INTENSIDAD DE LA CULPA HABITUAL EN VARONES Y MUJERES: ¿A QUÉ RESPONDEN LAS DIFERENCIAS?

20 Ene 2010

Itziar Etxebarria1, Mª José Ortiz1, Susana Conejero2 y Aitziber Pascual1

(1) Universidad del País Vasco y (2) Universidad Pública de Navarra

La investigación sobre diferencias de género en culpa sugiere que, en general, los sentimientos de culpa presentan una mayor intensidad en las mujeres. La mayor parte de los estudios se han realizado en el mundo anglosajón, pero varios estudios con muestras de adolescentes españoles apoyan la misma conclusión (Etxebarria, 1994; Etxebarria, Isasi y Pérez, 2002). Sin embargo, la cuestión no está clara en edades posteriores. ¿También entre los jóvenes y los adultos las mujeres presentan, en general, sentimientos de culpa más intensos que los varones? De ser así, ¿a qué responden tales diferencias?

Las formas de culpa más comunes tienen que ver con situaciones en las que, por acción u omisión, provocamos un daño en los demás. En tales situaciones, lo normal es que se susciten, en mayor o menor medida, sentimientos de empatía hacia las personas a las que hemos podido dañar. Y esos sentimientos empáticos tienden a transformarse en sentimientos de culpa cuando nos reconocemos como responsables del sufrimiento que percibimos en el otro (Hoffman, 2002). Teniendo esto en cuenta, en el estudio realizado nos planteamos la hipótesis de que no sólo entre los adolescentes, sino también entre los jóvenes y los adultos, los sentimientos de culpa presentarían una mayor intensidad en las mujeres, en la medida en que éstas presentarían también niveles más altos de sensibilidad interpersonal.

Participaron en el estudio un grupo de 156 adolescentes de 15 a 19 años, otro de 96 jóvenes adultos de 25 a 33 y otro de 108 de adultos de 40 a 50. En los tres grupos de edad, el 50% eran varones y el otro 50%, mujeres. Se pidió a estas personas que describieran con cierto detalle una de las situaciones que más frecuentemente les hacían experimentar sentimientos de culpa, señalando su intensidad en una escala. Además, se les aplicaron dos pruebas de sensibilidad interpersonal: la escala de Preocupación Empática de Davis (1980) y otra prueba creada ad hoc para el estudio.

Al comparar las medias de intensidad de las experiencias de culpa de los distintos subgrupos se encontró que en los tres grupos de edad la media era significativamente más alta en las mujeres. La diferencia entre sexos era especialmente acusada en el grupo de 40-50 años.

Se encontraron diferencias paralelas en los dos índices de sensibilidad interpersonal. Sin embargo, a los 40-50 los varones se aproximaban a las mujeres en sus niveles de sensibilidad interpersonal.

Esto nos llevó a pensar que las diferencias en intensidad de la culpa habitual no se explican únicamente por diferencias en sensibilidad interpersonal. Podrían responder también a diferencias en la tendencia a experimentar formas de culpa con un alto componente ansioso-agresivo, siendo dicha tendencia especialmente marcada en las mujeres de 40-50 años.

En un estudio anterior (Etxebarria y Apodaca, 2008) habíamos encontrado que, en las vivencias de culpa de las personas, pueden distinguirse claramente dos componentes, uno de carácter empático (de pena por la persona a quien hemos hecho algún daño) y otro de carácter ansioso-agresivo (de desasosiego y agresividad contenida). En unas experiencias está más presente un componente y en otras, el otro. Obviamente, el componente ansioso-agresivo estará más presente en personas que han recibido una educación más culpabilizadora y sobre las que pesan reglas más estrictas respecto al control de la conducta en general, y de la agresividad en particular. Teniendo esto en cuenta, parecía lógico pensar que este componente tuviera una mayor intensidad en las mujeres, y especialmente en las de mayor edad.

Tras preguntar a los participantes por sus experiencias habituales de culpa, inmediatamente después, se les había presentado un listado de 9 experiencias emocionales (pena, ansiedad, enfado con uno/a mismo/a, etc.) y se les había pedido que, si en la situación que acababan de describir, además de sentimientos de culpa, experimentaban alguna o varias de esas emociones, señalaran su intensidad en una escala similar a la anterior. A partir de aquí se obtuvieron las puntuaciones en el componente ansioso-agresivo de cada uno de los participantes.

Al comparar las puntuaciones de los varones y las mujeres en este componente se encontró que, en los tres grupos de edad, su intensidad era significativamente mayor en las mujeres. Además, las mujeres de 40-50 años eran quienes presentaban las puntuaciones más altas de todos los subgrupos.

