CON LOS PIES EN OTRO MUNDO: JAPÓN 1990

27 Mar 2008

José M. Prieto (Texto) – Helio Carpintero (Dibujos)

Diario de viaje al estilo japonés

Prólogo

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En el otoño de 1987, Claude Levy-Leboyer, presidenta de la Asociación Internacional de Psicología Aplicada (IAAP), mantuvo una breve reunión en París con José María Prieto. Ella tenía a su cargo la dirección del XXII Congreso Internacional de Psicología Aplicada que iba a celebrarse en Kyoto en julio de 1990. Prieto participaba en una reunión de la Red Europea de Psicología de las Organizaciones (ENOP, sede en París, Maison des Sciences de L’Homme). La cuestión planteada fue muy sencilla: ¿estaría interesado el Colegio Oficial de Psicólogos en organizar el siguiente congreso de la IAAP en España?. Ella había participado en el Primer Congreso de Psicología del Trabajo organizado por el Colegio Oficial de Psicólogos (COP) y la Sociedad Española de Psicología (SEP) en 1983.

Se debatió la cuestión en la Junta de Gobierno del COP y la respuesta fue sí. Ello entrañaba la primera puesta de largo de la Psicología Española desde el XI Congreso Internacional de Psicología. Tenía que haberse celebrado en Madrid en 1936 y se celebró finalmente en París en agosto de 1937 como consecuencia directa de la guerra civil española. Cincuenta años después tocaba abrir la puerta de las relaciones internacionales. Entre los dirigentes de la Psicología española escaseaban los políglotas, es decir, aquéllos que hablaran y escribieran con fluidez en más de dos lenguas. Era el pago directo de cinco décadas de cerrazón mental y emocional. «¡España es diferente!», «¡Que hablen español!»

 

En mayo de 1988 se entregó a Charles de Wolff, secretario general de la IAAP, en mano y en Nimega la propuesta oficial: un dossier completo según los estándares internacionales en los proyectos de congresos. Sirvieron como referente los conseguidos en Acapulco en 1984 cuando compitieron Kyoto y Ámsterdam para la celebración del Congreso Internacional de Psicología Aplicada en 1990. No había más precedentes. Hasta entonces los congresos de Psicología en España se hacían artesanalmente. Éste iba a ser el primer congreso organizado profesionalmente.

Durante el XXIII Congreso Internacional de Psicología, celebrado en Sydney en julio de 1988, se aprobó que Madrid fuera la sede del XXIII Congreso Internacional de Psicología Aplicada. Fue importante el apoyo del embajador de España, José Luis Pardo, que se desplazó ex profeso desde Canberra a Sydney para presidir la recepción. En el número 35 de Papeles del Psicólogo se dio cuenta de ello; en la portada apareció el primer cartel anunciador.

En julio de 1990 se desplazó a Japón la delegación oficial del Colegio Oficial de Psicólogos, constituida por Nicolás Seisdedos (secretario del Comité Organizador), Aurora Murga (directora del Comité Organizador), Rocío Fernández Ballesteros (directora del Comité Científico) y José María Prieto como presidente. Se incorporó José María Peiró, que estaba implicado en la organización de los primeros congresos europeos de Psicología del Trabajo y de las Organizaciones. Así surgió la vena internacional que siguió. Fueron los primeros pasos.

El viaje constó de tres partes. Una de ellas tenía que ver con la presentación del congreso, por tanto, tener a punto un kiosco con materiales publicitarios en inglés y en japonés. Otra parte eran las reuniones del Comité Ejecutivo de la IAAP, organización que respaldaba el congreso y a la que había que dar cuenta de los desarrollos y de las previsiones. La tercera parte consistió en un viaje privado una vez concluido el congreso. Dos de los tres solteros de la delegación prosiguieron por su cuenta. De toda esta peripecia José María Prieto escribió un diario al estilo japonés. En el número 46/47 de Papeles del Psicólogo se relataron e ilustraron pormenores de las actividades realizadas en Kyoto.

 

Matsuo Basho (1644-1694) es una figura muy destaca en la poesía japonesa. Mundialmente es conocido como el padre del formato poético que recibe el nombre de haiku: un poema breve de tres versos y treinta y siete sílabas (distribuidas en 5-7-5) en el que se expresa el encanto de un momento dado y su vivencia. Publicó varios diarios en los que reseñó sus andanzas viajeras. Con lenguaje poético combinó prosa y verso, es decir, algunos párrafos y uno o dos haiku.

El más conocido es el libro que Octavio Paz (1914-1998) tradujo como «Sendas de Oku» (publicado por la Universidad Autónoma de México), y que Antonio Cabezas tituló «Senda hacia tierras hondas» en su versión para la editorial Hiperión de Madrid. De la traducción de Octavio Paz existen varias versiones (la hizo en 1957 con el profesor Eikichi Hayashiva), mientras que de la de Antonio Cabezas existen sucesivas reimpresiones desde 1993. La versión de Octavio Paz del año 2005 en el Fondo de Cultura Económica está ilustrada con dibujos de Yosa Buson (1716-1783), muy destacado poeta de haiku en la siguiente generación de autores que cultivaron este género.

Este diario sigue, pues, el estilo marcado por Basho en la crónica de sus viajes. Existe una primera versión que circuló entre las amistades más próximas en 1990, siendo ésta la segunda versión revisada que puede considerarse un documento histórico para los curiosos. Este viaje tuvo su importancia por ser la vez primera que el Colegio de Psicólogos mostró su faz profesional y científica en el extranjero. En el número 59 de Papeles del Psicólogo se informó a los colegiados de lo acaecido durante el XXIII Congreso Internacional de Psicología Aplicada celebrado en Madrid en julio de 1994. El título del artículo, escrito por José Antonio Carrrobles, ilustra la importancia de este congreso en el desarrollo colegial: «Nuestro congreso: ¡por fin nos doctoramos!»

Este diario, al estilo japonés, fue el punto de partida de mil quinientos haiku escritos, a lo largo de quince años, y publicados por la editorial Vitruvio en el año 2007 con el título Haiku a la hora en punto. De congreso en congreso, de reunión en reunión, de hotel en hotel, de ciudad en ciudad, un haiku en el que visualizar, conscientemente, uno a uno, ese momento fugaz que tiene su encanto.

15 de Julio 1990, Domingo

Salida de Barajas a las tres de la tarde. Escala técnica en Anchorage, Alaska, a las seis de la tarde hora local. Llevo ya nueve horas de vuelo entre pecho y espalda. El peculiar estilo IBERIA no puede faltar a la cita: incidencias a bordo. El personal auxiliar de vuelo está en huelga. Autoservicio desde el despegue al aterrizaje. Bocadillos y agua embotellada.

Por ir en clase económica, zona de fumadores, he tenido ocasión de conversar con algunas azafatas. Comentan confusamente los motivos de su conflicto laboral que me ha afectado ya, por tercera vez, en los dos últimos meses. El personal español, en traje de calle, repantigado en los asientos. El personal japonés, de uniforme, se deja ver por los pasillos. Las huelgas a la japonesa se hacen esmerando la atención al cliente. Dos estilos a la hora de prestar los servicios mínimos.

Me impresiona y desconcierta el espectáculo que se observa desde el aire al sobrevolar Groenlandia. El entorno polar se muestra a cara descubierta: inmensos espacios tersos con irisaciones blancas. De vez en cuando gargantas opacas hendidas por lenguas de hielo.

ladera abajo
el glaciar echa un pulso
con el estío

Hemos sobrevolado el polo magnético; la brújula dando vueltas sin hallar el norte. Luce un horizonte diáfano.

16 de Julio, Lunes

 

Llegada al aeropuerto de Narita a las cinco de la tarde, tras demasiadas horas de vuelo. Sin noche de por medio he adelantado una página del calendario y, al aterrizar, media jornada de mi vida extraviada durante el recorrido. El sol no se ha puesto en todo el trayecto. El atardecer discurre lentamente en la lejanía.

