recursos Humanos, a Calidad, a Marketing y Publicidad.

Últimamente se está demandando también la intervención de los psicólogos como asesores de imagen para profesionales, políticos, artistas, etc., personas que, por su trabajo, deben desenvolverse ante las cámaras.

Hasta aquí hemos hablado del papel que ocupa el psicólogo en los medios. ¿Cuál es el papel que debería ocupar?

Considero que, hoy por hoy, estamos haciendo lo que debemos hacer. Existen distintos objetivos en este ámbito: un primer objetivo es mostrar a la sociedad lo que es nuestra disciplina de una manera seria para reforzar su crédito social; un segundo objetivo es dejar claro que la Psicología tiene diferentes aplicaciones y que es útil a la sociedad para muchos fines, que van desde el ámbito de la salud (emocional, física y mental) y la prevención de los trastornos, hasta aplicaciones tan curiosas e interesantes como la investigación espacial, la Inteligencia Artificial, o el diseño de automóviles.

Por tanto, resumiría, primero, estamos mostrando que la Psicología existe; segundo, que la Psicología es seria, para lo cual tenemos que diferenciarnos claramente de los pseudocientíficos. Existe en nuestra disciplina mucho intrusismo profesional y las cosas se oscurecen aún más cuando la Psicología se usa como prefijo: psicopedagogos, psicosociólogos, psicodiseñadores, psicorrollos…  

                           Extracto del diario Qué!  en su edición madrileña del 31/03 

Detrás de cada título rimbombante se esconde una sospecha. Se nos han metido en casa quienes no deben y la gente corriente no necesariamente discrimina con precisión quién es quién.  

Por tanto, ¿estamos haciendo lo que debemos hacer? Creo que sí. Ahora, si me preguntas «¿estamos haciendo las cosas bien?», te respondo: en principio sí, pero rozamos con algo criticable y que debemos analizar sólo dentro del grupo de los psicólogos, y es que estamos teniendo más cantidad que calidad de apariciones en los medios. Tendríamos que concentrarnos en reforzar más nuestra calidad que nuestra cantidad de apariciones y en ser más rigurosos que frecuentes. Un minuto de un programa de televisión, es muy caro, y existen muchas cadenas de radio y de televisión, que definitivamente emiten 300 horas de televisión diaria. Hay tanta programación que, para que algunos programas extremadamente caros puedan producirse, es necesario que se produzcan otros con menor coste y éstos son las entrevistas y los debates. Hoy día, los temas de Psicología aparecen muy frecuentemente en debates, es más casi todos los grandes magazines de radio cuentan con la colaboración habitual de un profesional de la Psicología. Es decir, estamos muy presentes. En este sentido, ganamos terreno a la Psiquiatría, tal vez porque nuestro espectro de aplicaciones es más amplio o porque nuestro discurso es menos críptico, o, quizás, simplemente porque somos más numerosos y estamos más disponibles.

Pero estar muy presentes no implica necesariamente estar muy oportunos. Los medios a menudo se quedan más con lo superfluo que con lo profundo. Les fascina la novedad y a veces no procesan convenientemente la noticia, la exageran, por ejemplo, la desmesuran aunque luego no tenga tanta relevancia. Pasó con las vacas locas: durante dos semanas no se habló de otra cosa y el mensaje era básicamente que nos íbamos a morir todos. Hoy casi nadie se acuerda de esto, los primeros, los propios periodistas. A veces crean expectativas falsas, lo cual es grave. Una reciente investigación en Toledo sobre crecimiento de médula espinal en ratas se tradujo, prácticamente, en que los parapléjicos podrían caminar a corto plazo, y con eso hay que tener cuidado. Nosotros, los psicólogos, podemos caer en ese magma poco científico donde la inmediatez, la espectacularidad y el consumo rápido predominen, y lo que tenemos que hacer es defender la veracidad, el rigor y, en definitiva, la ciencia, que no siempre resuelve los problemas ni tan deprisa, ni tan bien, ni tan milagrosamente.

Hace unos años la enfermedad mental se obviaba, era como si no existiese; «hay que sobreponerse», era todo lo que se le decía a una persona con una terrible depresión. Hoy hemos pasado de esta ceguera a la proliferación de síndromes y síntomas de dudoso fundamento. Nos estamos inventando uno cada día: el síndrome del ama de casa, del hijo tirano, de Peter Pan, el síndrome postvacacional, que es el más absurdo, el trastorno por el cambio de hora, el síndrome del calor…. De todos éstos unos son más serios que otros, responden a mayores verdades. Pero, concretamente el postvacacional, me parece una especie de insulto a los que ni tienen vacaciones, ni tienen trabajo. Los medios lo que están haciendo es sacar mucho partido a todo eso porque tiene gracia, es divertido, y porque todo lo que sea exculpatorio de la persona tiene siempre mucho crédito. Un oyente lo que interpreta es: qué bien la culpa la tiene este síndrome y no yo. Estoy de mal humor cuando llego a mi casa porque es uno de septiembre y me acabo de incorporar al trabajo y entonces le doy dos gritos a cualquiera, y me exculpo aduciendo que no soy el responsable de mi agresividad sino el síndrome postvacacional. Obviamente esto no es así, es que es usted un ineducado y su capacidad de resistir la frustración es muy baja.

