INTELIGENCIA EMOCIONAL: ENSEÑAR HABILIDADES

10 Feb 2006

En el último número de la revista Ansiedad y Estrés, estos autores han presentado una investigación relacionada con Inteligencia Emocional. Ofrecen en el siguiente artículo aspectos destacados de esta investigación.

Natalio Extremera, Auxiliadora Durán y Lourdes Rey

Universidad de Málaga

 

En los últimos 15 años, el estudio de las relaciones entre la esfera emocional y la cognitiva del ser humano ha dado lugar a una nueva forma de entender la capacidad para resolver problemas adaptativos de nuestro entorno, culminando en la creación de un constructo denominado Inteligencia Emocional (Salovey y Mayer, 1990).

 

El concepto de inteligencia emocional (IE) está compuesto por dos vocablos de uso bastante común en el mundo de la psicología: inteligencia y emoción. Aunque durante muchos años esta combinación de palabras fue para muchos una contradicción, ya que aúna dos campos que han sido investigados separadamente, el significado original que los profesores Peter Salovey y John Mayer trataban de transmitir al término, implicaba la unión indivisible de ambas esferas (Salovey y Mayer, 1990). Según los autores, la IE hace referencia a la habilidad para reconocer y procesar la información que transmiten las emociones y sus relaciones con el entorno y, a partir de esto, razonar y resolver problemas eficazmente. Dicha idea se contraponía frontalmente con la tradición filosófica clásica, que había apoyado durante siglos el carácter «devastador» de los estados afectivos sobre la razón. En cambio, estos profesores estadounidenses, hasta cierto punto en consonancia con la propuesta darvinista, proponen una visión funcionalista en la que más que «secuestrar» nuestros pensamientos y comportamientos, en la mayoría de los casos, las emociones presentan una función útil y adaptativa para nuestro bienestar y supervivencia, incluidas las emociones negativas (Salovey, Mayer y Caruso, 2002).

En concreto, la definición académica más aceptada define la IE como la habilidad para percibir, valorar y expresar emociones con exactitud; la habilidad para acceder y/o generar sentimientos que faciliten el pensamiento; la habilidad para comprender emociones y el conocimiento emocional y la habilidad para regular las emociones promoviendo un crecimiento emocional e intelectual (Mayer y Salovey, 1997).

Una de las tareas pendientes para los investigadores sociales en el campo de la IE, es comprobar fidedignamente la vinculación real de estas habilidades emocionales sobre el éxito y el bienestar de las personas (Extremera y Fernández-Berrocal, 2005). Estas investigaciones se hacen necesarias, en especial si tenemos en cuenta la desvirtualización sufrida debido a propuestas como las del periodista Daniel Goleman (1995). Libros como los de este autor y otros posteriores, a través de afirmaciones desmedidas e hiperbólicas muy comerciales pero escasamente constrastadas, trataban de presentar la IE como la cura milagrosa para todos los males de la sociedad. Desde un punto de vista científico, estas aseveraciones pseudo-científicas no están siendo apoyadas ni corroboradas y ha quedado en manos de la comunidad investigadora la tarea de explorar sistemáticamente la relativa contribución de estas habilidades emocionales sobre diferentes aspectos importantes de la vida de las personas (Fernández-Berrocal y Ramos, 2002).

Uno de esos ámbitos que demandan investigación es el ámbito laboral y organizacional. En la investigación que reseñamos aquí se presenta uno de los trabajos que algunos miembros del grupo de investigación de IE de la Universidad de Málaga llevan desarrollando desde hace varios años en diferentes profesiones asistenciales (Extremera, Durán y Rey, 2005). Gracias al apoyo de la Agrupación Malagueña de Asociaciones de Personas con Retraso Mental y Parálisis Cerebral (AMADPSI), tuvimos posibilidad de llevar a cabo una investigación sobre IE en un contexto asistencial.