En todo el aeropuerto está prohibido fumar. Ningún despiste: el humo dispara las alarmas. Un chorretón de agua como recordatorio y una sonrisa en los labios del policía al ver deambular con un reguero de agua a alguien pillado «in fraganti». Los avisos no están de más en este país. Se cumplen. Para eso están.

Habíamos tomado en Madrid una decisión correcta: pernoctar en Narita en vez de continuar directamente hacia Osaka en otro vuelo. Llevo más de treinta horas sin pegar ojo. Las gafas como espejo en la mesilla frente a mi asiento. Me miro.

No he extrañado la cama, aunque me he desvelado varias veces a lo largo de la noche. Soy un transeúnte que titubea entre dos continentes distantes. He llegado al Este sobrevolando el Norte.

salta a la comba
el viajero por los usos
horarios del sueño

Los sobresaltos nocturnos agarrotan el cuerpo. Se escurre el descanso. Las sábanas hechas un lío. Hasta los ojos dan vueltas bajo los párpados.

17 de Julio, Martes

Me he levantado temprano. Aunque ha amanecido hace unas cuantas horas el día está comenzando. Estoy bastante cerca del aeropuerto y no he escuchado el fragor de los aviones al despegar o aterrizar. La habitación está bien insonorizada. Desde la ventana observo cómo se abre paso la jornada.

la luz del día
se cuela en los aviones
y vuela gratis

A la hora del desayuno Aurora y Nicolás optaron por el estilo continental. El aroma de las algas hacía retroceder a los recién llegados. Me animé a poner a prueba mi paladar con sabores desconcertantes. Ningún referente próximo en la cocina española. ¡Hay que ser amante de las sensaciones nuevas a primera hora de la mañana!

A las nueve rumbo a Osaka. Ha sido un trayecto corto. Un empedrado de nubes iguala el paisaje. Desde Osaka llegamos a Kyoto en autocar.

Deambulamos por la parte vieja de la ciudad donde abundan las casas pequeñas y bajas. Son calles apretadas sobre las que pende una tupida red de cables. Parece ser que aquí la luz y los teléfonos surcan distancias con tiralíneas, entretejiéndose por rutas aéreas a la antigua usanza. Agobian. A fin de cuentas se trata de electricidad rondando por la coronilla de quienes andamos por ahí haciendo piernas. Al mirar hacia arriba el cielo azul, a cachitos, a poliedros.

el trotamundos
bajo un techo de cables
vagabundea

Japón tiene el índice de criminalidad más bajo en los países del primer mundo industrializado. La policía es visible en muchos sitios y la palabra japonesa que se utiliza para identificarlos se puede traducir como «señor respetable paseando».

18 de Julio, Miércoles

Tras hacer algunas gestiones en la región del lago artificial Takaraga-ike (donde está el Palacio Internacional de Congresos) hemos retornado al centro de Kyoto. También hay rascacielos que sirven como boyas a la hora de abrirse camino entre el laberinto de calles. Una vez dentro todas parecen iguales. Descansan sobre gigantescas plataformas flotantes subterráneas que, si funcionan según lo previsto, salvarán muchas vidas en un terremoto.

Los antiguos templos son un remanso de quietud ensimismada. Nos hemos acercado a dos templos de la secta Jodo Shinshu que están próximos a nuestro hotel, en los aledaños de la estación central. Son edificios de madera imponentes.

Cuando hemos querido visitar los palacios imperiales estaban cerrando. Tomamos té verde japonés, sencha, en la terraza de la última planta de un hotel contiguo. Hemos curioseado con prismáticos. Las instalaciones a nuestros pies eran vestigios multicolores e inertes de viejos tiempos de esplendor imperial en Kyoto.

con té amargo
se escancian los segundos
y el tiempo aflora

Mientras atardece nos extraviamos por los barrios antiguos. Aprovechan los espacios con fruición. No hay aceras para los viandantes. En cada dintel pequeñas macetas alineadas sirven de seto. Basta con seguir las plantas para tener la certeza de estar avanzando por el bordillo arriba, abajo.

casas menudas
con dedales en flor
marcando sendas

Hemos visto algunos mendigos por las calles. Me dicen que no existen en Japón: son invisibles. Sólo los vemos los extranjeros, al parecer.

19 de Julio, Jueves

He concluido las gestiones con la oficina de IBERIA y con la de Turismo de España para asegurar su apoyo logístico al acto social de la próxima semana.

Anunciamos el XXIII Congreso Internacional de Psicología Aplicada que se celebrará en Madrid en julio de 1994. La comunicación por fax permite dejar las cosas claras y por escrito, para satisfacción de todas las partes implicadas. Por cierto, los costes de transmisión intercontinental son aquí bastante más baratos que en España. El yen y la peseta están casi a la par al hacer las cuentas.

He descubierto que los japoneses son muy aficionados al pachinko, un juego de azar que mantiene entretenido al setenta por cien de los hombres y al treinta por cien de las mujeres en sus ratos libres. Kyoto está plagado de salas cuyas fachadas son una celosía de luz fluctuante para atraer la atención de los transeúntes. En su interior personas de todas las edades sentadas ante unas consolas. Disparan una bola de acero que ha de chocar con otras muchas bolas que pululan y se convierten en el botín del jugador cuando las atinan. Ello entraña firmeza en el pulso, movimientos precisos con los mandos. Se juegan sus ahorros. En sus orígenes era un juego de niños que siguen jugando de adultos. Suelen cambiar las bolitas por pegatinas, muñecos, adornos.

sonoramente
el dinero abducido
por tragaperras

El ruido es ensordecedor. Nadie habla. Meditan mecánicamente. Un torrente de bolas repican al caer mientras resuena a todo volumen la música de rock adueñándose de todos los orificios en la sala, incluida la oreja que está taponada. En línea los jugadores, ojo avizor, alienados ante las máquinas, las escrutan contemplativamente hasta irse a casa.

ojos y bolas
en su vaivén gastando
horas de saldo

20 de Julio, Viernes

Mañana y tarde dedicadas a reuniones de trabajo. Fuera del hotel un sol espléndido. No he salido en todo el día. Por fax he resuelto gestiones en Madrid y en Tokyo por un precio inferior al de una comida sencilla. Cuando estaba atardeciendo tenía la sensación de que amanecía.

tarde o temprano
al final del viaje
agotamiento

Quizás sea el último ramalazo de los trastornos horarios. Durante la cena he observado la estación central de Kyoto desde el último piso de un hotel de trece pisos. Cada diez minutos llegaba y partía «un tren bala», tokaido shinkansen, con doce o quince vagones. Se conceden 15 segundos como margen de adelanto o de retraso en cada estación. Ése es su estándar. Convendría que los directivos de RENFE se dieran una vuelta por aquí. Japón es tan montañoso o más que España. Aquí tienen el prurito de la puntualidad. En España no, a quien es puntual le toman el pelo.

Por los raíles discurre la gente con frecuencia. Da la impresión de ser éste un país en continuo movimiento. Cerca de un millón de personas cada día de casa al trabajo, del trabajo a casa. Aproximadamente una hora y media en cada dirección como promedio. Los hogares suelen ser modestos, el lugar de trabajo más bien lujoso. A medianoche sale el último tren, atiborrado de empleados que han trasnochado. Un despiste es caro. Pueden volver a casa en taxi o tienen que pernoctar en un dormitorio de cápsulas para uso individual al que llaman hotel. El primero se construyó en una zona de entretenimiento y diversión en Osaka.

por los carteles
los pasajeros saben
a donde van

He degustado vino de arroz japonés. Era grato al paladar. Durante la cena hemos debatido si debe catalogarse al sake como vino, cerveza o licor. El quid reside, al parecer, en si ha habido o no destilación. El sake tibio tiene un sabor muy distinto al helado. Su tenue aroma es envolvente, se abre paso por el cielo del paladar hasta las fosas nasales. Aprendemos la regla de oro: se bebe sake en compañía, los bebedores se atienden unos a otros. Charlan, bromean, beben. El sake se sirve, te lo sirven, pero no se lo sirve uno a sí mismo, es el colmo de la desolación.

