EL ESTUDIO DE LA PREVENCIÓN DE LA RECAÍDA EN TABAQUISMO

13 Nov 2006

Como se ha venido informando desde Infocop Online, entre los días 27 y 29 de octubre de 2006, tuvo lugar en Logroño el VI Congreso Nacional sobre la Prevención y Tratamiento del Tabaquismo, organizado por el Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo (CNPT).

El pasado 8 de noviembre, Infocop Online se hacía eco de las principales conclusiones extraídas de este evento académico y profesional, al que asistieron aproximadamente 900 personas, entre participantes y asistentes.

Uno de los temas que ha tenido mayor resonancia en este congreso ha sido el de las recaídas en el tratamiento del consumo de tabaco. En esta línea, Infocop Online recoge para sus lectores el artículo Mª Carmen Míguez, psicóloga especialista en el tratamiento de esta adicción, que ha participado con la conferencia Avances en el estudio de la prevención de recaídas.

Mª del Carmen Míguez

Universidad de Santiago de Compostela

En las conductas adictivas, el éxito de una intervención se basa principalmente en la abstinencia obtenida a largo plazo, y ésta depende directamente de las recaídas que se produzcan una vez finalizado el tratamiento. Ésta es una de las principales dificultades con las que se enfrentan las intervenciones en tabaquismo, es decir, mantener la efectividad de los tratamientos a largo plazo, pues en torno a un tercio de los exfumadores recaen en los tres primeros meses de abstinencia. En este momento disponemos de mucha información en relación al proceso de la recaída y a las variables que pueden conducir a la misma.

Evolución del concepto de recaída

La visión del concepto de recaída ha ido evolucionando a lo largo del tiempo y esto ha condicionado en cierta medida la evaluación e intervención en tabaquismo. Fue en los años 70 cuando se publicaron los primeros estudios informando de las tasas y curva de recaída en los fumadores. Este hecho provocó un importante impacto, pues suponía el reconocimiento de que la recaída era habitual tras la abstinencia y, a su vez, dio lugar a la adopción de dos tipos de medidas: por una parte, la exigencia de hacer seguimientos a largo plazo en los estudios, es decir, dejamos de centrarnos exclusivamente en los resultados a final de tratamiento; y por otra, la exigencia de prolongar los tratamientos a lo largo del tiempo a través de un mayor número de sesiones, con la idea de que a mayor dosis de tratamiento, mejores resultados.

 

Ambas intervenciones reflejan una visión de la recaída, entendida como un resultado (algunos esfuerzos de abandono fracasan). Esta visión lleva a centrarse en el estudio de variables personales estáticas como predictoras de la recaída. En las investigaciones se trata de dar respuesta a la pregunta ¿quién recae?, es decir, se busca el perfil de los que con mayor probabilidad recaerán.

El ver la recaída de esta forma, no permite reconocer la realidad inmediata de los episodios de recaída, es decir, la gente recae en determinados momentos del tiempo y en circunstancias particulares (por ej., tomando algo con los amigos, en una situación de mucho estrés en el trabajo, etc). Centrarse en estas influencias situacionales implicaría entender la recaída como un proceso.

En los años 80 destacan los trabajos de Shiffman y de Marlatt y Gordon. En esta década, la investigación se centró en el análisis de las situaciones específicas en las que tienen lugar las recaídas y en el estudio del proceso de recaída; es decir, el proceso que media el paso de una caída a una recaída.

Se distingue, pues, entre caída (consumo puntual y aislado) y recaída (reanudación del consumo previo). Esta línea de investigación ha influido de forma sustancial en los tratamientos desarrollados. En 1985, Marlatt y Gordon publicaron una de las obras más representativas en el ámbito de las recaídas. En ella, proponen el primer modelo cognitivo-conductual explicativo del proceso de recaída, además de una clasificación de las situaciones de alto riesgo (intrapersonales e interpersonales) y las habilidades de afrontamiento (cognitivas y conductuales) necesarias para evitar la recaída en dichas situaciones.

Actualmente hemos dejado de investigar en relación al proceso de la recaída y prima, en este momento, la consecución de resultados inmediatos y la necesidad de encontrar tratamientos efectivos, lo cual lleva a un mayor interés por la comparación entre tratamientos.