La mayor presencia de este componente en las mujeres, especialmente en las de 40-50 años, merece especial atención. No sólo por lo que conlleva de sufrimiento cotidiano, sino también por los efectos negativos que puede tener: inhibición conductual en distintos ámbitos, mayor susceptibilidad a la manipulación por parte de otros, etc.

Por otra parte, merece también atención el hecho de que, en ambos sexos, el componente ansioso-agresivo fuera menos intenso en los sujetos adolescentes y en los de 25-33 años que en los de 40-50. Este dato sugiere que la culpa ansioso-agresiva ha ido perdiendo fuerza en paralelo a los fuertes cambios culturales que se han producido en los últimos tiempos. Sin embargo, encontramos que todavía las adolescentes y las jóvenes presentan puntuaciones más intensas en este componente que los varones de su misma edad. Así pues, tanto unas como otras parecen seguir acusando los efectos de ciertas prácticas educativas más exigentes con el sexo femenino en el control de ciertos comportamientos, prácticas que a veces se pretenden definitivamente desterradas.

Asimismo, merece especial atención la sensibilidad interpersonal, comparativamente baja, encontrada en los varones (especialmente en los de 25-33 años). Un déficit en este sentido puede llevar a la ausencia o excesiva debilidad de ciertas formas de culpa –aquéllas de carácter fundamentalmente empático– que pueden tener efectos muy beneficiosos, tanto para las relaciones interpersonales, al motivar la reparación de los daños causados, como para el propio individuo, al llevarle a una revisión y un replanteamiento de sus acciones (Hoffman, 2002).

En suma, este estudio sugiere la necesidad de que las prácticas educativas y los diversos agentes socializadores traten de debilitar la tendencia a la culpa ansioso-agresiva en las mujeres y fortalecer la sensibilidad interpersonal en los varones.

El artículo original puede consultarse en la revista The Spanish Journal of Psychology: Etxebarria, I., Ortiz, M. J., Conejero, S. y Pascual, A. (2009). Intensity of habitual guilt in men and women: Differences in interpersonal sensitivity and the tendency towards anxious-aggressive guilt. The Spanish Journal of Psychology, 12(2), 540-554.

Referencias:

Davis, M. H. (1980). A multidimensional approach to individual differences in empathy. JSAS Catalog of Selected Documents in Psychology, 10, 85.

Etxebarria, I. (1994). «Non-rational guilt»: Predictors of its appearance in processes of change in moral values. Journal of Moral Education, 23(2), 145-164.

Etxebarria, I., & Apodaca, P. (2008). Both Freud and Hoffman are right: Anxious-aggressive and empathic dimensions of guilt. The Spanish Journal of Psychology, 11(1), 159-171.

Etxebarria, I., Isasi, X., & Pérez, J. (2002). The interpersonal nature of guilt-producing events. Age and gender differences. Psicothema, 14(4), 783-787.

Hoffman, M. L. (2002). Desarrollo moral y empatía: implicaciones para la atención y la justicia. Cornellà del Lobregat: Idea Books.

Sobre las autoras:

 

 

 

 

Itziar Etxebarria es profesora titular de la Universidad del País Vasco. Desde finales de los 80, junto con Mª José Ortiz y Pedro Apodaca, de la misma Universidad, Félix López, de la Universidad de Salamanca, y Mª Jesús Fuentes, de la Universidad de Málaga, ha investigado en el papel de diversas variables, especialmente variables de carácter emocional (empatía, apego, etc.), en la conducta prosocial y cívico-moral. Paralelamente ha venido desarrollando junto con diversos colaboradores una amplia línea de trabajo sobre la culpa y otras emociones autoconscientes. En ambas líneas de investigación y en otros estudios más específicos, ha prestado siempre atención a las diferencias de género.

María José Ortiz es profesora titular de la Universidad del País Vasco. Sus líneas de investigación se han desarrollado en el campo del desarrollo afectivo y social, con proyectos financiados y publicaciones centrados en el apego en la infancia y en la etapa adulta, la conducta prosocial-altruista, la interacción entre iguales, las emociones en la infancia y las variables familiares en el desarrollo moral.

Susana Conejero es profesora ayudante de la Universidad Pública de Navarra. Está a punto de defender su tesis doctoral, dirigida por Itziar Etxebarria y por Ignacio Montero (Universidad Autónoma de Madrid), y su línea de investigación se centra principalmente en las emociones colectivas, el clima emocional y el perdón en contextos de conflicto intergrupal y violencia.

Aitziber Pascual es profesora doctora de la Universidad del País Vasco. Realizó su tesis doctoral, dirigida por Itziar Etxebarria y Mª Soledad Cruz (Universidad del País Vasco), sobre las emociones en los trastornos alimentarios. También ha realizado investigación empírica sobre las emociones autoconscientes de culpa y vergüenza.

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