¿En todo esto, qué estamos haciendo mal los psicólogos? Entrar al trapo de esas estupideces, claramente. Lo que hacemos es contribuir a frivolizar nuestra disciplina y a dar una imagen del ser humano como alguien débil, enfermizo y blando ante cualquier mínima contrariedad diaria, ya no digo adversidad. Somos nosotros, los psicólogos, los que debemos poner freno y no caer seducidos por la invitación a la presión de una entrevista o un micrófono. Frivolizar nuestra disciplina es una tentación a la que nos debemos resistir. Sin duda, es una forma de llegar a más gente, pero no es lo correcto. Los periodistas buscan la noticia más atractiva, más fácil de entender o de recordar, pero nosotros tenemos que saber reconducir las cosas a su sitio. Divulgar no es vulgarizar.

Los psicólogos deberíamos ocupar diferentes espacios, no sólo estar en lo cotidiano, donde, en general, pisamos fuerte y lo hacemos bien. Deberíamos estar cada vez más presentes en estamentos elevados, en instituciones sociales de alcance, en la política; conseguir que nuestro punto de vista sea más influyente, que se contara con nuestros profesionales en grandes negociaciones, en definitiva que la Psicología española contribuyera a la construcción del futuro del país. ¿Ambiciosos? Si, pero ¿por qué no?

¿Cómo puede la Psicología utilizar los medios de comunicación, por ejemplo, para su difusión?

Hoy día no hay un ciudadano que no sea cliente de la televisión. En nuestro país hay más televisores que domicilios y la televisión es más común que el agua corriente. Un español medio pasa más de tres horas y cuarenta minutos delante de su televisión, lo que supone casi la mitad de su tiempo de ocio. Es obvio, por tanto, que si nos planteamos el avance de la Psicología, su acercamiento a los ciudadanos y la comprensión de su objetivo, debamos contar con los medios y, muy especialmente, con la televisión y la radio.

En un interesante estudio llamado «La percepción social de la ciencia», elaborado por la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FCYT) se afirma que la sociedad española posee una imagen claramente positiva de la ciencia, sin embargo, otorga un suspenso a su difusión; es decir, la gente considera necesaria la ciencia y, sin embargo, desconoce cuáles son sus aplicaciones. Un dato especialmente significativo para nosotros es que a la pregunta «¿Considera completamente científica la Medicina?», un 70% de la muestra responde afirmativamente, mientras que a la misma pregunta sobre la Psicología, sólo un 23% responde afirmativamente. Este dato no debe ignorarse. Una explicación posible es la que apunta que somos una disciplina mucho más joven que la Medicina y que aún tenemos un largo camino científico que recorrer, pero también es posible que se deba a que la Psicología es más vulnerable al intrusismo profesional.

En cualquier caso, si queremos «usar los medios» debemos conocerlos y no esperar de ellos más de lo que pueden dar. Un programa de radio o televisión tiene unos requerimientos de tiempo y de sencillez en el discurso. Divulgar no es fácil, hay que emitir un mensaje breve, preciso, serio y seductor. Con el apoyo de los medios podemos conseguir que la sociedad conozca mejor la Psicología y confíe en sus profesionales. Los medios son definitivos, pero hay que saber hasta dónde llegan y cuáles son sus limitaciones. Limitaciones y excesos, porque la televisión mientras abre sus puertas a la Psicología, también juega un papel poco loable de animador de la violencia, apostando abiertamente por la agresividad como fórmula eficaz o situándose en el terreno de la ambigüedad moral. ¿Cómo se conjugan la seriedad con el strip-tease psicológico al que estamos llegando?

¿Qué está ocurriendo con la violencia en los medios de comunicación? ¿Qué tienen los psicólogos que decir al respecto?

Hay que diferenciar violencia de agresividad. La agresividad es una respuesta natural, instrumental e incluso positiva, que todos los seres tenemos para defendernos de otra agresión de la que somos objeto, y que se dispara por la emoción ira.

Sin embargo, uno puede ser agresivo sin ser violento, de la misma manera que uno puede ser violento sin dar un solo golpe ni proferir un solo insulto. La agresividad, hasta cierto punto, puede estar justificada. La violencia, según mi punto de vista, no. La violencia es la agresividad trasladada a un ámbito moral, es una agresividad moral. Pretende dañar, no es una defensa. Generalmente, la violencia no es un acto puntual, es algo permanente, un modo de entender la vida, o parte de la vida.

