La conducta suicida: un problema de salud pública urgente

1 Abr 2022

Susana Al-Halabí1, Daniel J. López Vega2, Miguel Guerrero Díaz3, Mª Francisca Morell García4 y Eduardo Fonseca-Pedrero5

1Universidad de Oviedo

2Asociación de Profesionales en Prevención y Posvención del Suicidio «Papageno»

3Unidad de Salud Mental Comunitaria Marbella, Unidad de Gestión Clínica de Salud Mental, Hospital Virgen de la Victoria de Málaga

4Asociación de Familiares y Amigos Supervivientes por Suicidio de las Islas Baleares (AFASIB)

5Universidad de La Rioja

En España, por término medio, once personas mueren cada día por suicidio. El último informe del Instituto Nacional de Estadística (2020) arroja cifras récord en nuestro país por esta causa de muerte: casi 4.000 personas. La sorpresa generalizada que suele producirse cuando alguien desvela estas cifras es solo comparable a la importancia de la cuestión. Se trata de un asunto urgente no solo en nuestro país, sino de un fenómeno global sobre el que la Organización Mundial de la Salud (OMS) alertó ya en el año 2014, refiriéndose a él como “un gran problema de salud pública que ha sido un tabú durante demasiado tiempo”.

Las cifras acerca de la conducta suicida no se reducen solo a las muertes por suicidio sino a las diferentes manifestaciones, mucho más frecuentes, que abarcan las ideas, la planificación, la comunicación o los intentos de suicido. En todo caso, no se trata de un fenómeno monolítico, sino que puede variar en intensidad, control, duración, letalidad, impulsividad o funcionalidad, entre otros aspectos. Y, a su vez, las cifras pueden variar en función de diferentes factores como, por ejemplo, la edad, el sexo o el nivel educativo. 

 

Foto: Aaron Burden Fuente: 
pexels Fecha descarga: 07/03/2022

En cualquier caso, cada suicidio o intento de suicidio no solo supone un sufrimiento para la persona, sino también para sus familias y allegados que, frecuentemente, se encuentran desamparados, paralizados y sin recursos institucionales a los que acudir

Si la prevención no cumple su cometido, es necesario ofrecer apoyo al entorno cercano de las personas que han fallecido por suicidio. Es la llamada postvención que, actualmente, recae en manos de asociaciones bien intencionadas que cumplen esta importante función social.

Nos encontramos, entonces, ante un fenómeno complejo, multidimensional y multifactorial que se caracteriza por la presencia de sufrimiento vital y de un dolor psicológico intolerable en el que una persona, en una circunstancia determinada (construida como insufrible, irresoluble, interminable, inescapable, sin futuro y sin esperanza) decide quitarse la vida. Una amplia amalgama de factores que se encuentran en una continua interacción dinámica parece explicar las razones por las cuales una persona decide suicidarse. No cabría, por tanto, una interpretación causal de tipo lineal ni unicausal, sino que habría que entender las conductas suicidas en los contextos biográficos, sociales y culturales de las personas y en la presencia de “sentido” en su sufrimiento, así como en la vivencia particular de sus dificultades o avatares vitales. Cualquier reduccionismo implicaría disolver la esencia misma del fenómeno. ¿Se trata de un problema sanitario? Sí ¿Se trata de un problema social? Sí ¿Es un problema individual o colectivo? Ambos aspectos mantienen una relación dialéctica irreductible a uno solo de sus polos.

El suicidio es prevenible. Las estrategias de prevención de suicidio propuestas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) incluyen niveles de intervención en el ámbito social, comunitario, interpersonal e individual. Al igual que antes mencionábamos que nadie se suicida por una única razón, la prevención del suicidio tampoco recae en un único evento. En función de la población a la que vayan dirigidas, las estrategias de prevención se dividen en universales, selectivas o indicadas. La prevención universal se dirige a toda la población con el objetivo aumentar la concienciación sobre el fenómeno del suicidio, sensibilizar y disminuir el estigma, eliminar las barreras para el acceso a los sistemas de atención a la salud, promover la búsqueda de ayuda, mitigar el impacto de las crisis potenciar factores de protección como el apoyo social y las habilidades de afrontamiento (algunos ejemplos serían las campañas publicitarias, los programas educativos, limitar el acceso de la población a medios potencialmente letales, o facilitar pautas para que los medios de comunicación ofrezcan una información mediática responsable). La prevención selectiva está destinada a grupos específicos que tienen una mayor vulnerabilidad por encontrarse en situaciones difíciles o con poco apoyo o recursos, como personas con problemas de salud mental, consumidores de alcohol y drogas, población reclusa, víctimas de violencia y personas migrantes, entre otros.