También hemos discutido de masajes. Tras muchas horas de vuelo la puesta a punto ¿en manos de un hombre o de una mujer?. En la pregunta una pizca de curiosidad morbosa. Aurora guardó silencio y no respondió a Nicolás, quien quería conocer el género del masajista.

En Kyoto abundan los mosquitos, sobre todo en la zona donde está situado el Palacio de Congresos, a donde tendré que ir cada mañana durante la próxima semana. Pican más a Aurora que a Nicolás o a mí. Nos ponen a prueba. Somos el renuevo de venas en la región.

de piel en piel
catando sangre fresca
unos mosquitos

21 de Julio, Sábado

Por vez primera he cogido un taxi en Japón. Observador en la acera ya me habían deslumbrado por su pulcritud. El respaldo de los asientos delanteros y posteriores realzados con puntillas blancas. El chófer conduce con guantes blancos. Los ojos del cliente de allende los mares también en blanco. Meticulosa cortesía en el trato.

con guantes blancos
con las dos manos juntas
saluda el chofer

Tras seis horas de reuniones de trabajo una visita programada en grupo a la ciudad de Kyoto. Finalmente una cena al estilo japonés. De cuclillas en el suelo dejé de saborear el menú tras degustar veinticuatro platos. Las camareras, elegantes en sus kimonos, servían arrodilladas a cada uno de los comensales. Elegancia en los modales. Las piernas entumecidas al cabo de media hora. Algas con sabores inusitados. Raciones minúsculas y sabrosas. Comida larga y estrecha. Belleza exquisita con gusto inefable. Ningún plato igual a otro en color o en forma a lo largo de la cena. El discreto encanto de la asimetría. 

el paladar
desbarra entre sabores
y aromas mustios

A mi lado un australiano, Mike Knowles, secretario general electo de la IAAP. Con un par de horas de sake mi inglés cada vez más suelto. Observo que hay un montón de máscaras colgadas de las paredes, del techo. Durante toda la cena nos contemplan a los comensales. Estamos actuando, ellas no, posan.

A la salida me encuentro con una patrulla de vigilantes del fuego. Por los barrios caminan en pandilla recordando, a voz en grito, que una llama puede provocar un incendio. A lo largo de los siglos Kyoto ardió varias veces y sus vecinos han aprendido la lección: cada noche hay que vigilar para que no salten chispas por un descuido. Utilizan megáfonos. Son muchas las casas de madera que descubro a mi paso. Los bomberos organizan simulacros periódicos para que los ciudadanos sepan cómo comportarse en situaciones de emergencia. Aprendieron la lección del terremoto de 1923. Muchos edificios reducidos a cenizas en las grandes ciudades.

 

Antiguamente las geishas solían desplazarse en pequeños coches tirados por hombres. Utilizan ahora coches de alquiler transportadas por un chofer uniformado. Junto a un semáforo he observado a una, ricamente ataviada, mirándome por la ventanilla. La he sonreído. No se ha dado por aludida.

22 de Julio, Domingo

Más reuniones de trabajo durante la mañana. Consigo que se incorpore al Comité Ejecutivo una segunda persona de España, Rocío. Escasean profesores universitarios con fluidez suficiente en inglés como para mantener el tipo horas y horas. Ésta es una asignatura pendiente. En el mundo de la comunicación científica el español es una lengua irrelevante con tasas inferiores al 1% en las inversiones públicas de I+D en todos los países de habla hispana.

Con el atardecer inauguración solemne del XXII Congreso Internacional de Psicología Aplicada. Tomo apuntes, el próximo estará en mis manos. Las ceremonias siempre a la hora, impecables. Casi al final, cincuenta niños y niñas de tres años interpretan con desparpajo al violín varias piezas de música clásica. Pertenecen a la escuela Suzuki que parte de un principio: todos los niños y niñas tienen un talento musical innato que debe desarrollarse antes de los cinco años. Los instrumentos que utilizan son de pequeñas dimensiones. Audiencia silenciosa y atónita. Como colofón reyerta de patadas entre dos chiquillos que se enzarzan, a su manera, en un ajuste de cuentas. Audiencia sonriente y comprensiva. Siguen siendo niños en su punto y en el escenario.

Luego una colación al aire libre. Jardín acuático en un entrante agreste entre montañas pletóricas de verde. Aire cálido en el humedal. Los alimentos desfilan a hombros sobre las bandejas. Las botellas descorchadas junto a unas copas bien dispuestas. Tenue ambiente de fiesta. Los peces de colores surcan invisibles rutas acuosas con ademán indolente. Pegada a la piel, la ropa. Oliendo a sudor, el aire.

el abanico
se estira entre los dedos
blandiendo brisas

23 de Julio, Lunes

Hemos puesto de largo el mostrador del XXIII Congreso Internacional de Psicología Aplicada que se celebrará en España dentro de cuatro años. Hay un vídeo, folletos, carteles, mapas… en inglés y en japonés. El español aquí está de más. Nuestros clientes no lo hablan. El logotipo del congreso ha agradado y sorprendido por las resonancias que suscita. Es congruente con la imagen institucional de España y con las señas de identidad de la Psicología. El sol de Miró y una Psi estilizada, humana.

Han comenzado las actividades científicas del Congreso. En todo el día no he tenido oportunidad de asistir a ningún simposio, taller, conferencia, sesión interactiva. Reuniones y más reuniones tras las bambalinas, a veces en inglés, a veces en francés. La expresión más repetida: «un placer conocerle».

están de paso
cual aves migratorias
los congresistas

Dos años ya preparando este asunto. Es la primera vez que en el Colegio de Psicólogos planificamos algo tan a largo plazo. Hay que ir, pues, a la caza y captura de congresistas, de primera y de tercera, circunstanciales o asiduos, dentro de cuatro años.

De vuelta al hotel me he parado a contemplar, absorto, un pequeño jardín de paisaje seco en el templo Zen Kohou-an, adscrito al monasterio Daitoku-ji, en el que compré un rollo pintado por un monje cuyo texto dice: «allá arriba la grulla vuela por encima de los pinos». De niño crecí y jugué en la azotea de un edificio de seis pisos. Me acostumbré a mirar la ciudad de arriba a abajo y a verla también a ras de calle. Ambas perspectivas son necesarias.

los gorriones
piando arriba dejan
lo suyo abajo

24 de Julio, Martes

Oleada de reuniones durante toda la jornada. Sigo sin tener oportunidad de acudir a una sola sesión científica. Planes, acuerdos, previsiones, diálogos espontáneos y cautos, argumentos varios y diversos.

A media tarde recepción con vino español. He decidido comenzar con un haiku leído en japonés y en inglés como muestra de cortesía a la audiencia nipona. Asisten invitados y adheridos. Las lenguas andan sueltas. En corrillos la gente conversa distendidamente. En una pantalla se proyectan diapositivas sobre Madrid que casi nadie contempla. En este sarao las botellas de Jerez han cosechado sinceros pláceme. No es para menos, se trata de un vino con solera.

fresco meloso
con años de cita previa
suave y fino

De vuelta al hotel he tenido dificultades al intentar abrir la puerta de mi habitación. Un camarero ha accionado correctamente el mecanismo de la cerradura tras varios intentos. Ni él ni yo atinábamos. No era una cuestión de copas de más. Estaba fuera de servicio.

gira la llave
colmando la ranura
se abre un encierro

He observado por las calles a gente joven con todo su cuerpo cubierto de tatuajes. Me indican que al hacerlo estos jóvenes rinden un homenaje personal a los samurai. Las incisiones son a pelo, sin anestesia. ¡Son ganas de pasar unas horas doloridos! Abundan también los tatuajes entre los miembros de los grupos criminales organizados.

