A lo largo del siglo XX, y especialmente de los últimos decenios, la incorporación masiva de la mujer a la vida pública y laboral ha comportado para muchas trabajadoras el desafío de la doble carrera y de la conciliación trabajo-familia, ante demandas incompatibles de sus roles familiares y laborales; esto es, de sus funciones productivas y reproductivas. En una primera larga fase de este proceso, ante cualquier dilema trabajo versus familia, la mujer tendía a optar por ésta, con lo que el conflicto se minimizaba. Ello facilita la comprensión de ciertas tópicas diferencias empíricamente constatadas (especialmente entre los sesenta y los ochenta) entre mujeres y hombres, en lo concerniente al significado del trabajo, elección de carrera, itinerarios de inserción laboral, conducta organizacional y grado de impacto psicológico del desempleo. Tales diferencias eran atribuidas principalmente a la socialización diferencial de género y al estatus de mujer casada. En este contexto, aparecía como estadísticamente normal el que, en una mujer casada y con hijos, una mayor centralidad de la familia comportara una menor centralidad del trabajo; lo que solía reflejarse en las puntuaciones que daba a ambos valores.
Pero algo ha cambiado, en los últimos lustros, con la irrupción del capitalismo flexible y la gestión neoliberal del mercado de trabajo global, que han comportado una disminución del poder adquisitivo de los salarios de una parte importante de la población empleada, haciendo financieramente insostenible el nivel de vida de muchos hogares sobre la base de la provisión de un único salario; lo que abre las puertas a las parejas de doble sueldo. A esta circunstancia económica se une una metamorfosis cultural de la organización familiar y también de las relaciones de pareja y entre géneros, lo cual confiere una nueva dimensión a la tradicional problemática de la conciliación trabajo- familia.
Con el objetivo de analizar la relación de variables como la asunción de cargas familiares y de responsabilidades domésticas con la importancia dada a valores como el trabajo, la familia o el dinero y con la centralidad del empleo, se aplica un cuestionario de papel y lápiz a una muestra de 453 personas trabajadoras de Barcelona (243 mujeres y 210 hombres, con una media de edad de 31 años), heterogénea en cuanto a asunción de cargas familiares y de responsabilidad de tareas domésticas. Se parte de la premisa de que un incremento en la valoración de la familia acompañado de una disminución del valor dado al trabajo minimiza el impacto de las dificultades de conciliación trabajo-familia; mientras que, por el contrario, un incremento paralelo en ambos valores acentúa esa problemática.
Los resultados del estudio muestran que, en el presente contexto económico y cultural, la asunción de cargas familiares y de responsabilidades domésticas va asociada a un aumento de la importancia dada a la familia, al trabajo y al empleo (fuente de dinero) tanto en hombres como en mujeres. Estos datos son concordantes con estereotipos de rol de género masculino, pero indican un cierto cambio de perspectiva en cuanto a los de rol de género femenino.
En efecto, por una parte, constituye un tópico en la mayoría de los barómetros sociológicos de los últimos lustros el que la familia sea altamente valorada por mujeres y hombres y también el que lo sea especialmente por quienes tienen personas a su cargo y asumen responsabilidades en las tareas domésticas. Igualmente lo es el que el tener bocas que alimentar comporte una mayor valoración del trabajo y del dinero por los hombres, que aumentan el valor instrumental que dan al trabajo, en tanto que es fuente del dinero necesario para mantener a la familia, de la que se sienten proveedores, conforme a lo que se espera de la masculinidad.
Sin embargo, indican también que las mujeres de la muestra no sólo aumentan el valor de la familia, al asumir cargas y responsabilidades como cuidadoras, sino que además refuerzan el valor que confieren al trabajo y al empleo, en tanto que trabajadoras. Para estas mujeres, cuidar y proveer ya no parece plantearse como un dilema ineludible, sino como una meta alcanzable. Y este posicionamiento constituye una relativa novedad histórica y cultural, al apuntar en una dirección de signo contrario a la de los estereotipos de género femenino.
En suma, el trabajo refuerza su función instrumental como fuente del dinero necesario para el sostenimiento del núcleo familiar, tanto en hombres como en mujeres, lo cual supone la buena noticia de que se está produciendo una igualación de género en cuanto al significado del trabajo. En contrapartida, una alta valoración a la vez de la familia y del trabajo comporta nuevos retos para la conciliación trabajo–familia, que pasa de ser una cuestión meramente técnica de ajuste de agendas a devenir un desafío para la política cultural, familiar y de pareja.
El artículo original puede encontrarse en The Spanish Journal of Psychology: Leonor M. Cantera, Mª Eugenia Cubells, Luz Mª Martínez, and Josep M Blanch (2009).