En los medios, como en la sociedad, hay agresividad y hay violencia. Hay agresividad, por ejemplo, en el ámbito deportivo. Yo no lo veo tan dramático: dos futbolistas que han tenido una entrada lo lógico es que se encaren. Lo importante es que a continuación, en un acto de fair play, se piden disculpas y se dan un abrazo. Así pasa en la vida, no somos de piedra; mejor calmados, pero si somos agresivos, seamos inmediatamente reflexivos y corteses y así se ve frecuentemente en el deporte televisado.

La violencia es otra cosa. La violencia es la que protagonizan algunas películas, como por ejemplo, Pulp Fiction, que me parece de juzgado de guardia y que a mis hijas, que son de otra generación, les gustó mucho, donde la violencia se frivoliza y donde matar se presenta con sentido del humor, donde la vida de los demás no vale nade.

 

Es verdad que la televisión emite programas en los que hay agresividad y violencia, pero yo creo que la clave de la violencia social no está tanto en la televisión como se dice, ya como una martingala. Fijate en estos dos ejemplos: cuando Kennedy fue asesinado, el periódico Times responsabilizó en parte a la televisión del magnicidio, y, sin embargo, en tiempos del Holocausto, en el que seis millones de seres humanos fueron exterminados, la televisión no existía. ¿Quién hace violento al hombre?

La televisión no impone su presencia, es sencillamente una máquina susceptible de ser controlada. En fin, no voy a caer en la excusa fácil de «apágala y punto», no, los programadores tenemos que hacer una programación buena, para que se vea, una programación veraz, rigurosa y también, animosa. Esto último es importante: suceden tantos horrores cada día que se está transmitiendo la idea de un mundo desesperanzado y desolador. Por fortuna no es así.

La televisión desinhibe, desensibiliza y hace que el mundo parezca más amenazante de lo que es. Suelo contar una anécdota de una amiga de la televisión sueca que le dijo a su niñita, de 5 ó 6 años, ¿sabes que ha muerto la abuelita? Y la niña le preguntó ¿quién la ha matado? ¡Creía que sólo se muere asesinado!

En resumen: ¿hay violencia en la televisión? Sí, en la sociedad también. ¿Exculpo a la televisión? No, pero tampoco es cien por cien responsable de la violencia social. Si la televisión fuera muy pacífica, la violencia persistiría. La violencia está en la familia, en el trabajo, en la calle, en el tráfico, en el concepto de «nosotros frente a los otros». Es violento un padre que grita a diario o una madre que usa el silencio como forma de desprecio.

Los padres ponen verde a la televisión, pero colocan a los niños mucho tiempo delante de ella. Esta paradoja está muy extendida. La audiencia miente con respecto a sus hábitos televisivos: alaban los programas que no ven y critican los que consumen, qué hipocresía. A mi me suelen decir, ¿trabajas en la dos, Pilar? Qué bien, es la única que veo… Es difícil que sea cierto, porque la ve sólo un 8 por ciento de espectadores.

Quería hacer una alusión especial a los políticos, que también culpabilizan mucho de la violencia a la televisión . En nuestro parlamento vemos cómo los políticos sistemáticamente se insultan y desacreditan. El fair play de hace unos años ha quedado olvidado. La torta de los futbolistas a renglón seguido se compensa con un abrazo, pero no ocurre así en el mundo de los políticos, quienes se insultan brutalmente y su abrazo, si es que existe, no lo vemos. Lo que se está mostrando no es un mundo de adversarios, sino de enemigos, en donde las palabras insultantes están a la orden del día, y eso es escandaloso para la educación de los jóvenes, que tienen y deben saber que se pueden respetar los planteamientos ajenos. Esto no está ocurriendo, creo que los políticos están dando muy mal ejemplo y al fin y al cabo, son los padres de la patria, de los que se espera que sean ecuánimes, honrados, sosegados…

¿Qué opinión te merecen programas como El Gran Test, que emite Antena 3, en qué lugar colocan a la Psicología? ¿Cómo valoras la implicación de psicólogos en los reallity shows como Gran Hermano?

No conozco el Gran Test y en cuanto a Gran Hermano, no creo que sea un programa que tenga ni valores positivos, ni interés. Se basa en una motivación primaria que es la curiosidad, pero no todo lo que genera curiosidad tiene valor. En contra de lo que se dice, el saber sí ocupa lugar y sí ocupa tiempo, y si el tiempo lo dedicamos a seguir cotidianamente la vida de unas cuantas personas sin especial interés, elevándolas a la categoría de héroes, pues quizás nos estemos equivocando. Ahora bien, estoy convencida de que los psicólogos de este programa, bajo la dirección de un formidable colega que es Enrique García Huete, seguramente han hecho una buena labor de selección, seguimiento y de asesoría técnica.  

PSICOLOGÍA EN RED


LOS COLEGIOS HABLAN

MÁS NOTICIAS