25 de Julio, Miércoles

Hoy el Congreso ha funcionado a medio gas. A partir del mediodía la actividad estaba en alguna parte, no se sabe muy bien donde. ¿Visitas programadas o simples excursiones? Una tarde de trabajo y asueto, con refrescos entre las manos, achicharrados de calor. Todas estas sesiones vespertinas requieren pago previo y reserva de plaza. He aprovechado el tiempo para pulir el inglés de mi conferencia del viernes.

Cada vez que me ve el presidente del congreso me saluda y me mira desconcertado. Siempre está rodeado de ayudantes que le abren y cierran las puertas, que le llevan el maletín. Camina un paso por delante. Le sorprende además que haya nombrado a dos mujeres para presidir el comité organizador y el científico. Ambas son profesionales de gran valía. Nunca irán dos pasos detrás de mí. ¡Faltaría más!

He asistido, estupefacto y halagado, a mi primera ceremonia del té. Me han hecho sentir importante en el papel de invitado. Parsimoniosamente el reloj iba mucho más lento que los ademanes de la oficiante. He descubierto la belleza de una agilidad pausada y meticulosa en cada detalle y pose. Se puede tomar el té contemplativamente, degustando con los oídos, con los ojos, con la nariz, con el tacto, con la lengua. Lo nimio resulta espléndido. Solemne ritual con sus minucias. Naturalidad y sosiego en cada uno de los gestos. Espontaneidad laxa.

juego de magia
se espesan los segundos
se orea el tiempo

He deambulado por el paseo de los filósofos: solían recorrerlo el profesor Kitaro Nishida (1870-1945) y sus discípulos que, con los años, dieron consistencia a la llamada Escuela de Kyoto, famosa por acotar los nexos entre Filosofía y Zen a lo largo del siglo XX. El primero de sus libros está traducido al español, «Indagación del bien». Pertenece a la tradición fenomenológica, con muy escasa presencia en la Psicología española contemporánea. Al final del recorrido breve visita al templo Honen-in de la secta Jodo. Abundan pequeños montículos de arenisca con formas rectangulares y trapezoidales: conjugan los ángulos rectos con las sinuosidades verticales y horizontales de la naturaleza circundante. Me paré a contemplar el entorno desde un pequeño puente sin barandilla que atraviesa un estanque. El dintel tiene un tejadillo de paja desde hace siglos.

26 de Julio, Jueves

El congreso recobra el pulso. Nuevas reuniones y gestiones a varias bandas. Constato que escasean los asistentes y merodean tan sólo por los pasillos quienes están a punto de tomar la palabra. La mayoría de los congresistas están por ahí, en alguna parte, paseando por la ciudad a pesar del calor. Las de aquí son caras familiares por su asiduidad. Le han cogido afición al aire acondicionado. Se agradece.

El «gran templo del ermitaño», Daisen-in, está rodeado por jardines en los cuatro costados. Pertenece al Monasterio Daitoku-ji, de la secta Rinzai. El espacio es reducido y hay un gran número de piedras de distinto calibre, forma, color y tipo. Durante un rato, en uno de los rincones, a media tarde, he apreciado una piedra grande con forma de barco y, a su lado, una piedra pequeña que parece una tortuga. El barco es una alusión a la travesía vital y la tortuga a los muchos recorridos que hacemos nadando distancias cortas. En otro rincón hay un estanque seco en el que destacan tres rocas, una grande, en el centro, y, a cada lado, una pequeña y otra mediana. Cada roca es un koan, del tipo «¿Quién soy yo?», «¿Qué pinto yo aquí?», «¿De qué va esto?». La respuesta es dura de pulir y desmenuzar. Disfruté en un tercer rincón con un pequeño jardín repleto de piedrecitas peinadas, en ángulo recto, con el rastrillo. En el centro dos montículos cónicos y, al fondo, una higuera, elegante insinuación del árbol que acogió a Sidharta a la hora de alcanzar la iluminación y convertirse en Gautama Buda. El río de la vida desemboca en un remanso de cantos rodados blancos con montículos que pueden superarse.

con un rastrillo
barre arenisca un monje
con pies de plomo

Con el ocaso el gran banquete de despedida. Los comensales se vistieron de gala. El salón resultó pequeño. Escasearon los manjares y bebidas. Zafarrancho de personas que invadieron en tromba la sala engalanada. De pie, con rostro de circunstancias, los rezagados picoteaban entre las migajas.

gente a puñados
asediando las mesas
fauces voraces

Con gran fragor de fondo algunos oradores ilusos pujaban por hacerse escuchar. Las frases rebotaban del micrófono a las paredes. Entre las mesas personas habituadas a boquear con las palabras. Ahora escuchan y devoran. No se cotizan por sus silencios. Son profesores de fluidez oral reconocida. Dan rienda suelta a su labia. Se nota que no hablaron en la sesión de la mañana. Tienen ganas de elevar la voz para que les oigan en las mesas más próximas.

Callejeando, de regreso, caigo en la cuenta de que los nombres de las calles cambian a cada poco. Pregunto a un colega japonés y me indica que los números de las casas se asignan al azar. Aunque estén seguidas las casas no constituyen una serie numerada seguida.

27 de Julio, Viernes

 

Se acabó lo que se daba. El congreso ha concluido. Seis años para hacerlo y cinco días para consumirlo.

Puntual, a la una y media del mediodía, he pronunciado mi conferencia. Había una treintena de personas presentes. He logrado desenvolverme bien con el inglés. No he leído nada. El guión sustentaba mi exposición oral. Ha sido mi primera charla internacional, muy próxima al estilo que sigo cuando hablo en español. He concluido leyendo un haiku en japonés y en inglés. Los nipones han reconocido el gesto.

Se ha desmontado el kiosco anunciador del próximo congreso de Psicología Aplicada que tendrá lugar en Madrid.

algarabía
un congreso en volandas
en cuatro años

Por la tarde hemos ido a cenar con colegas alemanes. Bernhard Wilpert, presidente electo de la IAAP ha pagado la cena. A la hora de las copas hemos aterrizado en un pub con karaoke. Es la primera vez que veo funcionar el sistema. A cada lado monitores de vídeo. Imágenes grabadas en un disco compacto. La letra de cada canción aparece fugazmente en la pantalla, ensombreciéndose según transcurre la melodía. Música orquestal de fondo para cantantes con problemas de oído y de memoria. Risas y aplausos si desafinan. A la salida atraco a mano armada. Todos los yen no gastados esta semana uno tras otro salieron de golpe de mi bolsillo. En Japón cualquier entretenimiento nocturno se paga caro. ¡A ver dónde encuentro mañana dinero contante y sonante para las semanas que faltan!

28 de Julio, Sábado

Comienzan mis vacaciones. Van a ser diecinueve días a mi aire callejeando con Nicolás por Japón. Ambos, solteros empedernidos, tenemos ganas de gastar lo ahorrado. No hemos reservado hoteles en ninguna ciudad. Vamos a la buenaventura. Antes de partir adquirimos un bono-tren que nos permitirá hacer noche en aquellos lugares donde encontremos alojamiento.

Hemos llegado a Hiroshima. Primer recorrido a pie después de depositar las maletas en el hotel. Atardecer húmedo. Es una ciudad completamente nueva, erigida desde los escombros calcinados. El lugar de la cita es obligado: la Cúpula de la Bomba Atómica. Enhiesta y hueca, desde entonces, en el punto cero. No es el 6 de agosto.

años después
aún se espía el cielo
¿vendrán mañana?

La llama eterna lanza hacia el firmamento las plegarias por la paz de quienes deambulan por el parque. En el cenotafio reposan por escrito los nombres de quienes fallecieron juntos, a la misma hora, y de quienes siguen muriendo a cuentagotas por las secuelas. Han transcurrido cuarenta y cinco años desde que ocurrió lo que acaeció. Los supervivientes envidiaban a los muertos. Ahora hacen ejercicios matinales en los hospitales donde les hacen revisiones periódicas. Muchos se dejan fotografiar. En Japón la mayoría de los hospitales son privados.

el gran bombazo
en el preciso instante
de la era atómica

Hiroshima no es tierra quemada. Sigue viva y coleando. No se cumplieron los pronósticos de los científicos. La ciudad ha vuelto a ser habitable.

