¿PODEMOS CONTROLAR NUESTROS PENSAMIENTOS?

17 May 2006

Juan V. Luciano

Salvador Algarabel

Universidad de Valencia

En algunas ocasiones, y de forma involuntaria, aparecen en nuestra mente pensamientos, imágenes o impulsos que nos resultan desagradables o inaceptables, denominados «pensamientos intrusos» o «intrusiones» (Rachman, 1981). Por suerte, en la mayoría de los casos estos pensamientos desaparecen por sí solos, sin embargo, en algunas personas las intrusiones se van haciendo cada vez más frecuentes e intensas, resultando muy difíciles de controlar. Si echamos una ojeada a los principales manuales diagnósticos, la presencia de pensamientos intrusos molestos es un aspecto característico de algunos trastornos de ansiedad, como el trastorno de ansiedad generalizada, el trastorno por estrés postraumático y muy especialmente, del trastorno obsesivo-compulsivo (ver DSM-IV-TR; APA, 2002).

Cuando aparecen estos pensamientos intrusos, las personas usualmente intentamos ejercer algún tipo de control mental con el fin de que desaparezcan. El problema es que, a veces, cuánto más intentamos alejar de la mente estos pensamientos, con más frecuencia e intensidad éstos reaparecen.

De hecho, actualmente un anuncio de televisión realizado por una conocida empresa de automóviles nos sugiere que una vez veamos el nuevo modelo que han sacado al mercado, no lograremos dejar de pensar en él por mucho que lo intentemos. Los creadores de este anuncio se han inspirado en el caso de Tolstoi, el cual le dijo a su hermano «quédate en el rincón hasta que dejes de pensar en un oso blanco», parecía fácil obedecer, pero el joven Leon Tolstoi pasó horas en el rincón pensando sin parar en osos blancos.

 

Wegner y colaboradores (1987), conociendo también el caso de Tolstoi, pidieron a un grupo de estudiantes universitarios que durante unos minutos no pensaran en un oso blanco, mientras que en una fase posterior del estudio tenían que pensar en osos blancos. Por otro lado, otro grupo de estudiantes actuaba como condición control y recibía las mismas instrucciones pero en orden inverso.

Los resultados de este curioso estudio mostraron que aquellos que tenían que suprimir inicialmente los pensamientos, con mayor frecuencia pensaban después en osos blancos, fenómeno al que se llamó «efecto rebote». Los hallazgos de Wegner y colaboradores reflejan numerosas situaciones de la vida cotidiana, en las que los arduos intentos de supresión de una determinada idea o imagen producen el efecto contrario al que se pretendía.

Llegados a este punto, la pregunta que cabría realizarse a continuación es la siguiente: ¿somos todos igual de eficaces a la hora de suprimir los pensamientos que nos perturban?. Si revisamos algunos estudios publicados, principalmente en el área de la psicología de la salud, encontramos entre un 10 y un 20% de personas que son capaces de reprimir eficazmente los recuerdos desagradables. A estos sujetos llamados represores, descritos por primera vez por Weinberger y colaboradores (1979), se les identifica por sus bajas puntuaciones en cuestionarios de ansiedad rasgo y sus altas puntuaciones en defensividad o deseabilidad social.

Actualmente, disponemos de mucha información relacionada con los represores, por ejemplo, sabemos que tienden a no expresar emociones negativas tales como la ansiedad o la ira, que presentan un pobre recuerdo de sucesos emocionales negativos, que intentan inconscientemente ocultar su malestar interior, tratando, por el contrario, de ofrecer una imagen positiva de sí mismos. Pero, se ha comprobado que la tendencia a no expresar las emociones negativas hace a estos individuos más proclives a padecer a largo plazo trastornos psicosomáticos o incluso enfermedades más severas como el cáncer (para una revisión del tema ver Myers, 2000).

En un estudio que llevamos a cabo recientemente, y publicado en el último número de la revista Psicothema (Luciano & Algarabel, 2006), nos propusimos conocer si aquellos individuos caracterizados por un estilo represivo de afrontamiento se percibían a sí mismos como eficaces cuando tratan de controlar sus pensamientos molestos, en comparación con otros sujetos que no presentan este estilo represivo. Para ello, administramos el Cuestionario de Habilidad en el Control del Pensamiento (Luciano, Algarabel, Tomás, & Martínez, 2005) y el Cuestionario de Supresión del Oso Blanco (Wegner & Zanakos, 1994) a una amplia muestra de estudiantes universitarios.

 

Los resultados obtenidos indicaron que los sujetos identificados como represores se perciben a sí mismos muy eficaces a la hora de controlar a voluntad sus pensamientos molestos. Estos hallazgos van en la misma dirección que los obtenidos recientemente por otros grupos de investigación (ver Geraerts, Merckelbach, Jelicic, & Smeets, en prensa), si bien éstos sugieren que a pesar de que los represores suprimen eficazmente a corto plazo sus pensamientos intrusos, posteriormente tienen más probabilidades de experimentar efectos rebote una vez han abandonado los intentos de control.

En resumen, ciertas características personales, como la posesión de un estilo represivo de afrontamiento, pueden provocar que algunas personas tengan mucha facilidad o en cambio enorme dificultad cuando intentan controlar sus pensamientos molestos.

Ver bibliografía completa

El artículo original puede encontrarse en la revista Psicothema: Luciano, J. V., & Algarabel, S. (2006). Individual differences in self-reported thought control: The role of the repressive coping style. Psicothema, 18, 228-231.

Sobre los autores…

Juan Vicente Luciano es becario de investigación FPU en el Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la Universidad de Valencia.

Salvador Algarabel es Catedrático de Psicología Experimental en el Departamento de Metodología de las Ciencias del Comportamiento de la Universidad de Valencia y editor de la revista Psicológica, desde su fundación.

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