Uno de esos ámbitos que demandan investigación es el ámbito laboral y organizacional. En la investigación que reseñamos aquí se presenta uno de los trabajos que algunos miembros del grupo de investigación de IE de la Universidad de Málaga llevan desarrollando desde hace varios años en diferentes profesiones asistenciales (Extremera, Durán y Rey, 2005). Gracias al apoyo de la Agrupación Malagueña de Asociaciones de Personas con Retraso Mental y Parálisis Cerebral (AMADPSI), tuvimos posibilidad de llevar a cabo una investigación sobre IE en un contexto asistencial. 

Este estudio parte del modelo de IE de John Mayer y Peter Salovey (1997) y se enmarca en la tendencia actual hacia al estudio de la psicología positiva (Seligman y Csikszentmihalyi, 2000). Es decir, mientras que hasta ahora la Psicología había estado interesada casi exclusivamente en los factores de vulnerabilidad y de desajuste laboral de los empleados, en fechas recientes se ha despertado un gran interés por examinar las experiencias positivas de los trabajadores y las condiciones favorecedoras de bienestar en la empresa. En este sentido, el presente trabajo ha tratado de analizar las relaciones entre la IE y los niveles de satisfacción vital, felicidad subjetiva y engagement (ilusión por el trabajo) en una muestra de Málaga capital y provincia de personal asistencial que trabaja habitualmente con personas con discapacidad intelectual. Este colectivo nos parecía de sumo interés ya que las características de su actividad y el permanente contacto con usuarios y familiares, pueden favorecer el deterioro de la satisfacción y afectar negativamente al desempeño de su labor. En este caso, la IE podría facilitar un mejor manejo y reparación de las emociones originadas en el contexto laboral, y la comprensión más adecuada de las situaciones sociales en el marco del trabajo que realizan estos profesionales. Para comprobar esta posible vinculación entre habilidades emociones y bienestar personal y laboral, se evaluó a los profesionales mediante una prueba de IE validada y adaptada por el grupo de investigación de Málaga (TMMS-24; Fernández-Berrocal, Extremera y Ramos, 2004), un cuestionario de satisfacción con la vida (Diener, Emmons, Larsen y Griffin, 1985) una prueba de felicidad subjetiva (Lyubomirsky y Lepper, 1999) así como una escala de engagement (ilusión por el trabajo) (Salanova, Schaufeli, Llorens, Peiró, y Grau, 2000).

En líneas generales, los resultados han mostrado que los niveles de claridad hacia los sentimientos de los trabajadores y, especialmente, su capacidad para reparar los estados emocionales se relacionaban positivamente con los niveles de satisfacción hacia sus vidas, con una mayor percepción de felicidad y también con ciertas dimensiones de bienestar laboral. En concreto, aquellos trabajadores con mayor capacidad para reparar sus emociones negativas y mantener las positivas en el tiempo informaban mayores niveles de vigor y energía hacia sus tareas profesionales, así como un fuerte deseo de esfuerzo y persistencia en las tareas que se realizan (altos niveles de vigor), indicaban niveles más elevados de significado, entusiasmo, orgullo y reto en sus trabajos (altos niveles de dedicación) e informaban niveles mayores de concentración y ensimismamiento durante el desempeño de la actividad laboral (altos niveles de absorción).

La relevancia práctica de estos resultados subraya la importancia de la IE, y en especial de algunas de sus dimensiones, en la percepción de la actividad que llevan a cabo estos profesionales y en su grado de bienestar personal y laboral. De este modo, se señala la posibilidad de mejorar la calidad de vida laboral a través del fomento de sus habilidades emocionales. Puesto que la comprensión y el manejo emocional se relacionan con el bienestar personal y laboral, y con un mayor sentido de compromiso y dedicación hacia su labor, sería de especial relevancia planificar en el contexto de la organización programas de formación en habilidades socio-emocionales, especialmente en profesionales que trabajan con este colectivo. Es posible que dicha formación pudiera favorecer el desarrollo de habilidades prácticas y de manejo del estrés, un mayor bienestar percibido y, por tanto, la mejora de la calidad de los servicios ofrecidos por los trabajadores a los usuarios.

