La Psicología como profesión es una recién llegada en términos
históricos y, como experta en evaluación e intervención sobre el comportamiento,
sus aplicaciones son potencialmente aplicables a todos los campos de la
actividad humana. Su finalidad principal es la de mejorar el bienestar físico,
mental y social de las personas (la salud según define la OMS), un objetivo
complejo que no atañe de manera exclusiva al sistema sanitario.
Con todos los problemas que aún hay que sortear, que son muchos,
la implantación de la Psicología en el Sistema Sanitario ha adquirido cierta
solidez. Prueba de ello es la creación de la especialidad de Psicología Clínica
hace ya 20 años, la presencia limitada pero evidente de la Psicología Clínica en
la atención de la Salud Mental, y la incipiente presencia de psicólogos clínicos
en Atención Primaria y áreas distintas a las de Salud Mental. Es cierto
que, en el sistema sanitario, encontramos todavía una pobre respuesta de
atención psicológica a los problemas psicológicos de la población. Faltan mucho
personal y recursos. No obstante, en bastantes Guías Clínicas españolas y de
otros países, referidas a los trastornos más prevalentes, los tratamientos
psicológicos son tratamientos de primera elección. Por esta razón, se está
pidiendo, cada vez con más insistencia y con más actores, que estos tratamientos
se incluyan dentro de las prestaciones de los centros de Atención Primaria (como
se está generalizando en el Reino Unido y se está empezando a realizar con
experiencias piloto en España), se doten mejor los servicios de salud mental, y
que la perspectiva psicológica se aplique de forma más decidida a la promoción
de la salud y prevención de enfermedades. |
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Otra cosa completamente diferente es lo que pasa en el campo
social, que, en lo que se refiere a la Psicología, tiene que ver
fundamentalmente con los ámbitos de los servicios sociales y la educación. En
estos servicios tan importantes para la salud y el bienestar de los ciudadanos,
se observan graves problemas de concepción y solipsismo que dificultan el
trabajo en equipo multiprofesional y lastran su eficacia.
En los servicios sociales actuales encontramos una predominante
concepción asistencialista del bienestar social, centrado en garantizar aspectos
materiales (alimentos, ingresos mínimos económicos, alojamiento…). Se dejan de
lado enfoques más acordes con los intereses básicos de la población que vayan
dirigidos a la intervención contextual, a la prevención, y al empoderamiento,
que vayan más a las causas de los problemas que a sus efectos. Se trata de que
además de ayudar o asistir, se intervenga para evitar la marginación y el
sufrimiento. En estos servicios sociales actuales se echan de menos
intervenciones multiprofesionales que fomenten relaciones sociales sanas, de
ayuda mutua y colaboración, para que las personas, familias, grupos y
comunidades se auto-organicen para satisfacer sus necesidades, reduciendo los
conflictos interpersonales e intergrupales existentes. Este enfoque de la
intervención social implica analizar e intervenir sobre el comportamiento, lo
que hace imprescindible las aportaciones de la Psicología.
Del campo educativo, lo que resulta evidente es que es un espacio
privilegiado para desarrollar actuaciones que incidan en el aumento de la
salud-bienestar de la población infanto-juvenil (que tiene sus repercusiones
positivas posteriores en la edad adulta). De hecho, se plantea que debe cumplir
funciones de educación para la paz, la salud mental y física, la igualdad, la
prevención de la violencia de género… pero se pretende que el profesorado sea un
profesional polivalente que sepa y haga de todo. La realidad es que no es así, y
si hubiera una buena presencia de la Psicología en el sistema educativo,
asesorando y desarrollando programas de intervención con la colaboración del
profesorado y familias, todos esos objetivos que se declaran perseguir tendrían
más posibilidades de lograrse. La escuela no puede seguir limitándose a formar
en habilidades y conocimientos académicos, sino que también debe asumir su papel
en la formación integral de la persona, junto con la familia y la sociedad.
Mucho se habla de que hay que tener un enfoque bio-psico-social
para mejorar la salud-bienestar de las personas, pero, desgraciadamente, todavía
lo bio y lo social-material predomina, y lo psicológico es minusvalorado o
ignorado. Hay resistencias conceptuales, así como intereses corporativos de
otras profesiones y de las industrias que se beneficia de la situación
existente, que impiden que lo psicológico gane más protagonismo en campos de
indudable impacto socio-sanitario, como son los servicios sociales y la
educación.
La comunidad de la Psicología y, especialmente la Organización
Colegial desde su nacimiento en 1980, estamos trabajando para cambiar esta
situación en el Estado español, pero se trata de una tarea titánica. Hemos
logrado bastantes avances, pero todavía estamos lejos de lo que nos gustaría. Si
queremos seguir avanzando considero que debemos perseverar, cuidando
especialmente la calidad de la formación y la profesionalidad de los
profesionales de la Psicología. Pero junto a esto, es imprescindible lograr una
mayor apertura de los servicios sociales y educativos para que se comprometan
con el trabajo interdisciplinar y con un enfoque que ponga a las personas y a
los grupos sociales como agentes principales de su propio bienestar. En esta
tarea, los profesionales de la Psicología somos un aliado de primer orden.
Estamos ante una tarea compleja, para la que debemos aunar
esfuerzos académicos y profesionales de la Psicología, cada uno desde nuestro
espacio de actuación. Desde el Consejo General de la Psicología de España
seguiremos insistiendo en este trabajo, buscando la colaboración y coordinación
de todos los agentes que estamos implicados. Estamos seguros de que podemos
seguir contando con vuestra complicidad en esta
labor. |