I CONGRESO DE MAYORES. ENTREVISTA A MARÍA TERESA DÍAZ CAMPOMANES

8 Nov 2007

La soledad es un problema relativamente frecuente en los mayores ancianos, que, sin quererlo ni buscarlo, a menudo se ven abocados a una situación en la que sienten estar solos, en la que sienten no tener a nadie. La sucesión de pérdidas que inherentemente acompaña a esta etapa del ciclo vital favorece la experiencia de la soledad.

En nuestro país son muchos los ancianos que viven en la más absoluta soledad, lo que insta al conjunto de la sociedad a tomar medidas en la atención a estas personas.

Por este motivo, el pasado 24 y 25 de octubre, San Martín del Rey Aurelio (Asturias) fue el escenario elegido para celebrar el I Congreso de Mayores, en el que se abordaron diferentes temas relacionados con el envejecimiento. Las jornadas contaron con la presencia de María Teresa Díaz Campomanes, psicóloga y coordinadora autonómica de Cruz Roja en Asturias, que trató el problema de la soledad en los más mayores, y a quien Infocop ha querido entrevistar para sus lectores.

ENTREVISTA

En nuestro país, algunos estudios estiman que la soledad afecta a alrededor de un 10% de los ancianos. A este respecto nos gustaría preguntarle, ¿cuáles son las causas o desencadenantes que llevan a una persona a la soledad al llegar a la vejez?

Esta nueva etapa de la vida va acompañada de una sucesión de pérdidas, como el trabajo, el estatus social, el cónyuge o algunas capacidades físicas, que facilitan la experiencia de soledad.

Respecto a la jubilación o la retirada del ámbito laboral, el riesgo viene dado, en parte, por la desorganización que este acontecimiento provoca en la vida que hasta el momento se había llevado, y por la falta de iniciativa de algunas personas para encarar una nueva realidad, que se caracteriza por una mayor cantidad de tiempo libre. Sin olvidar que el abandono del trabajo conlleva, además, un proceso paralelo de desvinculación social, con pérdidas de relaciones y amistades.

Otra causa viene dada por la pobreza de las relaciones familiares, especialmente,con los hijos. La escasez de relación percibida por las personas mayores con sus hijos, tanto en cantidad como, sobre todo, en intensidad y calidad de afecto representa un importante motivo de frustración.

Pero, en realidad, es la pérdida de la pareja el suceso más decisivo. Tras varias décadas de vida matrimonial desaparece de pronto la compañía y la afectividad que hasta entonces venía proporcionando la pareja, dando lugar a problemas personales de adaptación a la viudedad, no solamente de tipo emocional, sino también material y relativos a la gestión del tiempo, a la organización de tareas propias del hogar y a la vida doméstica y social, en general. La viudez comporta un riesgo de soledad subjetiva para muchas personas mayores, que únicamente encuentran en su pareja la confianza para compartir sus secretos, desahogar sus problemas o simplemente manifestar sus inquietudes.

En su ponencia usted diferencia entre soledad objetiva y soledad subjetiva. ¿Podría señalar cuáles son los aspectos que caracterizan a la soledad subjetiva en las personas mayores?

La soledad objetiva hace referencia a la falta de compañía, que afecta al 14% de las personas mayores que residen en sus domicilios. No necesariamente es una vivencia desagradable, sino que puede ser una experiencia buscada y enriquecedora. No obstante, la mayoría de estas personas se han visto obligadas a ello.

La soledad subjetiva la padecen las personas que se sienten solas. Nunca es una situación buscada. Quienes la padecen afirman que se trata de una experiencia desagradable y estresante, asociada con un importante impacto emocional, sensaciones de nerviosismo y angustia, sentimientos de tristeza, irritabilidad, mal humor y creencias de ser rechazado.

El cambio de los valores tradicionales o la incorporación de la mujer al trabajo, que dificulta la conciliación de la vida laboral y la familiar, podrían ser algunos de los factores explicativos del aumento de la soledad en este sector de la población. ¿Qué otros factores estarían implicados?

La decisión de algunos mayores de vivir solos en vez de hacerlo con familiares, que podrían delegar sus cuidados en terceras personas, servicios sociales o servicios especializados, podría ser uno de los factores explicativos de este fenómeno.

También influyen factores sociales, como es la imagen de la vejez como una etapa improductiva y desvalorizada; factores espaciales, que tienen que ver en ocasiones con el fenómeno urbano, falta de espacio en las viviendas, escasa relación entre vecinos, barreras arquitectónicas, etc; factores psicológicos, especialmente, el «Síndrome de Diógenes», actitud de algunas personas mayores que les lleva a aislarse voluntariamente y a abandonarse en los autocuidados; y factores de salud, que generan discapacidades, dependencia y miedo a salir del domicilio. Así mismo podríamos añadir factores sensoriomotores (estado visual, auditivo y locomotor) que, cuando constituyen carencias, dificultan claramente las relaciones sociales.

