“HAIKU A LA HORA EN PUNTO”

16 May 2007

La editorial Vitruvio, especializada en poesía, acaba de publicar un libro titulado «Haiku a la hora en punto». En este libro, que ha visto la luz hace apenas unas semanas, su autor, José María Prieto Zamora, ha incluido más de mil quinientos de estos poemas breves, escritos por él mismo con conciencia y paciencia durante los últimos quince años. El libro, organizado en diez secciones: Japón, Viajes, Ciudad, Bosque, Casa, Agua, Picardía, Cuerpo Gentil, Santidad, 11-M, fue presentado el pasado 25 de abril en la embajada de Japón. 

 

La trayectoria universitaria de José María Prieto, se ha desarrollado en la Universidad Complutense de Madrid, al margen de numerosas estancias académicas y profesionales en muy diversos países. Es catedrático de Psicología del Trabajo en la Facultad de Psicología de la Complutense desde el año 2000 y dirige el Departamento de Psicología Diferencial y del Trabajo de la misma Facultad. Además, tiene cuatro sexenios reconocidos como investigador universitario, algo de lo que muy pocos docentes se pueden vanagloriar. En los últimos años, ha venido desarrollando una fructífera línea de investigación sobre Meditación y los vínculos que ésta y la tradición oriental mantienen con la Psicología.

Entrevista

José María, en primer lugar, queremos agradecerte que nos hayas concedido este espacio. Para aquellos lectores que no están iniciados en este arte, ¿podrías describir qué es el haiku?

Un haiku es un breve poema de tres versos y diecisiete sílabas con formato 5/7/5. En ellos se expresa la vivencia consciente del tiempo, del momento. Hay dos variantes. En la clásica salen a relucir instantes personales en sintonía con la naturaleza. En la irónica afloran momentos cáusticos e irreverentes: reciben el nombre de senryu y tienen el mismo formato. En los haiku, en los senryu, prevalece el espíritu de broma, de chanza, de vitalidad. Se ven las cosas de otra manera, descentradamente, desinteresadamente. Aflora el sentimiento íntimo de las cosas que escapa tan rápidamente a las miradas distraídas.

En español tenemos un problema, la mayoría de los haiku disponibles han sido traducidos. La gracia, el donaire se pierde en las traducciones. De ahí que los haiku traducidos sean enigmáticos. Les falta la chispa. Quienes han leído los míos me dicen… «hace tiempo que no sonreía leyendo poesía».

¿Qué hace de esta modalidad de poesía un espacio de encuentro entre autor y lector tan singular y especial?

En la poesía convencional el poeta cuenta cosas, se alarga, se enrolla. A menudo el contenido es triste, melancólico, retórico, con un vocabulario harto rebuscado. Hay poemas de una, dos, tres… páginas. Por el contrario, los haiku son minimalistas, las palabras son pocas y las silabas las justas. Suelen ser vivaces, sugerentes. Las penas del autor del haiku son irrelevantes. Uno mismo (eso que en inglés llaman self y en francés moi) brilla por su ausencia. Uno aprende que la atención nada tiene que ver con tomar apuntes. En haiku se abre paso la atención plena, deslumbra esa realidad concreta que está ahí con trasfondo de universo. En cada haiku hay una presencia. Prestamos muy poca atención a lo que está presente salvo en momentos muy delicados como el sillín del dentista, la entrada al quirófano o el «sí, quiero».

¿Cómo se gestó la idea de publicar este libro? ¿En qué medida enlaza con tu trayectoria como profesional de la Psicología?

A raíz de un viaje a Japón en 1990 entré en contacto con la cultura japonesa. Suelo preparar mis viajes a congresos internacionales de Psicología con un año de antelación. En Kyoto tuve que intervenir varias veces en nombre del Colegio Oficial de Psicólogos ya que el siguiente congreso internacional de Psicología Aplicada se celebraría en Madrid en 1994. Decidí terminar mis conferencias con un haiku, leído en japonés y en inglés. Era mi señal de cortesía a los colegas japoneses, que así lo apreciaron.

A partir de ahí fui tomando notas en aeropuertos, en reuniones, en templos, en casa, en situaciones gratas e ingratas. Siempre es posible dar la vuelta a lo que nos incordia, a lo que nos sorprende en el día a día, a lo que pasa desapercibido si vives con el automático puesto.

A primera vista, al menos para legos en el tema, haiku y meditación comparten como una característica definitoria la vivencia consciente del tiempo presente. Bajo tu punto de vista, ¿qué tipo de relación existe, si es que existe, entre meditación y haiku?

Una parte importante de los poetas que han escrito haiku en Japón y en Estados Unidos han practicado la meditación zen. En un haiku no se suman diecisiete sílabas. Son momentos contemplativos en los que la psique se acomoda y transpira complacidamente. Se expresa metafóricamente. En las facultades de Psicología, en las revistas de Psicología, hay sobredosis de pensamiento lógico y escasea, está bajo mínimos el pensamiento metafórico. En la cultura japonesa se aprende a captar el instante, a apreciarlo, a conjugarlo íntimamente. Cuando se medita al estilo zen, al estilo budista, uno mismo es consciente de ser simplemente alguien que inspira y espira. La vida es eso, segundo a segundo, mientras se respira. El haiku refleja cada segundo vital en diecisiete latidos.