En Japón el blanco es el color de los difuntos y de las curaciones. En los monumentos funerarios predomina ese color.

29 de Julio, Domingo

Nos hemos desplazado a la pequeña isla de Miya-Jima. A medida que avanzaba el barco por las tranquilas aguas de la bahía la abrupta mole verde de la isla exhibía su frescura y exuberancia. Es un hermoso parque natural. Las casas se distribuyen perezosamente a ras de playa.

las bicicletas
caligrafían rutas
sobre la arena

En una ensenada recoleta el santuario shinto rumia un culto ancestral a horcajadas sobre el agua. Cada una de las estancias del monasterio se yergue con complacencia a dos pies de la playa. A veinte metros de distancia, sobre el mar, llama la atención un dintel estilizado cuyas jambas no tienen puertas. Notable simetría de entradas y salidas.

umbral granate
aupándose en el agua
ensimismado

Los visitantes transitan a su aire por los corredores. Desde uno de los pabellones están ensayando música. Monodia de flautas y de timbales. Frente al templo los turistas van y vienen. Una pareja se arrodilla y, al unísono, ambos dan una palmada que suena seca entre las manos. Llaman la atención de quien quiera que sea quien presida el recinto desde un espejo circular. Rinden culto a sus antepasados de los cuales son el reflejo. Años y siglos después son sus continuadores.

El vaivén de las olas acuna las plegarias que ascienden como la marea.

30 de Julio, Lunes

Antes de partir de Hiroshima hemos visitado el museo de la paz, enclavado a poca distancia de la llama eterna. Se exhiben restos y fotos de la catástrofe. Los peregrinos deambulamos entre los despojos de la tragedia. En ese entorno la mente se agita inquieta en un cuerpo sano. Las miradas se quiebran cuando encaran de frente esas mudas reliquias.

seres humanos
calcinados por dentro
en carne viva

Hemos puesto varios cientos de kilómetros de por medio. Inmerso en mis pensamientos llegamos a Fukoaka. Las imágenes no me han abandonado durante todo el día. De golpe 250.000 víctimas.

penas de muerte
fulminantes en tromba
por la escotilla

Después de cambiar de tren los recuerdos nos han conducido a Nagasaki. Hemos llegado a media tarde.

Resulta interesante observar a los japoneses mientras viajan en tren. Buena parte del tiempo se muestran ensimismados. En las estaciones no se tocan aunque haya multitudes circulando. Dentro del tren se rozan y apretujan sin prestar atención a quien tienen al lado. Dan la impresión de estar cultivando un espacio interior cuando más se estrechan en unos vagones rebosantes de pasajeros.

muchos kilómetros
sin cruzar dos palabras
ni una sonrisa

Hemos tenido oportunidad de probar una de las delicias japonesas en el consumo de pescado: se llama Sakana No Ikuzuhuri. El comensal escoge la pieza en una gran pecera, el cocinero (es un decir) lo sitúa en una bandeja, utiliza el cuchillo como si fuera un bisturí, separa cada lomo de la espina central y lo sirve. Ha de comerse mientras aún colea en el plato. La cabeza, la espina dorsal y la cola también quedan a la vista contorsionándose. En español el pez está vivo y el pescado está, muerto, en el plato. Discutimos sobre el estatus vital de lo que hemos paladeado. Es caro, unas seis mil pesetas la ración.

La máxima exquisitez es un pescado llamado Fugu, una modalidad de pez globo para entendernos. En la piel, en el hígado y en las gónadas contiene una toxina que es 1.200 veces más fuerte que el cianuro. Se consume fileteado o como sopa en el sitio adecuado, con personal apto y entrenado durante unos diez años en la manipulación de este pez tan peculiar. Puede uno jugarse la vida por unas quince mil pesetas la ración. Amigos de la vida o compañeros de trabajo se van de parranda una noche y se ponen en manos de un cocinero experto quien también se arriesga al mínimo descuido. Hay quienes dicen que esta práctica es una secuela de la tradición de los samurais: situaban su propia vida en la punta de la espada desenvainada.

por un pez globo
la última escapada
en ataúd

Nicolás y yo apreciamos la invitación que nos hacen en su justa medida; no queremos correr riesgos paranormales. Salimos con la tarjeta del restaurante a buen recaudo en caso de animarnos a probar fortuna. Solteros por muchos años ambos hemos oído hablar de la mujer fatal, una leyenda urbana en las noches de Madrid y de París. Aquí la mujer fatal se llama Fugu.

31 de Julio, Martes

Horas deambulando por la ciudad. Dos montañas arrinconan frente al mar, los edificios y casas. La orografía de este enclave salvó a los habitantes de una catástrofe mayor. En la Casa Internacional de la Cultura contemplamos otra exhibición detallada y ordenada del desastre. Al concluir el recorrido por los cuatro pisos, una proyección de vídeo muestra secuencias de escenas que cuelgan como foto fija en las paredes de cada estancia. No es el 9 de agosto, pero faltan muy pocos días.

yace el horror
de cuerpo presente
zozobra el ánimo

Por la tarde nos adentramos en el parque de la paz. Está poblado de estatuas que dan testimonio a favor de la convivencia pacífica. Es el obsequio de numerosas ciudades que apuestan por el desarme nuclear. Los escultores han tallado al pie sus plegarias. Los niños corren y gritan disfrutando del parque. Los adultos sudan inmóviles. Al caer la tarde se impone el silencio. Soledad de flores y de piedras.

noche de estrellas
las estatuas se espían
y coquetean

Hemos conversado esta mañana con unos estudiantes y un profesor que visitaban la exhibición. El profesor hablaba algo de inglés. En las escuelas son los alumnos quienes se ocupan de la limpieza, es parte de su educación. No tienen contratado personal para tales menesteres en los colegios. Los uniformes escolares masculinos tienen la pinta de ser uniformes militares al estilo prusiano de finales del siglo XIX. Los de las chicas mucho más informales.

1 de Agosto, Miércoles

Nada más despertar he de ir más rápido que el reloj. El viaje continúa y hemos de retornar de nuevo a Fukoaka antes del mediodía. En marcha.

al levantarse
bultos arriba y abajo
el tren arranca

En Japón el transporte por ferrocarril funciona a la perfección. En las grandes estaciones entran y salen los trenes permanentemente. Puntualidad como toque de distinción. En los andenes una marca en el suelo indica el número del vagón. A la hora exacta, en el andén previsto, en la señal adecuada se abren las puertas y salen o entran los pasajeros. Ni un solo retraso o fallo hasta el presente. Regularidad absoluta. En un tren de alta velocidad he contado catorce vagones. Cada cinco minutos llega o parte uno. Alcanzan los 170 a 200 Km por hora. Cuentan con varios teléfonos que utilizan los pasajeros. En cada vagón se enciende un cartel luminoso minutos antes de llegar a la próxima estación: indica en japonés y en inglés el nombre de la ciudad, si el andén quedará a la derecha o a la izquierda y las conexiones posibles con otras líneas. Limpieza y confort por doquier. El personal auxiliar porta guantes blancos a la hora de servir bebidas o alimentos con cuidada cortesía.

Muchas caras aburridas o somnolientas durante los trayectos de largo recorrido. Devoran kilométricos intervalos y unas cajas de comida a las que denominan bento; las más sofisticadas se sirven en bodas y funerales. Es como comer tapas; son pequeñas porciones de comida que no gotean.

se acorcha a bordo
el pasajero yendo
hasta el ocaso

Algunos pasajeros leen el periódico de arriba abajo. También libros. El japonés clásico se nutre de unos siete mil caracteres. El estándar contemporáneo son dos mil a recordar. Nuestro escueto sistema de consonantes y vocales es, pues, una ganga.