Con el progresivo aumento del envejecimiento de la población, son cada vez más los ancianos que viven solos. Desde su punto de vista, ¿qué medidas habría que tomar para solucionar este problema?

Las soluciones deben partir, por un lado, de las propias personas mayores, potenciando su mundo de amistades o realizando actividades que les resulten placenteras (pasear, asistir a centros de personas mayores, participar en talleres de ocio y culturales, realizar deporte, asistir al teatro…), ya que constituyen recursos que ayudan a no sucumbir en la soledad. También, ejercer de abuelos constituye un modo de cualificar las relaciones y puede ayudar a salir al paso de la posible soledad.

No podemos dejar de referirnos a la importancia de participar en actividades de voluntariado, donde la solidaridad y el deseo de ayudar a otros se vuelve también hacia uno mismo.

Pero salir al paso de la soledad no es exclusivamente una responsabilidad de las personas mayores o de la familia, sino de la sociedad en su conjunto. Debemos, por tanto, favorecer el «envejecimiento activo», aprender a valorar socialmente lo que podemos definir como carismas propios de la vejez y luchar contra los prejuicios existentes, apoyar y fomentar los servicios de cercanía, como el voluntariado, potenciar los cuidados y apoyos en el hogar de los mayores con proyectos de ayuda a domicilio o teleasistencia domiciliaria, impulsar su participación en los centros sociales o favorecer otro tipo de relaciones, como son las relaciones de vecindad, intercambios generacionales, proyectos de compartir vivienda con jóvenes universitarios, etc.

En nuestro país están proliferando, en los últimos años, los servicios de teleasistencia. Nos gustaría conocer cuál es su opinión acerca de esta iniciativa y de su alcance.

La teleasistencia domiciliaria es un servicio preventivo de ayuda a las personas que, por motivos de discapacidad, aislamiento social, edad avanzada, enfermedad o situación de riesgo psicosocial o físico, precisan de una atención continuada. Este tipo de ayuda permite a la persona durante las 24 horas del día y los 365 días del año contactar con una centro de atención, donde los profesionales van a escucharla y proporcionarle una respuesta precisa a su problema, movilizando el recurso adecuado a cada circunstancia. Además, voluntarios, en este caso de Cruz Roja, realizan visitas de seguimiento a domicilio para explicarles el funcionamiento del servicio y prestarles apoyo emocional. Si tenemos en cuenta que, según los estudios, un 28.5% de las personas mayores definen la soledad como «el no tener a nadie a quien acudir», el saber que en cualquier momento, con el simple hecho de apretar un «pulsador o medallón» hay alguien amigo con quien hablar, les resulta de gran ayuda.

Está comprobado que, ante personas con problemas de soledad, son más frecuentes las pulsaciones por error o simplemente para hablar con alguien; al igual que, como sabemos, estas personas hacen mayor uso de los servicios médicos, especialmente los de atención primaria. Por tanto, esta iniciativa me parece de gran ayuda para las personas mayores y, en particular, para las personas con problemas de soledad. Sin duda, es un recurso que se verá incrementado en los próximos años.

Desde su punto de vista, ¿cuál es el papel de la Psicología del envejecimiento en la mejora de las condiciones y la calidad de vida de las personas de la tercera edad?

A través de la Psicología del envejecimiento, podemos empezar a comprender que envejecer no es algo que solamente suceda a otros, sino que nos afecta a todos. Estudiar y comprender procesos como la jubilación, la viudez, la soledad, la preparación para la muerte o los falsos estereotipos sobre las personas mayores, entre otros, nos ayudarán a todos a afrontar mejor esta etapa vital, sin olvidar la necesidad de humanizar los servicios de prestación de cuidados de las personas mayores.

Desde la Psicología del envejecimiento se promueve el envejecimiento activo como proceso por el cual se optimizan las oportunidades de bienestar físico, social y mental durante toda la vida. El objetivo es ampliar la esperanza de vida saludable, la productividad y la calidad de vida en la vejez, tratando de promover el máximo de autonomía posible y potenciando la propia capacidad de las personas mayores para controlar, afrontar y tomar decisiones sobre la vida diaria.

Para finalizar, ¿le gustaría añadir alguna otra cuestión?

Simplemente me gustaría agradecer el interés que ha suscitado mi intervención y añadir que lo primordial es la necesidad de crear condiciones favorables para que las personas mayores tengan un claro papel en la sociedad, con tal proyección y confianza que favorezcan su calidad de vida.

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