Cuando estamos en una habitación nos llaman la atención las superficies sólidas, las cosas que nos rodean. Pasamos por alto los huecos. Podemos respirar porque hay hueco, podemos sentarnos porque hay huecos, podemos convivir hallando huecos. Lo lleno es tan importante como lo vacío. En la pintura china el espacio en blanco representa la psique, el aliento vital, la energía que fluye por doquier.

¿Y cómo se relaciona esta expresión y experiencia en el «aquí y el ahora», en el «momento presente», con la Psicología actual?.

El gran problema de una parte de la Psicología actual es que ha arrinconado la psique, que tiene a gala ser apsíquica. Sólo se aprecia lo conductual, lo cognitivo, lo emocional. Buena parte de los profesionales de la Psicología, de quienes investigan y publican en Psicología, parecen pasar por alto que son personas conscientes, que la conciencia no es ni más ni menos que la visión en primera persona de nuestra cotidianidad. La psicología contemporánea ha dejado fuera la voluntad, la disciplina. La tradición zen tiene que ver con el arte marcial donde uno tiene que estar a lo que tiene que estar aquí y ahora, atento, en sosiego. Si en lo que estás haciendo se cruzan frases, sentimientos de hace un rato, entonces se pierde el equilibrio, se pierde la sintonía.

José María, ¿qué hizo que comenzases a explorar las relaciones y proximidad entre meditación y Psicología?.

Empecé a practicar yoga cuando tenía 20 años. Fui aprendiendo una a una las posturas, fui apreciando una a una cada respiración. Entonces los estiramientos me venían bien y además estaba flaco. Aprecié la psique y los estados de conciencia, conocí a yoguis, a monjes, a monjas que disfrutaban de la vida del espíritu. Me asombró que en los manuales de psicodiagnóstico de psicopatología se catalogara a los estados de trance, de éxtasis como trastornos. Los estados de trance, de éxtasis forman parte de la vida cotidiana. Son necesarios, son higiénicos. Los conocen los pintores, los compositores, los intérpretes, los actores. Los minusvaloran unos cuantos psicólogos. Los conocen quienes quieren pasar noches locas, los desconocen quienes quieren pasar noches cuerdas. Hay un antes y un después entre aquellos psicólogos y psicólogas que han aprendido a meditar y degustan esos momentos de recogimiento que son humanos, que son divinos… en que uno se siente… ¡Augusto Cesar!, ¡El Buda Feliz!.

Hay colegas americanos, por ejemplo, que han prestado atención a los mandalas tibetanos porque en muchos de ellos aparecen figuras horribles que representan los trastornos psicopatológicos. Hay colegas que hacen meditar al paciente un rato antes de que entren a consulta. La meditación puede ser sedente, caminante, en movimiento como en el tai-chi. En la tai-chi, por ejemplo, la clave psicológica está en ser hiperconsciente de cada movimiento, de cada músculo, de cada articulación que opera a cámara lenta.

 

Bajo tu punto de vista, ¿de qué manera contribuye la meditación a la Psicología?

En Psicología se da una importancia excesiva a las turbulencias mentales y emocionales. Dícese que los pacientes, los clientes, tienen un pasado turbulento, por condicionamientos, por traumas, por amores y desamores. Al meditar uno cae en la cuenta de que el estado natural de la psique, de la conciencia, es la transparencia. Nada se queda, nada se retiene en cada instante consciente. Como los espejos, la conciencia refleja cuanto asoma. El cielo azul, limpio, vacío, es el estado natural del cielo. El cielo nublado, tormentoso es un estado agitado, como la neurosis. Al meditar uno aprende a pensar sin pensar. Los pensamientos van y vienen, las emociones y las sensaciones son efímeras. Cada momento tiene su emoción, cada cognición, cada sensación. Darle vueltas a las emociones, a las cogniciones es llevarlas en la cartera, en el macuto, en el bolso. Nada se afinca en la psique. Uno se empeña en recordar y siempre recuerda selectivamente. Quien aprende a meditar no selecciona, no discrimina. En las artes marciales un golpe es un golpe, que duela o no es irrelevante. Forma parte del ejercicio. En cada momento vital hay golpes, podemos retenerlos o podemos pasarlos por alto.

¿Hay alguna otra cuestión que desees comentar a los lectores de Infocop?

Es conveniente que recuperen el gusto por la poesía divertida, bromista, amable, gentil. Lope de Vega, Quevedo, Espronceda, García Lorca, Valle Inclán tienen poesías alegres, vivarachas, socarronas. Leer de vez en cuando un libro de poesía es higiénicamente saludable, sobre todo si frecuentan a poetas que tengan amor a la vida, que se rían de sí mismos y de cuanto acaece, que no es tan agobiante como pretendemos. Confucio enseñó que las mentes lúcidas escriben poesía.

izan la red

y despegan ingrávidos

los agujeros

resuena un tango

en la plaza y sus ecos

doblan la esquina

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con una roca

un pelo de aire

se enreda en el rosal

y siembra pétalos

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