2 de Agosto, Jueves

Por la mañana hemos visitado el más antiguo santuario Zen en este país, Shokufu-ji. Pertenece a la escuela Rinzai y, según la leyenda, es el lugar a través del cual se introdujo el té verde en Japón. Lo trajo un monje. Tiene una enorme campana estilo coreano que resuena con fuerza cuando la golpean con un madero. Es un sonido rebosante que se adentra en el oído para durar.

despierto está
tras darse un cabezazo
con la campana

Algunos de los edificios de madera aguantan en pié con ochocientos años a sus espaldas. Hay muy poca gente en las inmediaciones. Un anciano recoge hojas secas del suelo. Al darme la vuelta contemplo estupefacto el jardín de grava y rocas sueltas.

rincón de cantos
rodados que los monjes
peinan por gusto

Tienen una notable colección de caricaturas hechas con tinta china por Sengai, un monje del siglo XVIII con mucho sentido del humor. Fue abad del monasterio. En sus dibujos se ríe hasta de su propia sombra. Desconcertantes los textos de sus caligrafías. Las frases y los dibujos forman una unidad, se complementan. Es la ilación entre hemisferio izquierdo y derecho.

Por la tarde en Daizafu nos adentramos en uno de los santuarios shinto con más renombre. La espesura del paraje acoge en su seno al visitante. Abundan las fuentes y los estanques. Los peces de colores nadan perezosamente perdiendo el tiempo. Cada año los estudiantes peregrinan aquí días antes de los exámenes. Piden clarividencia. Este recinto fue construido en memoria de un hombre sabio que habitó en estas latitudes hace once siglos. Por los rincones vegetación exuberante.

remanso de aguas
traviesas que anestesian
a los viajeros

En una ciudad próxima, Surigajama, han desarrollado un peculiar tratamiento para los muy pesados: veinte minutos de baño en arena volcánica caliente parece tener efectos adelgazantes. Cubren los cuerpos con una pala. Vale también para quienes sufren de artritis y reuma. Estuvimos cerca pero no nos animamos.

3 de Agosto, Viernes

De Fukoaka a Osaka con el tren de alta velocidad: salta de la isla Kyushu a la Honshu, la más grande. Luego, en un tren comarcal rumbo a Nara, la más antigua capital imperial. En cada punto del trayecto puntualidad.

Transitamos por las calles holgadas de tiendas. He comprado un rollo pintado en el que una carpa brinca contra corriente. Me ha parecido un símil de mi propia vida, solterón empedernido que se complace haciendo cosas poco habituales.

Aquí y allá numerosos templos budistas. Nada cuelga en el interior de las campanas. Al sonar no se mueven, están quietas; recibiendo martillazos, vibran. De golpe y porrazo doblan.

golpea el viento
campanas sin badajo
enmudecidas

A media tarde nos adentramos en un parque, antigua residencia regia, en el que abundan los ciervos sueltos. En un estanque se refleja trémula una pagoda de cinco pisos. Las tortugas asoman sus cabezas menudas sobre el agua. Algunas se arrellanan sobre una roca y dormitan. El sol se acerca al ocaso. Unos ancianos conversan. Varias niñas juegan con migas de pan en la orilla.

con vuelo raudo
las palomas le mesan
el busto al lago

Las aguas parecen temblar de gusto. Ya no hace tanto calor. Despiertan las ganas de andar descubriendo lugares e historias.

Hemos visitado Kasuga, un santuario shinto con millares de linternas de bronce y de piedra diseminadas por la colina. Al anochecer vacilan las lámparas encendidas proyectando tenues haces de luz que parpadean entre los árboles.

4 de Agosto, Sábado

Una escapada en tren a Osaka para visitar la Expo-90. Por vez primera recibimos folletos explicativos en español. El tema central es la jardinería. Aquí y allá pequeños jardines, algunos con denominación de origen (francés, inglés), otros con nombres sugerentes («jardín de ensueño», «jardín vital»).

flotan los pétalos
en aguas estancadas
coloreándolas

Nos hemos adentrado en el pabellón que se ocupa de los desarrollos biotecnológicos en jardinería. Sofisticadas técnicas para asegurarse una gran rentabilidad en los cultivos masivos de plantas para su explotación comercial. Mediante resolución magnética y análisis espectrográfico un robot estudia cada brote, estima el número de esquejes en que puede subdividirse, efectúa los cortes oportunos, los planta en pequeños tiestos de plástico, y limpia las pinzas y cuchillas usadas en las sucesivas operaciones. La jardinería tradicional obtiene un clavel de cada brote. Con los nuevos desarrollos tecnológicos se consiguen cuatro claveles idénticos en cinco meses a partir de un mismo brote. Están ensayándose variaciones inusitadas en los colores. En la fase embrionaria se inducen artificialmente determinadas mutaciones.

bellos y efímeros
claveles cultivados
por un robot

Nos hemos acercado al castillo de Osaka que está reconstruido. No nos hemos puesto de acuerdo respecto al número de pisos. Según se mire algunos pisos son dos en uno. En los accesos al parque un camping de gentes sin hogar. Cuando pierden su trabajo los hombres no tienen donde volver, se convierten en indigentes. Hay más de 18.000 personas sin hogar en Osaka según me cuentan. Las mujeres se refugian en casa de familiares.

 

 5 de Agosto, Domingo

Paseamos de nuevo por el antiguo parque imperial de Nara. Las chicharras engrandecen el silencio que habita en las pagodas rayándolo. Por los senderos domingueros parsimoniosos tejen esperas en una mañana que transcurre fraguando su propio calor húmedo. En la pradera las horas se derriten segundo a segundo.

En el museo nacional las estatuas marcan distancias insondables. No comprendo ninguno de sus gestos, poses y atavíos. Son primorosas, por los detalles, estas figuras. Se imponen en su quietud opaca.

Con la solana unas muchachas nos abordan echándose a la espalda la timidez. Sonríen y recitan en inglés unas frases que han aprendido de memoria en la escuela. Son voces joviales, dicharacheras. Azorada una de ellas me entrega una tarjeta en blanco en la que resplandece el sol espléndido.

unas chiquillas
con palabras de paz
a flor de labios

En el templo Todai-ji hemos contemplado el inmenso Buda de catorce metros de altura. Peregrinos y turistas minúsculos a sus pies. Unos oran, otros meditan, los más merodean.

en el regazo
de Buda se remansan
muchas zozobras

Los monjes calzan unas sandalias de madera, chanclos en español, según Nicolás. Al caminar sobre las tarimas sus pisadas nos hacen recordar repiques de castañuelas con sordina. Audible sólo en monasterios donde andan sueltos muchos monjes. 

Es preceptivo quitarse los zapatos en el porche de entrada de las casas. Dentro utilizan, a menudo, zapatillas. En los hoteles había zapatillas en que estaba escrita la palabra «lavabo» y que no podían utilizarse en ningún otro lugar. Hace unos años inventaron unas zapatillas que parecen zapatos. De esta manera no está claro si el calzado que usan es de casa o de calle.

6 de Agosto, Lunes

De Nara a Odawara hilvanando trenes hemos tardado cinco horas. La ventanilla es ese mirador por el que apreciamos paisajes fugaces; pasamos por ellos sin dejar huella. Hay tantos túneles en Japón que son muchos los trayectos en los que se transita por una oscuridad volante a unos doscientos kilómetros por hora. En caso de terremoto los trenes se detendrán al momento. Los nombres de las máquinas son poéticos.

El aire acondicionado crea un hábitat artificial. Las distancias se miden en horas consumidas.

se deshilacha
el paisaje si el tren
horada el viento

Cada parada es una circunstancia de paso hasta la estación final que consigue ponernos en marcha, andar. En realidad el destino es sólo un hito en la geografía abstracta de los mapas. De hecho Odawara es un jalón en nuestro acercamiento hacia el monte Fuji. El castillo está reconstruido y es una variante del que vimos en Osaka.

Hemos subido y bajado los 360 escalones de piedra que conducen a Shodai-ji, un antiguo templo Zen adscrito a la escuela Oubaku. Antiguamente era una tentación para los viajeros que se quedaban horas y días descubriendo sus encantos. Nos quedamos un rato absortos contemplando el agua del arroyo que fluye con rapidez a través de árboles enormes que se estiran hasta hacernos sentir enanos.

