LOS AFECTOS: DIFERENCIAS ENTRE GÉNEROS

19 Abr 2006

Visitación Alcalá Pérez es Licenciada y Doctora en Psicología por la Universidad de Sevilla. Ha realizado estudios sobre aspectos relacionados con la vida emocional de la madre y su influencia en la psicopatología del hijo, así como sobre los Afectos en población normal y en trastornos afectivos. En la actualidad es profesora asociada del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Sevilla.

Visitación Alcalá

Universidad de Sevilla

El estudio de la afectividad es, tal vez, uno de los temas más complejos para la investigación en Psicología y Psicopatología. Los afectos implican mecanismos fisiológicos, componentes cognitivos, expresiones comportamentales, condicionantes sociales y culturales, etc. El problema se hace aún más arduo si incluimos como variable el género, muy influenciado a su vez por las normas y roles sociales. Afectos y género son, pues, dos elementos de gran complejidad.

Estudios recientes sugieren dos grandes factores dominantes en las experiencias emocionales, frecuentemente tipificados como el afecto positivo y el afecto negativo (Watson y Clark (1994). Se trata de un modelo bidimensional de la estructura básica del afecto. Este modelo bifactorial, no representa dos dimensiones que correlacionen negativamente entre sí, sino que son absolutamente independientes.

El afecto positivo (AP) se refiere a una dimensión en la que los niveles altos se caracterizan por «alta energía, concentración completa y agradable dedicación, mientras que el bajo afecto positivo se caracteriza por la tristeza y el letargo». El afecto negativo (AN) refleja un estado emocional que se describe en los niveles altos como «una variedad de estados de ánimo, que incluyen la ira, la culpa, el temor y el nerviosismo, mientras que el bajo afecto negativo es un estado de calma y serenidad» (Watson, Clark y Tellegen, 1988).

Estas dos dimensiones de la estructura afectiva pueden ser conceptuadas, bien como estados afectivos, o bien como disposiciones personales de la emocionalidad más o menos estables (Sandín y al., 1999). En este último caso, los estudios realizados por Watson y Clark, (1994) señalan que el Síndrome de Fatiga Crónica está relacionado con una reducción marcada en experiencias emocionales positivas. También se ha relacionado el AN con el neuroticismo y el AP con la extraversión. Otro hallazgo importante ha sido la relación de altos niveles de AN con la ansiedad y la depresión, mientras que sólo la depresión se caracteriza por tener niveles bajos de afectividad positiva (Watson et al., 1988).

Existe una opinión generalizada sobre las diferencias de los afectos en función del género. Parece que es un hecho admitido por la cultura occidental que las mujeres son más ricas emocionalmente y más expresivas que los hombres (Simon y Nath, 2004). Los datos al respecto señalan que las diferencias de género se centran en la expresión emocional, siendo las mujeres más propensas que los hombres a expresar emociones en general (Brody y Hall, 2000; Fabes y Martín, 1991).

Simon y Nath (2004) encuentran diferencias en la frecuencia con la que los hombres y mujeres expresan emociones positivas y negativas. Mientras que los hombres expresan emociones positivas, como calma y entusiasmo, más frecuentemente que la mujeres, éstas expresan más las emociones negativas, como ansiedad y tristeza. Otros autores señalan que las mujeres expresan con mayor frecuencia emociones de felicidad, tristeza y miedo, mientras que los hombres expresan más emociones de cólera (Grossman y Wood, 1993; Kelly y Hustson-Comeaux, 1999).

Hemos realizado un estudio de los afectos en la población normal, mediante la escala PANAS-X (Escala de afectos positivos y negativos), con el objetivo de analizar las diferencias emocionales en nuestra población en función del género y de la edad. La escala utilizada permite analizar las emociones que han dominado la vida pasada del sujeto, por una parte, y las emociones que están presentes en el momento actual, por otra. Esto nos ha permitido estudiar la continuidad o no de las emociones pasadas y presentes en cuanto al género, así como la variación por la edad. La población estudiada se componía de un total de120 sujetos (57.5 % mujeres y 42.5 % hombres) con edades comprendidas entre los 18 y 50 años.

Los principales hallazgos de nuestro estudio se centran en constatar una diferencia fundamental en cuanto al género: mientras que en los hombres se observa una continuidad emocional en el pasado y presente, en las mujeres se observa un cambio evidente entre ambas etapas de su vida.