Situación actual

Recientemente, se ha propuesto un nuevo modelo de prevención de la recaída (Marlatt y Donovan, 2005), denominado «modelo dinámico». Supone una reconceptualización del proceso de recaída, entendiéndola como un sistema complejo multidimensional, en el cual se da una interrelación entre todos los elementos implicados (factores predisponentes que incrementan la vulnerabilidad del individuo a la recaída, precipitantes inmediatos, estado físico y afectivo, procesos cognitivos, y habilidades de afrontamiento). A nivel de intervención, este modelo implica una mayor complejidad, pues en la evaluación es necesario recoger y tener en cuenta muchas más variables (antecedentes, historia de consumo, personalidad, habilidades de afrontamiento, autoeficacia y estado afectivo).

En líneas generales, las intervenciones diseñadas para prevenir la recaída pueden ser de dos tipos: intervenciones específicas que se llevan a cabo, una vez finaliza el tratamiento para dejar de fumar, identificadas en una fase diferenciada; o la inclusión de elementos de prevención de recaída dentro del programa de intervención. Esta última opción es la más utilizada, pues las intervenciones intensivas y específicas son muy escasas, porque resultan muy costosas y presentan el problema de la asistencia de los fumadores a tales sesiones. Se ha visto que los programas conductuales multicomponentes que incluyen técnicas de prevención de recaída son los tratamientos psicológicos más eficientes.

La revisión realizada al respecto por la Cochrane (Hajek, Stead, West, Jarvis y Lancaster, 2006) informa de un leve efecto de las intervenciones de prevención de la recaída. No obstante, algunos problemas de índole metodológico limitan las conclusiones que se pueden extraer de dichos estudios:

– La utilización de muestras muy pequeñas.

– La inclusión de intervenciones dirigidas a la prevención de la recaída dentro del programa de tratamiento, pero no se analizan por separado, con lo cual no permiten detectar los efectos específicos de esos elementos

– Los estudios discrepan en el momento en el cual los sujetos se asignan al azar, es decir, antes (participantes) o después de dejar de fumar (abstinentes).

– Se utilizan diferentes criterios para considerar la abstinencia y la recaída.

Todo ello lleva a plantear que, por el momento, lo recomendable es dirigir los esfuerzos a lograr los mejores porcentajes de abstinencia posibles con nuestras intervenciones, más que realizar intervenciones adicionales de prevención de la recaída que en algunos casos pueden resultar poco eficientes.

 

En la práctica clínica diaria, no cabe duda de que las recaídas pueden disminuir la motivación tanto de los profesionales, como de los fumadores. Es importante que el fumador vea esta situación como una experiencia de aprendizaje de la que debe sacar el máximo provecho (por ej., ya no puede pensar que por fumar un solo cigarrillo no pasa nada).

Además, algunos profesionales tienen la percepción de que, a pesar del conocimiento existente en relación al tema, estamos en cierta medida estancados, pues no logramos reducir los porcentajes de recaída de nuestros tratamientos.

Debemos tener presente que el perfil del fumador ha cambiado mucho en los últimos años. Nos encontramos ante un fumador mucho más dependiente y en un porcentaje elevado de casos con comorbilidad psiquiátrica asociada. Esto dificulta enormemente la consecución de la abstinencia y el mantenimiento de la misma, por ello, aunque los datos parecen no mejorar con respecto a años precedentes, su consecución resulta mucho más dificultosa.

Necesitamos realizar intervenciones de prevención de la recaída con adecuado diseño y control metodológico. En este momento, la recomendación a seguir es incluir estrategias de prevención de recaídas en todas las intervenciones con fumadores.

Ver Bibliografía

Sobre la autora:

Mª del Carmen Míguez es Doctora en Psicología por la Universidad de Santiago de Compostela y profesora del Departamento de Psicología Clínica y Psicobiología de la Facultad de Psicología de la misma universidad. Sus líneas de investigación y sus publicaciones están relacionadas con el estudio de las conductas adictivas, y de forma más específica, con la evaluación y tratamiento del tabaquismo.

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