Nos han dado detalles del peculiar estilo de vida en Okinawa, donde habitan las personas más longevas de Japón, doce con más de cien años y en buena forma quienes han cumplido ya noventa. Consumen un pepino verde, hirsuto, que consideran su elixir.

7 de Agosto, Martes

Agitado discurrir por los parajes de Hakone, en los que abundan fuentes de aguas termales. El espeso bosque disfraza con su verdor el volcán. Un tren trepa en zigzag por las pendientes hasta llegar a un vagón que se adhiere y asciende con una cremallera por el talud. A continuación ascendemos y descendemos vertiginosamente trescientos metros, huéspedes de un funicular. Finalmente nos paseamos en barco por uno de los cinco lagos que hay a las faldas del Monte Fuji; son antiguas bocas candentes inundadas con agua de lluvia. La bruma oculta la cima.

Una etapa en este trayecto ha sido O-wakudani. Chimeneas asilvestradas contaminan el aire con sus fumarolas sulfúricas que circulan a lomos de la brisa haciendo kilómetros hasta posarse en el suelo y en los pulmones.

amarillean
las alas de los cuervos
con tanto azufre

Por doquier crecen verdes las plantas, que chupan los minerales del volcán por las raíces. No parecen ser letales. Por horas la respiración más agobiante por la fetidez. Cenamos oliendo a huevos podridos. ¡Hay que tener narices!.

Un antiguo proverbio japonés dice: «quien sube al Monte Fuji una vez es sabio, quien sube dos es necio». ¿Podremos ser sabios al menos una vez?.

8 de Agosto, Miércoles

El Monte Fuji oculto tras la niebla. Desde Gotemba ascendimos a pie hasta la sexta estación. Nos detuvimos. Hay otras dos estaciones que superar; son varias horas, depende de las inclemencias. Lloviznaba. En la octava hay un refugio. De allí a la cima son unos trescientos metros que recomiendan recorrer al alba. Al parecer toma algo más de hora y media. Nicolás quería subir a pie aunque nos caláramos hasta los huesos. Consideré más prudente parar: veíamos muy poco, tres metros más allá de nuestras narices. No llevamos botas de escalar. Seamos cautos. Si no somos sabios, tampoco necios.

con resoplidos
quiere empujar la niebla
algo más lejos

Hay que mirar atentamente junto a los pies y escarbar con la mano para comprobar que la arenisca es negra. Toda la ladera está cubierta de ceniza. Los zapatos, pues, tiznados. El verdor de plantas terrestres y aéreas difumina cualquier atisbo del volcán. La subida es lenta, la bajada rauda porque las cenizas amortiguan los golpes o los movimientos en falso.

el Monte Fuji
sobre su falda prieta
mece la bruma

Comemos en una taberna y sólo en las fotos se deja ver esa cumbre que vinimos a buscar. Hay gente que trepa monte arriba de noche para deleitarse con la salida del sol. A veces hay multitud de caminantes. Me he retraído y, ya en el hotel, me arrepiento.

Durante siglos la subida al Monte Fuji estuvo vedada a las mujeres por tratarse de una montaña sagrada y por ser un lugar en el que se entrenaban los samuráis.

9 de Agosto, Jueves

Visita rápida a la ciudad de Nikko donde abundan las aguas termales. Bromas por el nombre con Nicolás. Recorremos el parque nacional y luego nos adentramos en Toshogu, un santuario shinto con numerosos mausoleos erigidos hace más de trece siglos. Hay varios templos muy recargados de ornamentación y de colorido. Cada veinte años actualizan las construcciones de madera. Durante el primer decenio acumulan materiales que luego utilizan en el segundo decenio para efectuar las reconstrucciones. Cíclicamente cambian los edificios pero siguen siendo los mismos. Idéntica presencia con distintas tablas. Llevan una existencia establemente cambiante. Consiguen también que ancestrales saberes artesanales subsistan.

En el bosque, aquí y allá, árboles gigantes, enhiestos, corpulentos. A su sombra la pagoda de cinco pisos aparece como un menor de edad a la vera de un galán alto y fornido.

La tormenta ha empezado a descargar trombas de agua. Dando tumbos no encontramos modo de hurtarle el bulto a la lluvia. Hemos llegado al hotel empapados, a pesar de estar preparados para las inclemencias con impermeable y chanclos.

Es de noche y sigue lloviendo sobre la lluvia caída.

en el sendero
la farola se anega
de lluvia y luce

10 de Agosto, Viernes

Llegamos a Tokyo mientras continúa diluviando sobre mojado. El tren circulaba a gran velocidad a través de la tormenta. Los pasajeros conversaban y comían tan tranquilos. Los ferrocarriles japoneses deprisa a prueba de ráfagas de viento y lluvia.

Hemos tenido que empaparnos para conseguir un taxi que nos llevara al hotel. El taxista ha accionado las puertas y el maletero desde dentro, cual gato escaldado con el agua. Con lluvia la cortesía a cubierto.

El chaparrón altera el día a día en las calles. Los transeúntes corretean entre los soportales. Unos chiquillos chapotean de charco en charco. Las mujeres pasan de largo ante los escaparates. El tráfico discurre a ritmo lento, resbalando. El paisaje urbano se desdibuja y tergiversa. Nadie saluda con una inclinación de cabeza a los automovilistas que repostan en las gasolineras.

escurridizo
sobre el impermeable
el aguacero

Tras las cortinas de agua los semáforos con chorreras y con la visera calada. No hay colillas en las aceras. Bajo un porche un caballero enciende una cerilla. Las hebras de tabaco no se dejan prender por las llamas.

del cielo al río
la lluvia sigue el rastro
del sumidero

11 de Agosto, Sábado

Callejeamos por los alrededores del palacio imperial. Los edificios semiocultos en la espesura tras las tapias. Es una colina que se aúpa sobre un foso inundado de agua. El emperador y su familia huésped de ese parque para su asueto y su reclusión.

en los repliegues
de una flor de loto
dos goterones

A media tarde nos acercamos a Ginza. Es un barrio de tiendas con las puertas de par en par. Las dependientas se muestran amables y ceremoniosas. Balbucean un inglés de palabras contadas. Muchas sonrisas y reverencias. Con un paño secan el sudor en los extremos inferior y superior de los pasamanos en cada escalera automática. Parece ser que, en los grandes almacenes, el jefe de sección da a sus empleados una charla matinal de ánimo antes de que llegue la clientela. También les da instrucciones concretas y comenta las novedades. Están al tanto de lo que tienen que saber. Cada mañana, en la puerta principal, saludan a los primeros clientes con una profunda reverencia.

Por la noche cenamos en un restaurante del barrio Roppongi. A la salida observamos fotos de muchachas semidesnudas pegadas a los troncos de los árboles, de los postes. En cada estampa también hay un teléfono. No se repiten los rostros ni los teléfonos. Parece ser que son unas calientabraguetas por control remoto. Desde su habitación encandilan a los clientes fascinados que pagan su chorreo telefónico. Todo ello a espaldas de papá y mamá. Hemos dejado de pernoctar en un país aparentemente puritano.

chicas desnudas
en el tronco de un árbol
ahí erecto

12 de Agosto, Domingo

En este país las autoridades, cuanto más distantes y difuminadas en el paisaje, mejor. Así no se les pierde el respeto. Hemos paseado por los aledaños de la residencia del primer ministro. A un kilómetro de distancia ya encontramos policías montando guardia, oteando a los viandantes.

Desde unas vallas altas con alambres electrificados husmean las cámaras de vídeo dando giros. Luego nos hemos acercado a la Dieta, que está rodeada de jardines. Un policía nos ha indicado que cambiáramos de rumbo. Desde el último piso del Museo de Arte de Pintura Contemporánea hemos atisbado algunas de las edificaciones imperiales.