Finalmente, las estrategias indicadas de prevención del suicidio se dirigen a las personas denominadas de “alto riesgo” que muestran signos de conductas suicidas y que son particularmente vulnerables. Estas personas deben ser adecuadamente derivadas a los profesionales de salud mental para una correcta evaluación y comprensión del problema, junto con un adecuado abordaje clínico a través del manejo de caso, el entrenamiento en habilidades, los grupos de apoyo o el tratamiento psicológico específico. En relación con esto, la literatura científica apoya el uso de psicoterapias como la Terapia Cognitivo-Conductual y la Terapia Dialéctico Conductual (particularmente en adolescentes). Ambos tipos de tratamiento psicológico han demostrado tener efectos superiores al tratamiento habitual en la reducción de la ideación y las tentativas de suicidio. Este tipo de terapias empíricamente apoyadas ofrecen la oportunidad de debatir acerca de problemas existenciales en un ambiente seguro, donde el psicólogo puede validar el sufrimiento de las personas con deseos de morir (o, más bien, de dejar de vivir en las circunstancias en las que están sufriendo) a la vez que las reorienta hacia la vida con nuevas estrategias de afrontamiento.

La implementación de intervenciones sobre la base de evidencias empíricas permite la toma de decisiones informadas de cara a la prevención del suicidio, así como una adecuada gestión de los recursos públicos. Este paradigma de trabajo debe abordarse, planificarse y desarrollarse con el concurso de profesionales de la Psicología expertos en este campo de conocimiento. Los psicólogos debemos estar formados y preparados para liderar iniciativas multidisciplinares destinadas a prevenir y abordar un fenómeno que, si bien en multifactorial, tiene profundas raíces psicológicas. Más aún, la implicación de todos y cada uno de los agentes de la sociedad y de todos los profesionales sanitarios es esencial. La prevención del suicidio es un asunto de corresponsabilidad entre todos.

Referencias:

Al-Halabí, S., y Fonseca-Pedrero, E. (2021). Suicidal behavior prevention: The time to act is now. Clínica y Salud, 32(2), 89-92. https://doi.org/10.5093/clysa2021a17.

Al-Halabí, S., y García Haro, J.M. (2021). Tratamientos psicológicos para la conducta suicida. In E. Fonseca Pedrero (Coord.), Manual de tratamientos psicológicos. Adultos (pp. 639-675). Pirámide.

Reifels, L., Krishnamoorthy, S., Kõlves, K., y Francis, J. (2022). Implementation Science in Suicide Prevention. Crisis, 43(1), 1–7. https://doi.org/10.1027/0227-5910/a000846

World Health Organization (2014). Preventing suicide: A global imperative. WHO Library.

World Health Organization. (2021). Live Life: An implementation guide for suicide prevention in countries. https://apps.who.int/iris/handle/10665/341726

Susana Al-Halabí es Doctora en Psicología. Profesora del Departamento de Psicología de la Universidad de Oviedo.

Daniel J. López Vega es Psicólogo General Sanitario. Máster en Intervención Psicológica en Contextos de Riesgo, presidente de la Asociación de Profesionales en Prevención y Postvención del Suicidio «Papageno» y responsable del grupo de Psicología y Conducta Suicida del Colegio Oficial de Psicología de Andalucía Occidental (COPAO).

Miguel Guerrero Díaz es Psicólogo Clínico de la Unidad de Salud Mental Comunitaria Marbella, Unidad de Gestión Clínica de Salud Mental, Hospital Virgen de la Victoria de Málaga.

Mª Francisca Morell García es Psicóloga. Presidenta de Asociación de Familiares y Amigos Supervivientes por Suicidio de las Islas Baleares (AFASIB).

Eduardo Fonseca-Pedrero es Doctor en Psicología. Profesor Titular del Departamento de Ciencias de la Educación de la Universidad de La Rioja.

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