Quedan aún por explorar otras muchas facetas donde la formación de empleados emocionalmente inteligentes podría ser útil para la organización y sus servicios. Por ejemplo, en lo que respecta al liderazgo de grupos, los cuales exigen de habilidades tanto técnicas como emocionales. Igualmente, queda por explorar la posible aplicabilidad de los instrumentos de IE como herramienta a emplear por los técnicos de recursos humanos en la difícil labor de seleccionar empleados con características emocionales muy específicas para un puesto (e.g., comprensión emocional ajena, capacidad de regular la frustración; expresión afectiva adecuada…).

La aplicación de la IE también puede dirigirse a los equipos de trabajo ya que para un funcionamiento efectivo del grupo, es necesario que cada persona conozca las fortalezas y debilidades de los demás miembros del grupo para facilitar una mejor complementación. Éstas y otras muchas cuestiones sobre la aplicabilidad y desarrollo de la IE desde un punto de vista científico, ya sean en el ámbito laboral, educativo o de salud, serán el aliciente que mueva nuestro trabajo los próximos años.

El artículo completo de la investigación puede encontrarse en la revista Ansiedad y Estrés: N. Extremera, A. Durán y L. Rey (2005). Perceived emotional intelligence and its influence on vital satisfaction, subjective happiness and engagement in professionals who work with mentally retarded people. Ansiedad y Estrés, 11(1), 63-73.

Para más información sobre temas relacionados ver: http://www.campusvirtual.uma.es/intemo/

 

Referencias bibliográficas:

Diener, E., Emmons, R. A., Larsen, R. J., y Griffin, S. (1985). The Satisfaction with life scale. Journal of Personality Assessment, 49, 71-75.

Extremera, N. y Fernández-Berrocal, P. (2005). Inteligencia emocional y diferencias individuales en el meta-conocimiento de los estados emocionales: una revisión de los estudios con el Trait Meta-Mood Scale. Ansiedad y Estrés, 11, 101-122.

Extremera, N., Durán, A., y Rey, L. (2005). La inteligencia emocional percibida y su influencia sobre la satisfacción vital, la felicidad subjetiva y el «engagement» en trabajadores de centros para personas con discapacidad intelectual. Ansiedad y Estrés, 11, 63-73.

Fernández-Berrocal, P. y Ramos, N. (2002). Corazones Inteligentes. Barcelona: Kairós.

Fernández-Berrocal, P., Extremera, N. y Ramos, N. (2004). Validity and reliability of the Spanish modified version of the Trait Meta-Mood Scale. Psychological Reports, 94, 751-755.

Goleman, D. (1995). Emotional Intelligence. New York: Bantam Books. (Trad. Cast. Kairós, 1996).

Lyubomirsky, S., y Lepper, H. (1999). A measure of subjective happiness: Preliminary reliability and construct validation. Social Indicators Research, 46, 137-155.

Mayer, J. D., y Salovey, P. (1997). What is emotional intelligence? En P. Salovey y D. Sluyter (Eds.), Emotional Development and Emotional Intelligence: Implications for Educators (pp. 3-31). New York: Basic Books.

Salanova, M., Schaufeli, W., Llorens, S., Peiró, J. M., y Grau, R. (2000). Desde el «burnout» al «engagement»: ¿una nueva perspectiva? Revista de Psicología del Trabajo y de las Organizaciones, 16, 117-134.

Salovey, P., Mayer, J. D., y Caruso, D.  (2002).  The positive psychology of emotional intelligence.  En C.R. Snyder y S.J. Lopez (Eds.), The handbook of positive psychology (pp. 159-171).  New York: Oxford University Press.

Salovey, P., y Mayer, J. D. (1990). Emotional intelligence. Imagination, Cognition, and Personality, 9, 185-211.

Seligman, M. E. P. y Csikszentmihalyi, M. (2000). Positive psychology: An introduction. American Psychologist, 55, 5-14.

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