Acabamos en el Museo de la Ciencia. Nos hemos entretenido un buen rato en el laberinto de las nuevas tecnologías. Los niños correteaban por las salas pulsando botones y activando artefactos varios y diversos. Desde la agricultura automatizada hasta los satélites de telecomunicación, pasando por la cultura de la imagen. Todo expuesto con sencillez hasta generar un colosal embrollo en la mente del visitante. Rayos infrarrojos y ultravioletas creaban imágenes espectrales con los cuerpos en movimiento de los transeúntes. El roce de la mano en el hueco de un cuadro producía amenas melodías que se distorsionaban al menear los dedos. Percepciones erráticas a lomo de rotaciones imposibles.

en el bazar
de la ciencia los niños
embelesados

Mientras tanto los adultos vagan con aire extraviado en cada sala.

13 de Agosto, Lunes

De paseo por Akihabara, un barrio alucinante especializado en aparatos electrónicos de toda índole y condición. Venden todo tipo de cacharros, menos sillas eléctricas. Numerosos pisos de varias plantas poblados de artilugios de muy reciente invención. Grandes y chicos giran cual peonzas entre las estanterías y los mostradores. Los dependientes persiguen con la mirada y atienden las cuitas de los confundidos o las compras de quienes han tomado ya una decisión. Para sacar un poco más de quicio a los paseantes música de rock a toda pastilla.

en la pantalla
los chips haciendo trucos
para ingeniosos

Los núcleos de silicio son las varitas mágicas que pulsan esta babel de la informática y de los audiovisuales. Los prodigios de hoy son un fiel trasunto de la realidad imaginaria. Caprichos efímeros exhibiéndose con insolencia desde las estanterías. «Si busca novedades las tendrá mañana».

Nos damos una vuelta por un pequeño jardín japonés mientras atardece.

los goterones
sobre la roca brillan
evaporándose

14 de Agosto, Martes

Hemos pateado hoy la ciudad y observado a la gente entreteniéndose a su manera. En los alrededores de la estación central de Tokyo cierran al tráfico algunas calles durante una hora a mediodía. Funcionarios y empleados congenian mientras almuerzan. Hace un calor de espasmo. Se sientan en bancos que han desplazado de la acera a mitad de la calle.

suda el asfalto
alguien almuerza a solas
en la avenida

A poca distancia las tiendas de Ginza están abarrotadas de público. Junto a una boca de metro asistimos a una cita de tres amigos convenida en ese lugar. Soy un invitado de piedra al que sorprende el ceremonial de bienvenida. Tras reconocerse se obsequian con una sonrisa amable, inclina cada cual su cabeza doblando el busto hasta mirar de pasada el suelo. Uno pudiera ser el jefe con muy pocos aires de mandamás.

 

Al concluir la jornada hemos entrado en algunas tiendas. Los de más edad dirigen, imparten órdenes. Las voces son cortantes, pronuncian las sílabas con rapidez. Cada frase tiene su musicalidad. Ninguna señal de crispación. Saludan a los visitantes con ademanes muy cuidados, lentos, con la sonrisa embalsamada en las mejillas. A pesar del calor visten todos con pulcritud. Uno sudaba.

Impresionante el funcionamiento del metro a primera hora de la mañana. Antes de cerrarse las puertas hay empujadores que consiguen que la gente se junte aún más. Cuando suena el silbato para partir con guantes blancos, con delicadeza, les ayudan a estrechar huecos dando pasos hacia atrás. En japonés «el infierno de los viajeros» es la hora punta en una estación de tren. Así la llaman.

engulle el metro
chicos y grandes juntos
a toda prisa

15 de Agosto, Miércoles

Inopinadamente IBERIA nos ha obsequiado una noche de más en Tokyo, gastos de pernocta incluidos. Sobriedad en la cena, la cerveza es un lujo. Mientras escribo estas líneas tendría que estar volando hacia Alaska. La otra ruta que siguen discurre vía Moscú, que no he visitado aún. Mañana nos toca madrugar.

Hemos vagueado por las calles próximas al puerto. Son tantas las autovías que surcan por el aire en esta zona de la ciudad que las casas parecen alzarse artificialmente bajo una cabellera con trenzas de cemento. A tres y cuatro alturas, ninguna de ellas a ras de suelo, los trenes y los coches veloces sobre las cabezas. A trechos el cielo a retazos. No sabría decir si está limpio.

las autopistas
un cruce de caminos
sobre las casas

La paz cumple hoy cuarenta y cinco años en Japón. Es el aniversario del armisticio. Jornada anodina por el recuerdo de la derrota. Nadie quiere volver a las andadas. Los aliados tampoco festejan la victoria. Esta fecha está arrancada de cuajo del calendario por dos bombas atómicas. Solo existe como un número entre el 14 y el 16 del mes ocho.

tantos cadáveres
y muy pocos parientes
para enterrarlos

16 de Agosto, Jueves

Pisábamos las calles a las cinco y media de la madrugada. A las ocho en punto despegaba el avión. No hemos observado ningún atasco en la entrada a la ciudad como cuentan las noticias que nos han relatado aquí y allá. El aeropuerto de Narita está a 60 Km de Tokyo. Tráfico fluido.

en el paisaje
nubes a la deriva
vapor de olas

El avión se desliza minando el horizonte, en ruta hacia el Polo Norte. La brújula deja de girar y se rinde cuando pasa de la posición horizontal a la vertical. He ahí su punto de mira, su inclinación al sobrevolar el polo magnético.

el avión rasga
distancias se entumece
el tiempo en cola

Cuando aterrizamos en Alaska son las diez de la tarde del día de ayer. Doblete de crepúsculos a miles de kilómetros de distancia: la misma tarde del 15 de agosto que concluyó para nosotros hace quince horas. En este avión hoy sigue siendo ayer a estas alturas en la encrucijada de paralelos y meridianos. Despistes de la esfera terrestre que no tiene quien le diga la hora exacta.

Nada más despegar en Alaska está anocheciendo y amaneciendo a la vez. Desde la ventanilla observo una esbelta cinta de color naranja intenso que se troca en una escuálida línea amarilla. En el paisaje destaca el perfil de un volcán apagado. Atardece.

el sol asoma
sin saber si es el alba
o es el ocaso

Los pasajeros no prestan mucha atención a lo que florece en el exterior. Las azafatas insisten en que bajemos las cortinas de las ventanillas. Quieren que veamos una película cuando el espectáculo está realmente fuera, entre las alas. Se empeñan en servirnos una cena cuando lo que toca es el desayuno aquí y ahora, rumbo a Escocia donde amanece. Es una de las bromas que se gasta el Polo Norte. Una azafata me trata como si fuera extraterrestre al verme tan entretenido con la brújula sobre la mesa y mi insistencia en seguir manteniendo abierta la ventanilla.

A toda pastilla el sol se embala. Desde allá abajo, en su ocaso, trepa raudo por el horizonte hasta escalar el cenit para dar los buenos días. Luce unos hermosos mofletes rojos en los que se difumina el amarillo blanquecino del amanecer. ¡Vaya por Dios, los colores de la bandera!. No me queda claro si es la de Japón o la de España. En cuestión de minutos el sol luce ya el uniforme de mediodía. El avión y mi brújula patinan entre husos horarios.

Compruebo una vez más el estilo de IBERIA. Los pasajeros dormitan y los empleados españoles echan una siesta. El personal japonés deambula silencioso por los pasillos, arriba y abajo, atendiendo a los que siguen con los ojos abiertos. Dos estilos a la hora de realizar sus labores. Un inspector de la compañía vuela con nosotros. Descansa plácidamente en primera.

Son las cinco de la tarde del 16 de agosto cuando el avión aterriza en Barajas. Ya en casa contemplo un anochecer como mandan los cánones. ¡Ya está bien de revolotear, de desplazar a mano las manecillas del reloj!. Se acabó el alboroto horario. El sueño no me hace caso y me cuesta dormir de corrido.

cada mañana
Venus asoma y Buda
va y se despierta

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