En los hombres el sentimiento de soledad se mantiene en el pasado y en el presente. Además, a las emociones de seguridad y orgullo en el pasado se unen en el presente las de atrevido e intrépido, que podrían considerarse muy ligadas a las primeras. La única variación que puede observarse es la desaparición en el presente del sentimiento de estar asqueado de sí mismo que matiza su pasado.

Las mujeres perciben que su pasado está impregnado de emociones positivas (alegría y felicidad), y en el presente dominan los afectos negativos (inseguridad y tristeza).

 

En resumen, puede decirse que los hombres mantienen un estado emocional bastante estable a lo largo de su vida, caracterizado por sentimientos de soledad, seguridad y orgullo. Las mujeres, por el contrario experimentan un cambio desde las emociones positivas de su pasado a otras más negativas en el presente.

Las razones para estas diferencias no podemos encontrarlas a partir del instrumento utilizado. Serían atribuibles, entre otros muchos factores, a las peculiaridades sociales, culturales o personales de los sujetos estudiados, lo que exigiría una nueva investigación. Sin embargo, hemos querido analizar si el factor edad se manifiesta como posible variable interviniente en las diferencias de género. Cuando se compara un grupo joven (18 a 25 años) con un grupo adulto (30-50 años), se puede apreciar efectivamente que el factor edad interviene en el cambio emocional.

Los jóvenes, a diferencia de los adultos, experimentan su pasado más cargado de afectividad positiva y jovialidad, mientras que el presente se caracteriza por afectividad negativa, miedo, hostilidad, tristeza y fatiga.

Pero, además, existen diferencias entre los géneros en función de la edad. Las mujeres jóvenes tienen una experiencia del pasado con mayor afectividad positiva y jovialidad que las adultas, mientras que en el presente tienen más afectividad negativa, miedo y hostilidad. Los hombres, sin embargo, no presentan diferencias importantes en función de los grupos de edad en el pasado.

Este hallazgo significa que en las mujeres se modifica más su vida emocional que en los hombres, no sólo cuando se comparan con éstos últimos, sino cuando se comparan las mujeres jóvenes con las adultas.

Pueden derivarse diversas conclusiones prácticas del presente estudio. En concreto, habría que tener en cuenta, en el abordaje psicológico de la población, las diferencias emocionales en función del género, especialmente el funcionamiento emocional más variable de la mujer, así como la consistencia emocional menos flexible del hombre. Así mismo, en la clínica deberían diferenciarse las alteraciones afectivas propias de los estados depresivos y ansiosos, teniendo en cuenta el sentimiento presente de tristeza e inseguridad de la mujer, o el sentimiento de soledad en el hombre. En otras palabras, la verbalización de la tristeza en la mujer o de soledad en el hombre debe ser valorada con cautela a la hora de emitir un posible diagnóstico de trastorno psicopatológico.

El artículo completo puede consultarse en la Revista Psicothema (Alcalá V, Camacho M, Giner D, Giner J y Ibáñez E.:»Afectos y género: un estudio con la PANAS-X». Psicothema 2006. vol 18, nº 1, pp. 166-171).

 Referencias Bibliográficas

Brody, L. R. y Hall, J. A. (2000). Gender, emotion, and expresión. En: M. Lewis y J. M. Haviland-Jones (Eds.), Handbook of emotions (pp. 338-349). New York: Guilford Press.

Fabes, R., y Martin, C. (1991). Gender and age stereotypes of emotionality. Personality and Social Psychology Bulletin, 17, 532-540.

Grossman, M. y Wood, W. (1993). Sex difference in intensity of emotional experience: a social interpretation. Journal of Personality and Social Psychoogy, 65 (5),1010-22.

Kelly, J. y Hustson-Comeaux, S. (1999). Gender-emotion stereotypes are context specific. Sex Roles, 40, 107-20.

Sandin, B., Chorot, P., Lostao, L., Joiner, T.E., Santed, M.A. y Valiente, R. (1999). Escalas PANAS de afecto positivo y negativo: validación factorial y convergencia transcultural. Psicothema, 11 (1): 37-51.

Simon, R.W. y Nath, L.E. (2004). Gender and Emotion in the United States: Do Men and Women Differ in Self-Reports of Feelings and Expressive Behavior?. The American Journal of Sociology, 109(5):1137-1177.

Watson, D. y Clark, L.A. (1994). The PANAS-X. Manual for the Positive and Negative Affect Schedule. University of Iowa.

Watson, D., Clark, L.A. y Tellegen, A. (1988). Development and validation of brief measures of positive and negativeaffect: the PANAS scales. Journal of Personality and Social Psychology, 54, 1063-1070.

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